martes, 10 de diciembre de 2013

Operación Dulce - Ian McEwan

La Espía Que Me Amó. Tal podría ser un (lamentable) título alternativo para esta novela. Lo he tomado prestado de Ian Fleming, cuya obra no he leído. Sólo he visto algunas películas del ciclo de James Bond que, en general, me han parecido filmes de acción bastante pueriles, dirigidos a satisfacer las fantasías de lujo y lujuria, de poder e impunidad, entre públicos dispuestos a consumir entretenimientos sin problemas y fábulas poco exigentes. Hace poco vi “Desde Rusia Con Amor” y “Goldfinger” y, pese al buen oficio y al innegable gancho de Sean Connery, no sé si podría con seriedad distinguirlas, o recomendarlas, por encima de las parodias de “Austin Powers” (que a mí me gustan bastante más que los parodiados originales). Quiero, con todo esto, decir que mi inclinación por el género de espías, o por las andanzas de los servicios secretos occidentales durante la Guerra Fría, es escasa, más allá de haber disfrutado ocasionalmente con Graham Greene (El Factor Humano) o John Le Carré (El Espía Que Surgió Del Frío).

Así pues, que mi escritor predilecto se embarcara en “una de espías” no era una gran noticia para mí, pero como estaba dispuesto a perdonárselo todo, la compré y me embarqué en su lectura. Una vez acabada ésta, he necesitado 24 horas para recuperarme del pasmo y poder cerrar la boca. Bueno, aún estoy un poco boquiabierto, ahora que me dispongo a recomendarla aquí, para uso de cualquier mortal que se tenga por amante de la lectura y que disfrute de la suerte y el privilegio de no haberla leído todavía. Aquí no cabe esperar a la película, pues no veo la forma de llevarla al cine sin destruir su principal atractivo, que es estrictamente textual o literario.

“Operación Dulce” es una novela algo voluminosa (400 páginas en la edición de Anagrama) y muy absorbente, poco apta para leerla antes de un examen de Derecho Mercantil o de Didáctica General, o mientras tienes que vigilar el horno o durante una guardia de enfermería. Una vez que te adentras en la trama, ya no conoces ni a tu padre.

 
Es y no es una novela de espías. Admito que éste es su aspecto aparente, aunque va mucho más allá: en realidad es una narración sobre la propia naturaleza y el alcance de la narración misma. Literatura sobre la esencia del hecho literario. Dicho así parece muy abstracto y uno siente unas irreprimibles ganas de salir corriendo a proveerse de un best-seller como Dios manda. Sin embargo, esta novela que habla, entre otras cosas, de cómo se cocina una novela, tiene más gracia, más morbo, más suspense y más interés que cualquier best-seller que yo haya leído en los últimos cincuenta años. Si crees que exagero, léela.

Comienzas conociendo a Serena Frome, una chica de buena familia, atractiva y despierta, a la cual una circunstancia, más o menos fortuita, lleva a ser reclutada por el MI5, el servicio de inteligencia británico. Al principio su trabajo carece del más mínimo glamour, no pasa de ser una auxiliar administrativa mal pagada y sujeta a poderosas restricciones, emanadas de lo más turbio y fétido de las cloacas del Estado, donde mecanografía informes reservados, reservadísimos, pues es tiempo de Guerra Fría, estamos en 1972 y la amenaza soviética se cierne sobre el mundo libre, o eso aseveran sus jefes.

Un día su suerte cambia. “Los de arriba” piensan que hay que hacer frente al comunismo también en el ámbito de la confrontación ideológica y cultural, donde éste parece haber tomado cierta ventaja, ya que su prestigio alcanza a numerosas personas “comprometidas” en el mundo intelectual y universitario, en el de la enseñanza, la literatura y las artes. De este modo se plantea la “Operación Dulce” que consistirá en financiar, a través de una Fundación conectada con los servicios secretos, a periodistas y escritores de valía que puedan denunciar con credibilidad la falta de libertades y la situación real en los paraísos comunistas. Así Serena, haciéndose pasar por directiva de esta supuesta Fundación cultural, conoce y “capta”, para favorecer la promoción de un nuevo talento, a un joven y prometedor escritor, Tom Haley, del que, como era lógico y previsible, se acaba enamorando, lo que la lleva a establecer una potente relación física, sentimental y literaria.

