domingo, 28 de febrero de 2016

La Entrada Número 500

“Hay que estar verdaderamente mal de la cabeza para hacer lo que estás haciendo, porque, a ver, ¿qué sacas tú de todo esto, aparte de dejarte la poca vista que te queda, so melón? No sacas dinero, ni satisfacciones, ni reconocimiento, ni siquiera el mío, te lo digo desde ya, que echando un vistazo a este montonazo de entradas tardo un buen rato en encontrarme con algo un poco original o que merezca un poco la pena.”

Ésta iba a ser originalmente la cabecera del blog. Te la regalo.
Lugburz es el nombre que los orcos damos a nuestra patria
(véase El Señor de los Anillos, libro 3º, cap. 3).
 
“Además, largas un montón y mira que te han dicho veces que los textos de un blog tienen que ser breves, que la gente que entra en el ciberespacio ese de los cojones no está por leer, lo que busca es relajarse un poco: yo lo que hago es escribir Tanya Foxx y alegrar un rato la vista, sin que nadie me coma el tarro con sus monsergas ni me cuente su vida.”

Empecé tarde y no pude homenajear al mejor presidente
de nuestra democracia (según la SER) José Luis Rodríguez
 
“Si por lo menos te hubieras dedicado a un tema en serio, yo qué sé, joyas románicas del Pirineo, carrozas del siglo dieciocho, o prevención de incendios en saunas, pero para eso hay que estar preparado y centrarse en un objetivo, buscar, investigar y no está al alcance de cualquier cantamañanas, como tú, que nunca decides a qué carta quedarte, de todo un poco, un libro por aquí, una peliculita por allá, la cancioncilla aquella que te recuerda el siglo pasado, cuando eras joven y, quien mucho abarca, poco aprieta, que se ha dicho toda la vida.”

Aquí, en el campo, haciendo nordic walking
 
“Y lo más patético es cuando te pones a hablar de política, como si te pensaras que eres un afamado periodista de los medios digitales, si todas las noticias te llegan de segunda mano, convenientemente manipuladas y donde ya no queda nada más que decir que no hayan dicho por todas partes y en todos los colores. Encima hablando de gente que no conoces, eso es lo más penoso, tío, nadie va a leer una opinión y menos una no cualificada, con la que no esté completamente de acuerdo y donde no se afiancen sus puntos de vista, por ejemplo los míos, que son un poco machistas, pues voy y me paro a leer: ¿Cuándo irán las mujeres a la Luna? Cuando haya que barrer, ¿ves qué breve? No hace falta escribir un misal.”


Aquí, alzando los brazos al cielo
y desafiando al temporal.
 
“Si despotricas de Rita Barberá, no te leerán los de derechas y, si despotricas de Rita Maestre, no te leerán los de izquierdas. Y si te dedicas a los elogios, no te leerá ni Rita, así que no escribas más de política y pon fotos chulas, que se ven en un momento y no haces perder el tiempo…”

Aquí hermano, aquí sobre la tierra,
el alma se nos llena de banderas
 
Debo reconocer que, a mi amigo el Resentido, no le falta razón. Y su aparente malevolencia no deja de ser fruto del aprecio.

Como no tengo feisbuc, uso un "muro" analógico
en mi habitación, de los de toda la vida
 
Sin embargo yo soy muy terco y, o poco he de poder, o dentro de cuatro o cinco años publicaré “La Entrada Número Mil”.

Encontré en el campo este reclinatorio
que uso para mis plegarias.
Dejemos que el tiempo lo decida. De momento, continuaré con este vaniloquio.    

Casi se me olvida: el escritorio de Blogger,
62.792 veces mil gracias.

jueves, 25 de febrero de 2016

Ajedrez. Un Problema Que Fischer No Resolvió

O no lo resolvió en el tiempo que se esperaba, dada su vertiginosa capacidad de cálculo, vaya usted a saber quién se lo propondría y en qué términos. El ajedrez está más que lleno, saturado de mitos y mistificaciones. Al parecer, la partida más famosa de su historia, la conocida como la Inmortal, no procede de la seriedad de un torneo: según apuntan algunas investigaciones fiables y recientes ¡es una partida “de café”, amañada para hermosearla y hacerla más espectacular! Si seguimos hurgando en los anales del juego-ciencia, desmontaremos todas las componendas románticas: ni Steiniz le ganaba a Dios dándole un peón de ventaja, ni Capablanca fue invencible e irresistible con las señoras por espacio de varios años, la hegemonía soviética resultará que no fue tal, puede que Bobby Fischer no pisara Islandia en su vida ni esté enterrado allí y, quizás sí, la CIA había ocultado micrófonos en sus muelas, cualquier cosa.

El caso es que a mí me vendieron este bonito problema: blancas juegan y dan mate en 3 jugadas, como un asunto que derrotó a Fischer, se lo propusieron y no fue capaz de hallar la solución, ahí es nada. Huelga decir que a mí, si me hubieran dejado sin comer hasta que diera con el desenlace, hubiera muerto de hambre y no te estaría dando ahora la tabarra. Por cierto, lector aficionado: o lo conoces, o dudo bastante que des con la salida. Te lo repito, mate en 3, en 4 no vale, hasta yo lo sabría dar. Por cierto, con lo condenadamente difícil que es, un ordenador no muy potente con un programa como Fritz ¡lo resuelve en un instante! Las máquinas nos aventajan: el día del Juicio Final se acerca, Terminator está entre nosotros.

