sábado, 31 de octubre de 2015

Stoner - John Williams

¿Una novela de John Williams? ¿El compositor de la música de La Guerra de las Galaxias? No, pedazo de animal, me digo, aquél es John Towner Williams, mientras que el escritor que va a deleitar tus neuronas hasta el orgasmo literario, es John Edward Williams, son compatriotas de los USA pero nada más, ¿estamos? Una vez deshecho el entuerto, añadiré que el escritor nació en 1922 en Texas y vivió hasta 1994. En 1965 publicó “Stoner”, novela que está siendo encumbrada al estante de “obras maestras poco conocidas”.

John Edward Williams (1922-1994)
 
Y no es para menos: es una absoluta delicia. Te la voy a contar en breves líneas, para que NO te hagas una idea. Se trata de una ficción biográfica: la de un profesor de universidad, un tal William Stoner. Nace en una pequeña granja de Missouri, en una familia humilde, años más tarde va a la universidad de Missouri a estudiar lo que aquí llamábamos capacitación agraria y, una vez allí, se enamora de la literatura inglesa, con lo cual primero se hace estudiante de letras y después, profesor de letras. Vive un matrimonio desdichado con su difícil esposa Edith y casi toda su existencia transcurre en una anodina vida docente. Tras algunos altibajos personales, enferma de cáncer y muere en la orilla misma de su jubilación. Ya está. Ya te la he chafado y, si has llegado hasta aquí, ahora te preguntas ¿y eso es una obra maestra? ¡Pues vaya!

Hombre, reconozco que así contado, el asunto no parece tener mucho gancho, no da para una serie televisiva de éxito, al estilo de Walking Dead o Juego de Tronos… Y es que quizá he resumido demasiado y con poca gracia. Verás, hay dos palabras que condensan el asunto con más acierto, son “personaje” y “conmovedor”, de lo cual sin duda inducirás que Stoner es un personaje conmovedor. Pues te has quedado corto: Stoner es uno de los más conmovedores personajes que he conocido a través de una novela y su vida es la experiencia más desgarradora y, a la vez, más plena, que le podría ser dada a un ser de nuestra especie. Para alguien que posea una brizna de sensibilidad literaria y sea aficionado, por ejemplo, a la temática bélica, a las historias costumbristas referenciadas en un marco histórico, o a los vaivenes de las pasiones amorosas, es una novela interesante en extremo. Para alguien, cuyo desempeño o afición le acerquen al mundo académico o docente, es una novela imprescindible, obligatoria, ineludible.

El autor parece renunciar a los artificios formales, adoptando un punto de vista de una extremada objetividad, de un distante desapasionamiento, de modo que no es Philip Roth. Por otra parte, hay una cierta desnudez literaria en la narración, una prosa que parece adornarse poquísimo, o sea que no es Nabokov. Sin embargo, estos dos que he nombrado, son los primeros que me acuden a las mientes para referenciar esta obra que, con una vehemencia tranquila, registra una decidida orientación de narración clásica, a la manera del realismo burgués del siglo XIX, lo más moderno con lo que se podría comparar es con determinadas páginas de Henry James ¡y Stoner está escrita en 1965! Tan decidida voluntad de anticuario en el escritor se consagra a que todo el flujo narrativo que pone ante nuestros ojos muestre un mundo, unos modos de vida, unos valores y unas pasiones que se pierden irremisiblemente; que, una vez contados, pertenecen a un pasado irrecuperable y extinto. Los salones y las aulas del mundo en torno a las dos Guerras Mundiales y a la Gran Depresión que les sirve de hiato, son tan remotos como Grecia y Roma. Solo para Stoner se destila un significado perenne, una conmoción debida a la gramática de las lenguas muertas.

Portada edición en español
 
Pero no voy a seguir escurriendo el bulto, que en la novela se habla de muchas bellezas y de muchas verdades: hay un poco de todo. Están el amor (Katherine) y el matrimonio (Edith), pudorosamente separados. Un amor culminado y eternizado, precisamente por su renuncia; un matrimonio vivido y sufrido, día sobre día, hasta el fin de los días. Están la amistad (Finch) y el rencor (Lomax), casi siempre este último ganando la partida que conduce y determina la existencia, en la tranquila universidad de Missouri, las intrigas y asechanzas entre el tranquilo profesorado, harían parecer las más turbias maquinaciones de la Roma imperial, juegos cortesanos. Está la pasión que recorre el libro: la literatura inglesa como desempeño académico (y como inevitable fatalidad, la novela se beneficia de esta pasión y es salpicada o incluso transfigurada por ella).

Nos queda ¿qué nos queda? El personaje, Stoner, como he dicho. Si hiciéramos una especie de intersección de morales y creencias, yo qué sé, el vitalismo pagano, el cristianismo evangélico, el budismo zen o la empatía panteísta con el todo, nos saldría un arquetipo como Stoner, sin que este supuesto dechado de perfecciones le quiten un ápice de su humanidad. La manera de estar en el mundo de Stoner y su activa entereza no le libran de los reveses y sinsabores, ni tampoco de la ignominia de ser calculador o cobarde, pero esa distancia reflexiva que sabe tomar, esa disposición para apreciar los puntos de vista y motivaciones del otro, esa capacidad para disfrutar los momentos, los placeres fugaces, con sencillez e intensidad, nos van a dar (a mí me dan), una triple envidia… Y eso que su vida, como la de cualquier ser humano, no deja de ser muy desgraciada, al final ya se sabe cómo acaba la película:

“Se preguntó una vez más por la manera sencilla y elegante en que los líricos romanos aceptaban el hecho de la muerte, como si la nada a la que se enfrentaban fuese un tributo a la riqueza de los días disfrutados y se maravillaba por la amargura, el terror, el apenas disimulado odio que detectó en algunos de los últimos poetas cristianos de tradición latina cuando se enfrentaban a una muerte que prometía, algo vagamente, una vida eterna rica y en éxtasis, como si muerte y promesa fuese una burla que agriaba los días de los vivos.”

