lunes, 29 de abril de 2013

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 02

Lleva apenas zascandileando cinco minutos, vivificándose con la exigua calefacción, cuando Germán, el renqueante bedel, que es mutilado de guerra y un hombre del Movimiento (lo que hace a todos mucha gracia, ya que nadie deja de imitar, mejor o peor, su “movimiento” al andar) aparece farfullando su inimitable versión del “Prietas las filas” y en el “cara al mañana” deja de mascullar y se dirige hacia el muchacho del radiador (sí, éste soy yo) con sus malhumorados trancos y su sempiterno guardapolvo gris:

-¡Venga pa clase, coño! ¿Cuántas veces sos tengo que decir que no sos quedéis mariconeando polos pasillos cuando han dau la hora? ¡Buenos días, don Marcelino!

Éste último saludo, como puede suponerse, no va dirigido a mí, que ni me llamo Marcelino, ni me hago acreedor al “don”, ni soy el Jefe de Estudios, a quien el bedel hace blanco de una cortesía obsequiosa y servil, agachando la testuz hasta dar con ella en el zapato ortopédico. El interpelado contesta al saludo:

-Buenos días Germán, y a ver si cuidamos el vocabulario, que no debemos decir palabrotas delante de los chavales.

-Ay don Marcelino, los que nos cayó el deber de ganar la guerra, no tuvimos tiempo paprender retóricas.

Como la parte grosera y desquiciada del primer párrafo de Germán que he transcrito, sí que me alude, opto por encaminarme hacia mi clase, reprimiendo la burla interior que me recuerda algo de dominio público: el bueno de Germán, durante la guerra había sido cantinero en un puesto de la retaguardia y tan borrachuzo, que una noche se cayó en un foso cuando iba piripi tras cerrar la cantina, lo encontraron al día siguiente, abrigado con su propio vómito, se había fracturado casi todos los huesos del tarso y las curas chapuceras hicieron el resto. Mutilado de guerra. Lo llamábamos Gerr Barman y hacíamos eses marcando el paso de la oca a sus espaldas.

Al final del pasillo, llego al aula 8 que un gracioso provisto de intrepidez y un grueso rotulador (nuevo gran invento), ha transformado en jaula 8, con el aditamento de una “j” en el cartel de la puerta. Aún no ha llegado la profesora de Química, a la sazón apodada “La Fosforina” y la clase es una animada batalla campal a zapatillazos.

Entro y veo a Chus desbaratando su libro de Formación Del Espíritu Nacional (tapas duras) en la cabeza de Lupe, hija del comandante de la Guardia Civil y, a la sazón, la tía que le gustaba. Josemari y los demás escribían procacidades en la pizarra, del estilo de “puta la que lo lea”, “Angelina come rabos” y similares. Siendo que, los muy idiotas estaban de espaldas a la puerta cuando entré, se sobresaltaron creyendo que se trataba de la profesora que, por cierto, les hubiera metido un puro de campeonato. Al percatarse de que no era así, me obsequiaron con una lluvia de tizas. Josemari, que tenía a gala ser educado, cortés y refitolero en el hablar, borró algunas groserías de la pizarra y fue el único en dispararme su saludo, acompañado del borrador, en aquella mañana anodina:

-¡Hola, Pinchaúvas! -  Me dijo.
 

sábado, 27 de abril de 2013

Bartleby, El Escribiente - Herman Melville

Un abogado de Wall Street, que no nos facilita su nombre, nos narra los pormenores del trabajo en su oficina. Nos enteramos de que tiene tres ayudantes, dos escribientes, que conocemos a través de sus apodos, Turkey ("Pavo") y Nippers ("Tenazas"), y un chico para los recados, Ginger Nut ("Nuez de Jengibre"), personajes peculiares sobre los que se explaya con una amable ironía. Cuando el abogado es nombrado “agregado a la Suprema Corte” del Estado de Nueva York, el trabajo en la oficina se incrementa y se ve precisado a contratar otro copista. Aquí entra en escena uno de los personajes más singulares de la ficción contemporánea: Bartleby. Sus vicisitudes nos depararán unas cuantas decenas de páginas antológicas e inolvidables.  

Una reciente edición ilustrada
Herman Melville, el célebre autor de Moby Dick, nos guía aquí con un estilo acusadamente escueto. Nos hallamos ante una obra breve, un pequeño clásico indiscutible, que todo adulto alfabetizado debería leer antes de morir. Hacerlo lleva algo menos de dos horas, las mejor empleadas de la temporada. ¿Qué tiene “Bartleby, el escribiente” para que, desde su publicación, hace 160 años, no haya dejado de acrecentar la estima del público lector? Si hablo por mí mismo, no lo sé bien. Se trata de una novelita tan conmovedora como desconcertante. Escrita en un tono ligero, a ratos humorístico, nos encontramos con uno de los relatos más tristes y melancólicos que hayamos podido leer jamás. Bartleby es un paradigma humano misterioso y casi inexplicable. Hay algo (o mucho) de Bartleby en aquellos que sospechamos que cualquier acción que osáramos emprender, conduce a violentar la naturaleza de las cosas y es, a la larga, no ya improductiva, sino contraproducente. Si eres  un resistente, un vago, un rebelde, un okupa o un taoísta, encontrarás aquí un arquetipo moral de una solidez tan plena, que no necesitarás más guía o justificación, por más que la extrema libertad de la inacción extrema, conduzca al protagonista a su triste final, que es el de todos y cualquiera de nosotros.
La traducción de Borges
Sin esta imparable complicidad que produce Bartleby, no me explico el estremecimiento de placer que nos causa la lectura de una historia tan absurda como ésta. Su desesperanzador destino nos atañe y alcanza, de una manera tan nítida, que es imposible no identificarse con este joven de “figura pálidamente pulcra, lamentablemente decente, incurablemente desolada”. Hay momentos en la obra, que figuran entre los más estelares de la literatura universal. El primero, aquél en que Bartleby es requerido a colaborar en la comprobación de la exactitud de unas copias y se niega con ese “Preferiría no hacerlo” (“I would prefer not to” en el original inglés), réplica cortés y terca, que se acaba convirtiendo en la muletilla de su resistencia pasiva, cada vez que es invitado a actuar en una tarea que desdeña y, finalmente, convertida en su respuesta única a cualquier requerimiento, orden o demanda. “Preferiría no hacerlo”. También yo hubiera preferido no hacer la mayor parte de las tareas que me he visto obligado a emprender. No es de extrañar el éxito impresionante de la frase. Hasta camisetas se han hecho, con ella impresa.
Preferiría no hacerlo. La frase
Otro momento sublime es aquél en el que el abogado/narrador despide a Bartleby y éste, con su respuesta habitual, se niega a abandonar la oficina, es más, comprendes que jamás se irá de no mediar fuerza, pero ¿cómo emplear la fuerza frente a un hombre con semejante grado de desvalimiento? Habría que esperar al siglo XX para que tal cosa fuera posible. ¿Y qué decir de la justificación del tristísimo epílogo? Todo el pasaje sobre el trabajo anterior de Bartleby en la oficina de cartas no reclamadas o “cartas muertas” (Dead Letter Office), es desgarrador. Cierras el libro y, con un suspiro, comprendes que no vas a olvidar esta historia, estremecedora y patética, en el resto de tu vida.
Hay una película de 2001
Un enlace en Wikipedia permite acceder al facsímil de la revista Putnam’s Magazine donde, en noviembre y diciembre de 1853, Herman Melville publicó por primera vez el relato. Hay una magnífica traducción española, llevada a cabo por el mismísimo Jorge Luis Borges en 1944. Al haber expirado los derechos de autor, es posible bajarse una copia gratis, en español, del libro en Amazon.es, siempre que tengas abierta una cuenta allí. Aquí transcribo los citados enlaces:


