Una de las más llamativas contradicciones
del entorno espaciotemporal en el que me ha tocado vivir es la que se da entre
lo que dice valorar la sociedad y lo que esta sociedad valora realmente. Y una
de las primeras víctimas de tal incoherencia es el sistema educativo en su
conjunto, que se adultera y se devalúa hasta los extremos que estamos
actualmente disfrutando.
Viene esto a colación por un suplemento
que el diario “El Mundo” publicaba el pasado miércoles 12 de Marzo y que, con
el título “100 Colegios”, pretendía recoger y reflejar el estado actual de la
llamada “Excelencia Educativa”, término que está muy de moda y que, sin
embargo, dudo que nadie sepa muy bien a qué se refiere.
Comienza con una declaración de
principios en un lenguaje tan campanudo como el que usaría el vendedor de un
crecepelo milagroso, en la plaza del mercado de un pueblo remoto: “Vivimos en
una sociedad de padres preocupados.
De padres en busca de la mejor educación para sus hijos. Atrás queda la
conformidad con una enseñanza de calidad. La sociedad y el mercado laboral
demandan excelencia, vanguardia educativa, rasgos internacionales y habilidades
tecnológicas… … Los colegios son el motor para propiciar la excelencia y donde
se formarán los futuros líderes. Una excelencia que requerirá estar en
constante ebullición para no quedarse rezagados…” Siguen 36 páginas de
pamplinas y aspavientos de este tenor, entreverados de publicidad de colegios
elitistas y de esos términos de actualidad en el sermoneo psicopedagógico que,
si algún día significaron algo, hoy son meros comodines verbales: “inteligencia
emocional”, “desarrollo de la creatividad”, “aprendizaje cooperativo y
solidario”, “claves metodológicas” por aquí. “planes de innovación” por allá...
Y se han quedado tan anchos.
Por supuesto, no hay ni un solo colegio
público (juegan en otra liga), sólo privados y concertados, como es lógico. Como
partidario, casi “hincha”, de los centros públicos, cogí un rebote que por poco
me muero de la INRItación, al igual que Nuestro Señor. Esperaba a estar más
frío para mostrarme ecuánime en lugar de corrosivo y sarcástico, pero no me ha
sido posible, de modo que señalaré con crudeza algunos hechos que se pasan por alto con pasmosa frecuencia.
El primero hace referencia a la función
social de los colegios (los destacados por el suplemento y los demás). Ésta
consiste, si quieres te puedes seguir engañando, en una guardería o aparcamiento
de niños hasta que cumplen los dieciocho años, para que no estén dando la brasa
a sus padres y estos puedan proveerse de los medios para la supervivencia,
primero, y de cualesquiera otros medios materiales que, dado el status de cada
uno, juzguen oportuno alcanzar y poseer: un loft, un Audi, una segunda
vivienda, un todo terreno, una casa con jardín o un yate grande como el Azor. A
los niños se les manda a la escuela “para que no estén en la calle” y “si encima
aprenden algo, pues mejor”. En la calle, antaño, no podían sino estorbar y “torcerse”.
Hoy, pura y simplemente, no sobrevivirían, por eso y no por otra cosa, se les
confina en los colegios y se les infla a extraescolares…
Porque la cultura, los conocimientos, la
capacitación, ¿le importa de verdad eso a alguien? Puede, pero se aprecia de
inmediato que tienen mucho más share en la tele, los cuartos puestos de
Fernando Alonso y las declaraciones de Belén Esteban, del que tendría una ópera
de Verdi o un drama de Valle-Inclán, o sea, una cosa son los altos objetivos
formativos que decimos preferir y otra cosa muy distinta, lo que realmente despierta
nuestro interés: el dinero y la influencia, tal vez, no sé.
Siendo malo, malísimo, seguiría
concentrándome en los motivos que llevan a determinados padres a preferir la
excelencia de algunas ofertas educativas. Uno podría ser evitar a sus hijos el
contacto con la gitamoraima y los desfavorecidos, que, seguramente, tendrán
poco acceso a los colegios de los primeros puestos del ranking. Pero eso lo
hacen porque quizá no confían en sus hijos y quieren evitar que se mezclen “con
según quién”, que una cosa es el igualitarismo y otra, muy distinta, la
promiscuidad. Y siguiendo en el tema clave de las relaciones que tienden a establecerse,
bueno será que las élites compartan aula con las élites: de este modo se
facilitará el ensamblaje de las tramas Gürtel, Palau y similares de las
próximas décadas. Ese es un punto a favor.
En lo tocante a la calidad de la
enseñanza y al nivel de conocimientos adquiridos, lamento confesar que no creo
que haya la menor diferencia. Un buen alumno de la pública puede competir en
cualquier prueba de carácter académico, con los mejores de las mejores
privadas. El caso es que sólo hay una prueba de este tipo: la famosa
selectividad y los resultados son, cuando menos, similares, tanto si tu centro
tenía tres piscinas climatizadas y campo de polo, como si tenía pizarra y tiza.
Ya cambiará (en interés del negocio), pero de momento es así. Estuve casi
cuarenta años trabajando en la pública y tuve compañeros cuyas habilidades
profesionales eran de primerísimo nivel y jamás vino un empresario de un colegio
de élite con el talonario a ficharlos. Es más, creo que los grandes
profesionales elegidos para la excelencia educativa, cobraban menos que
nosotros, así que cuando allí les salía un “Messi”, si podía, se iba a la
pública.
Bonito cuento "La Excelencia Educativa", pero prefiero "El Mago De Oz" |
Por supuesto que me gustaría equivocarme:
si dentro de 20 años, las élites de este país, en lugar de dedicarse al tráfico
de influencias y al pelotazo urbanístico, han conseguido dos premios Nobel de
Química y uno de Economía, amén de poner en marcha las empresas que producirán
los televisores García y los automóviles
Sánchez, me comeré mis palabras con patatas y admitiré mi absoluta carencia de
perspicacia. Mientras tanto, la excelencia educativa, tal como se está
proponiendo, me merece la misma confianza que la publicidad de los productos
para adelgazar.
Además, es innecesaria: para obtener un
título universitario, basta que el padre invierta la módica cantidad de 100 €
para comprarle a su hijo un pinganillo, con el que recibir, durante los exámenes,
ayuda del exterior. Indetectable y 100 % garantizado. Así, cómo no van a ser la
generación mejor preparada de nuestra historia. Y sale mucho más barato que un
colegio privado. Ahí está el enlace:
Difícil para "chivar" con un pinganillo |
Pobres críos, me dan penica en la escuela.... aunque contigo seguro que tuvieron sus momentos, juas juas!!
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