Y unas caricaturas de los personajes
 
De tal modo piensa Stoner al releer a los latinos. Y respecto a sí mismo y su propia vida:

“Había llegado a ese punto en el que le asaltaba, con intensidad creciente, una cuestión de una simplicidad tan aplastante que carecía de recursos para afrontarla. Se empezó a preguntar si su vida merecía la pena, si alguna vez la había merecido. Era una duda, sospechaba, que le llegaba a todo el mundo tarde o temprano. Se preguntaba si a los demás les sobrevenía con la misma fuerza impersonal que le llegaba a él…” “…y, mientras caminaba lento en medio de la noche, oliendo la fragancia y paladeando el áspero aire nocturno, le pareció que el instante en el que entraba era suficiente y que no necesitaría mucho más.”

En definitiva un libro para decidir que la vida vale la pena. Y aunque ya lo sepas, no te lo pierdas. 
 

jueves, 29 de octubre de 2015

Humor Casposo Y Políticamente Incorrecto

Ah, el humor viejuno, basado en la falta de respeto al prójimo y sus problemas… Me encanta. Advierto de paso lo mucho que ha cambiado este país, gracias al pensamiento único y a la corrección política: tan sólo algunos concejales y algunos descerebrados nos atrevemos a sacar estos tabúes de donde deben estar: frente a la barra de un bar, donde antaño se contaban los chistes de Franco… Ahora ya no cumplen la función de aliviarle a uno de sus represiones, los chistes políticos. Más bien todo lo que dice la clase política en los medios es un chiste, sea casposo o surrealista. Y los de estos últimos días, todos de humor negro, ya no nos hacen reír: son verdaderamente malos. Tomen nota sus señorías de estos seis que he extraído de la “Antología Del Chiste Popular”, publicada por El Jueves en 1979; tomen nota, a ver si aprenden. Entonces a la revista de humor gráfico le quedaba aún algo de chispa: nos proponía la risa insana a costa de los ciudadanos con determinadas discapacidades, después los políticos acapararon los chistes para reírse de los ciudadanos todos. Por mamones.

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Van dos locos por medio de la vía del tren y dice uno:
 - Joder, qué escaleras tan largas.
 - Sí. Y aún se lleva peor con estas barandillas tan bajas.

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Un hombre va al médico y le cuenta:
 - Tengo un problema terrible: mi hija mayor se cree que es una gallina.
 - ¿Y por qué no la lleva al manicomio?
 - Hombre, porque necesito los huevos.

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Va un jorobado a un estanco y compra un paquete de Camel. Al salir a la calle se le cae el paquete al suelo y, como no se ha dado cuenta, un joven que pasa le advierte:
 - Oiga, señor, se le ha caído el carnet de identidad

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Va un cojo a los Sanfermines y, como no puede correr delante de los toros, decide que correrá detrás. A media carrera, un toro se da la vuelta y la gente que se percata, empieza a gritar:
 - ¡El cojo! ¡Ay, el cojo!
A lo que éste replica muy cabreado:
 - Bueno, dejad que sea el toro el que decida, ¿no?

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Entra uno en la bodega del barrio y dice:
 - Querría una botella de vino…
 - ¿Blanco o tinto?
 - Me da igual, es para un ciego.

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Va un retrasado a una tienda y pide:
 - Ñoba babo buda de pipas.
Y contesta el tendero:
 - ¿Una bolsa de qué?

lunes, 26 de octubre de 2015

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 44

Abrí un ojo, me dolía la cabeza como si tres o cuatro apisonadoras bailaran claqué sobre mi coronilla. Tenía todo el cuerpo revuelto, me parecía que mis órganos internos habían sido barajados y vueltos a colocar, según habían ido saliendo, al tuntún en cavidades distintas de las que les correspondían, traté de reprimir unas bascas pastosas y mi condición empeoró, si tal cosa era posible, al ver a Pichot hablando muy ceñudo con dos agentes uniformados de gris que llevaban una cinta roja alrededor de una gorra de plato un poco ridícula.

Uno de ellos estaba diciendo:

 - Sí, una tal Vilma Karenova, una delincuente de poca monta y carterista, que se pasea en una motoreta por el centro ahora que vienen tantos turistas, para desvalijar a los más incautos. La andábamos siguiendo para controlar sus movimientos, es lo que hacemos al final del servicio: vigilarla para que no se desmadre, pero sin vernos obligados a detenerla, porque goza de la protección del excelentísimo ministro de Gobernación, don Camilo Alonso Vega. Verá usted, se trata de una antigua saltadora del equipo olímpico de Rusia, que se escapó del comunismo en las olimpiadas del 64 en el mismísimo Tokio, en Tokio capital, de donde consiguió huir, con un marinero español del que se había enamorao, en un barco mercante con bandera griega, una película de la hostia. El caso es que vino a parar aquí desde la base de Rota, para tramitar los papeles del asilo político y eso, pero el expediente se ha enredado en mil diligencias y ahora la cosa está en el limbo; aunque la súbdita rusa ha abjurado del comunismo y es la protegida no sólo del excelentísimo señor ministro, sino también del reverendísimo señor arzobispo de Sevilla, que intercedió para que los americanos no la usaran como espía y la obligaran a volver a aquel avispero. Se la domicilió en un convento de carmelitas descalzas, pero vive prácticamente en la calle y es un caso perdido: esta mañana muy temprano, abandonó al muchacho este en el Parque de María Luisa y es muy raro, porque al chaval no le han quitao nada: lleva seiscientas pesetas en billetes de cien, el reloj de la comunión y un sello de oro bajo, con sus iniciales, en el dedo anular de la mano izquierda, o sea que no ha sido víctima de un robo. Lo hemos recogido de su charco de vómitos y, malamente, hemos podido sacarle la información que nos ha traído hasta aquí. Cuando se ponga bien, díganle que vaya con cuidado, que no se separe de su grupo, que hay mucha gente mala en Sevilla.

