El parroquiano se inclina sobre la barra
de “El Arcángel”, exige de Serafín otro chato de blanco a crédito y,
fogueándolo con su aliento vinoso mientras le coge con dos dedos la punta
izquierda del cuello de la camisa, le espeta sin pausas:
-
Aprovechando que dios descuida tan palmariamente su huerto, el diablo llena los
corazones humanos de codicia, de estupidez y de orgullo hasta los límites que
aquí se delatan. Este es un consuelo que los ateos nunca tendrán: el de poder
culpar a la providencia del nefasto desgarro que produce la observación de lo
fáciles de abrazar que son los vicios y lo áspero y difícil que es el camino de
la virtud. Hay una confesión nueva, eclosionando en este poblacho en el que
tuve la mala ocurrencia de instalarme: se autodenominan Testigos de Jehová y
consagran sus estériles esfuerzos a un infatigable apostolado. La mayoría de
mis convecinos les dan con la puerta en las narices. Yo los escucho con
cortesía y, cuando han acabado de largar su pintoresco rollo sobre las
intenciones del jefazo de su religión, les digo: “no creo ya en la mía, que es
la verdadera, conque para andar prestando atención a estas paparruchas
absurdas.
Serafín tapa pausadamente la botella del
blanco peleón del que se surte, a granel y a buen precio, en bodegas Langa y
encara con displicencia al beodo charlatán. Está acostumbrado a las peroratas
que los borrachines le endosan como estrategia para retrasar el cierre del bar.
-
Amigo, qué digo amigo, hermano en la fe de Cristo: Luzbel y no otro es el ser
malévolo que obnubila tu espíritu. Pero hasta el propio Ángel Caído es una
criatura de Dios y una pieza clave en sus Designios. Además el Señor nos ha
dado un arma infalible para derrotar al Maligno: el amor. Hasta el propio
Diablo retrocede acobardado ante el amor y un día no muy lejano, pedirá la Paz
y el Perdón, para él y para su desgraciado rebaño de réprobos. En este local
escucharás muchas canciones que hablan del Amor como arma definitiva de Dios
para reconquistar las almas descarriadas, los corazones entumecidos y los
entendimientos ofuscados por la Prisa y el Provecho, los dos esbirros más
eficaces de Satán. Todo lo que necesitas es amor. Y dieciséis cincuenta para
pagarme los chatos de vino.
-
Cárgalos a mi cuenta, joder, no seas desconfiado: Emeterio Gómez Suela siempre
acaba pagando lo que debe a todos los mercaderes judíos que regentáis los
tascucios de este apestoso villorrio.
Se rascó el cogote con sus uñazas de
bordes renegridos y prosiguió:
-
Además me he enterado de que mi chaval, el pequeño, y otros menores de edad
amigos suyos, vienen aquí todas las tardes y tú les dispensas bebidas
alcohólicas. Esto de andar intoxicando a los niños no es para tomárselo a
cachondeo. Si yo tuviera la desagradecida ocurrencia de denunciarte, se te iba
a caer el pelo. El sobrinito beato del señor obispo corrompiendo a la juventud
de Jaca y quién sabe si endrogándolos, que ahora corre mucha grifa, que la
traen de Ceuta y de sitios así algunos chusqueros que llegan destinados a este
lugarejo putrefacto. De modo que ya sabes, o convidas un poco, que todos somos
hermanos, pero no primos, o te cierran el bar apenas me ponga yo a cantar en el
portal del cuartelillo de la Guardia Civil, que el sargento es muy afecto de un
menda y podría hacer que te cagaras por la pata abajo. ¡Y quita de una puta vez
esa música de locos, que aquí hay que hablar a gritos!
Precisamente fueron los gritos de
Emeterio los que llamaron la atención de la pareja que estaba de ronda por la
calle Gil Berges. Asomaron la cabeza y dijeron al unísono: “Venga, Emeterio,
sircule, que es ya la hora de que el señor Serafín eche el candau”.
-
De acuerdo, si es por orden gubernativa, me voy pero, lo dicho, Serafín, mucho
ojito.
