miércoles, 30 de diciembre de 2015

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 47

29.         DIVINA RUTINA
Cuando salíamos del instituto, aquella fresca mañana de primeros de mayo, que me había pasado casi íntegra yendo y viniendo a Jefatura de Estudios, les conté a los compañeros, entre preocupado y mohíno, que me habían puesto una nota en el expediente. Ésta era la peor amenaza que esgrimían nuestros profesores: quedabas académicamente marcado de por vida. Según me había vociferado don Marcelino, cuando saliera del instituto no me admitirían ni en los correccionales. También me rugió que no me expulsaban porque les daba lástima que me acabara de quedar huérfano, aunque teniendo en cuenta el padre que ostentaba yo, también me tenían lástima antes. Era el primer día que osé acudir al centro, amparado hasta entonces en los motivos del luto. Mis compañeros, llegados del viaje, ya se habían reincorporado a las clases un par de días antes. Y no parecían muy impresionados por mis desventuras. Josemari interrumpió mi cháchara autocompasiva:

 - Qué suertudo, Pinchaúvas. Yo pensaba que te iban a expulsar, que no te dejarían hacer la reválida y que te tendrías que marchar a Sigüenza, a pagarla, como Zaborras. Me había jugado veinte duros con Chus. Y es que no sabes qué cara más larga, pero qué jeta de funeral se les quedó a Pichot y a la Borau después de que te largaron en el tren. Por cierto, nos jodiste a base de bien: después de lo tuyo, hubo toque de queda durante el resto del viaje y no se atrevió a cantearse ni dios.

 - Por tu culpa – añadió Chus – a partir de esa mañana en Sevilla, nos llevaban en fila de a dos, a golpe de silbato, marcando el paso de la oca y no nos quitaban ojo de encima ni durante el tiempo libre, que se redució…

 - Redujo – corrigió Josemari – a una hora diaria después de cenar. Luego a la cama y en silencio. No se oía más que el crujir de los somieres con el pajilleo a cappella, hostia, qué muermo de viaje y todo por culpa de un baboso de mierda que no sabe beber, que se nos pierde, que no controla y que es un mamón. ¿No te da pero ni una pizca así de vergüenza?

 - El único que ha disfrutado ha sido ese cenutrio de Mateo, ¡ay Toledo, el Greco! ¡Qué maravilla chavales, fijaos en esos cuadros! ¡Qué trrazo taaan essspontáaneo! – Remedó Chus – Un puto aburrimiento, tío, anda marcha a cascarla con él.

- Eso, Pinchi, joder, si hubieras sío desente, te habría tenío que alistar en la Legión y no habé aparesío má delante de nosotro. – Hasta Jezú se subía al carro del linchamiento, ¿qué podía yo hacer con esa patulea de “amigos”? En cuanto a las chicas, no hubo siquiera una sola que me volviera a dirigir la palabra en los dos meses que restaban de curso, primero, y en el resto de su vida, más tarde. Excluyo dos que, en cierto modo, no cuentan: a Lucía le conté, en una carta de once folios por las dos caras, una versión que me exculpaba por completo de un incidente que apenas sabía reconstruir, salvo en el orden inexorable de algunos acontecimientos.


En cuanto a Nines, pasado el sofoco fúnebre, estaba casi más contenta que antes, hacía planes con una extraña euforia que rayaba en la histeria y me defendía orgullosamente hasta de mis propias acusaciones: sólo a ella, con ánimo más que nada de mortificarla, le conté todo cuanto recordaba, incluida la indescifrable excursión nocturna con Macarena. Lejos de amohinarse, me dijo que un hombre necesita adquirir experiencia en todos los terrenos… Le contesté que, ni yo era un hombre aún, ni estaba seguro de haber adquirido experiencia en terreno alguno, más allá de las variadas intoxicaciones de unos días atrás. Aparte de eso, me invitó al cine Astoria, donde estrenaban “Adivina quién viene esta noche”, porque su padre había premiado su diligencia en el reparto de toneladas de pota con una generosa y pestilente propina. Yo acepté con renuencia:

 - Me parece que es un rollo. Una peli de esas de amor para las chicas y además el argumento es un poco irreal, porque la protagonista se enamora de un negro. Bueno, en América, tira que te va, pero aquí no hay negros, sería muy extraño que tú te fueras a enamorar de un negro.

 - No veo por qué no, salvo porque ya estoy enamorada de ti. Y aunque fueras negro, o incluso verde moco, te querría igual.

Decidí, en mala hora, acompañarla al cine, aun a riesgo de tenerme que tragar un tostón. No andaba yo muy sobrado de compañías que se portaran bien conmigo. Digo en mala hora, porque apenas cuarenta minutos después, ya habían pasado el Nodo y los anuncios y había empezado la película, un latazo como me temía, Nines hizo algo muy inusual en ella. Cogió mi mano y la guio bajo los pliegues de su faldita entablada, hacia un lugar cálido y húmedo anidado en un vello muy suave, en el vértice interior de sus muslos. Nunca la había tocado ahí. Y tuve que vencer un primer impulso de repulsión, pues lo primero que me vino a la mente fue una situación similar, con don Gregorio guiando mi mano.

Esta vez no pugné por retirarla, pese a la mojadura, acariciando, ora lo que ella me proponía, ora el tibio encaje de sus bragas, texturas y relieves con los que sufrí una intensa alteración, aunque procuré recobrarme y restarle volumen e importancia, ya que enseguida ella se recompuso y estuvo durante el resto del tiempo de oscuridad, embebida en la pantalla.