 - Bueno,- dijo el otro agente – pues si ustedes se hacen cargo del chaval, por mor de la tutoría legal que les compete al ser sus profesores, nosotros hemos de seguir con nuestro servicio. A sus órdenes y vigílenlo mejor, que menudo pájaro parece: vamos a hacer como si nada, pero les ha podido meter a ustedes en un buen fregado.

 
Cuando se fueron los dos policías, tocándose con displicencia la visera de sus gorras, pude mover la cabeza medio centímetro y, aunque las punzadas de dolor me acribillaban, no fueron nada en comparación con el calambre helado en la espina dorsal, que me proporcionó ver las expresiones de Pichot y la Borau.

 - Ahora mismo te acompaño a la estación de Plaza de Armas, grandísimo desgraciado, bribón, desustanciado – me espetó Pichot sin más preámbulos – y te monto en el primer tren que salga para Madrid, encomendando al revisor y a la pareja de la policía que no te quiten ojo de encima hasta que, con los transbordos que hagan falta, llegues a Jaca lo más pronto que sea humanamente posible. Pondremos una conferencia a tus padres para que estén sobre aviso. Te has ganado la expulsión a pulso. No vas a permanecer con tus compañeros del viaje de estudios ni un segundo más. Ni para des… despedirte siquiera. Cuando lleguemos a Jaca nosotros, estudiaremos el expediente disciplinario que se te puede abrir por esta inca… incali…. incalificable falta. ¿Tú sabes qué noche de angus… angustia nos has hecho pasar? ¡Y abróchate la bragueta, memo indecente!

 
Como se ve, estaba tan alterado que la cólera le hacía tartamudear, como una vez que me pilló en clase lanzando arroz con el canuto de un bolígrafo Bic.

Me acompañó a la estación con un taxi que me hizo pagar de mi bolsillo, como de mi bolsillo salió el precio del billete que saqué mientras él evacuaba los trámites legales para que un menor viajara sólo. Pensé en escabullirme y tratar de volver con Macarena, lanzándome junto a ella a una vida de bohemia y ratería, pero no me acompañaban las fuerzas y no quería complicar aún más un asunto que sí, se me había ido de las manos. A esto, volvió Pichot y me dijo que se había encargado de que, de mano en mano, pasara sin pérdida posible el tránsito en ferrocarril, hasta llegar a la muy heroica y distinguida ciudad de Jaca, donde, según esperaba, mis padres estarían aguardándome para dispensarme una zurra de campeonato. Sin contar que, cuando regresara él, apenas unos días después de mi propia e infamante llegada, haría todo lo posible para que me expulsaran del instituto y me mandaran a seguir estudiando al reformatorio donde estaba ya Zaborras, según creo, en Sigüenza.

 
Apenas me acomodé en el tren, caí dormido y no desperté hasta que una mano me sacudió el hombro con un vigor que parecía haber tomado prestado del mismísimo Supermán. Dos gachós malcarados estaban frente a mí y uno de ellos me enseñaba una insignia que, al principio creí reconocer como la del Real Madrid, hasta que caí en la cuenta de que era la de la policía.

 - Aquí tienes que cambiar de estación y de tren, chaval.

Bostecé, con lo que se produjo el regreso de las bascas pastosas, y pregunté con voz pegajosa.

 - ¿Dónde estamos?

 - En Madrid Atocha. Vamos que te indicaremos cómo continuar. Y abróchate la bragueta, golfo, que se te va a salir el pajarito.

 
Diecinueve horas más tarde, el viacrucis parecía dar a su fin: el tren abandonó Navasa, “la estación del candil”, y empezó a silbar de modo alegre y estruendoso, como si la línea de los Capitiellos que le conducía a las afueras de Jaca, le pusiera de especial buen humor; un gracioso respingo de la locomotora llenó de carbonilla todo el vagón de tercera y los pasajeros, blasfemando con jovialidad, cerraron algunas ventanillas.

Había estado pensando qué género de excusa iba a blandir para explicar un regreso tan extemporáneo a los de casa: una gastroenteritis o una alergia me irían bien al principio, pero cuando se descubriera el pastel, sería peor el remedio que la enfermedad. Había sido inculpado injustamente, ¡eso! Me habían confundido con otro al que yo, con mi habitual generosidad, no había querido delatar… Esta milonga se sostendría un poco mejor, aunque ¿estarían esperándome en la estación mi padre o, más probablemente, mi madre? ¿Y qué les habría dicho Pichot? Hasta no saberlo, no podría intentar arreglar las cosas, así que de momento pondría cara de póquer. Ensayé ante el cristal de la ventanilla y me asusté, vi la cara de un cadáver.

 
El convoy iba aminorando la marcha con su acostumbrada y desagradable secuencia de chirridos. Miré al andén que, de forma gradual, hacía acto de presencia y no vi ni a mi madre, ni a mi padre, ni siquiera a mi hermano. Plantada sola bajo el reloj de la estación avisté a Nines, completamente vestida de negro, lo que me pareció muy extraño y algo fastidioso o, más bien, perturbador.

 - Lo siento mucho, Teo – gorjeó afligida cuando salté al andén – esta noche pasada, tu padre ha fallecido de forma repentina. Lo han encontrado en la calle Gil Berges, desplomado en la acera.

Y se echó a llorar.
 

sábado, 24 de octubre de 2015

Cuando El Sol Se Puso En Ifni

Vuelvo brevemente a ésta, nuestra última guerra (en 1958), que traté en la entrada 52, correspondiente al 18 de enero de 2013, porque he hallado un par de imágenes curiosas de tan ruinosa aventura.

