miércoles, 27 de enero de 2016

Aquí Te Espero, Compañero

Tomé esta foto (esta atemporal instantánea, iba a decir) en el cementerio de Olvena, hace 40 años. Olvena es un bonito pueblo colgado en la confluencia de los ríos Cinca y Ésera, en una escarpada estribación de la sierra de la Carrodilla. Del exiguo casco urbano al cementerio cimero se transita por un camino estrecho y empinado. No consigo imaginarme (ni lo he preguntado) cómo podían cargar el féretro por esa cuesta implacable hasta la altiplanicie donde descansan los ancestros de los vecinos, en un pequeño recinto en el borde preciso del abismo.

Por un lado, parece un lugar idóneo para el despegue de las almas hacia el anhelado paraíso, por otro convoca un intenso recuerdo de la rima de Bécquer “¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!” Aunque he de observar que, en este caso, la eterna soledad les alcanza en un lugar privilegiado: un balcón o mirador sobre la sierra abrupta, árida y, a su modo, hermosa.

 
Si no porque parece un deseo impracticable, me apuntaría a descansar en un lugar así, junto a la herrumbrosa cruz del paisano con su chapa ilegible a modo de leyenda o epitafio, yaciendo en este soleado y ventoso peldaño de la “escalera hacia el cielo” de aquella canción de Led Zeppelin. Bueno, si me hago incinerar, tal vez alguien se anime a subir mis restos aquí, en una de aquellas bonitas latas metálicas de Cola Cao que, cuando joven, usaba de cajas de tambor para acompañar, con solemnes porrazos, el ritmo de la canción citada. Lástima que quedaran tan abolladas.
 

3 comentarios:

  1. Tu siempre pensando en lo más alto, quió. ¿Te da lo mismo uno de los de ahora que son de plástico, ergonómicos y con tapa a rosca?

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    1. La tapa colorada, mola. Pero no son tan elegantes y... parecen más pequeños, así que tendré que seguir encogiendo.

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  2. Huy, como en Alicia, a darle al pastel del come me (como yo, en italiano)

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