 - Ha sido muy bonito – dijo, recién salidos a la tarde primaveral. Y no supe si se refería a la película o a la tournée de mi mano, hospitalariamente guiada por la suya hacia sus imprecisas y acogedoras ingles. Paseábamos junto a las vallas del Gran Hotel y, como de chufla, corté un desmedrado capullo de rosa, de un tono entre granate oscuro y colilla de habano, y se lo tendí ceremonioso.

Nunca lo hubiera hecho. Su sonrisa adquirió un tinte peligroso cuando dijo:

 - Teo, si estás pensando como yo que lo nuestro empieza a ir en plan formal, creo que deberías venir a casa de mis padres, el domingo por la tarde, a presentarte, para que te conozcan.

Rábanos. Caramba. Canastos. Cáspita. Carape. Zambomba. Caracoles. Zapateta. Se me había olvidado que Nines era una lunática. No me veía yo frente a las feroces fauces del señor Rapún, alias el Congrio, diciendo lo del “plan formal” con su hija pequeña, seguro que, de la hostia que me metía, se me quedaban los cojones colgando de lo alto de la torre Eiffel. Con ésta ominosa imagen, me despedí de ella aún menos ufano que el día del funeral.

Y me encaminé hacia “El Arcángel” por ver si conseguía recomponer mi maltrecha amistad con alguno de aquellos zánganos… Estaban todos allí, de pie, silenciosos, apabullados. De la sinfonola de Serafín surgía el discurso que los tenía catalépticos:

“Lady Madonna lying on the bed
Listen to the music playing in your head”.

Y el gritito en que se plasmaba esta última palabra viraba a un falsete cálido y estremecedor. Chus dijo, con los ojos humedecidos de fervor:

 - ¡Qué hijoputas! ¡Lo han vuelto a bordar!

Las 3 ilustraciones de este capítulo, las hizo Mateo
con una cera Manley verde fosforito
sobre una cartulina marrón.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Descuartizando Europa

O diseccionando Europa, si no te atraen los términos contundentes. Gracias a un excuñado intelectualmente muy inquieto, tuve acceso a estos curiosísimos mapas que hoy comento. Más adelante, me enteré de que eran fruto del humor y el afán de un tal Yanko Tsvetkov que había ideado una geografía humana del prejuicio, el fanatismo, los estereotipos y las obsesiones de las comunidades que pueblan el extenuado planeta. También me enteré de que tales mapas eran virales en internet, vaya, esta vez tampoco puedo presumir de un hallazgo original.


Tsvetkov, con agudeza y humor, propone 20 maneras de dividir el continente europeo basándose en criterios muy variopintos, unos más acertados, serios, pintorescos o documentados que otros. No he podido evitar mirar dónde nos deja a España en cada una de sus particiones y, en más de una ocasión, me ha sorprendido. Con el pretexto de que está en inglés, haré de cicerone latoso para todos aquellos que la ESO excluyó de la comprensión básica de semejante documento. Comienzo:

1. Nos tilda de eufóricos, frente a los melancólicos o deprimidos de más al Norte. 2. Preferimos lo clásico a lo moderno. 5. Nos sitúa en la Europa del tomate y no en la de la patata. 6. También en la Europa del vino y no en la de la cerveza o el vodka. 9. Pertenecemos al Sur sexualmente reprimido frente al Norte emocionalmente reprimido. 10. Estamos en la zona católica y no en la ortodoxa o protestante. 13. Disfrutamos de la buena cocina, frente a la mala cocina atribuida al Norte. 14. Nuestro volumen de voz al hablar es alto o ensordecedor, frente al menos ruidoso de los septentrionales (este es el único mapa que divide a nuestra nación en dos zonas. No se aprecia, en ningún otro, hecho diferencial alguno al que Tsvetkov sea sensible). 17 Somos gente que trabaja 21 días al año, otros viven 21 días al año. 18. Somos de los que necesitan un fontanero, en tanto que la gente del Este se las arregla para reparar su lavabo.
Paso al otro trozo de mapa:
3. Se nos define como revolucionarios, en tanto que la gente del centro de Europa es tradicional. 4. Vivimos en la zona soleada y no en la nublada. 7. Estamos en la Europa que guisa con aceite de oliva y no en la que guisa con mantequilla. 8. Pertenecemos a la Europa del café y no a la del té. 11. ¡Sorpresa! Se nos sitúa en la Europa rica, frente a las zonas del Este que son la Europa pobre. 12. Perezosos, frente a los que trabajan duro. 15. Nuestras mujeres se relacionan amistosamente con el mundo gay, frente al Este homófobo. 16. Vivimos en la vieja Europa, al Este encontramos la nueva Europa. 19. Somos gente que se sienta para comer, en tanto que muchos otros europeos comen de pie o mientras caminan. Y 20. Somos una zona religiosa de Europa, otras zonas están encuadradas en la zona atea. Eso es todo.
Pero no acaba aquí la cosa, creo que el bueno de Tvsetkov ya va por el segundo volumen publicado de tan singular “Atlas de los prejuicios". Te añado un enlace y un desternillante mapa más, éste sin la fatigosa labor de traducción ni comentarios.

jueves, 24 de diciembre de 2015

El Rap De Los Reyes Magos

Rescato con apremio la letra de un rap que cantaron, poseídos de una gracia y acierto sobresalientes, mis chicos y chicas de sexto de primaria, en un festival de Navidad que el colegio Aragón celebra todos los años. La idea de la letra no es nueva ni original, pero ellos y yo la adaptamos con entusiasmo y quedó la mar de coqueta. La pongo aquí como un brindis por todos los participantes en el modesto evento, ojala la recuerden con el mismo cariño que yo.