viernes, 26 de abril de 2013

Ajedrez: La Inmortal Y La Incorrecta

Antes que nada, daré la solución al enigma de la entrada del 7 de Marzo de 2013, “Ajedrez. Mate Sin Jugar”, la cuestión es simple: las blancas ya han jugado. Veamos cómo: la anterior jugada del negro, no hay otra posible, ha sido … d5+, a lo que las blancas han respondido tomando con el peón de “c”al paso, sólo falta retirar el peón negro y es mate. Ingenioso, ¿no?

Bueno, pues cuando ya era evidente que no sería yo capaz de aprender a jugar al ajedrez con criterio, por más tiempo y esfuerzo que le dedicara, me deshice de casi todos mis libros sobre este maldito juego medieval. Conservé sin embargo uno de Julio Ganzo, titulado “Ajedrología”, lleno de curiosidades, anécdotas, partidas, comentarios y humor. En él se dedica un capítulo a “La Inmortal”, considerada la partida cumbre del ajedrez. Como es muy conocida de los aficionados y se puede encontrar en cualquier parte, hasta en You Tube hay un vídeo que la explica paso a paso, dejo aquí sólo el final, como problema: las blancas tras sacrificar un alfil y las dos torres (el “sacrificio inmortal”), todavía entregarán la dama para dar un mate en tres jugadas que te invito a encontrar.

Blancas dan mate en tres.
 
Mucho menos conocida, es “La Incorrecta”, que también sale en el libro, en un intento de encontrar la peor partida jamás disputada. Transcribo literalmente todo el pasaje que la reproduce, la glosa y la comenta, porque transluce un humor trasnochado y dadaísta que me encanta. Ahí va pues, habla el autor:
 
“Así como se ha convenido que La Inmortal es la mejor partida que se ha jugado, para designar la peor ha sido necesario recurrir al humor de dos grandes maestros, que han jugado La Incorrecta, llena de concepciones tan profundas como desconcertantes.
 
APERTURA DEL PEÓN DE REY
 
Anteprimera partida del match disputado en 1413 y que no figura en el tratado de Greco
Blancas: Aaron Marshall. Negras: Frank Nimzowitch.
1. e4 
¡El golpe! El célebre campeón norteamericano se propone mixtificar a su contrincante con un lance banal.
1. …  a6!
Apretando el nudo corredizo. (Nimzowitch).
2. Ac4  Ch6!
Maniobra complicada, que es posible gracias a la definición de la marcha del Caballo.
3. Ab3! 
Con el fin de liberar la columna “c”. (Marshall). Como dicha columna no sirve para nada, debe considerarse su liberación como una de las gracias espirituales del maestro.
3. …  Cf5!
No se columbra el mate. (Nimzowitch). Esta extraña jugada impide la réplica 4. Rf1, a causa de 4. …  Ce3+!, forzando al blanco a que pierda un tiempo en la captura del Caballo.
4. Ae6! 
Un espantoso “swindle”. Evidentemente, este Alfil puede ser capturado de dos maneras distintas; pero si las negras no se dan cuenta de ello, será el Alfil quien capture el caballo enemigo.
4. …  Cba7!!
¡Genial! El famoso maestro del bloqueo mueve el Caballo de diferente modo que se indica en el Reglamento de Ajedrez. Nimzowitch declaró después de la partida, que meditó largamente entre efectuar la jugada del texto o 4. …  Re8-e8, trayendo al Rey a su casilla, donde ya se encontraba. Esta sutil combinación hubiera ganado la Dama enemiga en 439 jugadas, pero tenía el inconveniente de aproximar al centro un peón blanco, lo cual constituye una desventaja desde el punto de vista profiláctico.
5. Dh5  Rinden.
Aplicación del cálculo de probabilidades. Con la última jugada del blanco se amenaza mate. Sobre veintitrés jugadas posibles de que disponen las negras, solamente cuatro evitan el mate, mientras que las restantes diecinueve lo permiten. existe, por tanto, una fuerte probabilidad en favor del mate de las blancas y no sería elegante continuar la lucha.
6.Tablas.
¡Última sorpresa! En respuesta a la rendición del negro, Marshall ofrece las tablas, que son aceptadas.”            

martes, 23 de abril de 2013

Dibujo Infantil Y Creatividad

Es comúnmente sabido que los niños, al menos hasta los diez años, tienen una inclinación al dibujo, como vehículo inmediato de su necesidad expresiva, que más tarde. por inhibición, desaparece en mayor o menor grado.

