Uno de los avatares administrativos de mi desempeño de
enseñante me llevó, durante varios cursos, a impartir matemáticas en el primer
ciclo de secundaria, en un instituto de una pequeña localidad de cuyo nombre,
en este momento, no quiero acordarme (ya que, en este preciso momento soy
feliz, creí que sería más divertido, pero no me quejo). Los alumnos de
secundaria de esa localidad y los de todas las que conozco, tienen una
prevención hacia las matemáticas mayor aún que hacia otras materias. Piensan
que son difíciles, aburridas y sobre todo inútiles: “¿y esto pa qué sirve?””¿No
lo hacen ya todo las calculadoras?”…Cualquier intento de implantar estructuras básicas
de razonamiento concreto, medición y cálculo en sus jóvenes cerebros, es
acogido con resistencia, cuando no con hostilidad. Y es que se les pide un
entrenamiento con una cierta continuidad y una mínima exigencia que no están
dispuestos a seguir. Tampoco hay que exagerar, se sobrevive, además todos hemos
sido púberes y hemos estado en la higuera, donde algunos aún seguimos
encaramados, pensando en las musarañas.
Pero, ¿qué culpa tienen las pobres matemáticas que son tan
divertidas, tan útiles y tan amables y gratas con sus acólitos, que tan
generosamente recompensan a sus servidores con cálculos precisos, formas
estables y estimaciones de gran fiabilidad? Y no es coña, para los (escasos)
seres humanos (llamados bichos raros o frikis) que aprenden a amarlas, son una
fuente de satisfacciones duradera en la que confiar y de la que echar mano para
gozar de nuestro segundo órgano favorito (en palabras de Woody Allen).
Es así, de la misma forma que un bebedor no puede dejar el
vino sin caer en el whisky, así yo no puedo dejar de dar la tabarra con las
matemáticas, sea en un aula o en un blog. Empezaré con un chiste y un
problemilla de razonamiento lógico. Primero el chiste: si has enseñado
matemáticas, es casi seguro que has tenido un alumno que te ha dado esta
respuesta en un examen. A saber:
Y ahora, una de razonamiento lógico sencilla que salió, hace
unos años, en una Olimpiada Matemática para alumnos de secundaria:
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