Tres películas por el precio de una. Y
las tres, más que buenas, extraordinarias. En algo más de dos horas y cuarto, a
veces trepidantes, a veces remansadas, se dibuja en “Babel” el destino de
cuatro grupos de personas, pertenecientes a cuatro culturas diferentes,
esparcidas por tres continentes distintos. Un hilo azaroso y dramático ensarta
y va hilvanando, de Marruecos a Japón, de Estados Unidos a Méjico, la aventura
vital de unos personajes aturdidos por sus conflictos, a los que la cámara mira
con una desgarrada ternura, con una estremecedora emoción, con una palpitante
complicidad, retratados en trances que les resultan, más que duros,
abrumadores.
Muy a menudo, no entiendo la velocidad
con la que los medios de comunicación introducen y descartan, en una actualidad
vertiginosa, los productos, los logros, las propuestas culturales, los
escándalos y otras polvaredas… Para cuando te quieres dar cuenta, el foco ya
está en otro lado y todo el mundo ha dejado de atender a lo que, unos instantes
atrás, se hacía acreedor a la máxima expectación. Esta película tiene apenas
ocho años, un periodo de tiempo muy malo: pasó de moda, ya no es de actualidad…
y faltan, al menos otros diez, para que se la empiece a considerar un clásico
del cine, o sea rescatada como una obra maestra.
En su día, quizá ya nadie lo
recuerde, causó un considerable revuelo, incluso un cierto escándalo, al
tratarse de una propuesta que atiende poco a la corrección política. Los nuevos
censores la tacharon de etnocentrista, de racista o de dar una visión despectiva
de la pobreza, con un tono peyorativo y denigrante para los países emergentes.
Por otra parte, el hecho de tratarse de una cinta ambiciosa hasta rozar la pretenciosidad
y de mostrar una elevada complejidad formal, hizo que la crítica norteamericana
la acogiera con una frialdad rayana en el desprecio.
Afinando la puntería |
Cuando la vi hace unos años, me gustó,
aunque algunas cosas me quedaron poco claras y hubo bastantes detalles que no
advertí. La he vuelto a ver esta semana, en formato DVD, y me ha parecido una
película monstruosa, inmensa, una especie de representación completa del cosmos
que habitamos, que da para reír y llorar, alegrarse y sufrir, en un tumultuoso
tapiz lleno de furia y vitalidad, probablemente una de las obras más intensas que pueden verse en una
pantalla.
...Y dio en el blanco |
La acción comienza en un Marruecos árido
y montañoso. Abdullah compra un fusil para espantar a los chacales y que no se
coman a sus cabras. Sus hijos son traviesos e inconscientes. Yussef, probando
el fusil de su padre para ver el alcance que tiene, dispara desde un cerro
sobre un autobús, hiriendo accidentalmente a una turista americana. Este hecho
fortuito, fruto de la irresponsabilidad, desencadenará, como una piedra
arrojada a un estanque, una onda expansiva de consecuencias globales…
Richard
(Brad Pitt) y Susan (Cate Blanchett) son una pareja de turistas norteamericanos
en viaje por Marruecos, decididos a superar el trauma de la pérdida de un hijo
y reencontrarse sentimentalmente. Ella es la persona herida por la bala del
fusil. Pierde mucha sangre y el hospital está a cuatro inalcanzables horas de
viaje. La desesperación se instala en ellos, mientras su gobierno, el
norteamericano, se obstina en denunciar un ataque terrorista. Los otros dos
hijos pequeños de Susan y Richard se han quedado en Estados Unidos, a cargo de
Amelia, una robusta y amable niñera mejicana.
Debido al dramático incidente,
los padres de Debbie y Mike, que así se llaman los niños, se retrasan y el
tiempo corre en contra de Amelia, cuyo propio hijo se va a casar en Méjico. No
tiene con quién dejar a los niños, así que ¿qué hace? ¡Se los lleva a Méjico a
la boda de su hijo! Cuando ésta concluye, vemos que es más fácil salir de
Estados Unidos que volver a entrar: tienen problemas en la frontera del Primer
Mundo y una alocada huida los llevará a extraviarse en el desierto…
Amelia, una niñera prodigiosa |
Un tercer
hilo argumental enlaza con Chieko, una hermosa adolescente japonesa a quien el
hecho de ser sordomuda y el trauma de haber perdido a su madre que se ha
suicidado, sumen en la marginación, la desesperanza y una frágil perplejidad.
La animosa Chieko se pasa toda la película salida como una gatita en celo,
intentando seducir sin éxito a los jovencitos de su edad, a un dentista y a un
detective de policía que está indagando la procedencia de un fusil. Un fusil
que era del padre de Chieko, el cual se lo regaló, tras una cacería a su guía
marroquí. Que se lo vendió a Abdullah. Y sí, aquí se cierra el círculo que
relaciona a tan dispares personajes.
Siento haberte chafado el final, pero es
que no hay tal: en la cinta se van contando las tres historias en un abigarrado
puzzle y con una inexacta coincidencia temporal. Digamos que no se narran
sincronizadas y que hay un cierto desfase… Si vas a enfrentarte a tanta
complejidad, conviene que vayas sobre aviso. Un ejemplo: verás una emotiva
conversación telefónica entre Mike y su padre, Richard. La verás desde ambos
extremos del hilo ¡y separada, en la película, en dos secuencias distantes más
de una hora de lapso!
Pero, aparte del fondo, que versa sobre
las abismales diferencias y las impredecibles interrelaciones que hay entre
todos los mundos que conforman nuestro mundo, los aspectos formales de la
película, como espectáculo visual, son insuperables. Hay momentos donde el
abigarrado montaje y el maravilloso colorido hacen desfilar el esplendor
emocionante del mismísimo palpitar de la vida ante nuestros ojos, casi
prohibiéndoles parpadear. Yo me quedo con dos secuencias de espléndido
dinamismo: la boda en Méjico y la tarde/noche de fiesta en Japón.
En la boda mejicana del hijo de Amelia,
la plasticidad de los planos, su vivacidad, su ambiente festivo un poco
despendolado, los tempos del baile, los niños correteando en libertad, la novia
hundiendo sus mejillas en la tarta, los momentos de coqueteo y romanticismo,
configuran un todo espléndido, vitalista y emotivo, un prodigio de montaje.
Algo vibrante y cautivador, antesala del drama que van a vivir Amelia y los
niños norteamericanos, en su azarosísimo regreso a casa.
Esta novia está comestible |
No exactamente paralela, con algunas
pastillas y un poco de alcohol, y tras deshacerse de sus bragas en un lavabo, Chieko en su fiesta urbana, con sus jóvenes amigas y amigos japoneses, se muestra en un
abigarrado caos de planos, que culmina en una multitudinaria discoteca, donde
asistimos al siguiente experimento cinematográfico: alternamos entre fuera y
dentro de la mente de Chieko, momentos de estruendo musical, entreverados de
momentos de denso silencio e incomunicación. Muy fuerte.
Chieko se columpia |
2006 fue sin duda un buen año para la
creación cinematográfica: “La Vida De Los Otros”, “Infiltrados”, “Pequeña Miss
Sunshine”… “Babel”, la película que nos ocupa, estuvo nominada para 7 Oscars,
pero al final solo obtuvo uno, el de mejor banda sonora original, gracias a la
música de Gustavo Santaolalla, de corte “étnico”, cuya expresividad subraya los
numerosos momentos emotivos (de buena ley y sin trampas) del film.
También
merecieron una mención especial el magnífico (y complejo, repito) guion
original del escritor Guillermo Arriaga y la dirección de González Iñárritu,
cuya batuta hace brillar a los actores, a las estrellas consagradas y a los de
reparto. Aparte de los árabes, cuyas dramatizaciones son espléndidamente
“naturales”, quiero yo apuntarme aquí dos actrices conmovedoras en particular:
Adriana Barraza, en el papel de Amelia, la niñera (de lo sublime a lo ridículo
no hay más que un paso, pero ella está sublime, sin tropiezos) y Rinko Kikuchi,
en el difícil papel de la joven atormentada y sordomuda, Chieko, de la que aún
ando un poco enamorado (cuando vea “Pacific Rim”, igual se me pasa).
Y el montaje. El montaje, repito una vez
más, es soberbio (es el “plus” de esta película, lo que la hace vibrar en otra
dimensión).
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