Es decir, la gran mayoría de los niños se inclinan con mucha naturalidad a dibujar o pintar, como si estas actividades respondieran a unas necesidades comunicativas interiorizadas, por tanto es fácil hacerles dedicar ratos considerables a creaciones en las que fabulan libremente con los temas que son de su interés y, sea cual sea su grado de destreza técnica, disfrutan haciéndolo y acostumbran a sentirse ufanos con los resultados obtenidos, que enseñan y explican a todo aquél que les preste atención.
La casa-árbol. Dibujado a raíz de un relato
 
Hacia los nueve o diez años, esta afición se pierde en mayor o menor medida. En parte debido a la inhibición que les produce la consciencia de que sus representaciones figurativas no son tan reales como ellos sospechaban y, dado que aún carecen de técnica, la incapacidad para reflejar la realidad visualizada en el papel les retrae, a tal punto, que algunos ya no vuelven a dibujar más de manera espontánea. También creo que, en parte, es debido a una pérdida de un impulso interno que produce una merma de interés por esta actividad, en beneficio de otras más lúdicas, más físicas o, vaya usted a saber cuáles, puesto que no soy un avezado psicopedagogo, no tengo respuesta a esta cuestión: por qué cientos de niños parecen tener una prometedora creatividad plástica y luego, en el mejor de los casos, sólo uno de cada treinta o cuarenta mantiene, de mayor, una saludable inclinación a dibujar o pintar.
La Peña Oroel. El niño había ido de excursión
Ya sabía yo que acabaría echándoles la culpa a las instituciones educativas, pero trátese de la LOECE, la LODE, la LOGSE, la LOPEG, la LOCE, la LOE, la LOMCE o las siglas que al próximo asesor dipsómano tengan a bien ocurrírsele, no hay Cenicienta tan Cenicienta en todo el sistema educativo como la Educación Plástica que, en Primaria, no cuenta con especialistas y, en Secundaria, es una pertinaz “maría”, recordemos aquel Bachillerato Artístico que, en todo instituto, era el primero en pasar a mejor vida. Y es una pena, por una razón muy simple: aquél que cuenta entre sus habilidades y recursos más personales con una sólida afición a crear elaboraciones plásticas, adquiere una íntima fuente de placer, un tesoro individual que le ayudará a transitar por la vida en mayor medida que cualquiera de sus carencias. En mi molesta opinión, hacia los diez años, cuando niños y niñas empiezan a dejar la actividad plástica espontánea, sería bueno que el sistema se volcase en dotar, a una buena proporción del alumnado, de herramientas técnicas, conocimientos y habilidades plásticas rigurosas, para evitar la proliferación y el crecimiento de espíritus mutilados, en un ámbito de tanto peso en lo humano, como es lo artístico.
Copiar dibujos no es perder el tiempo
Y es que tengo, desgraciadamente, una amplia experiencia, incluso con seguimiento a lo largo del tiempo, de ver mucho dibujo infantil gracioso, expresivo, prometedor, como éste que hoy comparto, hecho por niños de segundo y tercero de Primaria que, llegados a la preadolescencia, si pueden evitarlo, ya no vuelven a dibujar jamás, al menos movidos por su propio impulso. Y yo me obceco en ver ahí una potencialidad no desarrollada, qué le voy a hacer.  
La capacidad de observación se puede entrenar

domingo, 21 de abril de 2013

Eventual De Primavera

Dado que las condiciones laborales que estamos dejando en herencia para nuestros hijos propiciarán un desarraigo creciente, un número de excluidos cada vez mayor y los demás disfrutarán de trabajos-basura eventuales, mal retribuidos, sometidos a la movilidad, la incertidumbre y la inseguridad, cuando no al abuso directo, amén de alternativas tan poco estimulantes como los minijobs, los contratos de aprendizaje permanentes y los de becarios y meritorios sin expectativas, a tal punto de que los que carezcan de patrimonio o de acomodo en familias desahogadas, ya pueden ir planteándose emigrar a algún país emergente, o buscar refugio en evasiones como la poesía, que es barata, no como los estupefacientes, que están por las nubes. Así que no me importa predecir, aunque me equivoque, que el consumo de poesía aumentará, como paliativo, si los tiempos, como parece, se ponen singularmente duros.

No sé si me sigo, pero todo esto venía a cuento de un poema, un soneto cómo no, que compuse hace unos años, durante una crisis económica también muy jodida, allá en los ochenta, cuando mandaba la señora Thatcher, recientemente retirada, y la reconversión industrial vació las factorías, lanzando al paro a miríadas de operarios especializados. Entonces quise poner versos a un mensaje de optimismo, pensando que uno podía trabajar de primavera, o ser lo suficientemente primavera para trabajar, ya no me acuerdo. Aunque lo cierto es que me quedó un poema hecho un abril, la mar de pulido, que puede gustar a grandes y pequeños y proporcionar no poco consuelo a algún alma afligida. Yo lo pongo por si acaso.

  
   EVENTUAL DE PRIMAVERA
 
  Un tiempo trabajé de mes de Mayo:
me levantaba de muy buena hora,
ponía nueve alondras en la aurora
y un mirlo dirigiendo el vivo ensayo.

  Por la tarde afilaba el rudo rayo
(la tormenta también era canora),
la lluvia deslizábase sonora
y regaba amapolas de soslayo.

  Sacaba el arco iris sin reparo
y, poniendo a escurrir malvas y rosas,
colmaba el aire tibio de fragancia.

  Un día me quedé de nuevo en paro,
guardé solo unos ramos de mimosas
en rincones ocultos de mi estancia.

 

jueves, 18 de abril de 2013

Puertas Rústicas Y Arcos De Piedra En Montañana (Ribagorza).

Si no recuerdo mal, visité por primera vez Montañana hacia 1975. Si no recuerdo mal, repito, me encontré con un pueblo ruinoso y casi deshabitado. En un entorno muy húmedo, entre dos barrancos, algunas casas y la torre de una iglesia en lo alto sobresalían por encima de una vegetación bastante densa. Me acompañaba una amiga y nos sentamos en el puente de piedra más allá del cual se alza la población. Saqué unas fotos, hoy extraviadas y me pareció un lugar apacible y solitario con mucho encanto.

Con tanto que he vuelto en numerosas ocasiones, hasta dudar de mis recuerdos por dos motivos: primero que el pueblo ha sido sometido a una minuciosa e inteligente rehabilitación, que lo ha embellecido y restaurado sin quitarle nada de su sabor y destacando un precioso adoquinado, ahora luce como uno de los núcleos más bellos de toda la Ribagorza, sus dineros les habrá costado; y segundo, que los persistentes años de sequía han convertido el lugar en un paisaje bastante más árido del que anidaba en mi incierta memoria. Por los barrancos baja muy poca agua, tan poca que en verano se secan y la piedra parece más desnuda y más áspera.
 
Ésta es la imagen emblemática de Montañana: la iglesia de Nuestra Señora de Baldós, entre que románica y gótica, coronando un alto y en el interior de un recinto amurallado del que sólo se conservan algunos sugerentes restos.
 
Estamos en el reino de las fachadas de piedra, de una desconcertante autenticidad, bien conservadas y, en su caso, restauradas. La puerta de la izquierda tiene un arco que es un curioso acertijo constructivo. Por lo que se ve, hace de tablón de anuncios y hay un afiche de una prueba ciclista.
 
En esta hermosa fachada con escalinata de piedra, la voluntad de estilo ha alcanzado a todos menos a la compañía eléctrica, claro que tampoco pretenderemos que los habitantes de la vivienda laven a mano.
 