Una es la fotografía de una placa que lucía en una calle de Jaén o de Úbeda (no recuerdo bien). Como no veo tres en un burro, cuando hago turismo, fotografío todo lo que se pone ante mí, para contemplarlo a un palmo de la espaciosa pantalla del ordenador (y sí, para dar luego la brasa a los internautas).

 
Transcribo su contenido espeluznante: “En esta casa nació y vivió el alférez don Francisco Rojas Navarrete, primer caído de la milicia universitaria, muerto heroicamente en acción de guerra en Ifni (A.O.E.) el día 7 de diciembre de 1957 defendiendo el honor de España.”

Haría algún comentario, pero prefiero copiar unas líneas de un libro que ha ganado mi cabecera (más pronto que tarde, le haré una reseña): “…vio el odio y la sospecha convertirse en un tipo de locura que barrió la tierra como una plaga veloz, vio a los jóvenes ir otra vez a la guerra, marchando orgullosos hacia una condena sin sentido, como en el eco de una pesadilla. Y la pena y la tristeza que sentía eran tan viejas debido en gran parte a la edad que tenía…”

Por cierto, para los que fueron dispensados de la educación franquista, A.O.E. son las siglas de África Occidental Española, que comprendía los territorios de Ifni y el llamado “Sahara Español”, territorio éste que continuó bajo soberanía española hasta 1975, no sé si recordarás la “Marcha Verde”, emprendida por cortesía de Hassan II, para adueñarse de aquellos territorios vastos y yermos. No estaban los tiempos ya para otra desastrosa guerra colonial y España abandonó a su suerte a aquellos súbditos saharauis, hoy diríamos a “aquellos ciudadanos españoles”. Y allí siguen: simplemente han cambiado de dueño, colonizador o como le quieras llamar.

 
Y aquí ha aparecido la segunda imagen: es de una viñeta con un mapa, que seguramente me harían copiar cuando era crío en la escuela. Representa el sobrecogedor engaño, sobre la materialidad territorial del Estado, un camelo atroz del que éramos víctimas en la época. ¿Qué cuál es ese engaño? Hombre, pues que los escolares que atendíamos al maestro, creíamos que los territorios de África marcados en negro estaban habitados por unos paisanos nuestros, como los manchegos, digamos, aunque ¿qué importarán ahora semejantes errores? ¿No vivimos en un mundo global? ¿O éste es el engaño para la actual generación de escolares?

jueves, 22 de octubre de 2015

Monzón Desde El Aire 2. El Ubicuo Castillo

En un cerro o altozano (aquí lo llaman saso) que se alza unos setenta metros sobre la llanura circundante, se erige este edificio emblemático que es el Castillo de Monzón, donde los templarios educaron a Jaime I, y a algún otro después; aquel monarca heredó un reino de tiempos remotos, conocido como Corona de Aragón, que dio mucho que hablar.

 
Ni es mi intención, ni dispongo de los conocimientos necesarios para detallar aquí la relevancia o el valor histórico, arqueológico, artístico y monumental de semejante mole. O sea que si tienes curiosidad, te tendrás que buscar otra entrada… Sólo quería establecer que tan visible fortaleza es, dentro y fuera de nuestras fronteras comarcales (o tal vez provinciales incluso), el activo inmobiliario más conocido de esta pequeña ciudad, su sello de identidad tangible. Con decir que figura, como motivo de un protagonismo evidente, en 44 de los 50 últimos carteles de las fiestas patronales, está todo zanjado.

 
Si hasta el mismísimo ministro de Información y Turismo del régimen anterior, el entonces Excelentísimo señor, don Manuel Fraga Iribarne, el famoso bañista de Palomares, prometió a nuestros regidores de la época convertirlo en un Parador Nacional de Turismo, en el que camareros con cota de mallas servirían, en sus escudos, deliciosos menús a los acaudalados visitantes… Seguimos soñando: el castillo no se ha rehabilitado hasta ese nivel, pero bueno, alguna restauración medio apañadita sí que lo ha aseado un tanto; he de decir que cuando yo llegué a Monzón, parecía más viejo (que no más antiguo) que ahora, de haber persistido en el abandono en que se hallaba, hoy veríamos una ruina coronando el pueblo y, de momento, no es así.

 
En esta ocasión, me beneficio de nuevo de los afanes de un aeronauta que, financiado tal vez por la corporación local, sobrevoló el castillo y él mismo, o quizá un ayudante, tomó las imágenes de las que hoy me aprovecho, para mostrar a algún cibernauta aburrido las espléndidas, aunque algo áridas, bellezas de la loma y del castillo que la corona. Ni Jaime I tuvo una visión tan de conjunto, aunque, claro, ¿cómo sería en aquella época? Sólo puedo hacerme una idea del olor de las caballerizas y de la pedregosidad del acceso. Además, el revestimiento externo de parte de la ladera con ladrillo es muy posterior…

 
Como posterior es la manzana de la discordia que, según unos, adorna, y según otros, arruina la amplia explanada superior: en el extremo norte de la misma, una enhiesta mole de hormigón representa a un Sagrado Corazón de Jesús, en un pedestal que lo hace parecer el guardián de Monzón, los brazos abiertos de la colosal escultura sugieren protección (a los creyentes) o que vaya a lanzarse a revolotear (a los demás). Antes, por la noche, era iluminado por una luz fantasmal: si había niebla se asemejaba a una aparición en lo alto. En el pie de la estatua pone o ponía “Reinaré” y tal vez otras cosas (si era época de pintadas). Al parecer, la escultura y su pie desmesurado constituyeron una donación a la ciudad, por parte de Hidro-Nitro Española, allá por el nacionalcatólico año de 1950. Y desde la Transición, no pasa ni una sola ronda de elecciones municipales, sin que unos prometan que se quedará allí hasta el fin de los tiempos y los otros ofrezcan su retirada, su traslado inmediato a donde no moleste, o incluso dinamitarlo de manera ejemplar. Lo dicho, la manzana de la discordia.