RAP DE LOS REYES MAGOS

Somos reyes magos, venimos del Oriente.
Traemos regalos, a nuestra buena gente.
Entramos a tu casa, abriendo el balcón…
¿Que no has sido bueno? Pues toma: ¡carbón!
Entramos a tu casa, abriendo la ventana:
Juguetes para ti, juguetes pa’ tu hermana.
Hace algunos años que tenemos competencia
Un gordo de rojo nos quita la paciencia.
Largo Papá Noel, vete al Polo Norte
Y para adelgazar, practica algún deporte.
¿Cuántos agujeros tiene tu cinturón?
Novecientos mil, ¿O pasan de un millón?
Vuelve con tus renos, tu rollo ya no cuela,
Estás venido a menos, tu trineo ya no vuela.
Te crees que estás en la cresta de la ola
Y ese pijama lo diseñó la Coca Cola.

 Nosotros somos reyes, y aquí hacemos las leyes,
Despeja ya el Portal, eres un carcamal,
Lo nuestro mola más: producto nacional.
Nosotros damos caña y juguetes para España.
Lo nuestro es carácter y reputación,
Además por la mañana, chocolate y roscón,
Dentro de dos semanas, saldremos de Arabia:
Tú estarás en el paro ¡y te va a dar mucha rabia!
Tú no eres rey ni mago: por ti no hay quien responda,
No vuelvas por aquí, estás fuera de onda.

Belén de Monzón

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Feliz Navidad, Inconscientes

La redacción de Entusiasco, sus reporteros gráficos, maquetadores, administrativos, gerentes, el presidente honorario y el director en funciones, toda una pléyade de fieles servidores del seguidor perdido, os desean:

Unas muy felices fiestas de Navidad, en compañía de los más próximos y queridos de entre la familia humana circundante y sus mascotas.

Y un próspero o, al menos, sostenible año de 2016, decimosexto del siglo XXI, siglo que no parece haber empezado con la fecundidad, abundancia y fortuna que nos prometieron los fundadores del Estado del bienestar, con lo que más de uno dirá “Virgencita, que me quede como estoy”.

El árbol (chino) de mi hogar
 
Como no darán las motivaciones de la festividad en los informativos de Antena 3, te copio un pasaje de Lucas evangelista (y me quedo tan ancho), porque aunque nunca voy a misa a oírlo, no deja de producirme una oscura y atávica emoción:

“3 Todos iban para inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad. 4 Entonces José también Subió desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, porque él era de la casa y de la familia de David, 5 para inscribirse con María, su esposa, quien estaba encinta. 6 Aconteció que, mientras ellos estaban Allí, se cumplieron los Días de su alumbramiento, 7 y dio a luz a su hijo primogénito. Le Envolvió en pañales, y le Acostó en un pesebre, porque no Había lugar para ellos en el Mesón.”
 

Por otra parte, soy consciente de que es la tercera vez que enlazo el Oratorio de Navidad de J.S. Bach, pero no me arrepiento de ser tan pesado. El enlace del año pasado, ya no funciona, cosas de YouTube, donde los contenidos son tan abundantes, armoniosos y efímeros como las moscas. Espero que éste sea una excepción: interpretan el primer coro de la divina partitura, “Jauchzet, frohlocket!” Algo así como “¡Alégrate, regocíjate!” aunque no te fíes, yo, de alemán, ni palabra.

¡Así que a regocijarse, inconscientes!

 

lunes, 21 de diciembre de 2015

Ajedrez. El Aura Del Gran Maestro Internacional

Volviendo a las semblanzas del Torneo Internacional de Ajedrez de Benasque, voy a remontarme hasta 1985 o por ahí, para dar cuenta de un curioso encuentro con uno de los elegidos de este mítico juego del que, entonces como ahora, yo lo desconocía todo o casi todo. Por tal motivo, fuera de los manuales y de la letra impresa, apenas me había sido dado ver de cerca, in person, a un Gran Maestro Internacional (en siglas GMI), categoría esta, la más alta del deporte de los tableros y rodeada, por aquella época, de una aureola casi mística.

Un GMI era, para nosotros, pobres palurdos del ajedrez, un ser casi mitológico, adornado de perfecciones sobrenaturales, dotado de una mente poderosísima y de un talento infernal y artístico, un superhombre, vaya, que casi nos extrañaba que no se desplazara en limusina. Hoy sabemos que esta reverencia anida en otros deportes, tenis, fútbol, básquet o golf y que en el ajedrez profesional, fuera de una reducidísima élite, es casi un milagro comer caliente los días alternos.

Pero esto era hace treinta años y acudimos, con reverencia, a ver y a escuchar al primer GMI que, bajando del Olimpo, se dignaba participar en el Open de Benasque.


Lo que apareció ante nuestros ojos respetuosos fue un hombre alto y desgarbado, con unas botas de pescar, una caña y una corbella; yo le hubiera dado sesenta años (luego me enteré de que tenía cuarenta y tantos), tenía todo el pelo blanco y una nuez prominente bajo un rostro muy delgado y algo ajado. En resumen, era bastante feo.

Nos acercamos a él con respeto y, para trabar conversación y hacernos los simpáticos, le sondeamos:

 - ¿Gran Maestro Sahović? ¿Yugoslavia?

A lo que, para nuestra sorpresa, respondió muy airado:

 - ¡No! ¡No Yugoslavia! ¡Montenegro!

A continuación se irguió, alto y esquelético y, señalándose a sí mismo, remató:

 - ¡Montenegro! ¡Hombres apuestos!