Esta característica puerta de corral tiene las piedras de su base carcomidas por el tiempo, al igual que la madera. Su dintel ostenta una rara asimetría que le da un toque misterioso y el macetero roto parece una ofrenda a los dioses del olvido.
 
Ésta, ostenta una viga de madera en el dintel. La cerradura está oxidada, indicando que los secretos que protege su dueño no son visitados a menudo. El enlucido de la fachada le otorga un carácter pictórico. El umbral guarece hojas de un otoño ya bastante remoto.
 
Esta toma muestra una pareja de puertas tan próximas que componen un conjunto de una belleza estrafalaria, insólita y contundente. Son absolutamente dispares y, sin embargo conforman un conjunto tan armonioso y cautivador que daña la vista.

Y hasta aquí puedo leer… que decían en un remoto concurso de televisión. Ha resultado finalmente que este pueblo ha sobrepasado la capacidad de una entrada. Tengo muchas más imágenes y, como me parecen muy interesantes, volveré pronto sobre el asunto. Ahora debo acabar, que me cierran el quiosco.  

martes, 16 de abril de 2013

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 01


  1. EL FUTURO TRIUNFADOR

Hubo una época de mi vida en que estudiaba, con un entusiasmo difuso pero obstinado, la Tabla Periódica de los Elementos de Lothar Meyer y Mendeléyev, pues tenía la certeza de que el saberla de memoria iba a valerme para oscuros e importantes fines. Creía que este ejercicio de retentiva y asimilación me acercaba a una parcela esencial de verdades a las que quería tener acceso, en parte porque, aprovechando nuestra ignorancia, nos imbuían que el saber es la antesala del tener y el poder, tal vez incluso del ser; en parte, también, porque hasta hace algún tiempo, daba yo en pensar que el mundo este era un entramado de evidencias empíricas, lógicas y didácticas, amén de sencillas, que valía la pena conocer y desentrañar, para andar por ahí hecho un listillo.

De esa época de mi vida, empachada de ilusiones y famélica de frustración, y de los variados acontecimientos que fueron engordando la frustración y dejando las ilusiones tísicas, tratará este tosco relato, iniciado con la sospecha de que las amarguras de los más insensatos tontainas tienen la importante función social de divertir a los demás.

Un recuerdo brumoso y gélido, entreverado de autocompasión fingida, rescata a un muchacho esquelético y desgarbado, horadando la mañana aterida del frío invierno, caminando con precaución por los sucios adoquines de la calle Mayor, evitando los tramos que están como un espejo turbio, donde lucen cuatro dedos de nieve prensada y congelada, en la que un pie puesto alegremente, puede canjearse por un premio de escayola en el cercano ambulatorio.
 
Lo timorato redime de lo patoso al muchacho que, finalmente, no se desmorra, ya que resbala con una prudencia impropia de sus catorce años.
 
Como impropia fue la imprudencia de los noventa años de la abuela de Cipriano, a la que, como no sabemos su nombre, llamamos la Flaturrápida, que le viene de flatulenta por lo mal que su anciano intestino digiere los garbanzos, pues, según Josemari, “se ventosea hasta en misa, cuando pasa a comulgar, y huele mucho peor que las bombas fétidas que echamos en las peluquerías de señoras, cuando hay tres o cuatro sentadas bajo los secadores, con el pelo recién marcado.” Lo de rápida le viene además porque va trotando sin parar a todas partes, hasta el día de anteayer que, resbalando en el hielo, se rompió la cadera y el coche fúnebre la llevó a Pamplona al hospital. No parece para tanto, pero como está la ambulancia averiada, es el coche de los muertos el que cumple, de modo provisional o interino, el cometido de ésta, además la suspensión es mucho más cómoda.
 
 Dejando a un lado a la pobre abuela, el muchacho en cuestión soy yo, caminando hacia el instituto para hacerme un hombre de provecho, cosa esta que, debo aclarar honradamente que no he conseguido, cualquiera que sea la idea que uno tenga de un hombre de provecho.

El aprendiz de triunfador, futuro pelagatos, dobla por José Antonio Primo de Rivera, pasando por delante del Paseo y del Gran Hotel, con su valla guarnecida de esqueletos congelados y mustios de rosales y se dirige, tieso de frío, al anodino edificio blanco del Instituto Nacional de Enseñanza Media “Domingo Miral”.
 





Con una mano sujeta sus libros, más sobados que sabidos, la otra mano la lleva resguardada en un bolsillo del abrigo de sucedáneo de paño barato, del color del pelo de las ratas. “Ese abrigo te lo ha hecho tu madre prensando la pelusilla y la borra que recoge cuando barre”, suele repetirle su amigo Chus siempre que hay alguna chica cerca.
 
Entra por fin en el templo del saber y se dirige presuroso hacia un radiador de la calefacción, de ser posible, el más cercano que esté desprovisto de culos apoyados en él, llegado al cual extrae la mano del bolsillo protector y con ella descarga los libros de la otra, que trae agarrotada. Permanece con ella curvada como un garfio de pirata sobre el radiador tibio, sintiendo un dolor lacerante que le reanima las articulaciones.


 

domingo, 14 de abril de 2013

Hula

(Pulsa play si vas a leer esta entrada, para tener música de fondo.)


El hula hoop es un entretenimiento sinuoso aunque inocente. También, para el mantenimiento de la forma física, es una actividad que, ignoro por qué motivo, siempre me ha parecido tan simpática como fuera de mi alcance, dadas mis habilidades. Así que, sin meditarlo mucho, de una forma gratuita y un poco arbitraria, he decidido dedicarle una de mis canciones-hechas-por-ordenador, a modo de pleitesía y homenaje, un himno a una actividad que me parece, a la vez, trivial y apasionante.

Los padres del invento, en su versión moderna, son los californianos Arthur K. Melin y Richard Knerr que, en 1958, idearon un aro de plástico hueco, para cuyo uso y manejo se inspiraron en unos rituales de los nativos americanos, tomando por otra parte su nombre de una danza hawaiana del siglo XVIII. El aro fabricado masivamente, a partir de 1958, fue un éxito comercial que desató una especie de fiebre, primero en Norteamérica y luego en todo el planeta. En cuatro meses, se vendieron en Estados Unidos 25 millones de aros, poniendo en marcha concursos, bailes, récords y toda una subcultura del llamado hooping que llega hasta nuestros días, en los que incluso ha conocido cierta revitalización.