martes, 20 de octubre de 2015

Once In A Lifetime - Talking Heads

Esta canción avasalladora y disparatada venía en un álbum que los Talking Heads publicaron en 1980, con una portada que llamaba la atención por el horroroso efecto fotográfico aplicado sobre los rostros de los miembros y la miembra del grupo. Luego me enteré de que aquello se denominaba, según creo, “solarizar” la imagen. Tengo el vinilo original de la compañía Sire, de cuando adquirir semejantes bienes suntuarios podía costarme la cena de los tres últimos días del mes, pero el disco me gustaba más que a tu abuela los Optalidones y no me podía pasar sin escuchar por la mañana, antes de ir al trabajo, la voz de predicador epiléptico de David Byrne. Qué tiempos. (El otro día lo vi, en un videoclip, atropellando con su coche a la quebradiza y hermosa St. Vincent y pensé que está casi tan viejo como yo).  


Algunos meses después de adquirir el elepé, acabé deprisa y corriendo el libro “English for dummies” y me puse a la tarea de hacer una traducción, un poco como a mí me dio la gana, sin tres ni revés, aunque también la letra original coquetea con la incoherencia, como para alcanzar significados más profundos que, de momento, se me escapaban. Y aún no he dado con ellos, pero sigo mesmerizado por esta especie de letanía. Ahí va:

ONCE IN A LIFETIME

And you may find yourself living in a shotgun shack / And you may find yourself in another part of the world / And you may find yourself behind the wheel of a large automobile / And you may find yourself in a beautiful house, with a beautiful wife / And you may ask yourself / -Well...How did I get here?

Letting the days go by/let the water hold me down / Letting the days go by/water flowing underground / Into the blue again/after the money's gone / Once in a lifetime/water flowing underground.

And you may ask yourself / How do I work this? / And you may ask yourself / Where is that large automobile? / And you may tell yourself / This is not my beautiful house! / And you may tell yourself / This is not my beautiful wife!

Letting the days go by/let the water hold me down / Letting the days go by/water flowing underground / Into the blue again/after the money's gone / Once in a lifetime/water flowing underground.

Same as it ever was... Same as it ever was... Same as it ever was... Same as it ever was... Same as it ever was... Same as it ever was... Same as it ever was... Same as it ever was...  

Water dissolving...and water removing / There is water at the bottom of the ocean / Carry the water at the bottom of the ocean / Remove the water at the bottom of the ocean! Remove! Remove!

Letting the days go by/let the water hold me down / Letting the days go by/water flowing underground / Into the blue again/in the silent water / Under the rocks and stones/there is water underground.

Letting the days go by/let the water hold me down / Letting the days go by/water flowing underground / Into the blue again/after the money's gone / Once in a lifetime/water flowing underground.

And you may ask yourself / What is that beautiful house? / And you may ask yourself / Where does that highway go? / And you may ask yourself / Am I right?...Am I wrong? / And you say yourself / MY GOD!...WHAT HAVE I DONE?

Letting the days go by/let the water hold me down / Letting the days go by/water flowing underground / Into the blue again/in the silent water / Under the rocks and stones/there is water underground.

Letting the days go by/let the water hold me down / Letting the days go by/water flowing underground / Into the blue again/after the money's gone / Once in a lifetime/water flowing underground.

Same as it ever was... Same as it ever was... Same as it ever was... etc.


UNA VEZ EN LA VIDA

 Y puedes encontrarte viviendo en una casucha / Y puedes encontrarte en otra parte del mundo  / Y puedes encontrarte al volante de un cochazo / Y puedes encontrarte en una hermosa casa, con una hermosa mujer / Y puedes preguntarte - Bueno... ¿Cómo he llegado hasta aquí?

Dejando los días pasar/dejo que el agua me sostenga / dejando los días pasar/el agua fluyendo bajo tierra / Presa otra vez de la aflicción/cuando el dinero ha volado / Una vez en la vida/ el agua subterránea fluyendo.

Y puedes preguntarte a ti mismo / ¿Cómo manejo esto? / Y puedes preguntarte / ¿Dónde ha ido a parar el cochazo? / Y puedes decirte a ti mismo / ¡Esta no es mi hermosa casa! / Y puedes decirte a ti mismo / ¡Esta no es mi bella esposa!

Dejando los días pasar/dejo que el agua me sostenga / dejando los días pasar/el agua fluyendo bajo tierra / Presa otra vez de la aflicción/cuando el dinero ha volado / Una vez en la vida/el agua subterránea fluyendo.  

Siempre ha sido lo mismo… Siempre ha sido lo mismo… Siempre ha sido lo mismo… Siempre ha sido lo mismo… Siempre ha sido lo mismo… Siempre ha sido lo mismo… Siempre ha sido lo mismo…

El agua lo disuelve... y el agua se lo lleva / Hay agua en el fondo del océano / Lleva el agua al fondo del océano / ¡Quita el agua del fondo del océano! / ¡Quítala! / ¡Quítala!

Dejando los días pasar/dejo que el agua me sostenga / dejando los días pasar/el agua fluyendo bajo tierra / De nuevo en el azul/en el agua silenciosa / Bajo las rocas y las piedras/hay aguas subterráneas.

Dejando los días pasar/dejo que el agua me sostenga / dejando los días pasar/el agua fluyendo bajo tierra / Presa otra vez de la aflicción/cuando el dinero ha volado / Una vez en la vida/el agua subterránea fluyendo. 

Y puedes preguntarte a ti mismo / ¿Cuál es esa hermosa casa? / Y puedes preguntarte / ¿A dónde conduce esa carretera? / Y puedes preguntarte / ¿Estoy en lo cierto? ... ¿Estoy en un error? / Y puedes decirte a ti mismo / DIOS MÍO… ¿QUÉ ES LO QUE HE HECHO?

