En esta fecha en la que los
discapacitados celebramos nuestro Día Internacional (los 364 días restantes del
año, pertenecen a los capacitados), recordaré con singular aprecio a un
discapacitado que falleció, hace hoy exactamente quince años, siendo conocido,
a nivel internacional, con el nombre artístico de Scatman John y habiendo
tenido, a los 52 años de edad, un brusco salto a la fama, de carácter planetario,
con el tema “Ski-Ba-Bop-Ba-Dop-Bop”, título que, para aliviar la memoria de la
gente, se resumió en “Scatman”.
La música a la que presto atención y
estima, consiste en un batiburrillo indescifrable y heterogéneo, donde cabe
literalmente casi todo. No sé por qué me empeño en compartirla, ya que la
experiencia me ha enseñado que el gusto más personal e intransferible de todos
es el musical. Cuando visito a algún amigo melómano, lo hago abrumado por el
temor de que me trate de contagiar su tozuda admiración por los poemas
sinfónicos de Richard Strauss, que a mí me parecen el prototipo tostón de la
pesadez, o me ponga una ópera reciente y me pregunte “¿qué te parece?”, a lo
que me veré obligado a preguntar, a mi vez, “¿tienes ibuprofeno?”, con lo cual abrigaré
la esperanza de que me deje por imposible… pero no.
Andaba yo, a comienzos de 1995 con los
oídos puestos y, desde el género del dance, entonces tan en boga, me asaltó una
cancioncilla que me pareció el non plus ultra de lo divertido y lo simpático.
No era la primera vez que oía scat, esa modalidad del jazz en la que el
intérprete improvisa con su voz, como si de un instrumento se tratara,
articulando vertiginosamente sílabas que no suelen tener sentido (Louis
Armstrong o Ella Fitzgerald cultivaron este tipo de interpretación). Y además
esta vez era scat fuera de contexto, mixtificado o, peor aún, prostituido, como
dijeron los puristas, que siempre usan esta palabrota para etiquetar todo lo
que les parece mal, o sea, todo.
Resulta que el pavo de la cancioncilla
irresistible, esto es, Scatman John, venía de una larga y modesta (y
problemática) carrera en el jazz “serio”, antes de dar el pelotazo
internacional con un tema que en 1995 conocían y tarareaban esquimales,
bosquimanos, tártaros y beduinos. Hablando de tararear, estaba entonces muy de
moda el karaoke por los bares de estos pagos y, sin lugar a dudas, era ésta la
canción que representaba el tour de force más exigente entre la parroquia:
pocos se atrevían y, aún menos, salían airosos. Aquí pongo el vídeo con la
letra por si lo quieres intentar tú. Suerte.
Ah, y antes de que se me olvide, la
discapacidad específica de este insigne fulano era… ¡la tartamudez! Manda
huevos. Se podía haber buscado un desempeño profesional que no le pusiera a
prueba todos los días, ¿verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario