Si fuera víctima de una sibilina encuesta
con una pregunta rastrera del estilo de ¿cuál es para ti el rincón de mayor
belleza de todo el Pirineo? debería callarme, pues ni mucho menos conozco todo
el Pirineo, pero como soy dado a las respuestas garrulas e irreflexivas, antes
de parpadear contestaría “Tella”. Y me quedaría tan ancho.
Ya hace algún tiempo que quería publicar
una entrada con impresiones y fotografías de este lugar inaudito, pero tenía
tanto material que no sabía por dónde empezar. Al final en lugar de teclear
tres o cuatro folios y adjuntar diecinueve fotos, he optado por fraccionar el
asunto, en un intento de hacerlo más llevadero, por un lado, y no dejarme nada,
por otro. En próximas entradas iré añadiendo más comentarios y más imágenes
relativas a este tema que me motiva de lo lindo.
Subimos por la carretera que recorre el
valle del Cinca y lleva hacia Bielsa y hacia Francia, partiendo de Aínsa y,
pasado Hospital de Tella, antes de meternos en el sobrecogedor desfiladero de
las Devotas, tomamos un empinado y estrecho ramal asfaltado que sale a mano
izquierda y, unos ocho o diez interminables kilómetros más tarde, llegamos al
techo del mundo. Tella es un pueblo más que pequeño, diminuto. No cuesta nada
imaginárselo, durante siglos, como un lugar perdido en el que unos cuantos
aldeanos vivían en una economía de montaña, propiamente de subsistencia.
Si no fuera, claro, porque en un radio de
apenas un kilómetro nos topamos con una iglesia parroquial y tres ermitas. Las
ermitas son hermosas, sin duda, pero lo que hace que tengamos que frotarnos los
ojos, es el asombroso conjunto de piedra, verdor y cielo que forman los tres
edificios sembrados en la roca, con el majestuoso, incomparable paisaje, lo que ahora se
llama el entorno.
La presencia del más allá, del misterio,
de lo sobrenatural es, en este lugar, casi palpable, casi sensorial. No es nada
extraño, por tanto, que hombres de todas las épocas, desde los remotos
constructores del dolmen, pasando por hechiceros, druidas, brujas, sacerdotes
de olvidados cultos paganos, hasta llegar a la heredera reciente de la creencia
en “lo otro”, la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, se hallan
aposentado aquí en la búsqueda del contacto con esa otra realidad que hoy en
día, ay, nos es tan esquiva, tan lejana, tan ignota.
Hoy sólo colgaré fotos de la Ermita de
San Juan y San Pablo (dos pesos pesados), que con la proverbial economía de
palabras que nos caracteriza a los aragoneses (menos a mí), se han contraído en
San Juanipablo (ver mapa). Es fama que se trata de la ermita más antigua de
todo el Sobrarbe, consta de una nave rectangular, rematada por un único ábside.
En su interior (accesible, de momento) hay una curiosa cripta. Con ser muy
linda y asaz románica, lo que corta la respiración es su enclave, junto al
Llamado Puntón de las Brujas, con la montaña del Castillo Mayor al fondo. Para
creer en la magia, vamos.
MAGNÍFICO!!!!!!
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