Podemos copiar recetas económicas que han
llevado a algunos países a ver sus supermercados desabastecidos de papel
higiénico. Sustituir el odioso mercado por la dirección democrática y popular
de la economía, ha dado ya magníficos resultados en Cuba, Venezuela o Corea del
Norte y, hasta hace poco, en Albania. Lo que se pierde en medias, champú o
papel higiénico, se gana en dignidad. Todos querríamos vivir en un Estado donde
la dignidad del ser humano, en su vertiente más trascendental, sea lo primero. Como
ocurre en Irán o en otras repúblicas islámicas, cuya decencia sin límites, les
ha llevado a castigar la blasfemia con la pena de muerte, eso es nivel. No
vamos a hacer caso del muy occidentalizado Premio Nobel de Literatura Orhan
Pamuk, cuando en su libro “Nieve” tiene la desfachatez de decir que muchos
compatriotas turcos desprecian y aborrecen a su país y, en consecuencia, votan
islamista porque quieren lo peor para él. Eso no va a ocurrir aquí, donde el
desinteresado amor por nuestra “povera patria” nos llevará a entregar nuestros
votos al motor de cambio laico y democrático que supone Podemos. Lo del papel
higiénico no es tan importante, amigos, os lo dice una persona que se ha
limpiado, tras un apretón en el campo, con dos gratas y lisas piedras. Y si
vamos a transformar la sociedad, prescindir del inodoro es muy sano: ponerse en
cuclillas agiliza el tránsito intestinal una barbaridad.
Podemos rechazar el pago de la deuda
exterior y de sus abusivos intereses a los voraces usureros del G-7, sana
decisión, así sabrán a quién no prestarle ni un céntimo en el futuro. Tan
astuta quiebra puede suponer un pequeño inconveniente si tienes dos coches en
el garaje o una casa con calefacción central, pues los países que exportan
combustibles suelen ser un poco quisquillosos con este tema. Pero haz como yo,
desplázate en bicicleta o a golpe de calcetín y que se metan sus hidrocarburos
por el culo. Más peliagudo es el tema de la calefacción, con el frío que la
mala gestión de gobiernos incompetentes ha traído a este otrora soleado país. Y
aquí no sirven recetas tradicionales, altamente obsoletas y desacreditadas,
como el brasero de cascarilla o calentar a la mujer y a los hijos antes de que
salgan de casa. Quizá nos aconsejen que Podemos quemar las puertas y sus
marcos… o promulguen una ley que prohíba pasar frío por debajo de determinada
temperatura… Ya se les ocurrirá algo, tienen recetas ingeniosas para todo.
Podemos abandonar la Comunidad Económica
Europea y su repulsiva y abominable moneda, el euro. Yo propongo fletar
autobuses (o requisarlos, si procediere) para viajar hasta los pasos
fronterizos más cercanos y abandonar allí grandes pilas de billetes y
calderilla, signos inequívocos de nuestra presente esclavitud con Alemania y
que, habiendo abandonado el hediondo mercado común y todo lo que éste significa,
de consumismo, insolidaridad y corrupción, ya no nos servirían de nada. Además,
a los franceses y portugueses pobres, que seguramente seguirían bajo el yugo de
Bruselas, estos improvisados vertederos les sacarían momentáneamente de algún
apurillo.
Podemos declarar la Tercera República
federal, asimétrica y, si se tercia, un tanto bananera, teniendo en cuenta los
excelentes resultados que dieron los dos anteriores intentos: la primera fue
muy divertida y en la segunda hubo mucha acción. ¿Con un régimen parlamentario
o presidencialista? Este segundo es más mediático y admitiría en el puesto de
la jefatura del Estado a alguna figura emblemática, como Belén Esteban,
Fernando Alonso o (esta sería mi elección probable) Chiquito De La Calzada, con
listas totalmente abiertas, lo contrario no es democrático. El palacio
presidencial, de 60 metros cuadrados, habría de llamarse “Casa Multicolor” para
no discriminar a nadie. El 28 de Junio, día del Orgullo Gay, pasaría a ser la
Fiesta Nacional, así sería imposible, como ocurre con las actuales e
inconsensuadas 12 de Octubre y 6 de Diciembre, una celebración deslucida y
apática. También sería buena idea prohibir los partidos políticos que, en el
pasado, hayan dado muestras de caciquismo, insolidaridad, tibieza, actitudes
reaccionarias, concepciones burguesas o cualesquiera otras injustificables
lacras, que la mayoría Podemos detectar.
