He tenido ocasión de chafardear en los
cuadernos escolares de un niño del curso 1955-56, unos auténticos incunables. He
escaneado algunas de sus ingenuas y hacendosas páginas, en las que encuentro el
nítido aroma de una época muy remota, no tanto por los años transcurridos, que
son bastantes, sino por las referencias, en su contenido, a un mundo del que se
han extinguido hasta los ecos.
No es que vaya a ponerme a defender yo
ahora el modelo escolar de hace sesenta años, basado en tareas tediosas y
repetitivas que, primordialmente, consistían en copiar y copiar para intentar
reproducir un mundo de valores y creencias que, incluso entonces, en los años
de esplendor del régimen franquista, estaba ya vacío, obsoleto y caduco o, como
se dice ahora, desfasado.
No obstante, no puedo sustraerme a la
grata tentación de asomarme al túnel del tiempo, ahora que puedo mirar
“aquéllos maravillosos años” sin nostalgia ni rencor y comentar, entre
distanciado e irónico, las excelencias del menú educativo impartido en las
escuelas que, en aquel brumoso pretérito, se llamaban nacionales.
Da comienzo el repaso con una portada con
la franquicia Disney, en la que un chiste de rancia incorrección política nos
sitúa en el país de las maravillas.
En una libreta de aquel entonces se
transcribían tareas de todas las materias: historia, religión, matemáticas,
lengua, ciencias… Tenía la ventaja de cargar al escolar con mucho menos peso y
el inconveniente de mostrar un batiburrillo de contenidos desconcertante. Aquí
vemos un sagaz resumen histórico de la llegada de los árabes a la península, “penetraron
en España”, dice. Y es que, con una concepción histórica asombrosa, se
establece que la nación española es eterna: ya estaba allí (o sea, aquí) antes
de todas las invasiones.
Ahora nos embarcamos en una lección de
ciencias naturales. Llama poderosamente la atención la imprecisión de un
lenguaje de escaso contenido científico. Se desgranan muchos ejemplos concretos
y podemos comprobar que el tabaco aún no estaba proscrito del ámbito escolar.
Hay mucha religión y también se desgranan
algunas de las concepciones políticas de la dictadura. Aquí podemos leer la
conmemoración del Día del Dolor que ha desaparecido del currículo… En general,
había una tendencia a formar al alumnado, adoctrinándolo en grandes valores
incomprensibles y huecos, en lugar de educarle en el correcto uso de los
contenedores de residuos y adiestrarle para no desperdiciar el agua, que son
los temas éticos de ahora.
En cuanto a la religión, si no te has
enterado de por qué sólo puede haber una verdadera y es la Católica, ahora
tienes la oportunidad de hacerlo.
En aquel régimen, al igual que en el
actual, las matemáticas eran la cenicienta del currículo escolar que, por
entonces, se llamaba programa (era igual de inconsistente, pero mucho más
reducido y no incluía los idiomas extranjeros ni algunos de los nacionales).
Aquí hemos visto un sistema métrico decimal en el que se incluye la peseta
entre sus unidades de medida. Fascinante
También había geografía. Observemos este
minucioso mapa de las provincias españolas, rotuladas con los recios nombres
anteriores a los cambios políticos que trajo la transición.
Me despido con la parte más doctrinaria,
donde se aprecia cuál es la misión de España en el mundo, remachada con una
tarea muy común entonces: la repetición de líneas, denominada “muestra”. Va
también un ejemplo de lo que el presidente Zapatero, quizá con otro sesgo,
denominaba “memoria histórica”. Hay materia para dar y vender, pero dicen que para
muestra, basta un botón.
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