La carretera que, desde Torla, se interna
en el valle de Ordesa hasta la Pradera, trepa en descarnadas revueltas por la
margen derecha del río Arazas, pero se trata de una vía de comunicación
relativamente reciente, el acceso de toda la vida remonta por la umbría y
boscosa margen izquierda del río y es conocido como “camino del Turieto”.
Se trata de un camino de herradura,
bastante bien acondicionado y apto para todo tipo de paseantes. Teníamos la
intención, el pasado fin de semana, de recorrerlo con unos amigos. Para
nosotros, la época idónea, por el colorido, el brillo y la humedad, es el
otoño, aunque me temo que este año acudimos un poco pronto, ya que el verano se
ha prolongado un mes más de la cuenta y el cambio tonal de las hojas estaba en
una fase temprana, todavía no asomaban esos hermosos matices de cobre tan
fotogénicos. Para compensarlo, he hecho trampas, tirando de los filtros cálidos
de Photoshop.
La ruta arranca en Torla, justo antes de
que la carretera atraviese el túnel bajo el pueblo, un camino en fuerte
pendiente desciende hasta el río Ara, el cual se cruza por el llamado puente de
la Glera. Remontando la margen izquierda no hay pérdida posible: primero es una
pista llana y luego, bien señalizado, un desvío a mano derecha, ya por camino,
se empina moderadamente. Al principio discurre por terreno más abierto y, después, se
interna en el bosque.
En la excursión se salvan unos 300 metros
de desnivel. Desde Torla a la Pradera de Ordesa hay unas dos horas a golpe de
calcetín, a las que hay que sumar el tiempo que pierdas en extasiarte en el
genuino “bosque del enanito” que se atraviesa: el musgo, las hojas, las setas,
las cascadas que puedes bajar a contemplar tomando breves desvíos, en fin, un
absoluto recreo para la vista, para el olfato con los olores de la tierra
mojada y para el oído, con el persistente rumor del río que corre siempre unas
decenas de metros más abajo. El regreso cuesta un poco menos, claro.
Esta vez, al llegar a la Pradera, la
vemos inundada de vehículos, hay varios centenares y caigo en la cuenta de que
ya no está operativa la restricción que, en verano, impide subir con un turismo
particular. Pienso que, si yo mandara, esa restricción estaría vigente todo el
año, pero tranquilos, lo mío no es la política activa, así que el señor del
Mercedes todo terreno podrá seguir apestando la Pradera con la exhibición de su
potente arrancada (luego seguro que es sensible a la conservación del entorno y
está comprometido con el reciclaje, cada uno tenemos nuestras contradicciones).
El Turieto es un camino recóndito y
umbrío en su mayor parte. También suele ser bastante solitario y silencioso,
aunque en esta ocasión transitábamos una riada de gente por su casi perenne alfombra
de hojas caídas. Es más hermoso de lo que reflejan unas fotos en las que, al
tratarse de un lugar tan cerrado, nunca consigues suficiente perspectiva y campo
visual. Además les falta el aroma de la tierra mojada y el rumor del río. Lo
mejor es ir allí y sentirlo en persona.
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