He pasado unos placenteros días de
vacaciones en la siempre sorprendente ciudad de Lisboa, paseando sus empinadas
calles y escandinhas, y disfrutando de su singularísimo paisaje urbano. En las contadas
ocasiones en que tengo ocasión de viajar al extranjero, mi habitual extrañeza
frente a la vorágine de la realidad circundante, se multiplica y espesa con
factores culturales y lingüísticos de muy difícil comprensión para el saurio semiextinto
que soy. Así, de continuo me tropiezo con fenómenos llamativos e inexplicables
como el de la fotografía:
Como rancio esteta y esnob, abomino de la
repulsiva contaminación visual que se ceba en todas las ciudades que conozco.
Lisboa no es una excepción y, según los usos vigentes, está por completo
tatuada de horrendas pintadas, de graffitis torpes y desmañados. Los jóvenes
que agreden las paredes con sus esprays, se suelen autoproclamar “artistas
urbanos”, imagino que algún artista habrá entre ellos, pero hace varias
décadas, los gamberros rompíamos las farolas a pedradas, con la misma finalidad
expresiva e inconformista y sin necesidad de darnos ínfulas creativas. La pintada
de la fotografía es “al viejo estilo”, de corte reivindicativo, sin
pretensiones artísticas, pero me llena de perplejidad, ¿qué ha querido decir el
indignado que la llevó a cabo? ¿Y qué roban los “ladrones de mierda”? No
necesito señalar que aquí el denuesto fomenta un equívoco: el complemento
nominal “de mierda” se ubica a continuación de un insulto contundente, para
rebajar al destinatario a una categoría inferior entre los escarnecidos por el
título al que acompaña, para hundir al receptor aún más en el lodo; pero aquí
da lugar a una confusión: no sabemos si se pretende designar a la purria de los
ladrones o se refiere específicamente a los que roban excrementos, ¿ladrones de
purines con la intención de venderlos a un perista que los colocará como abonos?
Vaya usted a saber.
Otro equívoco lo añaden las siglas “FDP”.
Yo, en mi ingenuidad, creía que se trataba de las de un partido político, de
los de la derecha gobernante en el país vecino, que había condenado, como aquí,
a sus ciudadanos a severos recortes, con la habitual finalidad de irse labrando
un paraíso en los ídem fiscales. Cuál no sería mi sorpresa, cuando al
documentarme un poco, hallo que “FDP” corresponde a las iniciales, no de un
grupo político, sino de un grave insulto que no desvelaré, baste decir que la
“F” es la de “filho”. ¡Bueno! Una complicación adicional: podría ser tanto la
firma del autor o autores, como un denuesto añadido que se arroja sobre los
“ladrones de mierda”.
Otra fuente de incertidumbre, la añade el
hecho de que la pintada luzca sobre los muros de un colegio. ¿Público o privado?¿De
primaria o de cursos superiores? La elección de la fachada a emporcar, ¿ha sido
aleatoria o intencionada? En el primer caso, uno podría barruntarse que los
improperios tienen un destino general, van dirigidos a políticos, burgueses,
banqueros o estamentos cualesquiera en los que el indignado pintor focalice su
rabia. En el segundo caso, la pintura mancilla la institución educativa
concreta: puede ser un colegio privado en el que el descontento autor no aprendió
tanto inglés ni tanta mecanografía como esperaba a tenor de las cuotas que pagó…
No sé, soy un pésimo detective.
De cualquier modo, como intento señalar
con las dos fotos restantes, los “ladrones de mierda” no son excesivamente activos:
no han robado ninguna de las numerosas bolsas de desperdicios que jalonan el
pavimento, restando un ápice de belleza para mi gusto, siempre parcial y
sesgado, a las calles de esta, por otra parte, hermosísima ciudad de Lisboa.
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