El aro creado por Melin y Knerr medía 1’06 metros de diámetro. El hecho de que sea hueco, permite contrapesarlo, poniendo en su interior, bien agua, bien unas piedrecitas, para favorecer su inercia y hacerlo girar con más facilidad. Un aro de circunferencia más larga y más pesado, favorecerá a personas más gruesas, lentas o torpes, mientras que el usuario avanzado preferirá aros más cortos y ligeros, que permiten una mayor rapidez en las danzas y ejercicios. El último grito consiste en sustituir el plástico colorido por un material transparente, conteniendo en su interior leds y un generador que los alimenta con la energía obtenida a partir del propio giro, de este modo dan una preciosa y espectacular luz y no son tan peligrosos como aquellos en que se trenzaban mechas para iluminarlos mediante las llamas del fuego.


El asunto del hula hoop tiene su parte mística: una vez que se regulariza el movimiento, la mente se desprende del control del mismo y también de otro tipo de preocupaciones, alcanzándose un estado de conciencia gozosa. Se llega así a lo que se denomina una experiencia de flujo, consistente en auto-olvido y comunicación con el Uno o con el Todo, característica de otras místicas como la sufí, aunque también te puedes fastidiar las vértebras.

Siendo un invento norteamericano, se irrumpe con toda naturalidad en el ámbito de los records, desgranaré algunos:

El poseedor del récord de duración verificado es Aaron Hibbs de Columbus, Ohio, que estuvo 74 horas y 54 minutos, meneando la cadera sin que se le cayera el aro, entre el 22 y el 25 de octubre de 2009. En un concurso, la mayor resistencia la detenta la niña de 8 años Mary Jane Freeze que ganó el 19 de agosto de 1976, sin que el aro fuera al suelo, tras 10 horas y 47 minutos.

Las gemelas Ingrid Söderblom y Erika Zetterkvist, nacidas en Göteborg en 1997, son las poseedoras de la marca por parejas, que exige no sólo resistencia, sino coordinación extrema, ya que ambas bailaron en el interior del mismo aro durante algo más de 23 horas.

El mayor número de aros girados al mismo tiempo por una sola persona es de 132, establecido por Paul "Dizzy Hips" Blair.

El aro más grande que se ha conseguido hacer girar con éxito, medía 13’88 metros de circunferencia.

Y por último, el mayor número de participantes que simultáneamente han estado bailando con su aro (durante 7 minutos), se vio en Tailandia en 2013. Se juntaron 4.483 personas.

viernes, 12 de abril de 2013

El Escrache De Esquilache


“Un movimiento popular espontáneo, pero con una instrumentalización política evidente en medio de una lucha por el poder entre dos facciones”. Copio el entrecomillado literalmente de Wikipedia y podrías pensar que alude a un escrache, pero no, se refiere al motín de Esquilache (Madrid 1766). Y es que la Historia es un tiovivo.

Los medios de comunicación suelen obsequiarnos de cuando en cuando con una palabreja nueva. Durante unas semanas la oímos a todas horas, luego nadie se acuerda de ella. Por fortuna, porque suele tratarse de vocablos feos y prosaicos, ¿cuántos sabían en este país refractario a los idiomas extranjeros que correa, en alemán, se dice gürtel? ¿Cuántos habían oído hablar, antes de esta voraz crisis, de la prima de riesgo, la troika, el banco malo, las preferentes y su casquivana progenitora?

Bueno, pues este mes toca escraches, que imagino que viene del vocablo inglés scratch, que significa rascar o arañar y que hasta hace poco era algo privativo de los gatos y de los disc-jockeys, pero en estos momentos parece la ocupación favorita de cualquier individuo o grupo que esté lo bastante cabreado y tenga la suerte de saber con quién quiere desahogarse. No puedo dejar de pensar que se trata de una manera grosera y patanesca de hacer el “indio”, de allí que pensara titular la entrada “escraches y comanches”, pero me pareció un poco burdo y traído por los pelos.

Hecho lo cual tengo que confesar que yo también fui protagonista de un escrache, cosa que me llena de vergüenza recordar, aunque entonces, desconocedores del vocablo, lo llamamos pitada.

Era a principios de los años noventa y detentaba el cargo de Director Provincial de Educación un infausto personajillo, radical de izquierdas, instalado en el Partido Socialista, bien para “hacer política en el mundo real”, bien para medrar, el caso es que no lo nombraré. Era una época muy incierta para los de mi gremio (entonces, profesores de E.G.B.) porque formábamos parte de un personal docente algo sobredimensionado: estaban llevando a término una catarata de cierres de escuelas en un medio rural que se había despoblado sin cesar, a lo largo de cuarenta años, por lo que no era rentable mantener una escuela abierta en un pueblo para cuatro niños. Además, estaban cocinando la LOGSE que, en términos de personal, era una reconversión en toda regla. Yo contemplo con admiración el morro que tienen ahora para manipular a mis excompañeros, con el timo de la camisetita verde y la letanía de una calidad de enseñanza, que ellos mismos, por aquel entonces, contribuyeron a erradicar con inusual firmeza en varios frentes. Bueno, volviendo al tema: te encontrabas con que te suprimían la plaza y te desplazaban, con carácter forzoso, a donde les convenía (fuimos pioneros en sufrir la movilidad laboral y la deslocalización). Con esta movida, la gente andaba muy descontenta y se convocó un acto de protesta. Aprovechamos que el preboste de Dirección Provincial venía a Monzón, con todo el boato, a inaugurar un Centro De Educación Especial, para deslucirle el acto, preparándole un escrache en toda regla.

Una lluvia de silbidos, vociferantes consignas e improperios lo cubrió cuando salió del automóvil. Había que ver la cara de mala leche que puso. Yo participé en aquél esplendido linchamiento y no me siento muy orgulloso. Más bien me invade un genuino malestar.

Amparado en la masa, ensordezco con un silbato y le vocifero a un tipo, que no es sino un peón en el juego de designios más poderosos, ¿y qué saco aparte de avergonzarme de mí mismo? ¿Detuvimos las supresiones y la política de reducción de personal? No, padre. Y, lo más importante, en un mano a mano, cara a cara con el sujeto, ¿me habría comportado así? Vamos…

Una irritada señorita señala sin dudar a los culpables.
Una cuestión diferente es una manifestación, cuyo derecho ampara nuestra Constitución en el artículo 21, que me doy el gustazo de transcribir: “1. Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará autorización previa. 2. En los casos de reuniones en lugares de tránsito público y manifestaciones se dará comunicación previa a la autoridad, que sólo podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de alteración del orden público, con peligro para personas o bienes.” Basta pues, saber leer, para establecer la distinción entre esto y una algarada, un motín o una expedición de castigo. Y lo que es más importante, puedo recordar haber participado en varias manifestaciones, desde festivas a muy reivindicativas, sin el malestar de haberme sentido partícipe de acosar a una persona concreta, por muy culpable que fuera, dejemos los linchamientos para el lejano Oeste. Atengámonos al cumplimiento de la ley y, si hay que echar a alguien, se le echa con votos, no con gritos e insultos.

