“El
hombre es una pasión inútil”, según Sartre y esta película, una de las más
luminosas y tristes que he visto, valdría como ilustración del citado aforismo.
Antes de seguir, me pregunto qué me lleva a escribir una entrada sobre una de
las películas más comentadas de la historia del cine y la respuesta es
sencilla: mi puro gusto personal de reflexionar un poco sobre la que, quizá, es
una de mis tres o cuatro películas preferidas.
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Barry, sentado, no brinda. |
Primero
un poco de historia: fue estrenada en 1975, obteniendo un casi nulo éxito de
crítica y público (era demasiado diferente a las demás películas históricas), a
cambio, en poco tiempo, se convirtió en una película de culto. Obtuvo 4 Oscars,
entre ellos el obvio de “a la mejor fotografía”, pero no obtuvo los de las
categorías principales, al competir con la mucho más popular “Alguien voló
sobre el nido del cuco”. Para mí, no obstante, son dos películas que no juegan
en la misma liga, ésta es una película interesante y emotiva, mientras que
“Barry Lyndon” es una absoluta obra maestra, tanto del séptimo arte, como de
algunos de los anteriores.
¿Y
qué hace de Barry Lyndon una película tan especial? Pues la conjunción de
varios factores, entre los cuales el más alabado es la fotografía: pone ante
nuestros ojos un espectáculo visual de una belleza casi insoportable, parece
algo sobrenatural. El artista responsable fue un director de fotografía inglés,
John Alcott, que hizo filmar todo con luz ambiental; en vez de recurrir a los
focos, recurrió a ópticas Zeiss muy luminosas, de 0’7 de abertura (si te gastas
mucha pasta en un objetivo, puedes bajar hasta 1’4, a menor número, mayor
abertura para captar la luz y más posibilidad de filmar con poca luz). Son
míticas las escenas iluminadas sólo con velas, aquí la calidad del fotograma y
su calidez, la intimidad que sugiere, eran lo nunca visto. Y no creo que hayan
sido superadas. También las escenas que se filmaron durante el día, en
exteriores, tienen una luz que parece que uno ve los paisajes en una pantalla
de cine por vez primera. El hecho es tan notorio y destacado que, tratándose
además de un film de culto, ha dado lugar a especulaciones que han degenerado
en tonterías asombrosas: la más pintoresca que oí relaciona el tema con la
NASA. Según esto Kubrick habría filmado en 1968-69 el falso montaje de la
operación Apolo, haciendo verosímil el engaño del alunizaje y, a cambio, la
NASA le compensó, compartiendo con él secretos científicos sobre óptica y
sofisticadas cámaras usadas en la investigación espacial, que le facilitaron la
construcción de esta maravilla visual.
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Un duelo. |
Y
plástica, puesto que la dirección artística, el vestuario y la ambientación en
el siglo XVIII (Guerra de los Siete Años, 1756-63) es irreprochable. ¿Cómo lo
consiguieron? Parece simple: todas las escenas están pensadas y compuestas como
cuadros, están sacadas de cuadros de
los que cuelgan en los museos, toda la pintura posbarroca, neoclásica y rococó
desfila ante nuestros embelesados ojos: Fragonard, Watteau, Tiépolo, Hogart,
Gainsborough (sobre todo, éste), Constable y otros pintores que llevaban casi
200 años muertos, trabajaron para esta película sin saberlo. Así cualquiera.
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Barry es atracado. |
La
música, muy presente en toda la cinta, es música popular irlandesa, música de época
(Haendel , Bach y algún otro) y el tema, adaptado para la película por Leonard
Rosenman, un tema ubicuo, oscuro, solemne y muy triste, liderado por unos
severos violonchelos, que ganó el Oscar a la mejor banda sonora y es uno de los
más reconocibles de la historia del cine. Seguro que lo has oído.