Y muy digno, se retiró, dejándonos un tanto perplejos, pues no era mucho más apuesto que un viejo paraguas. De este modo, aprendimos que la perspicacia de los Grandes Maestros no reina más allá de las fronteras del tablero.

Hoy, el Gran Maestro Dragutin Sahović y Yugoslavia han fallecido, ésta desintegrada sin que nos haya servido de advertencia y, de aquél, apenas hay referenciadas unas pocas partidas con rivales de primera línea (Botvinnik, Bronstein… Ahí es nada) en Internet. Por cierto, el montenegrino no ganó el Open de Benasque, pese a ser el jugador de mayor ranking y sospecho que, en realidad, había venido a pescar en el río Ésera.

1. Rd4!

Volviendo al finalico de la anterior entrada de ajedrez (25-9-2015), yo hubiera jugado 1. Rd5 y… Ay cenutrio de mí, son tablas. La jugada correcta para ganar es 1. Rd4 y, contra 1. … Rc6 o 1. … g5, entonces 2. Re5, y contra cualquier otra, 2. f4 triunfando, como puedes comprobar fácilmente.

Y, para no martirizarte más, me despediré hoy con dos posiciones: las blancas juegan y ganan en ambas. De un solo golpe de vista se resuelven, lo cual da mucho gustito.

Blancas ganan (y mate en 3 o 4)
 
Blancas juegan: mate en 3 muy fácil

sábado, 19 de diciembre de 2015

Toi Reflesionando

Intuyo que no hace falta haber sido galardonado con el Nobel de Política, para afirmar que la democracia, tal como la hemos conocido en los últimos cuarenta años, se acaba mañana a las ocho de la tarde.

No sé si la que dará comienzo en 2016 será mejor o peor que la que hemos conocido: por un lado las personas “de edaz” estamos una “miaja” alarmadas, en tanto que las personas jóvenes dan en mostrarse entre escépticas y esperanzadas, ya que lo alcanzado no parece darles muchas “prespectivas”. Yo, que tengo la edad, la fe y el entusiasmo de Benjamin, el burro de “Rebelión en la granja”, no espero nada bueno de ningún cambio, porque ya todos los cambios que se operan en mí, son para peor y confundir lo exangüe de mi persona con lo agotado del modelo político que nos habíamos propuesto, sin proponérnoslo, sería tramposo y ridículo, terrenos en los que me suelo meter, pero hoy no tengo ganas.

Así que tomo prestado del Bollycao, una de las influencias básicas de nuestro entorno cultural, el icono que adoctrinó a una generación entera, el Toi, para decir, en esta tarde inusualmente tibia gracias al cambio climático: “Toi Reflesionando”.


Y mañana contribuiré a desatascar o a empantanar, a impulsar o a estropear, a encanallar o a enjuagar la historia con mi humilde papeleta: que dios se apiade de nosotros y proteja nuestro consumo navideño dizque en su honor…

martes, 15 de diciembre de 2015

Educación Para La Ciudadanía

Tengo, en general, muy buenos recuerdos de mis compañeros de trabajo en las labores docentes que dejé hace pocos años. Y hoy, en una entrada muy breve, quiero testimoniarles mi conmiseración, mi solidaria compasión con un deje de piedad, por lo crudo que se les va a poner el panorama: no es que el neozapaterismo les vaya a volver a bajar el sueldo o a impostar una remozada “Educación para la Ciudadanía”, donde se enseñe que “también las personas gays son seres vivos”, o que los neoconservadores les vayan a endiñar otros recortes, merced a los cuales tengan que poner las tizas de su bolsillo, no, es algo peor: se trata del clima de zafiedad que, habiéndose apoderado en las últimas décadas del ámbito social, ahora se recrudece con giros inesperados, por ejemplo en el circo político.

Porque, después del “cara a cara” de ayer, ¿cómo van a decirles hoy a los muchachos que deben respetar al adversario, escucharle, no interrumpirle, tratar de comprender sus argumentos y rebatirlos con argumentos y no con descalificaciones e insultos? ¿Cómo animarles a combatir el error con reflexión, tolerancia y paciencia? ¿Les diremos que la democracia consiste en sumar voluntades, respetando al que discrepa? ¿Cómo venderles que los conflictos enriquecen, si se sabe ponerse en el lugar del otro? Si se van a mear de risa… Y ojo, que van a salpicar.


Este, llamémosle, debate, donde apenas se debatieron ideas, propuestas o hechos, fue una película muy mala, muy recurrente, muy previsible, muy aburrida, de escasísimo interés. La serie “Borgen” era muy estimulante y civilizada, pero como la política aquí es un estercolero, se me ocurren unos cuántos títulos, no sé con cuál quedarme: “Duelo de gañanes”, “El retorno del Julay”, “Los caballeros las prefieren rucias”, “Irrational men” o “No me chilles, que no te veo”. En todo caso, un flaco servicio a la Educación, de la que tanto dicen preocuparse los partidos de estos dos marrulleros caballeros… En fin, qué le vamos a hacer, cada sociedad encumbra a los políticos que puede comprender y, por tanto, merece. Yo, por mi parte, pienso dar mi voto a Podadanos (se me ha ocurrido que es una buena idea para el voto nulo de estos comicios. Y añado el eslogan electoral, “España de cachondeo”, ¿o “Un futuro para la María”? Vaya dilema).

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Matemáticas Y Diversión 19. Un Reparto Sencillo...