Dejando los días pasar/dejo que el agua me sostenga / dejando los días pasar/el agua fluyendo bajo tierra / De nuevo en el azul/en el agua silenciosa / Bajo las rocas y las piedras/hay aguas subterráneas.

Dejando los días pasar/dejo que el agua me sostenga / dejando los días pasar/el agua fluyendo bajo tierra / Presa otra vez de la aflicción/cuando el dinero ha volado / Una vez en la vida/el agua subterránea fluyendo.

Siempre ha sido lo mismo… Siempre ha sido lo mismo… Siempre ha sido lo mismo… Etc.

domingo, 18 de octubre de 2015

Los Aguafiestas

En este saleroso país, paisaje o paisanaje, donde los asuntos de la república tienen casi tanta presencia en las conversaciones como Cristiano Ronaldo o el coche de Fernando Alonso, andaba el personal algo alborotado con las declaraciones de algunos famosos, molestos ellos con la fiesta nacional (¿o estatal?) del 12 de octubre, Día de la Hispanidad en la Enciclopedia Álvarez que formó a mi generación en los valores de “la unidad de destino en lo universal”, que ahora no te voy a explicar, porque no toca.

Aquí se gestó el genocidio de los sioux

Tengo amigos, pocos, pero muy esparcidos por las derechas y las izquierdas que habitan este país, paisaje o paisanaje, que me reprueban unánimemente que me ocupe en entradas dedicadas a la cosa pública, en este espacio donde además no las leen (y hacen bien), los unos porque me tildan de “anfritanquista” o ex rojo y no quieren atender a nada que ponga en duda sus sacrosantos valores (¿del Ibex 35? No. No me codeo con gente tan pudiente), los otros porque me tildan de “facha” y cualquier línea escrita que no refrende el escocido sentir de las masas encomendadas a su tutela, debiera condenarse sin paliativos, confiscando el lápiz del reaccionario de turno.

Unos indignados y otros jaleantes, se han desayunado estos días atrás con las producciones, en aquellas redes sociales donde hoy en día se pescan los mejores besugos, de unos cuantos ciudadanos muy destacados que, para los propósitos de este texto, yo englobaré bajo el calificativo común de Aguafiestas.

Los portaaviones de la expedición de castigo
Comenzaré con la de una relevante mujer pública:


Vergüenza de estado aquel q celebra un genocidio, y encima con un desfile militar q cuesta 800mil €! #ResACelebrar #ResistenciaIndigena

Y continuaré con la de un relevante hombre público:


Nunca descubrimos América, masacramos y sometimos un continente y sus culturas en nombre de Dios. Nada que celebrar.

Cristo Valcolón, el supremo culpable según don Kichi

Obviaré muchas otras, entre ellas la más célebre, la de un conocido actor que declara tener serios problemas con su colon y acaba defecando en la Virgen del Pilar, cosa que, en el fondo no termino de desaprobar, puesto que la blasfemia me parece uno de los derechos civiles más reveladores de la pluralidad en una democracia, derecho que le invito, sabiendo como sé que es un destacado activista, a que vaya a promover a Teherán, o a Argel, si le pilla más cerca.

El desembarco de Subnormandía

Si me he detenido en los otros dos Aguafiestas, ha sido por su carácter de representantes, de primeras autoridades, de sheriffs de sus respectivas ciudades. En una democracia, como la que ellos afirman no pisotear, cuando uno es representante del conjunto de la población, la que ha depositado en él o ella su vara de mando, debe recoger todas las sensibilidades, tanto las que vibran con la rutilancia de la festividad, como las que sienten indiferencia, desapego o hastío. El tomar partido por unos, puede menospreciar a otros y tú, excelentísim@ señor@, estás ahí tomando la palabra en nombre de todos.

Pero si yo fuera ciudadano de Cádiz o Barcelona, no sería lo anterior lo que me ofendería o haría sentir excluido, no, lo peor para mí sería que el primer edil de mi ciudad diera muestras tan evidentes de ser un palurdo, un indocumentado, un analfabeto y un discapacitado, porque todas estas afrentas revertirían sobre mí como paisano. “Fíjate”, podría decir cualquiera, “si el primero de ellos, es tan inculto, que no sabe evitar en su discurso el anacronismo, el juicio al conjunto por alguna de sus partes, si no es capaz de apreciar el contexto histórico, los valores vigentes en una época del pasado, el balance entre beneficios y daños… Si, como digo, el primero es así de lerdo, imagínate al ochenta y dos mil, a ese se le deben caer los mocos por los adoquines”. Un caso flagrante de vergüenza ajena.

El desphile oneroso dejó sin recursos al Ada Madrina

Llegada la política a estos niveles, vale más la pena hablar de los pases de Messi, cosa que me planteo hacer cuando se recupere de su lesión, porque entre los hunos y los otros, la vida pública del país, del paisaje y del paisanaje da un asquito rayano en las arcaditas.

El incelebrable privilegio de la lengua común

Sin más, no me voy a poner aquí a dilucidar quién tiene más argumentos, si los de la Madre Patria o los indigenistas, si los de llevar la civilización a otro continente o los de los atropellos y exterminios: hay ríos de tinta muy sustanciosos en ambos bandos, puedes leer con mucho placer el “Naufragios” de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en lugar de perder tu tiempo con los tuits de unos tristes porculeros. Me despediré reiterando mi desgarradora envidia por Francia y sus ciudadanos: allí sí tienen una fiesta nacional como dios manda. Y, al parecer, sin tan reseñables Aguafiestas.  

Así nos lo vendían en tiempos de Phrancisco Phranco, el Kaudillo

sábado, 17 de octubre de 2015

El Imposible Equilibrio

El paraje que hoy muestro en unas fotografías pretendidamente atemporales, es conocido en mi pueblo como “La nariz de Castro”, no osaría contestar acerca de cuál es el motivo de semejante dedicatoria, ni tengo la menor idea de quién era el tal Castro, el homenajeado nasón, ni en qué época vivió para dar bautismo a tan precaria roca.