El tema de los desahucios es cruel y no parece oportuno tomarlo a broma, así que los afectados tienen derecho a organizarse y a manifestarse. Pueden pensar, con toda razón que, en este terreno, han de hacer frente a leyes abusivas e injustas y tienen la posibilidad legítima de luchar para cambiarlas. Pero la dinámica de los escraches es, a mi juicio contraproducente. Primero, porque señalarle a la turba los culpables y azuzarla para su linchamiento, de momento sólo moral, no es únicamente temerario e irresponsable, sino que además nos aleja de los usos democráticos vigentes en el mundo al que queremos pertenecer. Y segundo porque la opinión pública, que hasta ahora ve a los afectados con simpatía y complicidad, podría volverles la espalda si se convierten en una fuente permanente e imprevisible de alteración del orden público, que algunos llegan ya a identificar con la “kale borroka”.

O no, sujetos a las modas, tal vez acabaremos pensando que un pobre perturbado al que le niegan un autógrafo, tiene derecho a asesinar a John Lennon. Somos así de solidarios con los débiles.
 
El señor de la boina es el decano de los escrachers,
don Tasio Erkizia, "Intimidator".

 


miércoles, 10 de abril de 2013

La Entrada Número Cien

Justo hoy hace seis meses que este blog echó a andar por la red, para sorpresa de unos cuantos y pasmo de casi nadie. Seis meses y hoy coincide que publico la entrada número 100, ¿casualidad o premeditación? Sea como sea, es un misterio menor. Aposté que no llegaría hasta aquí y he perdido. Me debo una cena.

Ayer por la noche miré, en el escritorio de Blogger, las estadísticas que trae y me enteré de que, en estos seis meses, se han contabilizado 5.231 visitas a las entradas de este blog. No sé si son pocas o muchas, pero sí son bastantes más de las que esperaba y, desde aquí tengo que dar las gracias a todos los visitantes. Supongo que muchas visitas se producen por error: el navegante va buscando otra cosa y abre esta página, desconociendo que no voy a cumplir su expectativa, lo siento, pero a éste le doy doblemente las gracias. Por ejemplo: merced a las indiscretas estadísticas, me entero de que la entrada más visitada es “Dos Lolitas”, de octubre de 2012, y con toda honestidad, no creo que sea mérito de mis parcos conocimientos cinematográficos, sino de una broma que el buscador le gasta a un usuario que va persiguiendo a dos jovencitas pilladas en alguna travesura erótica. Que el cielo me mande relámpagos, si me equivoco.


Himphame a mediados del siglo pasado
¿Cómo empezó todo? Pues me había jubilado por incapacidad y me estaba espantando las moscas por toda ocupación. Un día, mi amigo el Resentido me dijo: “A ti que te gusta escribir chorradas, te iría bien publicar en internet y, como tú ya no tienes nada que perder, podrías hablar mal de todo el mundo, poner verdes a los políticos y fastidiar un rato a quien te diera la gana que, como decía mi abuela, el que no tiene quehacer, con el culo caza moscas”. Bueno, pensé, tiempo me sobra, no pierdo nada por probar… Y contacté con otro amigo, que me regaló el libro “Blogging for Dummies”. Vi que no era muy difícil y el 10 de Octubre de 2012 publiqué mi primera entrada. Hop.

Himphame ante el peligro
En un principio, mi intención era servirme del blog para colgar e intentar dar a conocer la música que hago con el ordenador, pero con estas entradas musicales he tenido menos éxito que el representante de Osborne en Teherán, además enseguida me pudo mi vertiente garrula y me puse a hablar de esto y aquello y lo de más allá, que es lo que en el fondo me debe de gustar. Durante seis meses he escrito lo que me ha dado la gana sobre los temas que me han apetecido, ventajas de no tener ninguna obligación.

Algunos antepasados de Himphame
Pido perdón por los defectos del blog, sobre todo por los que son involuntarios. Algún conocido me ha reprochado que me enrollo mucho; lo siento, pero es precisamente lo que me gusta de este formato. Si no fuera así, tendría una cuenta en Twitter. Otro usuario me ha dicho que la letra es muy pequeña. Cuando empecé no sabía qué tamaño de fuente quedaría bien y sigo sin saberlo, pero siempre se puede poner el zoom del explorador al 150%, yo, que soy medio ciego, lo hago. Otros me recriminan que es un blog muy soso y le vendrían bien algunas mejoras de diseño y algunos gadgets, cosa que incorporaré cuando sepa más, además de un contador de visitas y una lista de seguidores, por si alguna vez los tengo.

Por último, desvelaré mis planes: seguir otros seis meses, procurando publicar un poco menos a menudo, 80 en vez de 100, emprender alguna mejora formal y abrir una nueva etiqueta, probando fortuna con algún tipo de narración por entregas. De momento en el perfil se descubre, en parte, quién es ese hasta ahora anónimo Himphame (léase infame, como Raphael), incluso pondré una foto sicodélica de cuando era joven.

Gracias de nuevo, intentaré seguir vivo.

Himphame tomando el sol

martes, 9 de abril de 2013

Come And Get It - Rachel Stevens

El disco que me trae hoy a esta página es un producto prefabricado, listo para el consumo masivo de un público de adolescentes, un álbum que fue manufacturado en 2005, en Inglaterra, por el avispado productor de las Spice Girls, buscando un éxito comercial que no llegó. Se trata de una colección de canciones synth-pop-electro-dance y todas las etiquetas similares que se te ocurran y quieras adjudicarles, un álbum pegadizo y facilón, descaradamente orientado a la pista de baile… En la vida he oído algo que huela tanto a montaje, algo en la onda que luego nos han hecho aborrecer Britney Spears, Lady Gaga y compañía. Música intrascendente, estudiada por la industria del entretenimiento para destilar un inofensivo pasatiempo a jovencitos y jovencitas que, de mayores, ya no escucharán música.

 
Claro que he dicho que fue un relativo fracaso… en su terreno. Lo puedes oír y descartar en unos minutos… o no. ¿Por qué no? No sabría decir qué me enamoró concretamente de esta grabación, sabiendo lo que sabía cuando la escuché, pero lo cierto es que lleva unos años entre mis chiclés favoritos y no acabo de cansarme de ella.
 