Juegan Blancas. Dan mate en 3

Antes, el torneo internacional de Benasque era un ámbito más reducido, los jugadores de nivel eran más accesibles y se mezclaban más a menudo con la plebe: a alguno le propuse el problema, creo recordar que al MI Mario Gómez… Y sí, les resultaba muy difícil, no daban así como así con la clave. Eso era antes de la era de las computadoras, claro, ahora todo se sabe al instante, sacas el móvil y Einstein te explica en un vídeo superasequible que el espacio es curvo.

En fin, suerte. Termino con las soluciones a los dos problemitas de la entrada del 21 de Diciembre de 2015, en el primero juegas 1.Th7! y sí 1… R x h7  2. Dh2+ Rg7  3. Dh6 mate. Si no se come la torre y hace 1… Rf8, merece una ejecución menos elegante: 2. Txf7 seguido de mate.

En cuanto al segundo 1. Txg7+ y al negro no lo salva de la ejecución ni el regreso de Bobby Fischer acompañado del profeta Elías (el que, según la Biblia, fue arrebatado por un carro de fuego).  

Pueden ser de ayuda para exprimir tu cerebro

martes, 23 de febrero de 2016

Dichosos Los Que Aciertan A Escribir Un Buen Perfil

El otro día, una invitación amiga me instaba a inscribirme en Linkedin, una de las numerosas redes en las que somos atrapados los boquerones que pululamos por el mar proceloso de internet. Puesto que soy cibernaúticamente analphabeto, ni había oído hablar de ella, ni sé para qué sirve, ni qué interés puede tener para mí, pero como los jubilados nos apuntamos a todo lo que es gratis, pues nada, traté de unirme a las multitudes que buscan cobijo en las congregaciones virtuales.

Y claro, me acabaron solicitando un perfil. Y me asusté. Siempre me asusto cuando tengo que resumir mi existencia, mis inclinaciones, mis ambiciones o mis propósitos en unas pocas líneas: carezco del don de la concisión y soy muy voluble (¿o se dice versátil?) Bueno, el caso es que lo dejé a medias porque no supe qué poner.

 
Luego me he encontrado este soneto de mis años mozos, donde hago un intento por elaborar un perfil, aunque ignoro para qué valdría. Ligeramente corregido, lo transcribo aquí mismo, porque ahora ya no tengo que “echar curriculums” en ninguna parte, qué alivio.     

   CONFESIÓN

  Ya que me lo pides, seré sincero:
mi principal virtud es la desidia,
mi emblema la desdicha, y siempre quiero
más de lo que sería sana envidia.

  Nunca aspiré aroma de rosas, pero
de las ortigas, la urticante insidia
tampoco he padecido por entero:
no ser blanco ni negro me fastidia.

  Tenue mediocridad del vagabundo
que jamás ha salido de su alcoba,
que los besos que roba, no los roba

  del labio palpitante o furibundo
de una querida más o menos loba,
sino del mango insulso de una escoba.

 

viernes, 19 de febrero de 2016

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 50

31. UN DOMINGO CUALQUIERA DE PRIMAVERA

El domingo después de comer, me llevé, por si acaso, el cuaderno con las integrales a casa de Mateo. Hacía un día de sol velado casi veraniego aunque algo ventoso, a juego con el estrecho callejón del Viento. Me colé en el umbrío portal oloroso de alubias hervidas, col fermentada y aguarrás, subí en cuatro zancadas los empinados y estrechos escalones y golpeé la puerta con el llamador, haciendo los toques convenidos para evitar que su abuela invidente viniera a abrir tanteando las paredes del pasillo.

 - Pasa, Teo, ¿cómo es que no viniste ayer?

 - ¿Quién es? – Chilló una asmática voz de anciana desde el otro extremo de la casa.

 - Nadie, abuela. Mi amigo Teo que viene a ver los cuadros. Siga desgranando los guisantes, que no hace falta que salga.

 - No vine ayer porque estaba indispuesto, vamos, que tenía una resaca horrorosa. Además, por la tarde, tenía que acompañar a mi hermano Rosendo al bar “El Arcangel”, porque se le había metido en la cabeza darle una paliza a Serafín.

 - ¿A Serafín? Si es un bendito, un alma cándida incapaz de hacerle daño a una mosca que se le quedara pegada en el mostrador. En cambio, tu hermano es un bichejo pendenciero, en la Farmacia de Ferrer le van a tener que dar una comisión: es un no parar de venderles árnica a los quintos del cuartel. Dicen que el otro día, en el bar “El Marroquí”, les dio un sillazo a unos reclutas sólo porque los oyó que estaban hablando en catalán, pobres, los obligan a hacer la mili en el quinto coño y encima se encuentran lugareños tan cafres como tu hermano… ¿Y por qué quería calentar al desdichado Serafín, si puede saberse?

 - Porque nos anda difamando por ahí. A mí y a mi familia.

 - Esa sí que no me la creo: Serafín hablando mal de nadie, si es un santo Job… ¿Y le atizó ese matón que tienes por hermano al pobre? Pues lo dejaría bueno… Hecho un Ecce Homo, me figuro.

 - No. Al final no se pegaron. Se fueron a pescar al río Gas. – Yo empezaba a estar más bien incómodo con Serafín y seguía estando harto de mi hermano, así que corté: – ya te lo contaré otro día. Anda, enséñame esos cuadros.