Cuando aún mantenía una vivaz pelea con alumn@s de primero de Secundaria, éste era un problema que les planteaba frecuentemente con ánimo, no de agobiarles con chorradas, como ell@s daban en imaginar, sino más bien con la vana esperanza de hacerles cavilar un poquito, yo que sé, pensando quizá en su futuro como votantes o algo por el estilo…

Consignaré aquí una versión sencilla del problema, antes de que se me olvide, o tal vez suponiendo un eventual lector que se divierta un par de minutos dándole vueltas. Ahí va:

“Un excursionista camina por la montaña hecho polvo y muerto de hambre. Se encuentra con dos pastores y les pide algo de comer. El primero saca cuatro hogazas de pan (panecillos, para mis alumn@s) y el segundo, cinco. No es muy variado el menú, pero se sientan los tres amigablemente y comparten el yantar hasta terminarse todo, pues los pastores también estaban hambrientos. El excursionista, agradecidísimo, les besa los pies y les da nueve euros, todo lo que lleva… ¿Cómo deben repartirse los pastores la gratificación recibida?”

 - Como les dé la gana.

 - ¡A medias!

Un@ que se detiene a pensar un instante da con esta solución:

 - Pues cuatro euros para el primero y cinco para el segundo.

 
Parece obvio, ¿verdad? Sin embargo, no es correcto o equitativo, así que te dejo discurrir un ratillo. Facilísimo… ¿Y querrás creer que a l@s muchach@s no les acababa de convencer? ¡Lo encontraban rebuscado y ridículo!

Por cierto, como yo el uso del signo @, en plan “remedio contra el sexismo”. Cuando mis discentes (toma neutro) mostraban actitudes muy garrulas al respecto, yo solía explicar: “nosotras tenemos que pensar…” “Pero si nosotras observamos el problema…” Cuando las risitas detonaban en carcajadas, les remachaba: “nosotras, las personas, independientemente de nuestro sexo, estamos capacitadas para…” Cura de burro, oiga.

 
Bueno, regresando a las áreas propuestas en la anterior entrada de matemáticas y tomando 3’14 como aproximación de “pi” (no les permitía usar calculadora, soy así de ultramontano) las soluciones son 1) 5’375 cm2  y  2) 14’25 cm2. Mañana, más.

jueves, 3 de diciembre de 2015

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 46

28. UN DESANGELADO SEPELIO
El entierro se celebraría, es un decir, aquél mismo día por la tarde. Llegué a mi casa acompañado por Nines que, al parecer, no tenía nada que hacer en la pescadería, o tal vez el señor Modesto le había dado una jornada de asueto. Me fijé en que se había hecho un moño alto, este detalle representativo de su crecimiento, junto con un uso mesurado del maquillaje, le prestaban una serenidad digna y elegante a su porte de mocosa. Reparé en que no había pensado en ella ni una sola vez durante el viaje de estudios y su abrupto final y, por primera ocasión, sentí una punzada de remordimiento. Ante el portal de Puerta Nueva, como una barca naufragada, estaba el oxidado carrito de reparto a modo de funesto augurio. Subí las escaleras, las excusas que no había conseguido hilvanar ya no eran necesarias.

¿Quería yo a mi padre? Así debía ser, porque me sentía más afligido de lo que había sospechado en la estación, cuando Nines me dio la noticia funesta. Pero para lo que no estaba preparado es para el cuadro de duelo que me encontré arriba en la alcoba. Mi madre y mi hermano Rosendo parecían dos espíritus atribulados por el más abismal dolor que puedan sentir los réprobos al oír la sentencia de su condenación eterna. Y eso me sorprendió, de veras.

No es que me esperara hallarlos con el alivio respectivo que semejante pérdida les podía dispensar: mi pobre padre había sido un tirano, un gorrón, un vago, un pendenciero, un cantamañanas y un borrachín, no sé si por este orden y, aunque yo también me sentía abrumado por el pesar, ellos dos daban rienda suelta a una desesperación tan truculenta y enfática que, vista en el teatro, hubiera resultado cosa de risa, pero qué le vamos a hacer, así somos los pobres.

Un señor con aire aburrido estaba garabateando unos papeles y, tras firmarlos, los arrojó sobre la cama, ya que mi madre, carente de reacciones que no fueran hipar, chemecar y sorberse los mocos, se mostraba incapaz de tomarlos de su mano: se trataba del certificado de defunción.

El funeral se celebró, es un decir, en la iglesia de Santo Domingo. La caja se desplazó por el adoquinado jaqués en un carro de varas con restos de paja, tirado por un mulo que, en el trayecto, levantó la cola hasta tres veces, esparciendo por la calle sus pestilentes boniatos a medio digerir. Una vez más, la ambulancia estaba estropeada y el coche fúnebre estaba haciendo sus funciones, transportando a Pamplona a un recluta aquejado de un cólico miserere. El carro sustituía pues, con dignidad pero sin grandeza, al coche fúnebre de negra y rutilante carrocería, cuyos servicios nos hubieran dejado a los deudos sumidos en las deudas. En la iglesia, fea como un garaje, no cabían más ausencias, estábamos los familiares o poco menos, puesto que nadie vino por parte de mi padre. El monaguillo tocó la campana a destiempo y mosen Cirilo, el celebrante, es un decir, le largó una colleja que por poco lo mete en el ataúd de acompañante. El sermón sobre las bondades del difunto y la gloria que le esperaba en la otra vida duró treinta segundos, al cabo de los cuales mosen Cirilo lo franqueó al más allá con cuatro desganados hisopazos de miserere nobis.