En primer lugar fue la chica de la portada, la actriz, modelo, bailarina y cantante inglesa Rachel Stevens, que es muy guapa y muy sexy. Además canta como los mismísimos ángeles rebeldes, justo antes de ser expulsados del paraíso.

 
En segundo lugar, el estilo musical y los arreglos hacen del disco algo desconcertante. Suena, a la vez, ochentero y actual. Tan actual que, por un lado, en 2005, anticipa con claridad el toque electro de las divas de ahora mismo, escuchas “So Good”, que abre el disco, e imaginando una voz más robotizada, pasada por un vocoder, podrías pensar que se trata de un tema de este mismo momento; por otro lado, la producción tiene un aroma ochentero que recuerda a cantantes como Cindy Lauper, Kim Wilde o la mismísima Madonna de entonces, que nos deleitaron en aquellos, ay, ya lejanos días.
En tercer lugar, llego a la conclusión de que escucho una golosina pop de 24 quilates. Decenas de detalles elaborados con un exquisito cuidado para poner el oído contento y, de rebote, el espíritu. Todo ha sido, modelado, añadido, fabricado con el más depurado artificio, con el más acabado gusto por una música comercial de altísima calidad, en caso necesario se han plagiado frases y efectos de contrastada eficacia: la frase de guitarra de The Cure en “It’s All About Me”, lo que haga falta, para sonar agradable y resultón.
 
En cuarto lugar, lo más importante, las canciones: unas composiciones diáfanas y pegadizas que se van saboreando una a una, como caramelitos. Un disco que se abre con “So Good” y se cierra con “Dumb Dumb” y, en medio, tiene once temas más, de los que puedo decir que me pondrías en un aprieto si me pidieras un descarte, es algo muy poco común. Es algo rarísimo, más bien. Lo común es pergeñar tres o cuatro temas graciosos y lo demás va de relleno. Aquí, no: si te gusta uno, te los comes todos. Mis preferencias se decantan por el intenso “Je m’appelle”, el alegre y trotón “Funny How” que, si estoy deprimido, me alegra el día y los perfectamente redondos “Negotiate With Love”, con sus divertidos ruiditos, y “Secret Garden”, donde el registro insinuante de la cantante luce de maravilla. Abstenerse diabéticos,
Será complicado que te tomes en serio un producto así a estas alturas, pero si lo haces habrás tenido suerte: tienes un deleite, entre muy poco y demasiado inocente, garantizado.

Prueba a bajarlo en mp3 con este enlace y si te rechifla, como a mí, te haces con una copia de más calidad. 
  

sábado, 6 de abril de 2013

Beatriz Y Los Cuerpos Celestes - Lucía Etxebarría

Mi personaje de ficción favorito, el faro que guía algunos de mis vicios y actitudes, es el protagonista de la formidable novela de John Kennedy Toole, “La conjura de los necios”. Este personaje, llamado Ignatius Reilly, un gordo excéntrico en guerra contra el mundo, tiene la costumbre de ir al cine a ver las películas que más le desagradan y horrorizan, con la intención de afirmarse en su repugnancia, desahogándose en improperios y ratificándolas como un insulto “al buen gusto y la decencia”. Va a ver a la actriz que más detesta y, en voz alta, opina que “habría que azotarla hasta hacerla sangrar”. En el cine temen sus comentarios desagradables y sus bufidos e intentan no dejarlo entrar.

Algo similar debe ocurrirme con los libros. Con cierta frecuencia me descubro leyendo novelas que me parecen deplorables y me irritan, por el puro placer de exasperarme como Ignatius. Quizá haya una explicación más sencilla: conozco espectadoras inteligentes y sensibles que, por puro morbo, ven, medio a escondidas, sus buenas dosis de telebasura, programas del corazón donde la excompañera sentimental de un actorzuelo famoso, lo cubre de inmundicia verbal, contando las más groseras y estúpidas intimidades, para regodeo de un público ávido de hurgar en vertederos sentimentales y morales. Cada uno se perjudica con lo que le apetece, que pa’ eso hay democracia, ¿no?

El caso es que éste es mi tercer libro leído de una autora que no me gusta nada. Antes devoré con malsana fruición “Amor, curiosidad, prozac y dudas” y “Lo verdadero es un momento de lo falso” y, lo que ahora me ponga a decir de “Beatriz y los cuerpos celestes”, vale para las tres novelas, pues, no sólo están cortadas por idéntico patrón, sino que son variaciones de la misma historia: los mismos ambientes, los mismos personajes, los mismos conflictos. La autora, Lucía Etxebarría, se enfrenta obstinadamente a la escritura de una única novela de la que nos va sirviendo diferentes versiones o entregas.

 
En lo esencial, encontramos un discurso en primera persona de un personaje femenino y joven. Es narcisista y autocomplaciente hasta la náusea y, a la vez, autodestructivo. La que habla, se postula como representanta de un espécimen generacional que se ha dado en llamar “Generación Kronen”, cronológicamente perteneciente a los años noventa del pasado siglo y caracterizada,  psicológica y sociológicamente por un patrón que trataré de condensar en cuatro frases.
 
Se trata de una hija de papá, poseída por el odio generacional, lo que le lleva a una contradicción: tiene posibles y vive de su familia o si la desprecia demasiado, de un trabajo eventual, camarera, pongamos, aunque lo más frecuente es que sea estudiante, de escasa aplicación, que es más antisistema. Una madre histérica y derrotada, es imprescindible para dotar al personaje de complicidad con sus jóvenes lectoras. Beatriz, aquí la protagonista, también es politoxicómana y emocionalmente inestable, por tanto navega vitalmente a la deriva entre la autoindulgencia y la egolatría, por un lado, y la temeridad y el desprecio, por ella misma y por todos los que conoce en su mundo y que lógicamente repiten su patrón, por otro. De este modo, se cree por encima del resto de los mortales: es una pija, pero desdeña a los pijos; coquetea con los bajos fondos, poblados de camellos y rateros de medio pelo, pero también los menosprecia. Por último está arduamente inmersa en el empeño de la liberación sexual, la tal Beatriz es bisexual y feminista, pero es española y de formación católica (colegio de monjas), con lo cual otra contradicción está servida: siendo, a la vez, promiscua y estrecha.
 
Observemos primero lo de pija: ”Cuando mi madre iba a buscarme al colegio era la única que no lo hacía en coche, y las otras niñas no comprendían que viniese a buscarme en autobús y que luego nos fuéramos de vuelta a casa juntas otra vez en autobús… Tampoco sabía explicarles entonces por qué no podía conducir.” Y ahora lo de estrecha: Beatriz tiene una relación lésbica con su amiga Cat que trabaja en un bar. Así lo etiqueta la protagonista: “Pero con el tiempo dejé de ir, porque me aburría. No conseguía entender a aquella panda de mariquitas histéricas y repintadas que gorjeaban tonterías entre risitas de damisela.” O sea, liberada sí, pero guardemos las formas… en el armario. En resumen, la novela de las Bratz inconformistas.