Uno de mis primeros cuadros
En el cuarto de Mateo, además del concienzudo desorden cotidiano, había un olor mareante a aguarrás y, en una esquina, tapando la desportillada Venus de Milo de escayola, un enorme caballete de madera sujetaba un lienzo descomunal con un fondo submarino del que parecía emerger la Torre de la Cárcel, un sólido torreón de la vecina Plaza del Marqués de la Cadena, solo que a éste del cuadro le faltaba el pinguruto de hierros renegridos que coronaba el edificio real, el que se alzaba a unos cincuenta metros de donde estábamos encerrados. Cuando se lo hice observar, Mateo dijo:

 - En la pintura al óleo, se va procediendo por capas: pintas encima de lo que se ha secado y vas cubriendo los volúmenes generales y los fondos con detalles y retoques. Lo que ves está muy lejos de lo que el cuadro mostrará al final. Aunque, ahora que me haces pensar, podría ahorrarme pintar el chapitel ese de lo alto, con lo complicado que es, porque me han dicho que lo van a quitar…

De jacaenlamemoria
 
 - No jodas, que lo van a quitar ¡si es lo más chulo de la torre! Ahí lo que tendrían que hacer es un mirador, como en la Giralda de Sevilla: se vería todo Jaca desde lo alto.

En estas entró la abuela de Mateo con una bandeja donde dos tazas de café humeantes estaban acompañadas de un plato de pastas. Con un gesto certero, dejó la bandeja en el único lugar despejado que había en la vasta mesa del estudio. Dirigiéndose a Mateo, dijo:

 - Os he traído un café, porque tú nunca le ofreces nada a tu amigo. Porque es tu amigo éste que está ahora en el retrete, ¿no? El que tú llamas Teo, el hijo de esa tan pechugona que friega por las casas, Anacleta, ese chiqué esmirriau al que todos le dicen Pinchaúvas y van contando que es medio mariquita porque lleva los pelos más largos que la Marisol. El que sale con la hija de Modesto el pescatero. La mayor, la que dicen que es guapa como una corista, no, la pequeña, que me han dicho que es otra belleza, de otro estilo, como la Virgen de niña; hay que ver Modesto, qué suerte con esas dos hijas tan hermosas y tan trabajadoras. Este mocé, el amigo tuyo, es un poco sin sustancia y apamplao, no pega mucho con la chica de Modesto, tan vivaracha y con el porvenir resuelto, que vale un Potosí y se podría llevar, yo qué sé, hasta un labrador de casa fuerte, pero bueno, tu amigo saca pinta de buena persona, como su abuelo Jeremías el enterrador y me han dicho que, aunque parece lelo, tiene buena cabeza pa los números. En el Banco Hispano Ansotano, que andan buscando un botones, podría empezar una buena carrera y sentar la cabeza.

 - Abuela – cortó Mateo –, que está aquí oyendo las simplezas que dices y se va a agobiar.

De HDV Jaca
 - La culpa de que se vaya a desazonar este mesache con los cotilleos de una pobre vieja, la tienes tú que ya sabes que como soy ciega, reconozco por los olores, pero desde que andas con esa porquería de disolvente, ese asqueroso aguarrás no me deja percatarme de nada. – Y a mí: - Perdona mocé, como he oído un ruido, me he creído que te habías metido en el retrete. Voy a coger la escoba, que lo que debe andar por ahí es un ratón muy gordo que me tira todos los días los cubos y los cepillos de fregar.

Salió, dejando a Mateo un tanto confuso y humillado. Dado que su abuela, en realidad, no me había ofendido, decidí echarle un capote:

 - ¿Y cómo es posible que trastee y haga café en la cocina, si es ciega?

 - Porque en toda la casa, menos en esta habitación, está prohibido por completo cambiar un solo traste de sitio y ella, que sabe dónde están todos, se orienta dejando siempre las mismas cosas en los mismos lugares. Y tú podías haber señalado tu presencia, antes de permitirle meter la pata.

 - Da igual, hombre, los viejos ya se sabe… Ahora vive con nosotros Jeremías mi abuelo y, si yo te contara dónde se va dejando el paquete de cuarterón y el librillo de papel de fumar, la boina toda llena de caspa, las gafas de leer, la trompetilla del oído, la dentadura postiza y, lo peor de todo, una especie de tarugo ortopédico que lleva desde hace dos años, uno que se ata con correas al muñón del pie que le cortaron cuando le salió la diabetes… Sin contar que, cuando se cura las llagas, deja las gasas y los esparadrapos en cualquier parte, tirados por ahí.

Pseudo filatelia
 
 - Ya está. ¡Aquí lo tenéis al maldito! – Como un ángel exterminador, la abuela extendía su brazo y su mano aferraba en alto, por la cola, el cuerpo exánime de un ratón que debía de haber tenido atemorizados a todos los gatos del barrio. En la otra mano, llevaba la escoba y en los globos inertes de sus ojos brillaba, yo lo hubiera asegurado, un destello de orgullo.

Orgullo que hubiera estado justificado de todo punto, si no fuera por lo rancias que estaban las pastas.