He aquí el conflicto: ella sabe que ha accedido a él con un engaño; si le dice la verdad, perderá el trabajo y la confianza de su amado, si le sigue mintiendo… Hasta aquí puedo leer, que decía el presentador del concurso televisivo “Un, dos, tres…” Por cierto, uno de los tejemanejes habituales en la versión inglesa del famoso concurso, es usado para ilustrar una conocida paradoja probabilística (la propondré pronto en Matemáticas Y Diversión) que, en el libro, da lugar a un pasaje singularmente genial (y es que Serena es matemática por formación universitaria y a McEwan le interesan mucho los ámbitos “de ciencias”, como ya demostró en “Solar”).

 
La obra es original, sólida y una pizca romántica. Su elaborado truco de ingeniería narrativa confunde y sorprende al lector más desconfiado. Su especular (y espectacular) pareja protagonista te arrebata, sea cual sea tu sexo y tendencia y, por si esto fuera poco, hay unos interesantes “bonus” que intentaré enumerar:

Uno. Una rica ambientación de época y situación social nos remite a varios e interesantes temas transversales. Nos asomamos a la Inglaterra de los primeros años 70, con la crisis energética, la Guerra Fría y la lucha contra el IRA Provisional, el cual, reventando autobuses y pubs, trataba de desencadenar un Golpe de Estado. Se ha acabado el optimismo de los 60 y vemos a una de las democracias más viejas y sólidas de Europa, zarandeada por la crisis, el malestar, las huelgas, la inflación, el terrorismo y una cierta desesperanza que se instala en el estado de ánimo de sus moradores. Tiempos oscuros.

Dos. Una descripción de situaciones características de la trastienda del Estado, de los servicios de inteligencia, donde magistralmente se levanta el entramado de relaciones en las que todo es ominoso, todos desconfían de todos, no se sabe dónde está el engaño o la evidencia, la mentira o la verdad, la lealtad o la traición.

 
Tres. Un racimo de narraciones secundarias (las producciones de Tom Haley, el escritor), entreveran la trama principal con otros cuentos e historias que, sin interrumpirla ni entorpecerla, la completan, la enriquecen, la iluminan, hasta configurar un mosaico de variaciones ilustrativas de los procedimientos de creación literaria. Este me ha parecido el más original y emblemático de los planteamientos de la obra: ¿se cuentan unos acontecimientos o acontece lo que unos cuentan? ¿la realidad es fabulada o lo fabulado crea la realidad como una emanación?

Y cuatro. Por último está un estilo, el de McEwan que es muy elaborado sin dejar de ser natural, muy nítido sin dejar de ser misterioso, muy sencillo contando cosas verdaderamente complejas. Y se adorna de sutilezas y matices sin perder su aparente facilidad. Cuando sepamos cómo lo hace, será algo canónico, de aprendizaje obligatorio. Tengo ya planeado que, en una próxima vida, aprenderé a leer inglés a nivel literario, para disfrutar de esto como es debido, maestro.
Una vez lo hayas acabado, si te apetece profundizar en este libro desde una perspectiva de análisis más seria, prueba a leer esta magnífica reseña:
http://vanityfea.blogspot.com.es/2013/09/novelist-spying-on-himself.html

 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Homenaje A La Constitución. Nadie Te Quiere Ya

No parecía posible, pero ayer asistimos a la celebración más raquítica, amorfa y desmotivada del día de la Constitución de los últimos 35 años. Es un tema que ya no tiene presencia ni en los colegios. Creo que, para ser éticos, deberíamos solicitar la abolición de este largo e insulso puente.

Me desayuno esta gélida mañana con la noticia de que hay contactos y conversaciones entre el Jefe del Gobierno y el Jefe de la Oposición para la reforma del texto constitucional. Parece como si esta reforma formara parte de las demandas políticas más acuciantes del momento. Todos los españoles hemos caído en la cuenta de que esta constitución ya no nos pone y, en consecuencia, queremos cambiarla en cuanto pasen las navidades.