 
Roca que ya hizo acto de presencia por este blog en la entrada del 12 de diciembre de 2012, pero como mis paseos otoñales me llevan una y otra vez a su sombra entre ominosa y sedante, hoy, en plan monográfico, le dedico unas cuántas imágenes más, para darla a conocer a los forasteros, aunque sin ánimo de dar pie a unas envidias improcedentes. A fin de cuentas, no es que sea nada del otro mundo: estos relieves sedimentarios de roca arenisca abundan por estos campos más que las carrascas que los agrietan, los almendros bordes que los coronan, o los enseres basurientos que abandonan a su vera algunos desaprensivos, quizá con ánimo de contrarrestar el afanoso reciclaje del grueso de la población.

 
La roca tiene el tamaño aproximado de un autobús que se alzara encabritado sobre sus cuartos traseros. Vista desde el sur, parece una más de las areniscas redondeadas por la erosión. Pero, desde la otra cara, muestra un equilibrio más que improbable: parece que se vaya a volcar de un momento a otro. Parece que pudieras irla a captar mientras bascula. No obstante, aquí entra lo que llamamos el tiempo geológico: se va a desprender con toda seguridad, el caso es que no sabemos si dentro de 15 días, o dentro de 15.000 años. Mientras tanto, permite fotografiar una imagen certera de la incertidumbre. Yo creo que todo lo que conozco está en este equilibrio imposible, es el que beneficia nuestra propia existencia, al menos hasta que se desploma.

 
Así que, cada vez que paso por debajo, la animo a aguantar, a resistir las lluvias, los vientos y las heladas una temporada más. Vamos, sigue ahí.

miércoles, 14 de octubre de 2015

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 43

Primero, el museo de Bellas Artes tuvo un pase, pero a continuación, del museo catedralicio salimos atiborrados de copones, ahítos de custodias, empachados de casullas, hasta la coronilla de mitras, cansados de báculos, hastiados de estolas, saturados de sobrepellices, atracados de patenas, atufados de incensarios, empalagados de hisopos y habiendo apurado todos los cálices. Hasta el vocacional empeño de Mateo, que había babeado con fruición ante los cuadros de Murillo, Velázquez, Zurbarán y otros pintamonas, dio en apagarse y se aburrió aquí como un muerto en un velatorio. Semejante desfile de orfebrería, vajilla y moda litúrgica hubiera extenuado a la más recalcitrante beata, así que escapamos de allí como a presión, dispuestos a aprovechar las migajas de la tarde, empezando por la inspiración de aire puro para reemplazar al rarefacto de las apolilladas y mohosas capillas, de las umbrosas naves, de los pasillos interminables. No estaba previsto que nos dieran cena, pues estábamos a media pensión en el decrépito hotel, al que Pichot y la Borau nos instaron a volver antes de las dos de la madrugada, so pena de dormir en la calle.

 
Nos internamos, como una manada de sarrios en celo, por el parque de Maria Luisa, intentando ligar con nuestras infructuosas tácticas, ésas que tan mal resultado nos daban en el Paseo de Jaca. Dimos más vueltas que un burro de noria, sólo para comprobar con desazón que nuestras compañeras de viaje y paisanas sí que habían ligado con un grupo de mozos muy repeinados, algo mayores para ellas, pero qué se le va a hacer, no se puede triunfar al cien por ciento. Por nuestra parte, no disfrutamos ni de la oportunidad de pedir la hora, así que nos desplazamos a cruzar el puente con intención de alcanzar el barrio de Triana, donde esperábamos callejear, ir de tascas y anegar en alcohol, como de costumbre, nuestra furia y amargura inefables.

Oscurecía en el exterior, mientras se aclaraba débilmente el interior brumoso de un figón donde nos dispensaban, a muy buen precio por cierto, una churretosa tortilla de patatas con unas cantidades de vino que hubieran requerido de la laboriosidad de una cohorte de cosecheros afanados en calmar nuestra sed insondable. La bebida y el ambiente festivo desataron una muestra de nuestros folclóricos berreos y gañidos, que allí debían parecer rebosantes de exotismo y nos granjearon, contra toda lógica, primero la curiosidad y más tarde la simpatía de algunos desocupados parroquianos, en apariencia mucho más sobrios que nosotros, aunque he aprendido mucho más adelante que los habitantes del sur disfrazan de una serena jovialidad zumbona curdas que a nosotros nos harían revolcarnos por el suelo, perdida toda contención y decencia, así que declaré una amistad íntima e imperecedera a todos los que nos rodeaban, las rondas intensificaron el alegre intercambio de folclore y otras lindezas; di palmas con ellos hasta que me salieron en las manos unos callos como si hubiera estado jugando al futbolín cinco días seguidos sin encajar un gol, con ellos cambié tres o cuatro veces de figón trasegando lo que no está escrito en ninguna oda a Dionisos y, con un repentino aunque efímero desasosiego, me di cuenta de que había extraviado a mis compañeros de Jaca. Ya no era capaz de otear a ninguno de ellos y decidí no darle importancia, estaba en mi salsa.

 
Fuimos a parar a una placita con farolas de luces arracimadas, donde había más bancos que en una iglesia. Y, aunque habitualmente no fumaba, compartí algunos cigarrillos con mis nuevos camaradas, que se petaban de risa viéndome aspirar con fruición, toser con los ojos desencajados y lagrimear gargajos.

 - Es que no tengo costumbre, - les dije – en mi pueblo llevaba mucho tiempo sin probar el tabaco y éste lo encuentro muy fuerte.

