Una de las experiencias que más
perplejidad le producían al mediocre profesor de “Ciencias de la Naturaleza”
que fui en una vida anterior, es la siguiente: cuando intentaba introducir a un
grupo de tiernos infantes en el conocimiento básico del otrora llamado Reino
Animal, me encontraba con que todos sabían una barbaridad de datos sobre los
tipos de animales más mediáticos. De la mano de las nuevas tecnologías, los
documentales del National Geographic, la televisión y otras fuentes, se habían
empapado de una información exhaustiva sobre la orca y el lobo gris, los
delfines, los elefantes, las jirafas, el oso polar y los pingüinos… A cambio ignoraban
prácticamente todo sobre las gallinas y los cerdos, no habían tenido contacto
real ninguno con bichos no tipificables como mascotas y costaba casi un
trimestre consolidar cualquier conocimiento formal de zoología, por muy básico
que fuera: como que diferenciaran entre vertebrados e invertebrados, o que
supieran cuántas patas tiene una hormiga, o cuántos dedos tiene un caballo en
cada pata, o de qué está cubierto el cuerpo de los peces y otros ítems por el
estilo.
Los más perjudicados por este sesgo de
conocimientos eran los pobres artrópodos, reducidos a la infame condición de
“bichos asquerosos” y englobados universalmente en una categoría sujeta a la
más pertinaz animadversión: todos pican, muerden, pellizcan o irritan, son
dañinos, peligrosos, molestos, feos, malolientes y sucios. Hasta las mariposas
tienen un cuerpo peludo que “da cosa”, De este modo, cuando cualquier insecto o
cualquier arañita se colaba en el aula, cundía la histeria colectiva: “¡Aaaah,
nos va a picar! ¡Mátalo, mátalo!” Con un poco de suerte, el bichito se iba
volando por la ventana o se perdía de vista, antes de que el más aguerrido de
los muchachos le estampara el cuaderno de Conocimiento del Medio en su
indefensa anatomía.
En lo que a mí respecta, como amigo
personal de Spiderman, siempre he tenido una simpatía especial por la paciente
e industriosa araña. Recuerdo cuando pasaba los veranos en Francia, en casa de
mis abuelos, donde el clima suave y húmedo las hacía visibles a todas horas, que
hasta memoricé un refrán: “araignée du matin, chagrin ; araignée du midi, souci
; araignée du soir, espoir”. Esto se podría traducir como: “araña por la
mañana, berrinche; araña al mediodía, problema; araña al atardecer, esperanza”,
que vaya usted a saber por qué lo dirán, aparte de por la rima. Volviendo a mi
vieja amistad con Spiderman, cuando éramos jóvenes, busqué material gráfico para
confeccionarle y regalarle una revista erótica adaptada a sus gustos. Como, al
final, no se la pude dar, se la pongo aquí para que les silbe a las arañas más
guapetonas.
Fotografié este vigoroso ejemplar en Zugarramurdi, en agosto de 2009 |
En Zugarramurdi, antes de que llegasen los turistas...!
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