Usando y abusando de las láminas de mi
vieja enciclopedia, me acerco hoy a este espacio para traer un singular
Facebook, donde se muestran un repertorio de fotografías de variados tipos
étnicos: no son aptas para añadir a una lista de contactos o buscar pareja,
porque las imágenes ya tienen sus añitos, incluso dudo que te reconozcas si te
tomaron una imagen como certero referente de tu grupo étnico y orgullo para tu
raza.
El caso es que apenas voy a comentar
estas imágenes: mi ignorancia se extiende a los más diversos campos, pero en
éste de los grupos raciales, concretamente, podría optar a un premio, si lo
dieran, al más inculto en el tema. Limitareme a transcribir algunas citas
ilustrativas del desorden que atesoro en estos en estos saberes. Comenzaré por
la Enciclopedia Álvarez, que construyó los cimientos de mi magra alfabetización
antropológica:
“Se llama razas humanas a ciertos grupos
de hombres que tienen análogas características físicas y espirituales.
Para clasificar a los hombres en grupos o
razas, se ha tomado como punto de partida ciertos rasgos característicos: color
de la piel, forma del cráneo, forma de la nariz, etc.
Pero, con todo, la clasificación de los
hombres en razas es muy difícil, porque la raza pura no existe; a través de los
siglos nos hemos ido mezclando unos con otros y hoy, para hacer una
clasificación perfecta, habría que establecer muchas razas intermedias.
A pesar de todo, el criterio de
clasificación más extendido, es el que divide a los hombres en cinco razas,
teniendo en cuenta el color de su piel: blancos, negros, amarillos, cobrizos y
aceitunados o malayos.”
Bueno, creo que no sería justo hacer un
comentario a un texto que establece una aproximación tan ruda y rudimentaria al
tema. Pero la cuestión se ha convertido en tabú, como antes la sexualidad. Si
echamos un vistazo a los textos escolares actuales, veremos que, en Primaria,
el tema no se toca. Se fía todo al aprendizaje empírico de los propios alumnos
en su más o menos diversificado grupo.
La corrección política establece una
especie de penitencia para el etnocentrismo europeo imperante durante siglos. Cualquier
escritor progresista parece asumir el deber de mortificarnos con comparaciones
desventajosas. Por ejemplo, selecciono dos pasajes de la popular autora Donna
Leon, donde se pondera la superioridad estética de las etnias de color:
“Lentamente, se volvió a mirar a los dos
hombres, y Brunetti, al verla, ahogó una exclamación, sorprendido tanto por su
belleza como porque Mingardo no la hubiera mencionado.
Era una mujer de veintitantos años. Tenía
la cara y el cráneo alargados, la nariz finamente arqueada y los ojos
almendrados; la armonía y delicadeza de sus facciones recordó a Brunetti el
busto de Nefertiti que había visto en Berlín muchos años atrás. Las ojeras, más
oscuras que el moreno encendido del resto de la cara, acentuaban el blanco de
los ojos y de los dientes. «Ay, Dios -pensó él instintivamente-, ¿cómo nos verá
a nosotros esa gente? ¿Mazacotes de patata con ojos redondos? ¿Pedazos de carne
mal curada? ¿Cómo soportarán vivir rodeados de pálidos fantoches, y qué será
contemplar desde esa belleza tanta birria descolorida?”
Y en un pasaje de otro libro dice:
“Cuando se daba por satisfecho con su
exposición, el hombre enderezaba el cuerpo y se situaba detrás de la mercancía,
generalmente, hacia un lado, para poder seguir charlando con el vecino. La
mayoría eran altos; y todos, delgados. La piel que la ropa dejaba al
descubierto, la de la cara y las manos, tenía el lustre del ébano propio de los
africanos cuya negritud no se ha diluido con el contacto con los blancos. Tanto
quietos como en movimiento, aquellos hombres daban impresión no sólo de buena
salud sino de buen humor, como si no pudieran imaginar algo más divertido que
estar plantados en medio de la calle, de noche, con aquel frío, tratando de
vender bolsos de imitación a los turistas.”
En el otro extremo de este eje polémico,
se sitúa un autor como Michel Houellebecq, al que cito:
“Por otra parte, tenía pinta de árabe, lo
cual facilitaba las cosas; el único contenido residual de la izquierda durante
esos años era el antirracismo, o más exactamente el racismo antiblanco.”
Y en otro pasaje: “Desde el momento en
que los blancos empezaron a considerar a los negros sus iguales , estaba claro
que tarde o tempranos los considerarían superiores.”
Pero yo no venía a enredarme en tales
cuestiones, ni a intoxicar, sino a mostrar estas curiosas y pintorescas
láminas, leñe.
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