 
Cargaron de nuevo la caja en el carro y nos dirigimos al cementerio a un trotecillo alegre, el que marcaba la caballería que tiraba y aprovechaba la pendiente favorable de la suave cuestecilla y el cómodo asfaltado para aligerar el trámite. En el cementerio advertí la presencia de Serafín, ¿qué haría Serafín en el entierro de mi pobre padre? ¿Acaso esperaba cobrar los mil y un tragos que éste le habría dejado a deber? El barman, muy formal como siempre, llevaba un traje color canela con una banda negra en la parte alta de la manga izquierda, en señal de luto. Nos saludó y nos dio el pésame uno a uno, incluyendo a Nines, que parecía la más huérfana de la comitiva. Ignoraba yo de todo punto que Serafín y mi padre anduvieran tan unidos. A mí me cogió de la mano y me miró a los ojos largo rato, como si fuera a decirme algo importante, hasta que mi hermano Rosendo acudió y, sin muchas contemplaciones, lo sacó de la galería de nichos a empujones, diciéndole, con una voz innecesariamente alta y desabrida, que la familia quería recogerse a solas en su dolor y abatimiento. Abatimiento, ¿dónde habría leído esa palabra mi hermano? Serafín murmuró una disculpa en la que sólo entendí las palabras ayudar y ayudar, entonces mi hermano ¡le levantó la mano! Como si fuera a propinarle un guantazo, ¿por qué demonios era mi hermano tan desconsiderado, tan ordinario, tan él mismo? Serafín se fue con la cabeza gacha, parecía tan apesadumbrado como si el sepelio se celebrara, es un decir, para su última despedida. “Es un meapilas y un jeta”, remachó Rosendo reincorporándose al sostenimiento de mi desmayada madre, embozada en una mantilla negra y repitiendo “¿qué vamos a hacer ahora, Señor?” como una incongruente letanía.

Cuando regresábamos del cementerio, los últimos rayos del tibio sol de abril dibujaban nuestras larguísimas sombras sobre el asfalto que el mulo, en su desenvoltura, había perfumado con sus bostas. Nines se colgaba de mi brazo y yo pensaba en la tarde mucho más fresca en la que regresaba, mucho más alegre, casi esperanzado, en compañía de Lucía, alias Pascuala la intelectuala, por aquél camino que ahora parecía devolverme a la ciudad con una penosa incertidumbre.

 
A partir de esa misma noche mi hermano se ponía más huraño conforme los suspiros de mi madre iban, paulatinos, virando del pesar al sosiego y aun al consuelo. Ella reinició sin tardanza la tournée frenética de fregoteos, con el pretexto de que la distraían y, tres días más tarde, regresó muy resuelta anunciando:

- El abuelo Jeremías tiene que venir a vivir con nosotros, se está haciendo mayor y ya no es cosa de que viva solo. Vuestro padre no quería ni oír hablar de eso, pero vuestro padre está ya bajo tierra – esto era una metáfora, lo cierto es que yacía en uno de los nichos más altos de la galería, tapiado con ladrillo y sin lápida. – Además, con el aval del señor obispo, he firmado las letras y dentro de pocos días nos traerán un televisor, pa que se entretenga el abuelo y pa ver “Reina por un día”.

 - Mamá, ya no echan “Reina por un día” – terció el aguafiestas de mi hermano.

Pero llegó el televisor y, con él, hasta mi hogar ingresó en la era moderna, aunque no a tiempo de ver ganar a Massiel en Eurovisión.

martes, 1 de diciembre de 2015

Monasterio De Alaón En Sopeira 1

Esta es una de las manifestaciones de la ancestral espiritualidad que me deja más perplejo (Perple, para los amigos), de todas las que me ha sido dado contemplar por estas abruptas tierras altoaragonesas.


Me parece que me estoy perdiendo algo… ¿Por qué en los siglos XI y XII tanta religiosidad y tan decantada artísticamente y ahora tan ninguna en absoluto?


No quiero phaltarle a nadie, pero compárenme esta espléndida construcción religiosa con, pongamos, la moderna iglesia de Castejón de Sos: en lo de cantar la gloria y las alabanzas del señor de los cielos… no hay color.



Si el padre anduviese en el más allá, viendo y escuchando los esfuerzos de los gusanos que, según el libro, él creó con su soplo sobre el barro, seguro que, en aquellos siglos remotos, la complacencia le henchía, moviéndole a favorecer en todo a aquellas piadosas criaturas, multiplicando sus cosechas, engordando sus bestias, sanándolos del herpes o salvándolos de la ira del infiel.


En cambio, ahora, debe andar triste y desolado, arrepentido quizá de haber dado un átomo de conciencia, una micra de sabiduría, a criaturas tan materialistas y despreciables. Los campos languidecen desiertos, las bestias despedazadas se pudren en el Mercadona, el sida y el ébola nos golpean y los infieles nos ponen bombas, sin contar con que el apocalipsis está a la vuelta de la esquina, con tanto calentamiento global y la posible reelección de Rajoy.


Bueno, hoy adjunto unas cuantas imágenes del precioso monasterio de la orden de san Benito que me parecen curiosas. Las he sacado aprisa y corriendo de mi vasto y basto archivo. Subo a Sopeira, aprovechando que ahora hay buena carretera, siempre que quiero darme un baño de misterio y, en un día no muy lejano, si la tontuna infecciosa que hoy me abruma, remite, haré una entrada en condiciones: la que el lugar merece, hasta donde yo sepa expresarla.


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domingo, 29 de noviembre de 2015

Locomotoras 2

Un tren eléctrico. Esa fue la ambición material que mi infancia, en la España de la estrechez material, vio eludida y quebrantada. Me tuve que contentar con uno de aquellos a los que les dabas cuerda con una llavecita y completaban tres o cuatro vueltas por una vía circular, qué le vamos a hacer, tampoco estaban tan mal. En su propia infancia, mis hijos no le hicieron puñetero el caso al tren eléctrico, adquirido por el padre con el fin de aliviar retroactivamente su frustración. Sin contar que el modelismo ferroviario y sus ansias expansionistas exigen, también hoy, un considerable desembolso de tiempo, dinero y espacio.