Podemos crear un pensamiento de izquierda
que, en lugar de estar basado en el obsoleto “Alicia en el País de las
Maravillas”, tome como referencia un título mucho más actual: “Delicioso
suicidio en grupo”. Pero, ¿Quién me he creído que soy yo, para decir qué debe
orientar o no un pensamiento de izquierdas? Estaba pensando en políticas
fiscales redistributivas, mejora de los salarios y de las condiciones laborales
y otras pamemas de las muy superadas socialdemocracias alemana o sueca. Ahora
lo que se lleva es la revolución chavista, la gente ya no queremos un trabajo
sino una retribución básica universal… Que dé para aire acondicionado, eso sí.
Una república social donde todos tengamos derecho a una vivienda digna, con dos
plazas de garaje y la parte alícuota del patrimonio de Amancio Ortega y otros
degenerados insolidarios por el estilo.
Podemos demostrar la cuadratura del
círculo y Podemos decir que somos más demócratas que nadie, es sencillo: en
sitios donde han triunfado alternativas tan, pero tan rematadamente,
democráticas, todos Podemos estar de acuerdo en que si algún imbécil no lo está,
se le silencia, se le invisibiliza o se le acoquina, intimidándole hasta que
comprenda que debe dejar de dar por culo a los verdaderos demócratas. A esos
que fueron a darse la mano con Bolinaga y Txapote en la cadena “Madina No Tuvo
Suficiente”.
Aunque lo más sencillo que Podemos hacer es
ver cómo expulsan a un camarero zafio que nos importuna en el Ritz mientras
departimos con importantes empresarios: esto queda bien y no nos compromete a
nada.
Igual que Berlusconi consiguió llevar a
Italia al borde del averno, con la creación de una derecha mediática y
populista de nuevo cuño, Podemos ver aquí que se crea una izquierda de nuevo
cuño, populista y mediática, diciéndonos a la gente, como los telepredicadores
norteamericanos, lo que la gente queremos oír: que los ricos son indecentes y
que si nos repartiéramos su patrimonio, habría menos pobreza entre nosotros (y
más entre ellos), que los bancos son unos ladrones y que si nos repartiéramos
su dinero podríamos ser una réplica heroica y justiciera de Butch Cassidy y el Sundance Kid y jeremiadas por el estilo.
Esto se parece cada vez más al Congreso de los Ratones y dice el listillo de
las tertulias que hay que ponerle un cascabel al gato. Dado que el citado
roedor, no es un pelanas mentecato, ya que acredita el ejercicio docente, nada
menos que en Ciencias Políticas en la Universidad Complutense, me da en la
nariz que el personaje piensa que el babieca soy yo. Pretende tal vez, de este
modo, convertir un país de descontentos en un país de descontontos, manejable, provechoso
y rendido a su Gran Líder, cuyo Libro Rojo, publicado en las ondas, es una
sarta de paparruchas, con las que cualquier estudiante de primero de Económicas
o de Políticas, se llevaría el suspenso de su vida.
Tampoco es que “el sistema” se parezca ni
remotamente al Valhalla, de hecho nos ha insertado, a esa “mayoría silenciosa” de
la que hablaba Nixon, en un hedor considerable. Estamos todos de acuerdo en que
el camión de estiércol con la caja abierta apesta, pero a mí no me parece una
gran idea volcarlo en la Plaza Mayor para que el alcalde se joda con el tufo.
Para despedir esta sarta de desatinos que
he enhebrado, parafrasearé una copla del gran poeta del 98, que vivió la
primera gran quiebra política de la Edad Contemporánea en este cochambroso
país:
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
¡Qué optimista don Antonio,
a mí me lo hielan las dos!
Ah y una mención negativa al señor
Arriola, desnortado consejero de nuestro carismático Presidente: no Podemos
llamarlos frikis. El autor de estas líneas sí es un friki, en cambio al que
usted moteja de tal, no lo es. Es, más bien, un vivales.
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