A mí me parece un ejercicio de frivolidad espeluznante, por un sencillo motivo: esta Constitución que tanta indiferencia despierta, fue fruto de un consenso que hoy en día, sinceramente, no creo posible. Una constitución es letra muerta cuando el cuerpo político y la ciudadanía por él representada, no la consideran el conjunto de normas y principios básicos que rigen la vida pública en el Estado.

He leído la Constitución de 1931 y es un texto fabuloso, sin embargo hoy sabemos que su utilidad fue, más bien, moderada. Dígaseme ahora en qué texto constitucional veríamos reflejadas y canalizadas las aspiraciones soberanistas vascas y catalanas, quién lo redactaría y cómo se obtendría un mínimo de entusiasmo colectivo por el nuevo marco de relaciones. Es un chiste. Es como si yo fuera el encargado de redactar los estatutos de unificación de ETA y Al-Qaeda, seguro que no salía nada que les fuera a complacer.

Bueno, yo quiero reiterar un modesto homenaje a nuestra casi obsoleta piedra angular del edificio legislativo del Estado español. Desearía conjurar el miedo que me dan aquellos que dicen que ninguna constitución podrá frenar sus aspiraciones colectivas (es como si dijeran, como conductores libres, no aceptaremos la imposición de ningún código de la circulación) y déjeseme reiterar la obvia pedagogía de que un buen texto constitucional no satisface a nadie, pues para unos es el techo de las concesiones que pueden otorgarse, mientras que para otros es apenas el punto de partida de sus pretensiones.

Pondré aquí, por si algún día quiero consultarlo, el nombre de los siete próceres que parieron esta poco espectacular pero práctica carta magna: Gregorio Peces-Barba (PSOE), Miquel Roca i Junyent (CiU), Jordi Solé Tura (PSUC), Gabriel Cisneros (UCD), Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón (UCD), José Pedro Pérez-Llorca (UCD) y Manuel Fraga Iribarne (AP). Por orientación política, predominaron las derechas (5/7) y por procedencia territorial madrileños (2/7) y catalanes (2/7)(¡¡Curioso dato para decir a estas alturas no sentirse representados!! Murcianos no había ninguno).

Para animar la celebración, he escogido un bonito tema del más grande grupo musical que hubo en España en los tiempos preconstitucionales: los Brincos, cuya alegre melodía pone un festivo marco de referencia a las imágenes que he seleccionado de internet, guiándome por su pertinencia respecto del evento.

Y f+elicito desde aquí a la biznieta de la Pepa.
 
 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

El Monasterio De Sigena Durante Su Abandono

En el siglo XII doña Sancha de Castilla, esposa de Alfonso II de Aragón, apodado el Casto (tal vez porque su consorte debiera apodarse la Coco), mandó construir este monasterio de estilo románico cisterciense que, superando con mayor o menor fortuna complejos avatares históricos, ha llegado hasta nuestros días. Lo más remarcable de lo que se conserva es la asombrosa portada de la iglesia: un arco con numerosas archivoltas sin adorno, que no cobijan un tímpano y que forman un conjunto original e inolvidable: una vez visto es inconfundible.
 

El monasterio estuvo prácticamente abandonado en los años setenta y primeros ochenta. La maleza lo invadía y uno podía acceder a la iglesia y otras ruinosas dependencias como Pedro por su casa.
 

Con un amigo, también con veleidades excursionistas, nos habíamos provisto en aquella época de dos ciclomotores Mobylette, de los que usaban los labriegos para desplazarse al huerto. No molaban nada, pero eran fiables y robustos como los pilares de la Tierra. Un día llegamos hasta Villanueva de Sigena y “exploramos” de cabo a rabo el desaliñado y bellísimo conjunto monumental.
 

Hasta nos subimos al tejado. Las fotos son malas porque yo entonces tenía una Olympus Pen EE-3 que, siendo funcional, no daba para más definición. Además las escaneé con el culo y me deshice de los originales L.
 
