Ayer comenzaron las fiestas de mi pueblo.
En Monzón se celebran en honor de San Mateo, que es el evangelista que tiene
más tirón entre mis paisanos (si se enteraran de que yo, secretamente, prefiero
la lectura de san Lucas, tendría que irme del pueblo, así son las cosas cuando
lo que se impone son las pasiones de las masas enfervorecidas).
Uno de los primeros actos de los
festejos, que acabarán el domingo con un sonado castillo de fuegos
artificiales, es el tradicional desfile de carrozas, que convoca a todo el
pueblo, entre participantes y espectadores. Nos hallamos en un estanque muy
animado y de aquí al domingo las noches serán muy largas y correrán ríos de
bebida, tanto si hace calor, como si no.
Qué puedo decir. Ningún otro desfile de
carrozas es más bello que el desfile de carrozas de mi pueblo, porque ningún
desfile de carrozas es el desfile de carrozas de mi pueblo (sí, estoy releyendo
a Pessoa).
Este año me he animado a hacer unas fotos
para compartirlas en este blog. Saqué una Pentax K-5 y disparé a 12800 ISO en
unas condiciones de luz muy difíciles (noche cerrada frente a potentes focos),
la calle estaba abarrotada y tampoco es que yo tuviera un pase de prensa o
algún privilegio por el estilo: todo son excusas para encubrir los defectos de
las tomas, pero lo que cuenta es que hay diversión sin fin.
Tengo que señalar que el espíritu de la
festividad y la ilusión y la energía de la celebración corresponden, casi en
exclusiva a los niños y a los jóvenes. Son los auténticos bendecidos de san
Mateo y, como no lo saben, disfrutan de lo lindo y con la más sagrada
despreocupación.
Un grupo de animación callejera transitaba
el desfile con su parque móvil de ciclos fantásticos al más puro estilo
vintage.
Las charangas, bandas de música y grupos
de batucada, ponían el imprescindible punto ruidoso y dinámico.
En la presente edición, había numerosos
participantes que lucían gran variedad de disfraces. Estos jóvenes ataviados de
autos de choque, me pareció que habían dado con un truco simple pero ingenioso.
El comentario de actualidad política
estaba plasmado en la compleja carroza de la peña “La Trifulca” y su “Congreso
de los Imputados”, con las efigies de insignes sospechosos en el frontispicio y
obvias alusiones a un embutido de gran predicamento, que ofrece una referencia
tan fácil como oportuna.
Por último este joven, desde la réplica
de un balcón del ayuntamiento, nos recuerda este sabio consejo:
“No es necesario divertirse para beber”.
Excelente reportaje, y bueno que te animases a hacerlo echándole ánimo, que ahora que formamos parte de la carrocería, de perdidos al río, casi nos sumamos al desfile. Muy bueno el refrán final, la gente lo tiene muy presente en las fiestas, en cierto modo, pero no llega a aflorar a la consciencia con esa claridad sentenciosa.
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