El uso y abuso de semejante personaje puede tener una triple explicación, ninguna del todo satisfactoria. Quizá pretende reflejar un exponente característico de la juventud urbana acomodada, pero no me convence dado mi conocimiento de personas de esa generación, pertenecientes a tipos muy diversificados que no repiten ese patrón concreto. O quizá pretende reflejar un arquetipo moral, atormentado pero irresponsable, un ser que es malvado sin tener conciencia de serlo, ni culpa, pues las circunstancias le han llevado a ser ruin con cierta tibieza. Tampoco me convence, me parece, como alma oscura, poco interesante. Mucho menos que la mujer de Roger Rabbit, que dice: “yo no soy mala, me dibujaron así”. Por último queda la repetida explicación de la experiencia autobiográfica: Beatriz es la propia autora, a la que se parecería en casi todo, menos en el tipo, siendo Beatriz anoréxica y Lucía Etxebarría un poco llenita. “Basada en hechos reales”, si te gustan esas historias, igual le encuentras un pase.

 
Pero lo que de verdad me conmueve es lo mal escrita que está la novela. La prosa chirría aquejada de mil y un ripios y lugares comunes. Es sorprendente que un personaje que se jacta de haber leído tanto, que critica el “Ulises” de Joyce, se exprese con una prosa tan tosca y desaliñada, plagada de incorrecciones. ¡Y es una novela que ganó el premio Nadal en 1998! ¡El más prestigioso de nuestras letras! Leer para creer.

Pondré, como última muestra, un párrafo que me parece singularmente torpe: “Supongo que en el fondo todos sentimos lo mismo, puesto que al fin y al cabo venimos de lo mismo: hidrógeno, helio, oxígeno, metano, neón, argón, carbono, azufre, silicio y hierro, los compuestos básicos del universo, moléculas elementales que existen desde el principio de los tiempos y que, recombinadas entre sí, han dado lugar a otras más complejas. El desarrollo de la vida es un milagro inevitable, una milagrosa combinación de elementos según una trayectoria de mínima resistencia. Dadas las condiciones de la Tierra primitiva, la vida tenía necesariamente que surgir; del mismo modo que el hierro inevitablemente se oxidará en el oxígeno húmedo. Cualquier otro planeta que se pareciese física y químicamente a la Tierra desarrollaría vida. Todos somos inevitables, todos venimos de lo mismo, todos constituimos un milagro en nosotros mismos. Energía y moléculas es vida. Amor y frustración igual a celos.” (Sic). Con un par…

El compendio de filosofía barata y asimilación errónea de la ciencia, más el imposible equilibrio entre lo alpargatero y lo pedante, me ponen en bandeja mi tan amado sentimiento de entusiasco. Ah, y por supuesto, pienso leer más libros de esta colosal autora, antes de que se seque su portentosa facundia.           

viernes, 5 de abril de 2013

Carelman Y Sus Objetos Imposibles

¿Y si nuestra vida cotidiana no fuera sino una repetición de esfuerzos absurdos, de gestos superfluos, de movimientos ridículos, de tareas inservibles? Eso es lo que parece creer Jacques Carelman, cuya rebelión contra el sagrado utilitarismo imperante es un eficaz antídoto contra la depresión. Nos rodeamos de multitud de objetos que nos parecen útiles, que creemos que cumplen una función en nuestras vidas, Carelman, con un puñado de diseños disparatados, subvierte nuestra confianza en el ingenio humano a la par que nos hace dudar de algunas de nuestras “necesidades” materiales, así como de algunas de nuestras más provechosas actividades. Sus objetos son decididamente inútiles, humorísticamente estrafalarios, pero si nos detenemos a reflexionar ¿cuántos de los objetos de que nos rodeamos afanosamente no son sino herramientas para complicarnos la vida?¿Cuánto trabajo dan los objetos que ahorran trabajo?

Jacques Carelman fue un polifacético artista gráfico francés que murió hace poco más de un año y que debe primordialmente su fama, al aquí llamado “Catálogo de Objetos Imposibles”, cuyo original data de 1969, y que es una especie de parodia sarcástica de un catálogo de venta por correo. A mi modo de ver, está muy influenciado por conceptos dadaístas y surrealistas: Tristan Tzara, René Magritte y Marcel Duchamp, podrían ser sus maestros más evidentes.

 
Presenta sus “ofertas” con un lenguaje publicitario engolado y falsamente solemne. Algunas son irresistibles, como este bolso para gato, del que afirma: “Útil para que su gato viaje cómodamente sin tener que ir en el sempiterno cesto de mimbre, antiestético y pasado de moda. Bolsa de piel flexible acolchada. Máscara de plexiglás agujereado para la cabeza. Asas sólidas. Cremallera dorsal. Artículo original y de excelente gusto.”

 
Su producto más conocido y emblemático es esta cafetera para masoquistas. La imagen explica suficientemente en qué consiste.

 
Esta hamaca autónoma también me parece irresistible: “Gracias a sus dos globos, no necesita apoyo ninguno. Mientras se echa la siesta, podrá usted pasearse suavemente a merced de la brisa.”

 
¿Y qué “manitas” dejaría escapar esta brocha para tubos? ”La distribución circular de la cerda de esta brocha permite pintar un tubo de una sola pasada. (Disponible, por encargo, en cualquier diámetro.)” Una gracia adicional, como se ve, es que la mayor parte de estos objetos no sólo fueron ideados, sino que se construyeron realmente.

 
Algunas veces hace una incursión en el humor negro, como se aprecia en este singular anuncio de escaleras adaptadas.

 
Nada escapa a su afán de innovación, tampoco el menaje. Este tenedor de seguridad, “por carecer de puntas, se recomienda para niños de corta edad”.

 
Acabo con la que, para mí, es una de las joyas del catálogo; la mesa de ping-pong “Todas Direcciones”, de la que explica: “Esta mesa de dimensiones rigurosamente reglamentarias, gracias a su forma ondulada aumenta el placer del juego por los inesperados rebotes de la pelota, comparables a los de un balón de rugby.”

Eso fue todo. No descarto volver más adelante con más objetos imposibles. Es fantástico el puzzle de dos piezas o la increíble colección de bicicletas. Si tardo demasiado, sería sensato que te compraras el catálogo en caso de que te haya gustado como a mí.