Mi infancia, como contaba ayer, estuvo muy próxima al tren. La línea Zaragoza-Canfranc no estaba electrificada, de modo que no comprendo por qué hoy está electrocutada, muerta y abandonada: doscientos mil zaragozanos suben a esquiar cada fin de semana, entre el próximo y el del domingo de resurrección, montando unos atascos de cristo y muy señor mío y no hay un puto tren, han sacrificado todo al AVE, que debe de ser rentable del copón (sobre todo cuando lo reflotemos entre todos los españoles por vía tributaria).
 
Bueno, si dejo de hablar del presente, dejaré de decir tacos y rememoraré cuando, en Francia, vi por primera vez una locomotora eléctrica, como la que la ilustración destripa, en un convoy que hacía casi doscientos kilómetros, entre Dax y Burdeos, en poco más de una hora. Hablo de 1964 y en mi pueblo, entonces Jaca, contar eso era como hablar de la televisión en color o de ir a la luna… En aquel adelantadísimo pais, la renfe se llamaba SNCF (Société Nationale des Chemins de Fer Français) y los trenes, en general, eran más limpios, más cómodos, más rápidos, más puntuales y más frecuentes.

 
Calla, que había por aquí un tren bastante moderno: se llamaba el TAF (Tren Automotor FIAT) y yo siempre lo vi por fuera, ya que el billete era más caro que el yogur de diamantes. En Sabiñánigo, salíamos al balcón para verlo pasar, como si fuera la Vuelta Ciclista a España. Decían los que se montaban para ir a Zaragoza que tenía hasta aire acondicionado y, en vez de tardar cinco horas, tardabas sólo tres en ir de Jaca a la Estación del Arrabal. El vértigo de viajar a una media de casi sesenta kilómetros por hora, era debido al mal trazado de la vía y a las pendientes. De hecho, entre Jaca y Canfranc, hay un túnel donde el tren entra, describe un círculo completo (mejor dicho, una espira) y sale por el mismo lugar que ha entrado, solo que algunas decenas de metros más arriba: este singular lazo, lo hace, sobre todo, para ganar altura, puesto que intentar marear a los viajeros en tren, es un tanto difícil.
 
El TAF era más pulcro que las locomotoras “de carbón”, si consideramos que las emisiones de plomo y otros regalos de los motores Diésel (no manipulados en aquel entonces) son más limpias que la alegre carbonilla de las máquinas de vapor. Los niños de ayer contemplábamos los distintos modelos de las negras máquinas con los ojos como platos, si no recuerdo mal, hasta salían en cromos y sellos…

 
Caramba, nunca pensé que, ahora que nos hemos quedado prácticamente sin servicio, en la línea de Zaragoza a Lérida, plantado en la inhóspita y absurda estación de Zaragoza Delicias, echaría de menos aquella voz metálica y casi incomprensible de los altavoces: “Treeen Ferrobús, con destino Lérida, que se encuentra estacionado en la vía 2, andén principal, va a efeztuar su salida. Tiene parada en todas las estaciones y apeaderos.”  
 
 

sábado, 28 de noviembre de 2015

Locomotoras

Un lector de “La Pequeña Ciudad Episcopal…” que confundía este relato que voy tejiendo allí con una especie de memorias de juventud, ya que la mía transcurrió también en Jaca, me hizo la observación de que en la historia “salían muchos trenes”. Bueno, es verdad, siento amor y odio por el tren y, en consideración a tan poderosos sentimientos, relataré, en esta entrada y la próxima, la “verdadera historia” de mi vasallaje con este, entre nosotros, ultrajado medio de transporte.

Cuando niño, viajaba en tren con mucha frecuencia por un par de motivos que no creo haber referido en estas páginas. Mi familia vivía en Jaca, asomaban los felices sesenta y a mi padre le salió un trabajo de aserrador en una serrería de Sabiñánigo. El trabajo venía con derecho a vivienda, una de la empresa, donde también se asentaba la oficina del escribiente: habitábamos un piso grande, sin una de las habitaciones que, en horario laboral, nos obsequiaba con un incesante repiqueteo de máquina de escribir. Decidimos no levantar la casa de Jaca: Viviríamos de lunes a sábado en Sabiñánigo y del mediodía del sábado a la tarde del domingo, en Jaca, que era más chic (!)

Nuestro piso de Sabiñánigo se alzaba al lado de la vía del tren, a menos de cinco minutos de la estación. El tren subía desde Zaragoza y tenía su hora de llegada a la localidad a las doce del mediodía, instante preciso en el que mi madre me solía mandar a la estación a preguntar con cuánto retraso venía, mientras ella iba terminando las faenas de la casa y el equipaje. “Hoy trae media hora”, “han avisado de que lleva hora y cuarto de retraso”… Parece un procedimiento aventurado pero, en tres años, perdimos el tren dos veces, es decir sólo en dos ocasiones fue lo bastante puntual para dejarnos en tierra.

 
Las locomotoras eran de vapor, negras como el rey Baltasar, y dejaban las sábanas que mi madre había puesto a secar en el balcón de la cocina tiznadas de una carbonilla aceitosa. En invierno hacía tanto frío que las sábanas, en lugar de secarse, se helaban y  se quedaban tiesas como hojaldres y como hojaldres se quebraban si las doblabas. Ennegrecidas y rotas, pobre madre.

