El hula hoop es un entretenimiento
sinuoso aunque inocente. También, para el mantenimiento de la
forma física, es una actividad que, ignoro por qué motivo, siempre me ha parecido tan simpática
como fuera de mi alcance, dadas mis habilidades. Así que, sin meditarlo mucho,
de una forma gratuita y un poco arbitraria, he decidido dedicarle una de mis
canciones-hechas-por-ordenador, a modo de pleitesía y homenaje, un himno a una
actividad que me parece, a la vez, trivial y apasionante.
Los padres del invento, en su versión
moderna, son los californianos Arthur K. Melin y Richard Knerr que, en 1958,
idearon un aro de plástico hueco, para cuyo uso y manejo se inspiraron en unos
rituales de los nativos americanos, tomando por otra parte su nombre de una
danza hawaiana del siglo XVIII. El aro fabricado masivamente, a partir de 1958,
fue un éxito comercial que desató una especie de fiebre, primero en
Norteamérica y luego en todo el planeta. En cuatro meses, se vendieron en
Estados Unidos 25 millones de aros, poniendo en marcha concursos, bailes,
récords y toda una subcultura del llamado hooping que llega hasta nuestros días,
en los que incluso ha conocido cierta revitalización.
El aro creado por Melin y Knerr medía
1’06 metros de diámetro. El hecho de que sea hueco, permite contrapesarlo,
poniendo en su interior, bien agua, bien unas piedrecitas, para favorecer su
inercia y hacerlo girar con más facilidad. Un aro de circunferencia más larga y
más pesado, favorecerá a personas más gruesas, lentas o torpes, mientras que el
usuario avanzado preferirá aros más cortos y ligeros, que permiten una mayor
rapidez en las danzas y ejercicios. El último grito consiste en sustituir el
plástico colorido por un material transparente, conteniendo en su interior leds
y un generador que los alimenta con la energía obtenida a partir del propio
giro, de este modo dan una preciosa y espectacular luz y no son tan peligrosos
como aquellos en que se trenzaban mechas para iluminarlos mediante las llamas del
fuego.
El asunto del hula hoop tiene su parte
mística: una vez que se regulariza el movimiento, la mente se desprende del
control del mismo y también de otro tipo de preocupaciones, alcanzándose un
estado de conciencia gozosa. Se llega así a lo que se denomina una experiencia
de flujo, consistente en auto-olvido
y comunicación con el Uno o con el Todo, característica de otras místicas como
la sufí, aunque también te puedes fastidiar las vértebras.
Siendo un invento norteamericano, se
irrumpe con toda naturalidad en el ámbito de los records, desgranaré algunos:
El poseedor del récord de duración
verificado es Aaron Hibbs de Columbus, Ohio, que estuvo 74 horas y 54 minutos, meneando
la cadera sin que se le cayera el aro, entre el 22 y el 25 de octubre de 2009.
En un concurso, la mayor resistencia la detenta la niña de 8 años Mary Jane
Freeze que ganó el 19 de agosto de 1976, sin que el aro fuera al suelo, tras 10
horas y 47 minutos.
Las gemelas Ingrid Söderblom y Erika
Zetterkvist, nacidas en Göteborg en 1997, son las poseedoras de la marca por
parejas, que exige no sólo resistencia, sino coordinación extrema, ya que ambas
bailaron en el interior del mismo aro durante algo más de 23 horas.
El mayor número de aros girados al mismo
tiempo por una sola persona es de 132, establecido por Paul "Dizzy
Hips" Blair.
El aro más grande que se ha conseguido
hacer girar con éxito, medía 13’88 metros de circunferencia.
Y por último, el mayor número de
participantes que simultáneamente han estado bailando con su aro (durante 7
minutos), se vio en Tailandia en 2013. Se juntaron 4.483 personas.
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