Una vez más me propongo traer aquí unas
imágenes que indagan, sin orden ni método, en el misterio de las puertas
abiertas o cerradas, viejas o nuevas, funcionales o decorativas, desvencijadas
o restauradas, sencillas o nobles, en los más variados rincones de los pueblos
ribagorzanos.
En ésta ocasión se trata de fotografías
que ya tienen una docena de años, por eso no he acertado a catalogarlas: las
hay de Benasque, tal vez de Anciles o Cerler, Sopeira, Arén y algún otro
recóndito y silencioso lugar en el que me paré, atraído por un enigmático
rincón, un sigiloso patio o una puerta de vocación declaradamente monumental,
en un edificio que otrora debía parecer un palacio y ahora no es sino un
caserón semiabandonado.
El turismo, por un lado, ha reavivado
estos ámbitos despoblados y, por otro lado, los ha desvirtuado y adulterado,
hasta el punto que hay que tirar de la memoria de los mayores para desentrañar
los enigmas de la vida que acotaban estas grandes puertas, cuyo atractivo
reside también en sus imperfecciones, en sus asimetrías y, a veces de un modo
dramático, en su abandono.
He recogido dos o tres fachadas, donde la
fascinación pictórica ha sido tan intensa que no me he ceñido a encuadrar sólo
la puerta, sino que he tomado la imagen de conjunto. Si en una vida ulterior
aprendiera a pintar, tiraría de espátulas y de lienzos hasta dar con el secreto
que se dibuja en estos relieves…
Pasando a aspectos más prosaicos, todas
las fotos son digitales (menos una), todas están fuertemente manipuladas en
Photoshop (lo siento, soy muy malo encuadrando) y todas proceden de cámaras
digitales muy “primitivas”, los primeros y toscos modelos que hicieron opinar,
a la gran mayoría de los fotógrafos de entonces, que aquello de la fotografía
digital no tenía ningún futuro y que dentro de pocos años nadie se acordaría de
qué era eso de los megapíxeles. Cosas veredes, amigo Sancho.
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