Aspecto actual de la torre de la Cárcel (o del Reloj)
 

martes, 16 de febrero de 2016

Una De Parásitos Para El Vermut

El Resentido anda un tanto decepcionado con lo que publico últimamente: “chico, no sé por qué le pusiste el nombre de Entusiasco, si esto lo podría leer sor Lucía Caram entre el rosario y las letanías, si ya, por no contrariar a tus amigos del progretariado, ni te metes con los políticos decentes (con los otros, no vale la pena). Escandaliza un poco, hombre, o haz una página repugnante”. Una página repugnante, ¿eh? ¿y qué podría ser un poco repugnante en estos tiempos de suprema higiene?… Déjame pensar…

Yo crecí en una época rabiosamente antropocéntrica, en la que los animales no habían alcanzado el destacado predicamento que hoy los hace miembros de un ecosistema en el que nosotros somos una plaga invasiva que está a punto de desequilibrar para siempre la convivencia en este frágil planeta donde hay sitio para todos. Del mismo modo que ahora no podemos tocar nada y está poco menos que prohibido estresar a los pollos, cebar un anzuelo con un gusano vivo o vender pajaricos enjaulados en las Ramblas, hace medio siglo éramos el rey de la creación, la viva imagen de dios o “la medida de todas las cosas”.

Entonces, la única clasificación significativa de los animales era en “útiles” y “perjudiciales”. Útil era la vaca que nos “daba” leche, carne y piel, mientras que perjudicial era la rata que nos daba mordiscos, infecciones y sustos, además de saquearnos almacenes, graneros y despensas. En este status había algunos de dudosa clasificación: por ejemplo, un león, que era perjudicial en cuanto podía comerse a un niño de Kenia que fuera a buscar agua, o beneficioso en cuanto que podía asombrar, cautivar o divertir a un niño de aquí que fuera al circo Price a verlo actuar.


En nuestros días, esta prepotencia humana en el etiquetado de la fauna nos parece ridícula, desfasada o nociva, aunque no es tan sencillo superar por completo el tema: ¿qué papel pueden jugar en nuestras vidas los repugnantes, molestos y peligrosos parásitos? ¿Se les puede integrar positivamente en un equilibrio solidario del ecosistema? ¿O tenemos que seguir intentando deshacernos de ellos con pesticidas, plaguicidas u otras lociones menos agresivas?


Por ejemplo, cuando éramos unos primates menos engolados, en un mundo carente de internet, el mutuo desparasitarse era una forma de relación que creaba poderosos lazos de comunicación social, estrechaba relaciones de provechoso intercambio y creaba vínculos de afecto e integración. Algunos animales todavía gozan de estas gratas conexiones, pero en nuestro caso se han echado a perder sin remisión.

Y si no, mira a ver si puedes escrutar estas láminas sin disgusto o repulsión... Amplía un poco.

domingo, 14 de febrero de 2016

Carnaval En Un Colegio De Hospitalet, Años 80

Aprovecharé el hallazgo de estas fotos, tomadas hace más de 30 años, para explicar mi vivencia subjetiva del Carnaval que, para mí, es la festividad más triste del año, superando en desolación y pesadumbre al día de Difuntos o al Viernes Santo.

 
Tengo que aclarar que procedo de un lugar sin la menor tradición carnavalesca.Sin duda, si me hubiera criado en Santa Cruz de Tenerife, en Cádiz o en Venecia, es posible que comprendiera un poco el sentido y el significado de la fecha.

 
Aunque la teoría me la sé: cuando los hombres tenían temor de Dios y la Iglesia imponía sus fieras restricciones a los deleites de la carne y al engañoso disfrute de este valle de lágrimas, había algunas válvulas de escape.

 
Por ejemplo, el pasado martes, 9 de febrero, martes de Carnaval, era la fecha límite para el disfrute de la vida. Al día siguiente, el 10, haría su presencia en el calendario el Miércoles de Ceniza, idóneo para recordar que “polvo eres y al polvo has de volver”. Y se acababa lo bueno, daban comienzo los 40 días de ayuno, mortificación y penitencia: entrábamos en Cuaresma.

 
Así el martes de Carnaval era la última posibilidad de transgresión, de abandonarse a un febril y atolondrado esparcimiento.

 
Cojonudo pero, ¿qué significado tiene ahora? ¿Qué transgredimos? Al no haber freno, tampoco sentimos la pulsión de un auténtico desenfreno… Hacemos lo de siempre, consumir disfraces, un atrezzo a la medida de las posibilidades de cada uno. Al no tener sentido más allá de las propuestas del Corte Inglés y de los locales de moda, no hay un verdadero motivo (ni tampoco una oportunidad singular) de disloque, ebriedad y orgiástico desorden.

 
Aún abundaré más en mis motivos de rechazo: los disfraces, aborrezco los disfraces, porque siempre he tenido un cierto problema de identidad. Es decir, si supiera quién soy, no sería mala idea abdicar durante unas horas o unos días de mi identidad y adoptar la de un arlequín, un canónigo, un superhéroe Marvel o una majorette…

 
Pero en una sociedad o en un tiempo que nos incapacita para ser algo, lo que seamos, cualquier destello que nos habitara o nos construyera… pues eso, acabo llegando a la conclusión de que no me voy a disfrazar de payaso, porque tal vez sea ya un payaso; ni de muerte, porque tal vez esté ya muerto; ni de mono, porque tal vez no haya evolucionado lo suficiente… y así, ad nauseam.