Un joven Himphame ante la iglesia
Un joven Himphame en el campanario
Actualmente, el monasterio vuelve a estar habitado y activo. En 1985 se instalaron allí un grupo de religiosas de las Hermanas de Belén y de la Asunción de la Virgen que, al parecer han ido consiguiendo fondos para restaurarlo en parte. Por tal motivo, la visita hoy en día es más cómoda e instructiva, aunque ha perdido el aspecto “aventurero”, romántico y gratificante que yo tuve el privilegio de disfrutar hace casi 40 años.
 

El monasterio es hoy además testimonio de un conflicto muy significativo, para cuya explicación tengo que remontarme unos añitos más. En 1936, los aguerridos milicianos le prendieron fuego, coherentemente con lo que sus creencias y su sensibilidad dictaban. Pero la Generalitat de aquél turbulento momento histórico, tuvo la sensata ocurrencia de “preservar” las pinturas murales, unos frescos románicos de grandísimo valor que, aun hoy, el pasmado visitante puede admirar en el MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña, traduzco de su página web), previo pago de una modesta entrada (12 €). Posteriormente, la propia Generalitat completó su esfuerzo preservativo, adquiriendo a un precio irrisorio el resto de los objetos de valor artístico que se habían salvado de la furibunda piromanía anarcosindicalista. El gobierno aragonés reclamó luego una opción de retracto en el pago, para recuperar los bienes pero, en este caso concreto, los tribunales bendijeron el expolio que, al parecer, había tomado la dirección políticamente correcta, sin olvidar que fue la propia Iglesia la que se había vendido los copones y otras herramientas. En ese litigio andan los próceres de aquí, con menos posibilidades de éxito que si se hubieran embarcado en la recuperación del oro de Moscú.

 
Tengo, para terminar, el placer de adjuntar dos imágenes que permiten una comparación muy bonita (e instructiva): la foto de la piedra desprovista de sus valiosas pinturas y la foto de las valiosas pinturas puestas a buen recaudo por nuestros vecinos. Se pueden sacar variadas y opuestas conclusiones, dado que los caminos del Señor son infinitos.

La piedra despintada
 
O se puede hacer un fotomontaje superponiendo ambas imágenes.
 
La clave está en el MNAC

 

lunes, 2 de diciembre de 2013

El Lenguaje Perdido De Las Grúas

El título de esta entrada, lo tomo prestado de una novela (The Lost Language of Cranes, 1986), nacida de la pluma de David Leavitt, un escritor neoyorquino de gran predicamento en la comunidad gay. La novela habla de incomunicación, soledad y frustración y, sí, también habla de grúas.



Si mal no recuerdo, en algún capítulo, se contaba el estrafalario caso de un niño desatendido, que imitaba el comportamiento de las grúas porque era lo único que veía desde la ventana de su habitación. No es sólo que en Norteamérica estén un poco “p’allá”, sino que, es cierto, las grúas tienen un algo de misterioso y atractivo, sobre todo vistas al atardecer, en el momento en que cesa su actividad, como acostumbraba yo a contemplarlas desde mi ventana, cuando crecían como setas en las extensas afueras de mi pueblo.

Por aquél entonces, su misterio se materializaba en que eran el símbolo más visible de una prosperidad económica, más o menos ficticia, que se ha evaporado sin dejar otro rastro que la pobreza que ya nos adornaba y otra tanta que hemos importado. Planteaban un enigma: ¿quién va a poder adquirir todas estas viviendas, si cuesta una vida ganar el dinero necesario para comprar una casa?

Evidentemente las esbeltas grúas no tenían la respuesta, su secreto lenguaje consiste, por estas tierras, en una sucesión de silbidos y crujidos, unos ruidos como de mecánicos suspiros inertes que el viento va tañendo en sus afilados perfiles. Ahora se echan un poco de menos en el paisaje. Allá donde las levanten en este momento, escucharán su idioma indescifrable (y algún niño perturbado como aquél de la novela, las imitará extendiendo sus brazos y girando como un derviche).




domingo, 1 de diciembre de 2013

Matemáticas Y Diversión 5. Recipientes, Bidones O Garrafas

En una ocasión, con motivo de vadear en el instituto uno de esos engorrosos días festivos/lectivos en los que los alumnos son propulsados al centro sin otra misión que solazarse una mañana en honor de san Atorio (santo patrono de los tuberculosos), o del Día Mundial del Embutido, no me acuerdo, el caso es que organizamos una gymkana, con unos modestos premios, para tener al personal entretenido y evitar que se dieran a esos juegos violentos con los que los adolescentes acostumbran a relajarse.