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Un pugilato en el ejército inglés. |
El
guion, sobre todo el guion. Es lo que catapulta a esta película de una simple “historia
interesante” a nada menos que un paradigma del destino y del comportamiento del
ser humano, en todo sometido al capricho de la fortuna, que puede nublar su
entendimiento, burlar su voluntad y torcer su determinación, siempre con los
más crueles y dolorosos golpes. Fue adaptado (sobra decir, magistralmente) de
la novela de William Thackeray, escrita en 1844 y titulada “Barry Lyndon”.Qué
casualidad. Otro ilustre muerto trabajando para el film. Y de qué manera. Hay
un narrador que lo encarna, explicando con un tono entre satírico y cariñoso,
los afanes y desventuras de unos personajes, tan creíbles en su insensatez, tan
bien dibujados, que sólo falta la etiqueta “Basada En Hechos Reales”. Es
notable la ambigüedad moral de todos ellos: no hay buenos ni malos. El
protagonista Barry Lyndon, nacido Desmond Barry, un irlandés ambicioso y
desaprensivo, puede parecernos un ser sin escrúpulos, que sólo busca su
provecho, tratando de medrar y ascender en la cerrada sociedad donde le ha
tocado espabilarse y sobrevivir… Y es, por otra parte, un ser pleno de
humanidad, de franqueza, cordial y honrado a su torpe manera, cuya codicia
comprendemos íntimamente y al que compadecemos en su terrible caída, que
encadena desgracia tras desgracia: pérdida de un hijo, fracaso y hundimiento
social, mutilación… Nos acaba pareciendo un destino muy triste para un
aventurero tan gallardo, un tahúr vanidoso, sí, un egocéntrico y un
oportunista, también, pero sus errores son tan reconocibles en nosotros, o en
cualquier hijo de vecino, que acabamos identificados con una representación
emblemática de lo que el destino hace con cualquier ser humano: llevarlo dando
tumbos por ahí y desgastarlo golpe a golpe hasta convertirlo en una sombra
miserable, lista para el hachazo final. Todos somos Barry Lyndon (generalmente,
en una versión más cobarde, o menos temeraria).
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Barry, a la luz de las velas. |
El
reparto es otro puntazo. Fabuloso Ryan O’Neal (Love Story, Luna De Papel) que
tenía 33 años, durante un rodaje que le obligó a encarnar un rango de edad
entre la primera juventud y la madurez, debido al carácter de biografía de la
historia contada en la pantalla. Marisa Berenson es una de las criaturas más
hermosas de todo el siglo XVIII, en su papel de pánfila, noble y bellísima
esposa del bueno de Barry que, uno de los detalles más atroces de la película,
en realidad no la ama y sólo piensa en servirse de ella para su medro en la
escala social. Mal, Barry, muy mal. Otros personajes secundarios se encarnan como
afinadísimos acompañantes o adversarios de Barry: su artera prima Nora que es su
primer amor y le dispensa una catastrófica educación sentimental, el cobarde
capitán Quinn que se casa con ella, Le Chevalier tahúr y espía que lo introduce
en el gran mundo, Bullingdon, hijo de lady Lyndon e hijastro de Barry, que le odia
tan comprensible como encarnizadamente y que al fin será el brazo ejecutor de
su ruina, el clérigo untuoso e hipócrita que manipula a la esposa de Barry,
convirtiéndola en una santurrona... y un largo etcétera.
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Preparando la carnicería. |
Son
tres horas redondas de cine que transcurren en un abrir y cerrar de ojos. La
peli es larga, pero no se hace larga, sí se hace un poco amarga, en la línea
pesimista del minucioso trabajo de Kubrick, como director personalísimo, como
creador de fantasías cinematográficas muy, muy sólidas. Ésta es una de las que
mejor ha pasado el tiempo, yendo su apreciación siempre a más.
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Condecorado en el ejército prusiano. |
Si
tienes tres horas libres y un quintal de palomitas, prueba este enlace para verla online:
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Lady Lyndon |
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Ya son marido y mujer. |
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Un sastre antes del desastre. |
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Lo siento: ésta no es de las que acaban con el beso final. |
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