jueves, 31 de octubre de 2013

Ordesa: El Turieto En Otoño

La carretera que, desde Torla, se interna en el valle de Ordesa hasta la Pradera, trepa en descarnadas revueltas por la margen derecha del río Arazas, pero se trata de una vía de comunicación relativamente reciente, el acceso de toda la vida remonta por la umbría y boscosa margen izquierda del río y es conocido como “camino del Turieto”.
 

Se trata de un camino de herradura, bastante bien acondicionado y apto para todo tipo de paseantes. Teníamos la intención, el pasado fin de semana, de recorrerlo con unos amigos. Para nosotros, la época idónea, por el colorido, el brillo y la humedad, es el otoño, aunque me temo que este año acudimos un poco pronto, ya que el verano se ha prolongado un mes más de la cuenta y el cambio tonal de las hojas estaba en una fase temprana, todavía no asomaban esos hermosos matices de cobre tan fotogénicos. Para compensarlo, he hecho trampas, tirando de los filtros cálidos de Photoshop.
 

 
 
La ruta arranca en Torla, justo antes de que la carretera atraviese el túnel bajo el pueblo, un camino en fuerte pendiente desciende hasta el río Ara, el cual se cruza por el llamado puente de la Glera. Remontando la margen izquierda no hay pérdida posible: primero es una pista llana y luego, bien señalizado, un desvío a mano derecha, ya por camino, se empina moderadamente. Al principio discurre por terreno más abierto y, después, se interna en el bosque.
 
 

En la excursión se salvan unos 300 metros de desnivel. Desde Torla a la Pradera de Ordesa hay unas dos horas a golpe de calcetín, a las que hay que sumar el tiempo que pierdas en extasiarte en el genuino “bosque del enanito” que se atraviesa: el musgo, las hojas, las setas, las cascadas que puedes bajar a contemplar tomando breves desvíos, en fin, un absoluto recreo para la vista, para el olfato con los olores de la tierra mojada y para el oído, con el persistente rumor del río que corre siempre unas decenas de metros más abajo. El regreso cuesta un poco menos, claro.
 
 

Esta vez, al llegar a la Pradera, la vemos inundada de vehículos, hay varios centenares y caigo en la cuenta de que ya no está operativa la restricción que, en verano, impide subir con un turismo particular. Pienso que, si yo mandara, esa restricción estaría vigente todo el año, pero tranquilos, lo mío no es la política activa, así que el señor del Mercedes todo terreno podrá seguir apestando la Pradera con la exhibición de su potente arrancada (luego seguro que es sensible a la conservación del entorno y está comprometido con el reciclaje, cada uno tenemos nuestras contradicciones).
 
 

El Turieto es un camino recóndito y umbrío en su mayor parte. También suele ser bastante solitario y silencioso, aunque en esta ocasión transitábamos una riada de gente por su casi perenne alfombra de hojas caídas. Es más hermoso de lo que reflejan unas fotos en las que, al tratarse de un lugar tan cerrado, nunca consigues suficiente perspectiva y campo visual. Además les falta el aroma de la tierra mojada y el rumor del río. Lo mejor es ir allí y sentirlo en persona.


 

 

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