Cada departamento preparó una prueba y los de matemáticas, siempre aguando la fiesta, incurrimos en el viejo encargo de mandar al personal a la fuente a por una cantidad concreta de agua con los recipientes menos apropiados.
 

Se les daba un bidón de ocho litros de capacidad y otro de cinco y se les encargaba traer un litro exacto de agua. Los más astutos, lo medían a ojo de buen cubero y, si bien es verdad que traían una cantidad muy aproximada, no les dábamos por buena la prueba sin la explicación de cómo habían procedido. Lo que se esperaba es que fueran capaces de anotar algo parecido a esto:

Llenamos el bidón de 8 litros y lo vaciamos en el de cinco. En el de 8 quedan tres.

 
Vaciamos el de cinco y le echamos esos 3. Volvemos a llenar el de 8.

Ahora, en el de 5, caben 2 más. Lo llenamos con el de 8 y, en éste, nos quedarán 6.

Vaciamos el de 5 y, al volverlo a llenar con el contenido del otro, en éste, el de ocho, nos quedará justamente un litro, que es el que entregamos muy ufanos.

 
Para nuestra sorpresa, el número de equipos participantes que superó esta prueba fue bastante escaso. Y es que las matemáticas, como todo el mundo sabe, tienen su dificultad.

Reflexionando luego sobre la catástrofe, caí en la cuenta de que podíamos haber pedido cualquier número de litros entre 1 y 13. La prueba con 5, 8 ó 13 hubiera sido demasiado fácil. Pero yo invito al lector a resolverla para 2, 3, 4, 6, 7, 9,10, 11 ó 12 litros. Palabra que es muy sencillo.

 
Y ahora me pregunto (porque no lo sé) en qué condiciones, con dos recipientes de capacidades a y b, siendo a y b números enteros mayores de 1, se podría traer cualquier cantidad exacta de litros comprendida entre 1 y a+b. Una condición evidente que se me ocurre es que a y b habrían de ser primos entre sí: con dos bidones de 6 y 8 litros no se puede, trasvasando de ninguna manera, traer 1 litro de agua (o tres, prueba).

Por ejemplo, si uno está lo bastante cachas, con recipientes de 11 y 15 litros, ¿podría traer cualquier cantidad exacta comprendida entre 1 y 26 litros? Sospecho que sí, pero lo dejaré abierto.

 

jueves, 28 de noviembre de 2013

"Religión En Las Aulas" (La Película De La Educación En España)

Alfredo Pérez, nuevo ulema del laicismo, vigoroso aglutinante del “todos contra el Pepé” dada su condición de Jefe del Gobierno en la Sombra, que saldrá a la luz apenas haya unas elecciones y las gane, ha vuelto a destapar uno de los puntos fuertes de ese programa electoral que los socialistísimos han conseguido mantener virgen e inmaculado, intacto tras 21 años de mandato: España se convertirá en un Estado laico, la religión saldrá de las aulas y se denunciará el actual Concordato con la Santa Sede, vigente desde 1979. Si a estas alturas creyera yo una sola palabra de lo que dice este hombre, no me quedaría más remedio que votarle. Claro que, si les haces caso, también iban a legalizar las drogas blandas… (en Uruguay).
 