 
Un viento fresco y un sol oblicuo desangelan el patio de hormigón donde los niños desfilan confusos entre la identidad no alcanzada y ésta del momento, impostada y un tanto cutre. Así, donde me parece particularmente melancólica la fiesta de Carnaval es en un colegio. Este humilde y suburbano, donde estuve dando clase, se encarna de nuevo estimable a mis ojos, incluso en el desgarrador momento que las imágenes reflejan: su lejanía e irrepetibilidad, me han traído a un extraño Miércoles de Ceniza, hoy domingo.
 
 
"Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris" (Génesis, III, 19).


viernes, 12 de febrero de 2016

Jirafas

Harto de no hacer nada, o sea, eso que llaman ocio creativo, retomo la osadía inaudita de publicar un tema musical, de esa música “que no tiene ningún mérito porque lo hace todo el ordenador” (sic). He entrecomillado la opinión de un amigo porque es representativa del estado de la cuestión (musical). El ordenador me brindó los instrumentos, las ideas, las armonías, un batería que no cobra ni el sueldo base, los efectos sonoros, las pistas y el mezclador… Hasta un compresor multibanda que no sé lo que es, pero lo he empleado por si acaso.

Luego el ordenador me sugirió un título, extraído de una base de datos con 6.935.000 canciones, “Jirafas” puso, y se quedó tan ancho. A mí me pareció un título un poco estúpido y que no venía a cuento de nada, aunque pensando que se trata de una de mis mamíferas favoritas, le di al “Aceptar” y listo. Luego he pensado que, entre los del PACMA y los ubicuos concejales de “Ahora Mi Pueblo” van a cerrar todos los zoológicos, con lo cual estos animales tan altos sólo podrán ser avistados por los que tengan suficiente cash-flow como para sobornar a los codiciosos gobernantes de los países de la sabana y desplazarse hasta allí en camello u otro medio más rápido. En cualquier caso, el visionado de estas simpáticas bestias quedará fuera de mis posibilidades y de las de todos los que no hemos ostentado una concejalía corrupta en una capital rica como Valencia, así que no me parece mal dedicarles una canción, aunque sea mala.
 

Si la reproduces en Soundcloud (aquí, al lado derecho) el sonido mejora un poco.
  

miércoles, 10 de febrero de 2016

El Conde Sisebuto

Hoy me sale recordar a mi difunto padre, con este largo y disparatado poema que él recitaba de memoria en cuanta ocasión festiva se presentaba. Siendo yo niño solía desternillarme con las absurdas hipérboles de este engendro del romanticismo tardío, y le pedía que me lo repitiera siempre que tenía la oportunidad. Luego he desentrañado quién era el autor de las hilarantes redondillas: Joaquín Abatí Díaz (1865-1936), un comediógrafo español de pluma muy fértil y musa muy chusca.
Lo que no puedo reproducir aquí son las cómicas inflexiones de voz con que mi padre aderezaba el relato. He respetado, en cambio, ligeras transformaciones que él hacía sobre el ya muy ripioso texto original, fruto de su desmemoria o de su empeño en acentuar su aspecto oral a costa de pequeños errores formales. Te dejo con este portentoso hito del humor rancio que a mí, personalmente, me sigue maravillando, dudo que lo conozcas completo.
  EL CONDE SISEBUTO

 A quince leguas de Pinto
y treinta de Marmolejo,
había un castillo viejo
que edificó Chindasvinto.

 Perteneció a un gran señor
algo feudal y algo bruto;
se llamaba Sisebuto,
y su esposa, Leonor,

 Cunegunda, su hermana,
y su madre, Berenguela,
y una prima de su abuela
atendía por Mariana.

 Y su cuñado, Vitelio,
y Saturnina, su tía,
y su nieta, Rosalía,
y el hijo mayor, Rogelio.

 Era una noche de invierno,
noche cruda y tenebrosa,
noche sombría, espantosa,
noche atroz, noche de infierno,

 noche fría, noche helada,
noche triste, noche oscura,
noche llena de amargura,
noche infausta, noche airada.

 En un gótico salón
dormitaba Sisebuto,
y un lebrel seco y enjuto
roncaba en el portalón.

 Con quejido lastimero
el viento fuera silbaba,
e imponente se escuchaba
el ruido del aguacero.


 Cabalgando en un corcel
de color verde botella,
raudo como una centella
llega al castillo un doncel.

 Empapada trae la ropa
por efecto de las aguas,
¡como no lleva paraguas
llega el pobre hecho una sopa!

 Salta el foso, llega al muro,
la poterna está cerrada.
—¡Me ha dado mico mi amada!
-exclama-. ¡Vaya un apuro!

 De pronto, algo que resbala
siente sobre su cabeza,
extiende el brazo, y tropieza
¡con la cuerda de una escala!

 —¡Ah!... -dice con fiero acento.
—¡Ah!.. -vuelve a decir gozoso.
—¡Ah!.. -repite venturoso.
—¡Ah!.. -otra vez, y así, hasta ciento.

 Sube que sube que sube
trepa que trepa que trepa,
en brazos cae del querube,
la hija del conde, la Pepa.

 En lujoso camarín
introduce a su adorado,
y al notar que está mojado
lo seca bien con serrín.

 —Lisardo... mi bien, mi anhelo,
único ser que yo adoro,
el de los cabellos de oro,
el de la nariz de cielo,

 ¿qué sientes, di, dueño mío?,
¿no sientes nada a mi lado?,
¿que sientes, Lisardo amado?
Y él responde: —Siento frío.

