Hace un par de semanas me enteré de que
se había celebrado un juicio en París contra unos patriotas vascos y habían
dictado una sentencia bastante contraria al Proceso de Paz e incluso a la
Alianza de las Civilizaciones. Una cadena perpetua y otra condena cercana a 30
años de cumplimiento efectivo. Jesús estos franceses, qué autoritarios, qué
retrógrados, antidemocráticos y vengativos, ¿nadie les ha informado de que ha
cambiado el escenario del escenario? ¿Acaso quieren evitar que se resuelva el
Problema Político Vasco? ¿No se han enterado, por las sabias palabras de
Llamazares, de que la línea roja es el PP?
Este colosal malentendido tuvo su origen
allá en el 2007 en Capbreton, una localidad de las Landas francesas, célebre
hasta aquel entonces (por aquí) tan sólo por sus playas nudistas y por cierto
tufillo a tolerancia sexual, en un ambiente magistralmente retratado por Michel
Houellebecq en su fantástica novela “Las partículas elementales”. Los
atolondrados gudaris del temerario comando, ¿acaso no sabían que habían
rebasado la frontera de Lapurdi en el norte de Euskal Herría? ¿Acaso ignoraban
que la acción armada iba a tener lugar en suelo francés, donde las garantías
jurídicas y procesales que les podían amparar, no son ni mucho menos como en
España? ¡En Capbreton, por Dios, a quién se le ocurre! Me da que estos
intrépidos encapuchados tenían información veinte años atrasada, de cuando el
gobierno francés, en las amigables manos de Mitterrand, comprensivo con todas
las causas populares, miraba hacia otro lado cuando se producían estas acciones
armadas, que tanto debían recordarle al difunto mandatario galo sus gloriosos
años en la Resistencia.
El caso es que el uno de diciembre de
2007, los guardias civiles Centeno (24 años) y Trapero (23 años, con estos
apellidos ya nos sobra para imaginarnos dos sicarios opresores enemigos del
pueblo de Euskadi) fueron abatidos en un intento de socializar el sufrimiento
cotidiano presente en la sociedad vasca oprimida, amordazada y empobrecida por la
bota españolista (hagamos notar que en la presente crisis, la comunidad vasca
ha sido la más golpeada por la pobreza, según datos que publica El País hoy).
Quiso la mala fortuna que los objetivos se hallaran desarmados, lo que, no sólo
resta popularidad a la acción sino que, de cara a un juez francés, esto
constituye un agravante y el delito es tipificado como asesinato. Qué se le va a hacer.
El 26 de abril del presente 2013 se hizo
pública la sentencia que condenaba a Mikel Carrera Sarobe alias “Ata” a ¡cadena
perpetua! (Toma ya), como autor material de un delito de asesinato con casi
todos los agravantes imaginables, y a Saioa Sánchez Iturregi (léase Iturregui),
de nombre de guerra “Hintza”, como cómplice; a 28 años, de los cuales al menos
dos tercios, tendrá que hacerlos efectivos en el trullo, o sea, que tardará en
estar brindando con champán en su pueblo mientras, bajo su balcón, le bailan un
aurresku. Para otros cómplices, se fijaron varias penas menores.
En fin, pobres, confundirse de raya
fronteriza y de circunstancia los ha llevado al infierno de las cárceles
francesas, donde difícilmente serán moneda para la negociación de un Proceso de
Paz con mediadores internacionales y toda la parafernalia redentora. Lo siento.
Y ahora lo siento, esta vez de veras, por
los familiares de los asesinados, aunque tienen el magro consuelo de haber
obtenido una justicia que, de este lado de la claudicación, no podían ni haber
soñado, eso no les devolverá a sus hijos vivos.
Un amigo mío, el Resentido, cuya
debilidad moral le hace bascular peligrosamente entre la delgada línea que
separa la justicia de la venganza dice, el muy bruto, que lo que lamenta es que
los penales franceses tengan fama de pertenecer al primer mundo, pues de otro
modo los penados convictos de este triste caso, podrían sufrir abusos en su
celda por parte de los demás presos (él habla de sodomía).
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