Entre las localidades oscenses de San
Esteban De Litera Y Peralta de la Sal hay quince kilómetros de estrecha y
tortuosa carretera, que es el sueño de cualquier ciclista medianamente en
forma: poco tráfico, cuestas duras pero abordables, y un pintoresco paisaje de
monte bajo.
Peralta de la Sal desde la carretera |
Transitaba yo por esos parajes, un
delicioso día de finales del verano de 2005 y, como no hacía mucho calor, me
detenía a dar un paseo más allá de las márgenes de la carretera, allí donde
veía un punto de interés, normalmente algún puentecillo sobre el reducido cañón
excavado por un barranco que, en aquella época, estaba seco.
Puente en la carretera a San Esteban de Litera |
En estas descubrí una tumba con una placa
que estaba muy limpia y brillante, con lo que parecía bastante reciente. Me
acerqué por curiosidad y lo que leí me dejó dos puntos por encima de
desconcertado y sólo uno por debajo de patitieso. Transcribo la espeluznante
inscripción, aunque, con la foto, casi no hace falta: “J.H.S. Sor Inés Sota
Garayoa, Sor Antonia Pascau Castán, Sor Josefa Belarra, religiosas de la
comunidad de Sta. Clara de Monzón, fusiladas y quemadas en este lugar, el día 2
de octubre de 1936 por no apostatar de la fe.”
Paraje donde se halla la tumba |
Dado que no nací precisamente ayer, no
ignoraba los episodios de inaudita barbarie que la Guerra Civil propició en
ambos bandos. Aunque en 2005, cuando topé con este hallazgo, faltaban unos años
para el advenimiento de Zapatero y su famosa “memoria histórica”, sabía también
que muchos del bando perdedor recibieron similar tratamiento y yacen en fosas
anónimas que no han recibido un etiquetado tan honorable como estas tres
monjitas. Sé también que la leyenda transcrita puede reflejar una
interpretación bastante sesgada de los hechos para presentarlos aún más atroces
de lo que fueron.
La inscripción en la tumba |
Pero en aquel momento, el texto que
relataba su destino me pareció desgarrador. Los asesinos, no contentos con
fusilarlas, las queman y uno espera que lo hicieran después de que las hermanas
expirasen y no de resultas de un fusilamiento defectuoso, que había que
completar con inconcebible sadismo, hecho que es connotado, aunque sin
detallarlo ni esclarecerlo: se deja a la imaginación.
Por otra parte, quizá me he excedido al
hablar de asesinos, tal vez sólo se trató de simples ejecutores, de verdugos
que llevaron a cabo la ejecución, en cumplimiento de una sentencia de pena
capital. ¿Puedo adivinar cuál fue el delito cometido? Sinceramente, no. No
recuerdo ninguna ley en la 2ª República que declarase punible la pertenencia a
una congregación religiosa. Entonces, ¿cuál sería el crimen perpetrado por las
tres ajusticiadas? Claro que, si no resuelvo este misterio, tengo que regresar
a la denominación de asesinos… Un tema muy doloroso y complejo.
La Iglesia de Peralta de la Sal |
Pero el premio a lo que produce mayor
perplejidad y escalofrío se lo lleva la última línea: “por no apostatar de la
fe”. Esto introduce un interrogante capital: imaginemos a las monjitas en poder
de los milicianos que han decidido fusilarlas, o han recibido esa orden… Si las
hermanas apostatan de la fe y dicen haberse convertido en anarquistas,
marxistas o ateas, ¿salvan su vida? Esto parece poco verosímil, en una época
propicia a toda clase de horrores, si la piedad o la misericordia no funcionan,
tampoco conviene hacerse ilusiones respecto al resto de las cualidades de la
naturaleza humana. Yo hubiera apostatado de mi fe, dado que estimo mucho más
esta vida, por perra que sea, que la otra, que de ningún modo consigo
representarme. Hubiera abjurado, digo, pero no me hubiera llevado una sorpresa
terrible si me hubieran fusilado igual. Al final, lo que queda, siempre y únicamente,
es el miedo, el horror al lado oscuro de los seres humanos.
Antiguas Escuelas Pías de Peralta |
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