Lleva apenas zascandileando cinco minutos,
vivificándose con la exigua calefacción, cuando Germán, el renqueante bedel,
que es mutilado de guerra y un hombre del Movimiento (lo que hace a todos mucha
gracia, ya que nadie deja de imitar, mejor o peor, su “movimiento” al andar)
aparece farfullando su inimitable versión del “Prietas las filas” y en el “cara
al mañana” deja de mascullar y se dirige hacia el muchacho del radiador (sí,
éste soy yo) con sus malhumorados trancos y su sempiterno guardapolvo gris:
-¡Venga pa clase, coño! ¿Cuántas veces sos tengo
que decir que no sos quedéis mariconeando polos pasillos cuando han dau la
hora? ¡Buenos días, don Marcelino!
Éste último saludo, como puede suponerse, no va
dirigido a mí, que ni me llamo Marcelino, ni me hago acreedor al “don”, ni soy
el Jefe de Estudios, a quien el bedel hace blanco de una cortesía obsequiosa y
servil, agachando la testuz hasta dar con ella en el zapato ortopédico. El
interpelado contesta al saludo:
-Buenos días Germán, y a ver si cuidamos el
vocabulario, que no debemos decir palabrotas delante de los chavales.
-Ay don Marcelino, los que nos cayó el deber de
ganar la guerra, no tuvimos tiempo paprender retóricas.
Como la parte grosera y desquiciada del primer
párrafo de Germán que he transcrito, sí que me alude, opto por encaminarme
hacia mi clase, reprimiendo la burla interior que me recuerda algo de dominio
público: el bueno de Germán, durante la guerra había sido cantinero en un
puesto de la retaguardia y tan borrachuzo, que una noche se cayó en un foso
cuando iba piripi tras cerrar la cantina, lo encontraron al día siguiente,
abrigado con su propio vómito, se había fracturado casi todos los huesos del
tarso y las curas chapuceras hicieron el resto. Mutilado de guerra. Lo
llamábamos Gerr Barman y hacíamos eses marcando el paso de la oca a sus
espaldas.
Al final del pasillo, llego al aula 8 que un
gracioso provisto de intrepidez y un grueso rotulador (nuevo gran invento), ha
transformado en jaula 8, con el aditamento de una “j” en el cartel de la
puerta. Aún no ha llegado la profesora de Química, a la sazón apodada “La
Fosforina” y la clase es una animada batalla campal a zapatillazos.
Entro y veo a Chus desbaratando su libro de
Formación Del Espíritu Nacional (tapas duras) en la cabeza de Lupe, hija del
comandante de la Guardia Civil y, a la sazón, la tía que le gustaba. Josemari y
los demás escribían procacidades en la pizarra, del estilo de “puta la que lo
lea”, “Angelina come rabos” y similares. Siendo que, los muy idiotas estaban de
espaldas a la puerta cuando entré, se sobresaltaron creyendo que se trataba de
la profesora que, por cierto, les hubiera metido un puro de campeonato. Al
percatarse de que no era así, me obsequiaron con una lluvia de tizas. Josemari,
que tenía a gala ser educado, cortés y refitolero en el hablar, borró algunas
groserías de la pizarra y fue el único en dispararme su saludo, acompañado del
borrador, en aquella mañana anodina:
-¡Hola, Pinchaúvas! - Me dijo.
Ostia, sorprendente, y no me extraña, un cristo pascual y pistolero. Debió ver muchas del oeste (bonanza, caravana, el virginiano o daniel boone, que por cierto tuvo doble nacionalidad sajona-española). Y es que el ambient jaceto marca, lo menos, la raya el pelo, jua.
ResponderEliminarNo sé si Moss, de "los informáticos" (the IT crowd) sería jaceto, pero seguro que puntúa.
¡Hola, Herr Viktor! acabo de leer con delectación la segunda entrega de "La ciudad episcopal...", y, no sé por qué, me he sentido triste... ¡Ay, amigo, que los años nos hacen mella...! Y aunque digan que los viejos soldados se complacen en olvidar el peligro y recordar los buenos momentos, pues yo, qué quieres que te diga... Nuestra pequeña ciudad episcopal..., era un callejón sin salida... Con sus tristuras y engurrios, que vienen a ser lo mismo...
ResponderEliminarTú te fuiste antes, yo, nueve años después... Y nada volvió a ser como en nuestros días brillantes..., (¿hubo días brillantes...?), ni incluso cuando intentamos recuperar el tiempo perdido..., a la manera de Proust... Yo no lo conseguí...
De todas formas, te agradezco mucho que sigas colocando esas historias en tu blog... ¡
A ver si cuelgas otras pronto!
Me han gustado los macros y las fotos de las puertas...
Saludos, Klingsor.-