Estaba hoy, sábado por la tarde, en el
momento de tomar café, copa y puro… Y en estos momentos me conformo con el café
y con el recuerdo. Y hoy me ha asaltado uno burbujeante y chistoso. Rara vez
veo la tele (sólo el futbol en abierto y no siempre), así que no sé a ciencia
cierta desde cuándo no hay anuncios de coñac en la, antaño denominada, caja
tonta. ¿Hace 30 años o más? Qué más da, pero hoy venían a mi mente una miríada
de anuncios ¡de coñac! O de brandy, como hemos tenido que llamarlo luego.
Los que velan por nuestras constantes
vitales y por nuestro confort moral, casi nos han hecho olvidar que en nuestra
sociedad los vicios van evolucionando y, lo que hace 50 años era normal y
público hoy se considera dañino y debe perseguirse o, cuando menos, soterrarse
con pudorosa vergüenza. Correlativamente, cosas que, en aquella época censora y
parcialmente censurada, se consideraban una perversión o una lacra, hoy son
mostradas como ejemplo de conducta. Pero dejémonos de relativismos morales y
volvamos a las copas, cuyos anuncios martillaban en la televisión pública
(única existente entonces) y contribuían a financiarla, porque pedir un canon
para su mantenimiento (como en Francia) era aquí cosa impensable (Franco ya nos
educaba en el todo gratis).
El más presente y entrañable era el coñac
Fundador. Durante una época vino con
un disco sorpresa de obsequio, un single de contenido musical variable (desde
infecto a extraordinario), que se promocionaba con aquello de “Redondo es el
disco sorpresa de Fundador”, a través de un cordial muñequito, llamado don
Pedrito “que está como nunca”, un dibujo animado de un señor cabezón con
sombrero y bigote, con el que se podían identificar pléyades de padres mientras
saboreaban la copita de coñac y, en la tele, sonaba: “Está como nunca el coñac
que mejor sabe, Fundador, está como nunca porque es seco y es suave”.
Por el contrario, Terry, jugaba la baza del erotismo, con una chica rubia montando a
pelo en un hermoso caballo blanco jerezano: “Terry me va… “ Decía el macho,
“Usted si que sabe” ronroneaba una sugestiva voz femenina. Luego me enteré de
que una de las modelos empleadas en el anuncio fue Nico, cantante con The
Velvet Underground, e icono a finales de los 60 y comienzos de los 70, toma
calidad.
Aunque la palma, en lo que a machismo se
refiere, se la llevaba Soberano,
“Porque Soberano es cosa de hombres”, a través de unos anuncios que, hoy, nos
parecerán seguramente increíbles.
Había muchos otros, a cual más
dionisíaco:
Veterano,
“Veterano tiene eso. Y, por eso, con Veterano me quedo.”
501,
“Es el momento oportuno de tomar 501”.
Bobadilla 103, “El calorcillo”.
Magno,
“Un poco de Magno es mucho”.
Y tantos otros (¿cuál de ellos era “para
los entendidos que no son esnobs”?) Decididamente el consumidor masculino se ha
sanificado, el brandy está de capa caída y la época dionisiaca ha caducado (al
menos, la mía). O tempora o mores, que decían ya los clásicos romanos.
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