Cuando uno se toma la molestia de subir
al apartado pueblecito de Tella, es poco más o menos preceptivo, so pena de
excomunión estética y viajera, que el caminante haga con tranquilidad el
recorrido conocido como “ruta de las tres ermitas”, indicado de un modo
aceptable y que, pasando ante la iglesia del lugar, sale del pueblo tomando a
mano derecha y se interna por un breve recorrido boscoso, muy grato,
llevándonos a topar, cuando la espesura se abre, con la primera de las
anunciadas ermitas: la de Juanipablo, de la que ya hablé, con el embeleso que
la cosa merece, en una entrada anterior.
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Una descripción del itinerario |
De aquí accederemos, siguiendo un a modo
de recorrido circular, por un corto (y algo empinado a trechos) sendero de
ladera, a un punto de los más altos del monte donde Tella se asienta. Diez o
quince minutos deberían bastar, si conseguimos cerrar la boca y dejar de mirar
extasiados alrededor.
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Así la ves desde abajo |
La segunda ermita, a la que ahora llegamos,
ha sido investida con el nombre de Virgen de la Peña. Es de menor interés
artístico y arqueológico que la de Juanipablo, pero no deja de tener su encanto
y el paraje en el que está continúa siendo asombroso. El pequeño desnivel que
hemos subido nos deja a la vista un panorama circular de montañas con algunos
pesos pesados como el Castillo Mayor, la Peña Montañesa, Punta Llerga, el
macizo de Monte Perdido, pareciendo hallarse todos al alcance de la mano.
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Fachada principal (al Este) de la ermita |
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Impresionante, la Peña Montañesa desde aquí |
Han instalado un mirador de 360 grados,
con un precioso (y gigantesco) panel informativo horizontal que no sé cómo
aguantará las inclemencias del tiempo.
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Con esto te orientas por (casi) todo el Pirineo Central |
La ermita de piedra, pequeña y
rectangular, con añadidos pero sin ábside, mantiene de momento, la secular
costumbre, antes generalizada a todos los templos, de permitirnos, sin más,
franquear la entrada y penetrar en un interior muy sobrio, donde los
afortunados poseedores de fe pueden murmurar una plegaria para que aquello en
lo que creen y esperan, les sea favorable y benigno. Los demás vemos una curiosa
y amplia hornacina a mano izquierda y una pequeña cabecera con una imagen
moderna de la Virgen. Toda la edificación está muy pulcra y recientemente
restaurada. Procede del siglo XVI y sufrió los consabidos daños durante la
Guerra Civil.( País poco ecuánime, éste: pasamos de Torquemada a la “quemada”
de torres y campanarios y es que parece disgustarnos el comedimiento y la falta
de pasión, o integristas o milicianos, o reaccionarios o sectarios, los tibios
concitamos la malquerencia unánime).
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La cabecera con la Virgen de la Peña |
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La curiosa hornacina lateral |
Éste aparenta haber sido un enclave de mucha
fe, cuyas edificaciones pueblan densamente las abruptas y escarpadas tierras.
Por los nombres de estos oratorios, parecen haber ido encaminados a lograr la
intercesión de personajes muy principales del cielo. Sin embargo este piadoso
interés por hacerles la pelota, no manifiesta haber obrado, no ya el don de la
abundancia material y la vida sin estrecheces, sino ni siquiera el milagro de
la supervivencia. Hoy son territorios casi despoblados. En su día, antes del
despecho manifestado durante la Guerra Civil, creo, se hizo la tentativa de
suplir con la brujería la manifiesta desatención de las fuerzas del bien, pero
ni por esas: el destino de los hombres en parajes tan duros no hay Más Allá que
lo cambie.
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La puerta del Cielo |
De todas formas, este tranquilo rincón es
la atalaya de un entorno apasionante (y con vacas), al que pienso volver,
porque me falta una ermita, otra iglesia, un dolmen y más montañas…Si no fuera porque
aborrezco la palabra, diría que es espectacular.
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Montañas hasta que te hartes |
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