"Soy Español, ¿a qué quieres que te gane?”
Este slogan, a todas luces presuntuoso, lo vi escrito en la delantera de una
camiseta hace algunos veranos. En el día de hoy, que proso estas agoreras líneas,
nuestro combinado nacional, un ramillete de acreditadísimos futbolistas, ha
hecho en los calurosos céspedes brasileños un ridículo atroz e insospechado, siendo
arrollados por equipos a los que acostumbrábamos a mirar por encima del hombro.
En nuestros dominios balompédicos ha vuelto a ponerse el sol y se augura una
larga noche, una interminable travesía del desierto, por lo menos hasta que el
espíritu de los cinco magníficos, o de los recién abdicados reyes del tiqui-taca
tome posesión de una cantera de ambiciosos talentos que, por el momento, no se
columbra en horizonte alguno. Tampoco es como para que los ingeniosos
diseñadores de Kukuxumusu impriman ahora, en una camiseta, el logo de la
desmoralización: “Soy Español, ¿te apetece vapulearme?”
Faltó velocidad |
Aun sin llegar a tanto,
vamos a tener que volver a acostumbrarnos al juego carente de talento,
desganado, mediocre, desmayado, previsible y flojo, que caracterizó a nuestra
selección de fútbol durante largos decenios. Los hechos recientes han sido una
milagrosa e inimaginable excepción, los tiempos de las vacas gordas parecen
haberse acabado y el fútbol de “la roja” podría volver a ser el de la
emblemática época de Clemente, dios nos asista.
Faltó agresividad |
La cuestión debería tener una importancia
relativa, pero ay, resulta que en la mutua malquerencia de las tribus constreñidas
en la aldea global, el fútbol se ha convertido, entre otras muchas cosas, en
una representación de las gestas épicas de los antiguos héroes, de cuando la
guerra era una actividad prestigiosa y las hazañas de los caballeros se
cantaban, amplificadas y depuradas, en las plazas de los pueblos y aldeas.
Faltó concentración |
En este trasunto manido del fútbol como
guerra, acabamos nosotros de perder una guerra nuclear y estamos en “El día
después”. Los pocos supervivientes apenas comentan el partido. Oigo decir “Yo
es que ni lo vi”. Y es que no lo vio nadie. Y menos que nadie, los jugadores.
La disposición táctica fue errónea |
El otro día Holanda vengó las sangrientas
fechorías de los tercios de Flandes y Chile se encomendó ayer al espíritu de
los Libertadores, para vapulear a la fláccida metrópoli: si a la crisis
económica, política e institucional, unimos la amargura de la deshonra
futbolística, este va a ser un país muy deprimido, pasto del desengaño y la
descomposición: en un futuro no muy lejano, es dable imaginar a la efervescente
selección de Catalunya goleando a la inane “roja”. Oriol Junqueras tendría el
orgasmo de su vida.
Aunque aquí también se estila una
inversión del encanto épico: la Armada Invencible que no fue enviada a luchar
contra los elementos, los últimos de Filipinas, resistiendo heroica y
estérilmente al poderoso ejército norteamericano, los perdedores también
acceden así a la gloria épica, lo digo para que nos vayamos acostumbrando. No
obstante, esta vez no se presentaron nuestros chicos en Brasil como una noble y
honrosa partida de perdedores con encanto: iban como un ejército glorioso y
conquistador, de ahí la cara que se les quedó tras el monumental planchazo.
Pobrecillos. Yo creo que no hay plata en el mundo que compense un momento así:
el vigente campeón, víctima de la rechifla planetaria, qué papelón.
El césped estaba un poco alto |
Por tal motivo, no debemos olvidarnos de
lo que han sido y de lo lejísimos que han llegado: en un país tan acérrimo del
balompié como el nuestro, si hace treinta años nos hubieran dicho que nuestra
selección iba a encadenar dos Eurocopas y un Mundial, hubiéramos respondido:
“sí, y los pulpos volarán, las ostras harán atletismo y las anchoas vivirán dentro de
las aceitunas”. Lo que a uno le cuesta admitir es que las glorias terrenales
son efímeras y la rueda de la fortuna gira a capricho. Estos, ayer encumbrados
por encima de los dioses, hoy denostados por debajo de las lombrices, estos
pedazos de jugadores, tenían tanta clase que pensaron que el balón era suyo, que se
lo habían comprado y no lo tendrían que devolver jamás. Así que no es cosa de
decir ahora que no valían “pa” nada y que ya se veía venir.
Recordaré, al efecto, un chiste viejuno:
Va uno de visita al infierno y ve que hay
enormes calderas donde los condenados están asándose agrupados en
nacionalidades: los holandeses, escaldados, tratan de trepar por la pared
interior de su caldera y unos diablos, que les vigilan, los empujan de nuevo al
fondo con los tridentes. Esta imagen se repite en la caldera chilena, en la
brasileña, en la francesa... Los condenados venga a alzarse hasta el borde para
salir, los diablos venga a tirarlos de nuevo dentro de sus calderas
respectivas. En esto, el visitante observa que la caldera de los españoles no
tiene vigilancia alguna y pregunta: “¿no tenéis miedo de que los condenados
españoles escapen de su caldera?” A lo que, el diablo que hace de cicerone,
contesta: “Es imposible. En esa caldera, cuando uno de ellos alcanza el borde
con los dedos, los de abajo tiran de sus pies para hacerlo caer de nuevo”.
El buen juego fluyó con cuentagotas |
Así que no haremos leña del árbol caído,
aunque no haya caído como un majestuoso cedro, sino como un raquítico
alcornoque.
Termino con una épica admonición para ti,
¡oh, público de Brasil!: suspende los silbidos y abucheos y di adiós a los
campeones con un gran aplauso... Si no, vamos a pensar que allí ya no queda
nadie que aprecie el buen juego y sepa y entienda de fútbol (que es, ni más ni
menos, lo que ha parecido hasta ahora).
Se echaron de menos las galopadas por las bandas |
Por què tienes que hacer salir a los catalanes y no a los vascos o a los gallegos? Espero verte pronto en Benas.
ResponderEliminarMagnífica Observación. A este paso, el combinado canario se enfrentará con la selección galesa con Pedro y Bale como estrellas respectivas. Y sí, nos vemos en Benasque dentro de 12 días. Salud.
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