Un conocido spot publicitario proclama
que los ochenta molaban (pero sólo en música, añade). Por mi parte no puedo
estar más de acuerdo. La música de los ochenta molaba, es el verbo exacto.
Frente al valor de lo “auténtico” que
marcó la década anterior, los ochenta proclamaron la irrupción de lo
desenfadado, de la frivolidad, de la pura diversión. Hasta lo siniestro era
cachondo, como si se estuviera apurando el fin de los días previo al
apocalipsis. Triunfó una estética hortera y macarra, con pretensiones de
elaborada sofisticación, de distinguido y aristocrático glamour. El pop, más o
menos sintético, era el género dominante, aunque figuras emblemáticas, como
Prince o Tom Waits, ponían un contrapunto que hacía enormemente diversificado
el panorama (musical).
Estos son Sniff 'N' The Tears. Paul Roberts es el 2º por la derecha |
Los chicos del grupo Sniff ‘n’ the Tears
encajan en la etiqueta de “grupo ochentero hasta la médula”, aunque tienen la
desgracia de obtener su mayor (y único) éxito a finales de los setenta, con
Driver’s Seat, una canción tan enganchosa y pegadiza, que ya nunca más
encontrarán algo tan inmediato y resultón. Para colmo, estaba en un álbum
(“Fickle Heart”, 1978), donde el resto del material era, en su mayoría, de bajo
perfil. Lo cierto es que, tras este patinazo, no llegaron nunca a jugar en
primera división. Eso sí, Driver’s Seat fue un pelotazo y si en los 80 tuviste
las orejas puestas, la has oído, pero por si acaso, te la pongo aquí.
En 1980, 1981 y 1982 sacan un álbum cada
año, buscando repetir un éxito que se les resiste… y luego un largo silencio.
El líder y prácticamente el factótum de estos chicos londinenses es un músico y
artista gráfico, un tipo con más talento que suerte, un tal Paul Roberts,
sujeto algo malcarado, con un aspecto poco apto para un grupo “de niñas”, o
sea, que no era un efebo glorioso como los que componían formaciones muy
exitosas en aquel entonces, léase Duran Duran y Spandau Ballet, de cuya
estética mamaron nuestros inefables Mecano.
El álbum de Sniff ‘n’ the Tears de 1982,
su último esfuerzo, tan serio como estéril, por alcanzar la difusión a la que,
por mérito, eran acreedores, se titula “Ride Blue Divide”. Desgrana textos, en
algunas ocasiones, oscuros o herméticos, en otras, más sencillos y obvios, cantados
con una elegancia pop inaudita, con una voz, la de Paul Roberts, a la vez
aterciopelada y áspera. Solo Bryan Ferry en “Avalon” cantaba con una voz tan
atractiva en aquel mismo año. Ride Blue Divide era una delicia ochentera, que
inunda por completo los surcos del vinilo, el cual pasó bastante inadvertido, casi
nadie pensó que aquello fuera relevante, salvo por su sofisticada portada,
diseñada, claro, por el omnipresente Paul Roberts, que luego haría fortuna como pintor hiperrealista.
Se trata de un disco muy agradable de
principio a fin, muy homogéneo, sin apenas sobresaltos ni momentos bajos en el
nivel de sus nueve chispeantes temas: “Hungry Eyes” fue la canción que se oyó
un poquito en las radios de la época, al tratarse de la más pachanguera y
simple, personalmente me “ponen” más “You May Find Your Heart”, “Gold” (una
balada de corte americano con maravillosos ruiditos sintéticos), o la que da
título al álbum, “Ride Blue Divide”, aunque no hay ni un solo tema que no se
quede un poco conmigo: unas melodías placenteras y pegadizas, unos coros etéreos
y sensuales, una producción pulida y esmerada y, sobre todo… esos
inconfundibles sintetizadores de la época, que hoy son ya piezas de juguetería
o pertenecen al baratillo del desguace musical, pero que puestos en su contexto
suenan, como se dice ahora, “divinos de la muerte”.
Si no te dice nada el rollo musical de
los años ochenta, difícilmente vas a empezar ahora, ni con este disco ni con
ninguno, pero si te va el pop desenfadado, las melodías pegadizas y coloristas
, el sonido elaborado y artificioso, o si cedes a los embates de la nostalgia
de una época en la que eras más joven y la cacharrería del mundo musical era
más novedosa, dale una oportunidad a este viejo disco que, en su día, debió de
pasarte bastante desapercibido.
Aquí tienes un enlace para probar si
puedes descargarlo. Es una copia sólo pasable, porque proviene de un vinilo.
Todavía conservo el single de hungry eyes, aunque no recuerdo el año. Es verdad que la voz del cantante era delicada para ser un grupo de rock. Pero en aquellos años todo era excepcional, sobretodo la música. Es una lástima que sea una banda tan desconocida y tan poco recordada.
ResponderEliminarbuen post!