Hoy
se Celebra la festividad de la Virgen de la Alegría en Monzón. La gente acude
en una romería masiva (y demasiado motorizada para mi gusto), bien sea para
rendir pleitesía a la Virgen, bien sea para solazarse con el advenimiento del
buen tiempo que, hoy, ha faltado a su cita. Este año quizá haya quedado la
fiesta un tanto deslucida por el tiempo lluvioso. Una primavera de meteorología
inestable habrá restado público, imagino, a la cita anual de la romería y
concentración en el cerro y la ermita.
Digo
imagino, porque detesto las aglomeraciones y, si puedo, las evito. Para mí la
ermita de la Alegría es un lugar agradable y solitario donde acudir trescientos
cincuenta días al año a leer, a meditar o a disfrutar de la extensa panorámica.
De cuando en cuando, una boda petardista o cualquier otro acontecimiento
popular, turba la paz del cerro, normalmente muy tranquilo.
La
ermita es una construcción de buen tamaño, carece de relevancia artística, pero
ostenta una presencia muy digna sobre el cerro. Tiene dos pisos y está confiada
a los cuidados de un ermitaño. Su interior alberga una espaciosa iglesia.
Los
azulejos explican que la ermita está consagrada al culto de una Virgen que manifiesta
una predilección específica por las tierras aragonesas en general y por la
ciudad de Monzón en particular.
El
lugar de la ermita que personalmente me agrada más es un amplio y fresco atrio,
orientado al norte. A través de sus arcos semicirculares se cuela la luz y el
paisaje en un ámbito umbrío y acogedor, ornado por las severas vigas del techo.
Una escalinata conduce al interior de la iglesia.
Me
gusta mucho, tanto contemplar como fotografiar el castillo y el núcleo de
Monzón, enmarcados en la serena inmovilidad del arco de medio punto. Las
panorámicas desde la ermita abarcan los 360 grados y las variaciones
estacionales multiplican su atractivo. La cara oeste, en sombra toda la mañana,
hacia la chopera y el río Cinca, es un agradable mirador si no sopla un cierzo
tan molesto como frecuente.
Accedemos
al interior de la amplia iglesia y penetramos en un ámbito cristiano, digo esto
porque el exterior parece un tanto zen. La Virgen preside un espacio donde cotidianamente
es notoria la ausencia de fieles.
Para
los aficionados al Vía Crucis y otras manifestaciones piadosas, esta enhiesta
cruz, un humilladero con unas tallas que, sin ser de una manifiesta belleza,
nos ofrecen una digna despedida (o acogida, según) de este apreciable entorno
religioso. Hasta la próxima.
Lo singular de la virgen de la alegría de Monzón es sin duda su emplazamiento precristiano, esa singularidad del paisaje habitada desde la edad de piedra, el corte de los tozales que acompañan al Cinca y abre una vista hasta la carretera de Binefar, que es desde conde yo la miro cada vez que aterrizo (o debiera deceir autocarizo) en mi pueblo.
ResponderEliminarNada digo de mi "nacionalismo" de tomillo, de espliego, te de roca y de lagartos (mosquitos y cortapichinas incluidos)
Ánimo (depeche mode tío, que ha vuelto)