Llegadas las vacaciones a sus últimos
estertores previos al inicio del curso escolar, los niños en casa se ponen
particularmente latosos. Para paliar este efecto indeseable, se me ha ocurrido
brindar un pasatiempo, apto para cualquier público, en forma de un sencillo
recortable con el que, a no dudar, los menores dotados de un poco de paciencia
fliparán, al menos durante unos minutos.
Primero se imprime este patrón en un
papel grueso: el de lámina de dibujo es ideal. El patrón me lo pasó una compañera
maestra que no consideró oportuno decirme de dónde lo había sacado. Lo he
reproducido tal cual (y me sigo preguntando por qué los triángulos no son
equiláteros). Los números añadidos indican qué triángulo deberá pegarse sobre
qué pestaña sombreada.
Una vez impreso el patrón, se recorta con
sus triángulos de colores y sus pestañas sombreadas en una sola pieza. Esta
pieza se dobla por todas sus líneas,
marcando aristas, hacia un lado y hacia otro. Si se olvida una sola doblez,
hacia arriba o hacia abajo, dará problemas.
Ahora se pegan las pestañas marcadas del
3 al 8, bajo su triángulo correspondiente, formando una especie de serpiente de
tetraedros que tiene este aspecto:
A continuación, cerramos el anillo,
pegando los triángulos 1 y 2 sobre sus pestañas y nos encontraremos, más
fácilmente de lo que parece, con el recortable montado, que tiene esta pinta:
No parece demasiado impresionante, ¿verdad?
Hay que decir que mi nivel de torpeza es notorio: recorto mal, tengo que doblar
usando una regla y me pongo las manos perdidas con el pegamento (tiene que ser pegamento
de tubo, de los que tienen un agradable olorcillo y pringan los dedos con esas
costras transparentes tan divertidas de sacar).Todo el proceso lleva unos pocos
minutos. Si calcas el patrón, puedes emprender atrevidas decoraciones
alternativas en las caras.
El chiste del asunto es que se puede
hacer girar el anillo de papel, de dentro a afuera, incansablemente, sin que se
rompa… Parece un caleidoscopio.
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