Andan los tiempos revueltos. El Gobierno vence, pero no convence, porque convencer es persuadir y el actual ejecutivo impone la fuerza bruta de su mayoría absoluta (perdone, señor Unamuno por la paráfrasis, usted que tuvo los huevos de soltarle esta parrafada en las narices a Franco). La ley del señor Wert ha cabreado a toda la comunidad política: los separatistas dicen que de ninguna manera se estudiará en sus fincas ni media palabra más de castellano; socialistas y comunistas (que ahora se llaman izquierda plural, su etiqueta primigenia, después de lo de Ceaucescu, anda un poco desprestigiadilla) dicen que es retrógrada y anti igualitaria y mete más religión en los centros, amén de favorecer a los concertados… Dicen también que con la coalición gobernante que saldrá de las próximas legislativas la derogarán en un pispás (y están en su derecho, faltaría más). Pero en este torrente de razonamientos, resumidos con habilidad y contundencia en consignas para ser coreadas detrás de las pancartas, hay aspectos oscuros que no acabo de pillar (menos mal que ya no ejerzo el oficio de enseñante).

Uno es el de la “calidad de la enseñanza”, con la que todos se llenan la boca (sí, hasta los actuales legisladores, no en vano LOMCE pretende significar Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa y no Ley de Ocultación de las Miserias de los Centros de Enseñanza). Lo triste es que vamos camino de conseguir una enseñanza de una calidad comparable a la de algunas madrasas de Afganistán. Ignoro si las huelgas son un esfuerzo eficaz para mejorar la calidad educativa (si fuera estudiante, por supuesto, así lo creería), del mismo modo que ignoro si favorecer a la concertada es la razón última de la ley. Lo que sí me parece axiomático es que en una enseñanza igualitaria y del “modelo comprensivo e integrador”, como la que hemos disfrutado hasta ahora, lo primero que se sacrifica es la calidad, eso lo sé de primera mano. No se pueden tener los huevos y la tortilla. El modelo de enseñanza vigente tiene indudables virtudes pero, ay, la calidad no va a ser una de ellas, a las pruebas (PISA) me remito, la cosa es como en un bazar chino, encuentras de todo, eso sí.

 Entonces, claro, está lo otro, una enseñanza exigente y selectiva, en la que se valore el esfuerzo y el talento, que sea vehículo de promoción social… ¿Es eso lo que traerá la LOMCE? Sinceramente, no lo creo. ¿Es eso lo que queremos? Tampoco. En realidad queremos medios materiales (elevados presupuestos, dotaciones, ayudas y becas) para todos los estudiantes, independientemente de que vayan a dar golpe o no… Y claro, al parecer, los recursos no los manda el cielo (como simula creer la izquierda en este país), sino que salen de los impuestos y si van, por ejemplo, a educación, no van a autovías o a embajadas catalanas en Canadá. Esto deberían enseñarlo en escuelas e institutos, donde los alumnos rallan (con el rallador) la mesa, porque no saben que su padre la ha pagado con el IVA incluido en el precio de la cerveza que se toma.
 
Wert intenta agredir con la LOMCE
a un niño infiel
Pero me estoy andando por las ramas y no me llamo Ramón. Yo venía hoy a hablar de religión, del Concordato y del inefable Freddie (Pérez Rubalcaba), al que le diría, usurpando las palabras del Jedi Yoda, “hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”. Con todos mis respetos, yo soy también muy pero que muy partidario de una enseñanza laica en un Estado laico, donde la religión pase a la esfera de lo personal y privado, pero, chaval, siempre decís que la vais a quitar y que ya mismo la quitáis y cuando gobernáis aun metéis más religión en las aulas, que vais a ir al Cielo por delante de los de la derecha. Con José Luis Rodríguez “el Puma” (de León), las horas de religión se incrementaron en el currículo y no solo eso, en lugar de sacar al obispo de las aulas, metieron al ayatolá, al rabino, al telepredicador y, si les llega a dar tiempo, al brujo de la tribu, menudos “laicos” de pichorreta.

Las confesiones religiosas deberían financiarse con las donaciones de los fieles y creyentes (y enseñar religión en sus lugares de culto), igual que los colegios privados deberían financiarse con las mensualidades de sus alumnos, y los sindicatos y partidos con las cuotas de los afiliados, pero en este país el robo está institucionalizado, las “mafias” se sientan en el Parlamento y a la “derecha” y a la “izquierda” les parece bien, les viene de perlas, claro.

