Venid y vamos todos con flores a porfía,
con flores a María, que Madre nuestra es
(bis).
más que la luna, bella, postrados a tus
pies.
con cuánto amor y anhelo, Señora, tú lo
ves.
las que en la gloria nacen, en cambio, tú
nos des.
Ahora que tienen que competir con la
pujanza de Al Qaeda, Podemos, la ANC y otras confesiones religiosas, se
muestran cautos, contemporizadores y amables, pero cuando se erguían en la cúspide
de su influencia y dominio, exhibían modos más ominosos y tonantes.
Recuerdo el caso de un jesuita navarro
que vino a amenizarnos aquellas tardes interminables con los novísimos. Por si
tú, oh improbable lector, lo ignoras, los novísimos son cuatro: muerte, juicio,
infierno y gloria. En este contexto, nos refirió la historia de Agapito (en
aquélla época los niños tenían nombres de presidentes funestos del Real
Zaragoza). Agapito era un niño modelo, veneraba a la Virgen María y a un
consistente surtido de santos, beatos y mártires. Se confesaba cada nueve
minutos y comulgaba diariamente para dar ejemplo a sus apáticos compañeros (a
alguno de los cuales golpeó por atreverse a tomar la Eucaristía sin haber
guardado el preceptivo ayuno que ha de precederla). En un día ventoso y
desapacible, Agapito caminaba por el campo en busca de pajarillos heridos a los
que socorrer y tropezó con un canto del camino, clavándose otro muy afilado en
una rodilla al caer. Entonces profirió una fea blasfemia. El no sabía que era
tan grave, porque la había oído a menudo a carreteros, peones de labranza y
mozos de mulas… Aterrado por su falta, corrió con su rodilla herida a
confesarse. Aunque renqueaba a toda velocidad, no le dio tiempo: el viento tiró
una torre de alta tensión y Agapito murió carbonizado. Un solo desliz, una sola
falta, le llevó al infierno, ¿Y sabéis queridos niños lo que es el infierno?
Una eternidad sin fin de torturas. Tener sed y no poder beber, tener heridas
atroces y no poder aliviarlas, ¿os habéis quemado alguna vez con un hierro al
rojo? ¿Os habéis clavado en alguna ocasión cristales rotos en la lengua?...
Pese a la inconsistencia psicológica del
personaje y su avatar, para cuando el bueno del Padre Nalina llegaba aquí,
algunos ya nos lo habíamos hecho encima… Es por eso que titulo la entrada “Se
acabó el mes de las flores” sin incitar a nostalgia alguna, aunque salvando,
eso sí, las rosas.
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