 —¿Frío has dicho? Eso me espanta.
¿Frío has dicho? Eso me inquieta.
No llevarás camiseta
... pues toma esta manta.
Y le dio una servilleta.

 —Ahora hablemos del cariño
que nuestras almas disloca.
Yo te amo como una loca.
—Yo te adoro como un niño.

 —Mi pasión raya en locura,
si no me quieres, me mato.
—La mía es un arrebato,
si me olvidas, me hago cura.

 —¿Cura tú? ¡Por Dios bendito!
No repitas esas frases,
¡el jamás de los jamases!
¡Pues estaría bonito!

 Hija soy de Sisebuto
desde mi más tierna infancia,
y aunque es mucha su arrogancia,
y aunque es un padre muy bruto,

 y aunque temo sus furores,
y aunque sé a lo que me expongo,
huyamos... ¡vámonos al Congo!
a ocultar nuestros amores.

 —Bien dicho, bien hablado,
huyamos aunque se enojen,
y si algún día nos cogen,
¡qué nos quiten lo bailado!


 En esto, un ronco ladrido
retumba potente y fiero.
—¿Oyes? -dice el caballero-,
es el perro que me ha olido.

 Se abre una puerta excusada
y, cual terrible huracán,
entra un hombre..., luego un can...
luego nadie..., luego nada...

 —¡Hija infame! -ruge el conde.
¿Qué haces con este señor?
¿Dónde has dejado mi honor?
¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde?

 Y tú, cobarde villano,
antipático, repara
cómo señalo tu cara
con los dedos de mi mano.

 Después, sacando un puñal,
de un solo golpe certero
le enterró el cortante acero
junto a la espina dorsal.

 El joven, naturalmente,
murió como un conejo.
Ella frunció el entrecejo
y enloqueció de repente.

 El conde… también se volvió loco
de resultas del espanto,
y el perro...
el perro no llegó a tanto,
pero le faltó bien poco.


 Desde aquel día de horror
nada se volvió a saber
del conde, de su mujer,
la llamada Leonor,

 de Cunegunda su hermana,
de su madre Berenguela,
de la prima de su abuela
que atendía por Mariana,

 de su cuñado Vitelio,
de Saturnina su tía,
de su nieta Rosalía
ni de su hijo Rogelio.

 Y aquí acaba la leyenda
verídica, interesante,
romántica, fulminante,
estremecedora, horrenda,

 que de aquel castillo viejo
entenebrece el recinto,
a quince leguas de Pinto
y treinta de Marmolejo.

lunes, 8 de febrero de 2016

Vidas Ejemplares De Sujetos Peculiares 2

Juan Cartipás Mostela, cuyo nombre artístico andando el tiempo sería Juan Exuperancio Gorgojo, el Cantautor del Pelo Rojo, nació en Pelegriñón (Huesca) el 29 de febrero de 1852. Sus padres, Olegario y Toñina no sospechaban, aquel día lejano y feliz, que su retoño había venido al mundo con un rarísimo don: solo celebraba su cumpleaños el 29 de febrero, una vez cada cuatro años, en los bisiestos, de modo que su edad avanzaba cuatro veces más lentamente que la del resto de los mortales. En 1888, cuando cumplió los nueve años y entró a trabajar de pastor de ovejas en el Mas de Culgrós, sus padres ya habían muerto de viejos.

Poco o nada sabemos de su vida, hasta el 29 de febrero de 1976, en el que con motivo de su trigésimo primer cumpleaños, se emborracha en una desmedida parranda y comienza a cantar jotas salaces con un vozarrón tan potente y bien timbrado que, por un lado, la Guardia Civil lo detiene por alteración del orden público aunque, por otro, tiene la fortuna de ser escuchado por Liborio Barfulaire, a la sazón director artístico del sello independiente Aragónadas, donde empezaban a recalar diversos artistas folclóricos y modernos, con especial preeminencia del recién estrenado gremio de los cantautores comprometidos.


A Juan Cartipás, cuando salió del calabozo, oyéronle proferir tan donosos insultos, tan gallardas quejas y tan ocurrentes amenazas, que los representantes del sello discográfico, que se habían personado a pagar la fianza reunida mediante una colecta, decidieron extenderle un precontrato, como cantante y letrista. Cartipás, cuya formación musical abarcaba bandurria, guitarra, laúd y castañuelas, firmó para dos discos y todas las actuaciones promocionales y giras que su compañía tuviese a bien proponerle.

El primer disco, “Pilarica Fashion”, fue un éxito avasallador en los círculos políticos, sociales y culturales del aragonesismo más radical, los que acuñaron el eslogan “España nos rapa” y que auparon a Cartipás (ahora Gorgojo) como cantautor emblemático de los más alternativos, frente a la tibieza de Labordeta, La Bullonera o Carbonell. En sus conciertos, hasta 300 o más asistentes coreaban enfervorizados las incendiarias consignas de Gorgojo y sus ingeniosas letras: “Al Capital, por la vía rectal”, “En Chalamera no se refrigera tu puta caldera”,“Chens d’Aragón, semos el copón”, “El trasvase ye pa’ cagase” y “Ucedé, Psoe, fachas y otras cucarachas” eran las más solicitadas por fans que opinaban que para ser cantautor, al revés que para ser ídolo de las nenas, no hacía falta una gran belleza maxilofacial y sí ser un poco fachendoso y “malhablau”.