De todas formas, si yo fuera un militante del autoritarismo progresista y formara en las filas del sector Pol Pot de la izquierda-plural-con-derecho-a-decidir, tampoco estaría muy preocupado con la educación religiosa que, hoy en día, se imparte en los centros: de la misma manera que un alumno medio de primer ciclo de secundaria no es capaz de situar Palencia, Badajoz, Tarragona y Toledo en un mapa mudo de España y cree que dos al cubo es seis, difícilmente completará la lista de los Sacramentos y ya no digamos la de las virtudes cardinales (verticalidad, regate, asistencia y... ¿cuál era la otra?) Los tiempos han cambiado, vale, el saber libresco anda de capa caída en todas las materias del currículo y hasta que no hagan una versión para tablet del Catecismo, nuestros alumnos corren un riesgo escaso y superficial de adoctrinamiento catequístico. No hay peligro de que adquieran una sólida cultura religiosa, pues.
 
San Juan Bosco,
uno de los fundadores de la concertada
Así que tranquilo, señor Rubalcaba, la Iglesia es “un tigre de papel” y no el muro con el que sus correligionarios creen topar una y otra vez. Cuando gobierne, si tal dicha se derrama sobre los ciudadanos españoles, saque la religión de las aulas, con toda tranquilidad. Los partidarios de la catequesis pública que le montarán una manifestación en Madrid, dejarán vacíos el noventa por ciento de los autobuses que llenan los separatistas en sus folclóricas correrías. Y la satisfacción de sus bases al ver que, por una vez, cumplen alguna de sus intrépidas promesas, no tendrá límite.

Si además se les ocurre un sistema razonable para eliminar la concertación de centros educativos, de tal manera que, los que así lo decidan, puedan incorporarse a la red pública con todas sus consecuencias y los que no lo vean claro, pasen a convertirse en centros privados, viviendo de las tarifas que por sus servicios educativos cobren de su alumnado (y no del contribuyente como hasta ahora), si tal cosa se les ocurre, digo, y tienen los arrestos políticos para llevarla a cabo, como ciudadano laico me alegraré una enormidad. Y tendré que cambiar de opinión respecto a ustedes: acabaré pensando que son unos socialdemócratas, en lugar de lo que pienso ahora que son, que no lo voy a decir por si fuera constitutivo de un delito de opinión.

San José De Calasanz
explicando la LOMCE a los Escolapios

 
 
      

domingo, 24 de noviembre de 2013

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 16

Aturdido todavía, al cabo de un rato que no sé si fue medio minuto o medio siglo, abrí un ojo y un oído, intentando sacudir la cabeza, para recomponer los sesos en su sitio, a tiempo de escuchar lo que decía el señor Quintana:

 - No, si ya se sabe, los chicos son de goma.

Acuclillado sobre mí estaba don Gregorio, con un sofoco que lo había puesto todo sudoroso y colorado.

 - ¿Estás bien? ¿Estás bien, chaval? Qué susto. Te has quedado un rato conmocionado.

Minutos después, don Gregorio me llevaba en su coche a la calle Puerta Nueva, a mi casa. Yo iba tendido en los asientos traseros, pero la verdad es que no tenía más daño que las rodillas despellejadas, con unos regueros de sangre todavía brillante y un chichón en la frente que iba tomando el aspecto y el tamaño de un huevo de codorniz. Don Gregorio me ayudó a subir hasta el rellano, quería subirme en brazos, pero me negué en redondo, yo iba haciéndome el dengue, pero más que por el daño que tenía, por la imprevisible y, con toda probabilidad, explosiva reacción se mi madre. Que acudió a la segunda tanda de golpes del llamador y, sin esperar explicación alguna destapó la caja de los truenos:

 - ¿De dónde sales tú con esa pinta? Pedazo de desgraciao, que pareces un Ecce Homo, ¿has estao rodando por un vertedero, o qué? Que una no gana pa estar tol día zurciéndote la ropa y limpiándola, pa que encima vayas hecho un espantajo ¡Y todo arañao y lleno de magulladuras! Pasa padentro que para magulladuras las que te voy a sacar ahora mismo con la zapatilla…

 - Señora, cálmese. - Dijo don Gregorio – Ha sido un accidente, el chico no tiene culpa de nada. Se ha producido un desafortunado incidente, apenas nada para lo que podía haber sido: él iba corriendo por la calle Mayor y lo he atropellado con mi coche.

