Es comúnmente sabido que los niños, al menos
hasta los diez años, tienen una inclinación al dibujo, como vehículo inmediato
de su necesidad expresiva, que más tarde. por inhibición, desaparece en mayor o
menor grado.
Es decir, la gran mayoría de los niños se
inclinan con mucha naturalidad a dibujar o pintar, como si estas actividades
respondieran a unas necesidades comunicativas interiorizadas, por tanto es fácil
hacerles dedicar ratos considerables a creaciones en las que fabulan libremente
con los temas que son de su interés y, sea cual sea su grado de destreza
técnica, disfrutan haciéndolo y acostumbran a sentirse ufanos con los
resultados obtenidos, que enseñan y explican a todo aquél que les preste
atención.
La casa-árbol. Dibujado a raíz de un relato |
Hacia los nueve o diez años, esta afición se
pierde en mayor o menor medida. En parte debido a la inhibición que les produce
la consciencia de que sus representaciones figurativas no son tan reales como
ellos sospechaban y, dado que aún carecen de técnica, la incapacidad para
reflejar la realidad visualizada en el papel les retrae, a tal punto, que
algunos ya no vuelven a dibujar más de manera espontánea. También creo que, en
parte, es debido a una pérdida de un impulso interno que produce una merma de
interés por esta actividad, en beneficio de otras más lúdicas, más físicas o,
vaya usted a saber cuáles, puesto que no soy un avezado psicopedagogo, no tengo
respuesta a esta cuestión: por qué cientos de niños parecen tener una
prometedora creatividad plástica y luego, en el mejor de los casos, sólo uno de
cada treinta o cuarenta mantiene, de mayor, una saludable inclinación a dibujar
o pintar.
La Peña Oroel. El niño había ido de excursión |
Ya sabía yo que acabaría echándoles la culpa a
las instituciones educativas, pero trátese de la LOECE, la LODE, la LOGSE, la
LOPEG, la LOCE, la LOE, la LOMCE o las siglas que al próximo asesor dipsómano
tengan a bien ocurrírsele, no hay Cenicienta tan Cenicienta en todo el sistema
educativo como la Educación Plástica que, en Primaria, no cuenta con
especialistas y, en Secundaria, es una pertinaz “maría”, recordemos aquel
Bachillerato Artístico que, en todo instituto, era el primero en pasar a mejor
vida. Y es una pena, por una razón muy simple: aquél que cuenta entre sus
habilidades y recursos más personales con una sólida afición a crear
elaboraciones plásticas, adquiere una íntima fuente de placer, un tesoro individual
que le ayudará a transitar por la vida en mayor medida que cualquiera de sus
carencias. En mi molesta opinión, hacia los diez años, cuando niños y niñas
empiezan a dejar la actividad plástica espontánea, sería bueno que el sistema
se volcase en dotar, a una buena proporción del alumnado, de herramientas
técnicas, conocimientos y habilidades plásticas rigurosas, para evitar la
proliferación y el crecimiento de espíritus mutilados, en un ámbito de tanto
peso en lo humano, como es lo artístico.
Copiar dibujos no es perder el tiempo |
Y es que tengo, desgraciadamente, una amplia
experiencia, incluso con seguimiento a lo largo del tiempo, de ver mucho dibujo
infantil gracioso, expresivo, prometedor, como éste que hoy comparto, hecho por
niños de segundo y tercero de Primaria que, llegados a la preadolescencia, si
pueden evitarlo, ya no vuelven a dibujar jamás, al menos movidos por su propio
impulso. Y yo me obceco en ver ahí una potencialidad no desarrollada, qué le
voy a hacer.
La capacidad de observación se puede entrenar |
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