En estos momentos, si los hados me
hubieran sido propicios, tenía una largamente planeada cita con el camino de
Santiago, pero como el hombre propone y dios su férrea herramienta le impone,
motivos de salud, más bien de falta de salud ocular, me han impedido echar a
andar en aquélla dirección.
Como el que no se consuela es porque no
quiere, he buscado (y encontrado) un par de sucedáneos cinematográficos,
persiguiendo películas recientes, hechas con la intención de mostrar en qué
consiste la indagación de un no creyente que emprende una aventura tan ardua y
agotadora.
El cartel español |
Como digo, he topado con dos películas,
pero sólo hablaré de una. La otra, que se titula “Peregrinos”, dirigida por
Coline Serreau (la de “Tres solteros y un biberón”), es una tontorrona comedia
francesa, llena de clichés buenistas y multiculturales que, si bien puede
facilitar la digestión, no me ha parecido memorable en ningún aspecto.
Tampoco es que “The Way”, de Emilio
Estévez, sea un hito cinematográfico del siglo XXI, pero por lo menos tiene su
puntito. Es un drama emotivo, supongo que muy al gusto americano, que aderezan
y aligeran unos personajes secundarios rebosantes de empatía. Pese a ser muy
tramposamente sentimental, se deja ver en una agradable sobremesa (y también, a
su modo un poco sobrecogedor, facilita la digestión), teniendo además unos
indudables puntos a favor.
El cartel anglosajón |
El director Emilio Estévez es, en la
película y en la vida real, el hijo del protagonista, Martin Sheen. Tom Avery
(Martin Sheen) es el padre de Daniel Avery (Emilio Estévez). Éste tiene un
papel muy breve, pues la película empieza con su fallecimiento y sólo lo vemos
en breves flashbacks (en castellano se llaman analepsis, pero yo no lo sabía).
Comenzamos pues con el bueno de Tom Avery (un Martin Sheen considerablemente
envejecido, para los que vimos a este exitoso gallego haciendo de capitán
Willard en Apocalypse Now), Tom es un oftalmólogo en California y recibe la
noticia del fallecimiento de su hijo Daniel, con el que no se llevaba muy bien,
en Francia. El pese a todo destrozado padre, viaja a Saint Jean Pied-de-Port
con idea de repatriar el cadáver de su malogrado retoño. Una vez allí, se
entera de que el fallecido estaba iniciando el Camino de Santiago cuando fue
sorprendido por su aciago destino en forma de tormenta. En un “pronto” misterioso,
Tom decide hacer incinerar el cadáver de su hijo y llevar a cabo, con sus
cenizas, el viaje que éste no pudo llevar a término.
Tom Avery / Martin Sheen |
En eso consiste la película: se trata de
Tom Avery dando, según sus propias palabras, “un paseo muy largo”, que tiene
por objeto llevar las cenizas de su hijo, en un principio, hasta Santiago de
Compostela… Narrativamente no hay más argumento, no se establece una trama con
ninguna clase de enfrentamiento, complejidad, conflicto o cualquier otro motivo
de interés. Vamos, que no hay suspense. Esto se traduce a veces en falta de
ritmo o en carencia de tensión pero, pese a todo, el largometraje funciona
bastante bien, emociona y divierte lo suyo. Se podría hablar de una road movie
enfocada al peatón fatigado, aunque su auténtica estructura es la de una película
de episodios y anécdotas, algo irregular: algunos son fantásticos, apasionantes
y conmovedores, y otros previsibles, prescindibles o, incluso, grotescos hasta
el punto de lastrar funestamente la cinta.
Joost |
Uno de los aciertos más considerables ha
sido rodear al algo soso, bastante apenado y muy seco Tom Avery, de tres
secundarios, tres compañeros de camino, que se presentan como especímenes más
bien plastas y acaban convertidos en personajes entrañables, cada uno a su modo:
Joost, un holandés gordo, tan dócil como sociable; Sarah, una canadiense,
fumadora compulsiva, que se las da de mujer fatal, y Jack, un escritor irlandés
pirado, al que la inspiración que tal vez nunca tuvo, le ha abandonado. Estos
tres personajes y el de Avery, acaban formando en el relato una simbiosis,
alegre y vital, que es lo más reconfortante de la película, haciendo que olvidemos
a menudo, su trasfondo luctuoso.
Sarah |
Otro aspecto destacable es el meramente
turístico: por activa y por pasiva se muestra el entorno de los caminantes, en
largas secuencias protagonizadas por lo paisajístico y lo monumental. Cabe
reconocer que aquí las subvenciones que haya podido recabar la película, dan un
fruto promocional inequívoco: nos entran ganas de salir corriendo para sumarnos
a la riada de peregrinos que serpentean rumbo a Santiago, envueltos en una
banda sonora, para mi gusto, un poco demasiado obvia, salpimentada con éxitos
de Coldplay, David Gray y, en honor del “yayo” Sheen, James Taylor, todo en
exceso “ligero”, con lo que se detrae densidad dramática a la obra.
Jack |
Al final, los peregrinos de este viaje
cinematográfico, se estiran hasta Muxía, para que Tom Avery/Martin Sheen pueda arrojar
las cenizas de su hijo al Océano, como le ha aconsejado un gitano de Burgos, en
uno de los lances de la película, más que prescindibles, contraproducentes para
la consistencia y credibilidad de la misma. Menos mal que no todos los
episodios son tan patéticos: algunos que no te voy a desvelar, para no
chafártelos, son tan lindos, tan bienaventurados, que elevan la categoría del
filme de “llevadero” a “recomendable”. Esta película fue estrenada en 2010 y,
hace poco, la daban en DVD aquí con un periódico por un euro o así. Sin duda,
su valor excede este precio.
Los cuatro peregrinos |
Al final, figura que Jack es el narrador de la historia |
Un joven Emilio Estévez actuando en la mítica "El club de los cinco" |
No hay comentarios:
Publicar un comentario