 - Y a usté quién le ha dao vela en este entierro, pa andar siempre disculpando a este zascandil. Yo le agradezco las molestias que se toma, con lo de pillarlo con el coche y eso, pero ahora cada mochuelo a su olivo, cada uno a su casa y Dios en la de todos, ándese tranquilo que aquí ya lo atenderemos.

 
Quiso la mala fortuna que mi padre estuviera en casa, en una de sus crisis crediticias en los bares. Se había plantado subrepticiamente en la puerta con su típico atavío de camiseta imperio llena de lamparones y pantalón de pana descolorida, atado con un cordel y con la bragueta desabotonada.

 - Qué dice usted, ¿Qué ha agredido al chico con su vehículo? Un menor y me lo ha atacado cobardemente, atropellándolo en plena vía pública. Se le va a caer el pelo: sepa usted, miserable, que el Teniente General Muñoz Grandes, a quien mi padre salvó la vida en la División Azul y que, por este motivo, es mi padrino, tendrá esta misma noche conocimiento de su incalificable violencia y pondrá coto a sus abusos, va usted a ser deportado a Sidi Ifni, no sin antes tener que desembolsar una indemnización astronómica. Esto le va a traer la ruina.

La cara de don Gregorio había adquirido un vistoso tono entre púrpura y violeta. Nunca lo había visto tan alterado. Cuando habló, el tono y el timbre de su voz habían adquirido una majestuosidad bíblica. Mis padres quedaron reducidos a su previsible papel de alfeñiques por efecto de su verbo resonante. Entonces comprendí por qué lo habían hecho director de banco: para llegar tan alto había que mostrar, llegado el caso, la autoridad y la personalidad, el carisma poderoso y viril que caracteriza a los verdaderos líderes.

 - Escúchenme ustedes dos, porque voy a decirlo una vez y no lo repetiré. El chico aparentemente no tiene nada, pero si algo surgiera y fuera precisa la mejor atención médica, sepan que me haría cargo de todos los gastos hasta el último céntimo. Aunque no es esto lo que quiero aclarar: no me pregunten cómo lo he averiguado, pero sé que el chico vale y, con su permiso o sin él, va a estudiar, se presentará en junio al examen de Ingreso y cursará estudios de Bachillerato. Ya hace dos meses que se está preparando y ustedes ni se han enterado: yo le abono la hora de permanencias. Le he conseguido además una beca en Sindicatos, cuando uno tiene influencias ha de aprovecharlas: se la renovarán curso tras curso hasta la reválida de sexto. Bastará con que vaya aprobando. Además le he conseguido una ayuda del banco, bastante generosa por cierto, para libros y material. A ustedes todo esto no les va a costar ningún quebradero de cabeza, ningún paso, ningún trámite, ni un duro, puede que aún les sobre dinero si lo administran bien. Todo está ya arreglado y lo único que han de hacer es dar su autorización, firmando este papel. Hasta el bolígrafo les traigo yo.

Y, con un autoritario gesto de prestidigitador, sacó un fajo de documentos y un boli Bic. Mi padre que se había quedado atontado, boqueando como el pelanas que era, firmó como cataléptico aquí, aquí y aquí, donde le señaló don Gregorio que se fue, muy rápido, muy digno, sin despedirse.

 
Cuando cerramos la puerta, mi padre reaccionó con un alborozo que yo no esperaba y nos sorprendió con este comentario distendido y ruin:

 - A este panoli, le vamos a sacar hasta las entretelas.

Pero no le sacamos nada más allá de lo convenido.

Dos días más tarde, yendo don Gregorio en su coche a Huesca, al Banco de España, a sacar cien mil pesetas para tener efectivo en caja, se metió debajo de un camión, bajando el puerto de Santa Bárbara. Le había dado un infarto y cuando chocó con el otro vehículo, ya estaba muerto.

La manifestación de duelo en Jaca fue multitudinaria e impresionante para tratarse de un hombre soltero y sin familia, mi madre dijo que parecía el entierro del Aga Khan.