Desgraciadamente, Gorgojo no era un agitador político y cultural, sino un agitador a secas, incluso para sus fieles acabó siendo un camorrista. Su segundo álbum “Merre Vien Talaspe Lotas”, pese a verse, hoy en día, como un clarísimo exponente del punk, no caló en sus seguidores, incluso muchas tiendas de discos se negaron a venderlo por su estética musical feísta y provocadora. Las radios no programaron nunca ni una sola de sus canciones y apenas vendió 50 copias, ni siquiera la pegadiza nana “Voy a contar las ovejitas que hice mías” tuvo el menor eco.


Para colmo, en los ochenta ingresa en la triste cofradía de los ludópatas. Se arruina y cae a lo más profundo del hoyo. Sin amigos, olvidado y convertido en un despojo humano, fallece de un traumatismo craneoencefálico: había echado sus últimas 25 pesetas en una máquina tragaperras y al obtener dos ciruelas y una campana, le propinó un cabezazo tan fuerte que rompió el cristal y se quedó encajado e inerte en el bar La Tajada de Daroca. Dramático final: para colmo, algunas iniciativas recientes de reeditar sus discos o hacerle un concierto homenaje, han quedado en nada. Ni siquiera Bunbury se prestó a “desempolvar el recuerdo de una figura de tan trasnochada radicalidad”.

jueves, 4 de febrero de 2016

El Secreto De La Modelo Extraviada - Eduardo Mendoza

Vuelve (por quinta vez y ojalá no sea la última) el orate/detective sin nombre a narrarnos, en primera persona, un relato totalmente inverosímil, aunque con una verdad auténtica y certera, más allá de las mansas apariencias de la realidad, de la materialidad objetiva y del copón de Bullas. Aparece nuestro agudo pícaro/majareta/justiciero con toda su corte de secundarios, unos clásicos, como su hermana Cándida, la marchita prostituta de buen corazón y obtuso entendimiento, o el comisario Flores, adalid del indestructible binomio poder-corrupción; otros nuevos para el caso, como la escultural Olga Baxter, la modelo desaparecida o la increíble, la impagable, señorita Westinghouse, un travesti ex guardia civil, cuyas sorprendentes metamorfosis son algunas de las mejores creaciones de Eduardo Mendoza.

Eduardo Mendoza, vale más que lo diga ya, es uno de mis escritores españoles predilectos: de mis contemporáneos, sin ningún género de duda, el que prefiero. No sé qué me gusta más: ¿el lenguaje que parece recién acarreado y fresco desde el mismísimo Siglo de Oro? ¿El humor, que me ha hecho reír, leyéndolo en un transporte público, hasta que la gente se me ha quedado mirando como si fuera un perturbado? ¿La mirada, a un tiempo perspicaz e ingenua, gamberra y certera, vitriólica y cariñosa, sobre nuestro solar patrio de los últimos tiempos? Tal vez todo ello junto, añadiendo la factura y el nombre de sus personajes, la más ilustre constelación de nuestra literatura reciente, sirvan de ejemplo don Lorenzo Verdugones, Marichuli Mercadal, Nemesio Cabra Gómez, el abogado Macabrós, la Porritos, Pardalot, el señor Miscosillas. en fin…

 
Y de esta quinta entrega de la serie del investigador chiflado, ¿qué? ¿No está un poco viejo? ¿No declina el interés? ¿No es más de lo mismo? ¿A que tiene menos gracia? Confieso que anduve un tanto despistado con motivo de haber leído unas cuantas críticas tibias, e incluso alguna fría. Mendoza parece haber pasado del libro de literatura de COU a una cierta indiferencia y desapego de los entendidos. Los tiempos no son propicios a una literatura tan personal como la del veterano escritor que, además, ha cometido dos pecados recientes de estos que te condenan al ostracismo en los medios. Uno: es un autor consagrado que ha ganado el sustancioso premio Planeta y eso suele querer decir, normalmente, que está acabado. Y dos: lo ha ganado con una novela en la que se hace mofa y befa de la versión oficial de la 2º República, su ambiente y sus gentes, ¡revisionismo! ¿Cómo se ha atrevido?

 
Bueno, pues a mí me ha parecido tan ocurrente, certero y divertido como siempre. Más sosegado, menos vivaz, menos cáustico solo en apariencia y… sí, es verdad, en algunos chistes, se le va un poco la mano, pero es marca de la casa.

La historia en cambio me ha parecido del todo consistente, completa, cerrada, tejida con mano maestra, magníficamente elaborada y resuelta: no tiene un ritmo trepidante ni un suspense arrebatador, en muchos momentos recuerda los modos narrativos del teatro. Siempre es divertida y sorprendente, un renovado hallazgo.

La narración se teje en dos periodos: el ahora de los días presentes y un tiempo de hace algo más de 30 años, cuando el protagonista estaba recluido en un sanatorio mental. Se sigue el esquema de las dos primeras entregas, “El misterio de la cripta embrujada y “El laberinto de las aceitunas”, esquema que detallaré por si alguien no ha tenido la suerte de leerlas: el avieso comisario Flores, siempre en connivencia con los delitos de los poderosos, echa mano de nuestro personaje cuando necesita “colgarle el muerto” a alguien, saca del manicomio al pobre diablo, el cual tiene la desfachatez de resolver el caso, en el que suele encontrar conexiones con el poder y el empresariado catalán al más alto nivel. Lo que le vale su regreso al encierro.

