El Regreso al que hace referencia el título
es el de la primavera (aunque lo haya tomado yo de Alien 2), un regreso que nunca
deja de sorprenderme, hasta el punto de que he tenido una fantasía apocalíptica
que no recuerdo haber leído en ningún relato de ciencia-ficción, o sea que a lo
mejor es original y todo: corre el año 2069 y llega el mes de marzo a nuestro
hemisferio, pero como si nada, las plantas no florecen, los árboles no
reverdecen y, en los campos, sembrados incluso antes del invierno, no brota
nada.
Los científicos no aciertan a explicar
qué mutación biológica ha afectado a las células vegetales para que se produzca
esta inexplicable detención del ciclo biológico, puede ser debida a la
contaminación, al calentamiento global o a no haber atendido a la preservación
de la biodiversidad.
En la población, empieza a cundir el
pánico ante la anunciada e inminente escasez de alimentos… Al final, un niño
que, pese a sacar pésimas calificaciones en el colegio, es un genio de la
informática, salva el mundo, elaborando un programa con un modelo de simulación
que le permite descubrir que el desastre se circunscribe al hemisferio norte,
en el hemisferio sur no se va a dar este dramático fenómeno. En los países,
hasta ahora pobres, dentro de seis meses, la naturaleza habrá seguido su ciclo,
estallando como de costumbre una florida primavera y, aparte de que nos sacarán
de la inanición, recibiremos una hermosa lección moral que nos mostrará cuan desaprensivos
e inicuos hemos sido hasta ahora, menospreciando a los desfavorecidos.
Para el papel del padre del niño, he
pensado en Sacha Baron Cohen, que estuvo magnífico en “La invención de Hugo” de
Scorsese. Y puede haber un villano que pretenda acaparar víveres o sojuzgar y
explotar de nuevo a los países productores, un papel que le iría muy bien a
Sergi López. Puede que pienses que la idea es una melonada, pero yo he visto
recientemente argumentos más flojos en películas de elevado presupuesto…
Volviendo a la irrupción de la primavera
por estos áridos pagos, el almendro con su pequeña flor de cinco pétalos,
blanca o levemente tintada de rosa, es el heraldo y uno de sus protagonistas
principales. Como de costumbre, le he tomado fotos desde todas las distancias y
todos los ángulos: para que se vea que está deslumbrante y que por él no pasan
los años.
Como fondo musical para ver las fotos (y
para cualquier otra cosa), nada ameniza tanto el espíritu en estas fechas, como
la Sinfonía nº 1 “Primavera” de Robert Schumann. El tercer y cuarto movimientos
levantarían los ánimos en un pabellón de oncología, o sembrarían el buen humor
entre un grupo de ceñudos talibanes (a condición de que no fueran sordos).
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