Después sacaron algunos sellos y se pusieron a chuparlos como si fueran a enviar cartas esa misma madrugada, era un poco raro: se consumían como los recortes de hostias que mi madre, como si fueran golosinas, me traía alguna vez del palacio del obispo. De modo que también los probé, casi con aprensión, apenas con la punta de la lengua, y sabían a una especie de sidral o algo igualmente ácido. Me comenzaban a dar mareos y veía las cosas de un modo raro, mucho más confortable que el habitual. Me sentía tan libre de preocupaciones que me hubiera quedado toda la vida en aquella placita donde las cascadas de luz tintineaban en la forja de los bancos o se remansaban en los pulidos travesaños de madera. Estaba tan a gusto, que me acordé del día de mi primera comunión.

 
Habían llegado algunas chicas, extremo que me pareció muy raro, pues ya era una hora muy tardía. Una de ellas, muy resuelta, tenía una motoreta y me abordó tras aparcarla, ella a mí, caso que no se me había ocurrido que me pudiera pasar a aquellas alturas. Se llamaba, me dijo, Macarena y rebosaba simpatía, dulzura, salero y un extraño olor a pan recién hecho. Me recordaba a Cheles, pero Cheles era, en comparación, una sosita con una minúscula lucecita interior. Ésta en cambio, me puso los nervios del revés con tres o cuatro frases que, ahora, no soy capaz de recordar. Ni tampoco recuerdo de qué estuvimos hablando, hasta que la aurora de rosáceos dedos tiñó de una débil claridad una esquina del firmamento abovedado sobre la placita. Ni menos aún recuerdo en qué circunstancias nos quedamos a solas y propuso llevarme al parque de María Luisa, cercano al hotel donde no valía ya la pena que fuera a dormir. “No te muevas hacia los lados, que nos vamos a caer”: es la única frase que soy capaz de rememorar, con su timbre nacarado y cantarín. Cuando llegamos al parque, nos tumbamos en un pequeño corro de césped deslustrado. Y no, tampoco recuerdo si nos abrazamos o me la estuve meneando guiado por sus cariñosas indicaciones. No recuerdo nada, acaso una bruma creciente y una cálida negrura en la que me envolví por completo.

 

lunes, 12 de octubre de 2015

Matemáticas Y Diversión 18. Dospierre Contra Pierredós

O más exactamente dos pi erre (2πr) contra pi erre cuadrado (πr2) ¿Podrá un profesor de último ciclo de primaria o primer ciclo de secundaria desbaratar la confusión que entre sus distraídos alumnos siembran ambas fórmulas? ¿Podrá conseguirlo sin medios interactivos, sin avances tecnológicos, sin ficheros multimedia, sin los ordenadores que Rodríguez Zapatero intentó poner en manos de todos los escolares españoles? Lo dudo mucho. O por lo menos, bastante.

Mal empezamos:
La "esfera" del reloj no es una esfera
 
Para empezar, miremos en un texto de sexto de primaria. Es muy dudoso (y lo he comprobado con unos cuantos) que ninguna de las dos expresiones se recoja en ellos. Se critica el despendole de los libros de texto, su número exorbitado, su coste demencial. Este año, para más INRI, en algunas comunidades han echado a rodar una nueva y peor reforma educativa, en otras, la han boicoteado, y en las de más allá, se lo están pensando. Todo lo cual repercute en qué textos serán válidos, cuáles no y para cuándo estarán listos. Esto, que parece alucinante, no es más que la punta del iceberg del despropósito educaciquil y edumercantil. La pregunta del millón es: ¿hay algún control técnico del contenido de los libros de texto y de su rigor? La respuesta es no. Y además, ¿quién lo haría? ¿Con qué autoridad? ¿Y con qué instrumentos? Un puro des π porre.

 
La fórmula  L = 2 x π x r , calcula una medida de longitud. Puesto que la circunferencia es una línea, un borde que no se puede medir con una regla, hay que hacer uso del conocimiento de que contiene tres veces y pico su diámetro, o el doble de veces su radio. π es un número fijo, lo que en matemáticas se llama una constante: lo solemos aproximar con 3’14 o 3’1416. Es un número real con infinitas cifras decimales a la buena de dios. Los helenos, que descubrieron la proporcionalidad entre la circunferencia y su diámetro, creían que estaban en una relación exacta de 22/7. A mí me gustaba mucho esta aproximación, pero anda, ve a convencer a los muchachos de que operen un producto con una fracción, ¿qué les habrán hecho las fracciones?

 
La fórmula  A = π x r2 , calcula la superficie de una figura plana, el círculo, cuyo borde es una circunferencia. La distinción parece sencilla, pero entre cuadrado y doble, circunferencia y círculo, la confusión está servida. Los chicos, incluso los menos atolondrados, se hacen un lío y tres días más tarde ya no se acuerdan de nada, con lo que en el informe PISA nos ponen a bajar de un burro. Intento hacer un cuadro para que lo rellenen:

Radio en cm
Longitud circunferencia cm
Área círculo cm2
1
 
 
2
 
 
3
 
 
4
 
 
5
2 x 3’14 x 5 = 31’40
3’14 x 52 = 3’14 x 25 = 78’50
6
 
 
7
 
 
8
2 x 3’14 x 8 = 50’24
3’14 x 82 = 3’14 x 64 = 200’96
10
 
 

Hago la pregunta ¿en cuál nos podemos confundir? No espero una respuesta lógica y no la obtengo: “en cualquiera” me dicen. Y tienen razón, no confundir el doble y el cuadrado, en la actual enseñanza de las matemáticas, sólo está al alcance de los “cerebrines”.

En cuanto a la cuestión de dónde sale la fórmula para calcular el área del círculo, me remitía al tradicional polígono regular de muchísimos lados, hasta que descubrí este gif explicativo que resume todos mis esfuerzos anteriores. Échale un vistazo, mola.  

 
El último año que impartí 2º de ESO tuve que quitar estas dos áreas del examen para evitar una hemorragia de insuficientes. Si te entretiene, calculas el área de las zonas rayadas.