En esta ocasión se trata de inculparlo del asesinato de una joven modelo, llamada Olga Baxter. El protagonista, con una cohorte de desechos sociales, desenreda la madeja y, a la vista de sus avispadas conclusiones, es devuelto por el comisario al sanatorio/trullo..

Pero esta vez han quedado puntadas sin hilo y el loco/investigador, ya libre en el presente, cierra el caso en unos espectaculares últimos capítulos, donde el devastador paso del tiempo pone de relieve una insondable melancolía que el bienhumorado Mendoza apenas logra enmascarar en sus ocurrentes párrafos.

 
Uno de sus más reiterados recursos es “hacer hablar a la gente” con un personaje que es un oído que transcribe. Explorando la supuesta banalidad de las confidencias, traza un panorama muy completo, entre chusco y acerado, de la sociedad y el momento que compartimos. En esta novela hay tal acopio de perlas, que me ha costado elegir una:

“Sin levantar la cabeza farfulló una dirección en la confluencia de la calle Concilio de Trento con Julián Besteiro. La felicité por su habilidad y rapidez. El chico había terminado de liar el canuto y se lo llevó a los labios. —Oye —dijo—, si encuentras el estudio de televisión y tienes ocasión de hablar con el bujarrón, le dices que lo de la independencia está hecho, tanto si le gusta como si no. Y que si los españoles dejan de comprarnos cava, arrancaremos las cepas del Penedés y plantaremos cannabis. —También le puedes decir —añadió la chica cuando ya me iba— que cuando seamos independientes, como nos echarán de la zona euro y a la peseta no podremos volver, ya no habrá ricos ni pobres en Cataluña. Se les veía relajados y de buen rollo.”

Si ya conoces la saga, estás de enhorabuena, esta dignísima continuación te va a satisfacer; si no la conoces, apenas dudo de que, tras leerla, sientas ganas de comenzar por la primera, hasta donde yo sé, la única llevada al cine. Y sorprende que en la apoplejía que aqueja al cine español, una de las mejores posibilidades de la serie negra sólo se haya explotado en la pantalla una única vez, con la primera de las cinco entregas, “El misterio de la cripta embrujada”, lamentablemente llevada al cine como “La cripta” y en la que se pierde todo: el lenguaje sutil y elaborado, el feísmo radical de la miseria y los bajos fondos, la ironía cáustica y el humor chabacano, la aproximación sarcástica a la sociedad actual y la estructura compleja y evasiva del relato. Mal adaptada, mal dirigida, mal ambientada y mal interpretada, remite a un involuntario homenaje a la lectura, un tributo a la letra impresa, una sugerencia de por qué no hay que dejar de beber de la página escrita.

¿Y cómo será leer a Mendoza en inglés?

lunes, 1 de febrero de 2016

Cuento Nº 2 - Eugene Ionesco

¿Sirven las palabras para entenderse? El dramaturgo rumano Eugene Ionesco pensó que no se trataba de una pregunta tan sencilla, deparándonos este cuento tan absurdo como inolvidable, tan enigmático como evocador, tan gracioso como alarmante.

Encomiado por su contemporáneo, el reputado psicólogo, especialista en teoría del conocimiento, Jean Piaget (como puede verse en la última página), Ionesco no subestimaba la inteligencia de los niños y a ella dirige este guiño tierno y malévolo. Nada de la moda actual de inculcar valores al uso, de concienciar, de educar en el respeto al medio ambiente, a la multiculturalidad y tantas otras cosas que aburren soberanamente a los niños que, certeros, intuyen o perciben la hipocresía del narrador a sueldo de la corrección política (hipocresía, en tanto que los valores que se pretenden transmitir, no son los que realmente cuentan en el cuerpo social). Lo de Ionesco es subversión.

 
Subversión en el uso y significado de las palabras: el joven lector es forzado a superar una inicial perplejidad, pues los niños creen, a pies juntillas, en una relación indisoluble entre el nombre y la cosa nombrada. De este modo, les pilla por sorpresa que las palabras respondan a convenciones y que con ellas sea posible jugar al encubrimiento o al engaño. Esta extrañeza inicial les seduce y divierte: notarás que las fotocopias dantestimonio de un libro viejecito y gastado, y es que ha sido uno de los más manoseados en mi casa; diría que, cuando mis hijos eran pequeños, no se podían creer tamaño atrevimiento y querían aprenderse de memoria las permutaciones de significado. E incluso, probar otras propias.

 
La ambientación anticuada (primer cuarto del siglo pasado) supone una fascinación añadida. Y las ilustraciones, desmañadas pero muy sugestivas, que parecen hechas con lápices de color, añaden un mayor misterio a este (aparentemente) absurdo cuento. Así pues, insisto, no subestimes a los niños y, a la menor ocasión, ofréceles esta delicatesen: puede que gorjeen de agradecida sorpresa… O tal vez sigan prefiriendo las pantallas. Por intentarlo, que no quede (en mi pueblo, unos jóvenes actores se atrevieron con “El Rinoceronte”, una obra de teatro del absurdo de este mismo autor, Eugene Ionesco, rumano y genial; tampoco tuvieron demasiado éxito).
 
Click para agrandar