-
De modo, hermano Emeterio que, no sólo no me pagas, sino que incluso te
permites amenazarme en presencia de los
dignísimos miembros de la Benemérita aquí presentes: eres un caso sin remedio,
una auténtica oveja descarriada…
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Emeterio, que ya había trastabillado
hasta el umbral de “El Arcángel”, se encaró a los números, a quienes ya conocía
y les increpó, sin dirigirse a ninguno en particular:
-
Es mi deber poner en conocimiento de las excelentísimas fuerzas del orden aquí
presentes, que en este tugurio se les sirven bebidas espirituosas a menores de
edad, extremo que solicito que las autoridades gubernativas investiguen y
confirmen, procediendo, en cuanto estos hechos se certifiquen, a cerrar este
antro de vicio y de relajación de las costumbres que, encima lo vuelve tarumba
a uno con esta música, con la que las tribus caníbales animan sus festines más
abyectos.
El más cetrino de la pareja de números lo
atajó:
-
Venga Emeterio, que esta noche no necesitamos soplones, váyase a dormir con su
familia que, a estas horas, estarán preocupados por su paradero.
Emeterio siguió trastabillando y
rezongando, calle Gil Berges adelante:
-
Confío en que cuando el Caudillo tenga conocimiento de estos hechos, mediante
el telegrama que ahora mismo le voy a enviar por correo certificado, no estará
muy contento con ustedes. No dudo de que serán objeto de un consejo de guerra
por colaborar con su lenidad en el horroroso delito de debilitar y corromper a
la juventud…
Pero ya nadie le escuchaba. Los Guardias
Civiles se habían introducido en el bar de Serafín.
-
Qué pena de hombre – dijo éste, - con la mujer tan trabajadora y los hijos tan
majos que tiene, y su suegro: su suegro es un hombre muy respetado aquí en
Jaca, pero Emeterio no ha sentado cabeza. No ha sentado cabeza y acabará mal. ¿Saben
si sigue ocupado en lo de repartir paquetes con el carrito de mano ese que
arrastraba?
-
No señor, anoche encontramos el vehículo abandonado en el río Gas.
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-
Qué pena – repitió Serafín, - déjenme que les sirva dos copitas de aguardiente
y no me vengan con que están de servicio, ni zarandajas de esas, tómenselas
tranquilamente mientras recojo para echar el cierre, paga la casa, es una Obra
de Misericordia: dar de beber al sediento.
-
Con mucho gusto y le estamos muy agradecidos. Esto de las obras de misericordia
es muy juicioso, diga usté que sí: “enterrar al que no sabe”, “dar de comer al
desnudo” y “sufrir con paciencia a los vivos y difuntos”… Yo sólo le rogaría
que baje esa música, para evitar que, a estas horas, se queje el vecindario de
que están capando a un gato con mucha crueldaz.
Serafín bajo el volumen y el otro número
apuntó:
-
Además no sé cómo puede usted soportar los chillidos de esos asquerosos
maricones melenudos… Dicen que al Caudillo le ponen enfermo y no me extraña.
¿No tiene alguna canción que se entienda, cantada con un estilo y una sensibilidaz
más nuestros?
-
Lo siento jefe, es todo moderno – repuso Serafín. – Veré si hay algo que les pueda
complacer sus gustos más clásicos de ustedes.
A las cinco y cuarto de la mañana
salieron los uniformados a la calle, después de una alegre sesión en la que
habían coreado varias veces, a coro con Luis Aguilé, “Cuando Salí de Cuba”,
“Juanita Banana” y otros éxitos internacionales, hasta quedarse medio roncos.
Aún se fueron calle abajo balanceando sus pasos acompasados y tarareando :
“Estaba el orangután
meciéndose en una rama,y pasó la orangutana,
comiéndose una banana.
El orangután y la orangutana.”
Uno
de ellos se había dejado olvidado el tricornio en la barra de “El Arcángel” y
pasó varios días arrestado. El propio bar fue objeto del cierre gubernativo por
espacio de un mes. Todo esto nos lo contó Jezú, mudo testigo desde el váter,
donde se había encerrado porque estaba indispuesto.
Me he divertido mucho con esta entrega... Desde luego, hay que reconocer que la historia va creciendo en todas las direcciones. Te animo a seguir, y a que publiques más a menudo... Pero, claro..., ya sabemos lo que cuesta escribir... Sin embargo... ¡Adelante!
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