lunes, 25 de marzo de 2013

La Hora Del Planeta

¡Glup! Se me ha pasado por alto la hora del planeta. El sábado a las ocho y media estaba en otras cosas y se me olvidó apagar la luz, así como la nevera, el ordenador y un ambientador eléctrico con aroma de fecalipto que tengo en la pared del pasillo. Me siento un poco responsable del cambio climático, la contaminación ambiental, la lluvia ácida, la deforestación, las sequías prolongadas y otros fenómenos exóticos, que no he podido acudir a contemplar porque carezco de automóvil y tengo que ir a pie a todas partes (antes iba en bici, pero ahora se ha puesto muy peligroso, con las rotondas que ahorran la electricidad de los semáforos y salvan al planetomovilista de tener que esperar a que pases).

Me cuenta un amigo, un ecologista radical de muy buena familia, que, viniendo de visitar unas aliagas enfermas, apagó los faros de su todo terreno a las 8:30, puntualmente pues, y se vio obligado a transitar sin luces hasta que llegó a su casa, una unifamiliar de tres plantas, a las 9:25, donde, a oscuras tuvo que dejarlo en el garaje, ocasionando una perceptible raya en el lateral del Audi de su padre, todo sea por la causa, y esperó, intachable en su compromiso de salvaguardar el planeta, a las 9:31, para coger el ascensor interno del edificio y subir a la planta baja. Me hizo sentir lástima de mí mismo, ¿qué había hecho yo por el Sistema Solar en aquel rato que estuve distraído, sin participar en la aventura global de garantizar espacios naturales con menos de cincuenta grados para las futuras generaciones?
Iluminación navideña en Barcelona.
El calentamiento global comenzará a dejarse sentir, inexorablemente, este verano debido a mi falta de conciencia y a mi ausencia de compromiso con las fuerzas que se han propuesto cambiar el mundo (al menos, el del espectáculo). Además, como no tengo instalación alguna de aire acondicionado, seguro que el crecimiento planetario de las temperaturas me hará sudar como un cerdo. Diréis que me lo tengo bien merecido, por mi carencia de sensibilidad, por mi incapacidad para desarrollar una solidaridad activa con Coca-Cola, Inditex, PRISA, Eroski, Orange y El Corte Inglés, sin olvidar a la mercería Lagomillalabraga de Hondarribia, que me recuerda, con amabilidad no exenta de firmeza, que de allí fueron los pioneros en la toma de conciencia de los perjuicios del desarrollo insostenible y, ya en el siglo XVI, apagaban los candiles una hora al año para alertar sobre los peligros de las modernas fraguas.

Una hora al año no era mucho pedir, quedan nada menos que 8.759 para disfrutar del Home Cinema en 3D, con la calefacción a 24 grados (que te permite ir por casa en taparrabos). Son muchas horas, aunque muchísimas menos de las que hay que esperar en mi pueblo para coger un tren a Barcelona.
El planeta en su hora (punta).
Si gobiernos democráticamente elegidos no intervienen con seriedad en la racionalización del uso de la energía, favoreciendo las renovables y la investigación y desarrollo en este terreno, primando el ahorro energético, el transporte público, penalizando el despilfarro y fomentando leyes globales contra el deterioro ambiental, si no se interviene en la raíz del problema, que son los modos de vida de alto coste energético, al menos en el primer mundo, será que el demos (pueblo) que elige a sus gobernantes, no quiere verse privado del calentamiento global que, a su modo, es un lujo. Y prefiere seguir participando en estas entrañables movidas de la hora del planeta, que tranquilizan todas las conciencias menos la mía, que me olvidé. Cachis.
 
Despilfarro a cambio de belleza.
    

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