El trayecto entre Sabiñánigo y Jaca, unos dieciocho kilómetros, duraba alrededor de media hora, incluía una parada en la estación de Navasa, donde nunca subía ni bajaba nadie. Había, en aquel tren que la gente llamaba “el canfranero”, vagones de primera, segunda y tercera clase. Estos últimos tenían los bancos de madera, los de segunda estaban tapizados en un plástico con tendencia a agrietarse y escupir una espuma esponjosa y rancia. Los de primera no lo sé, nunca viajábamos en primera.

 
El nombre de “canfranero” aludía a que el convoy llegaba a la estación internacional de Canfranc, uno de los edificios más lujosos (junto con el del Pilar) que yo vi de pequeño. Ahí se podía enlazar con los trenes a Pau y, desde aquí, al resto de Francia.

Y esto me lleva al segundo motivo que me hacía usuario del ferrocarril, en aquella época donde no se había democratizado, no ya el avión, sino siquiera el automóvil, el “coche particular” según le llamaban entonces. Tal motivo procedía de que mis abuelos paternos vivían en Francia, exiliados a consecuencia de la Guerra Civil. Ir a verlos hasta la Auvernia, en el centro del país vecino, era un viaje en el tiempo, una incursión en la libertad, una odisea ferroviaria, un veraneo asequible para mi familia y muchas otras cosas de índole más personal: algunos de los veranos más dichosos de mi infancia y primera juventud transcurrieron tras este desplazamiento de unos mil kilómetros en tren. Por eso tengo el inconsciente poblado de locomotoras, igual que otros han soñado cuando eran niños con caballos.  

miércoles, 25 de noviembre de 2015

No A La Guerra 2 (El Regreso)

“La violencia nunca ha solucionado nada.” Osama Bin Laden.
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.” Mateo 5 - 44. Palabras de Jesús, que el Santo Oficio hacía grabar siempre en alguno de los leños con los que se quemaba vivos a herejes, apóstatas, brujas, blasfemos y algún que otro endemoniado.

Nunca deja de sorprenderme la poca huella que cincuenta siglos de religiones monoteístas han dejado en la conciencia de los descendientes de Lucy (el homínido más antiguo conocido, de cuyo descubrimiento se cumplían ayer 41 años, felicidades yaya).

No es que otras religiones (incluyendo el positivismo) hayan tenido más éxito en adecentar este error evolutivo que es el ser humano, pero bueno, si tienes un dios que te exige poner en su altar el corazón palpitante de los enemigos recién degollados, debe estar dando saltos de contento, mientras que si tu dios es Amor, es llamado el Misericordioso y te ha hecho a su imagen y semejanza,  un calabacín sería adorado con mayor merecimiento.

Así que, a lo que parece, se avecina otra guerra, ¿o es la misma? Como decía el gran Gila, “Óigame, ¿la guerra del catorce? No, ésta es la del dieciséis, la del catorce es más abajo”.

 
¿Ayudaremos a los franceses o a los yihadistas? Según los que han convocado la manifestación del próximo sábado en la plaza del Museo Reina Sofía, “a ninguno y que gane el mejor”. A esta manifa madrileña estamos invitados todos los demócratas (incluido el señor Mas) y los islamistas de buena voluntad. La foto de las Antiazores se la harán, cual nuevo triunvirato de un tiempo nuevo, don Kichi, Colau y Santisteve, bajo las pancartas de “No A La Guerra” y “No En Mi Nombre” (un consejo, sería práctico traducirlas al árabe, digo, y tampoco estaría mal "Molan Los Que Se Inmolan") y luego los pacifiestas se irán a tomar unos callos y a cercar unas sedes del pepé o, mejor aún, de upeydé, que estarán más desguarnecidas.

¿Cómo vamos a ayudar a los franceses – quizá diga la señora Colau - si ellos nos trajeron los Borbones, contra quienes aún estamos embarcados en nuestra guerra, uy perdón, lucha popular de liberación nacional?

 
Pero la más expresiva ha sido esta vez la alcaldesa de Madrid que, a mí, me recuerda a la tía Leo de los antiguos anuncios de Avecrem, cuando ha manifestado: "Para evitar este terrorismo y cualquiera es fundamental trabajar muchísimo en lo que siempre se debe trabajar, para la paz, y es en el diálogo y en buscar alternativas para hacer posible que haya una empatía, para intentar ver en el otro a un ser humano, y hacer lo imposible para lo que lo llamo la educación para la paz". Me conmueve: la imagino sentada en una terraza, tomando una zarzaparrilla y espetándole este discursito al tío del Kaláshnikov… Cuando el intérprete del ayuntamiento de Madrid, le traduce estas bellas palabras al supuesto terrorista, al hombre, al ex agresor, se le humedecen los ojos y de ellos se desprende la venda que le ofuscaba al infeliz, en ese momento, aunque es un pobre marginado, decide sentarse y pagar él la ronda.

Claro que esto puede ocurrir un viernes por la noche y hallarse el intérprete disfrutando de su asueto, de weekend en Túnez. Entonces esa víctima de la exclusión social que empuña el AK-47, no se entera de nada, suelta la ráfaga justiciera y nuestra incomprendida regidora queda hecha un colador o mejor, dada su jerarquía, una inoxidable escurridera. Qué desastre, qué barbaridad, qué horror como dijo el bueno de François, no quiero ni pensarlo.
 
  

lunes, 23 de noviembre de 2015

Encinas Agarradas A Las Rocas

Estas encinas que he tenido la ocurrencia de fotografiar se afianzan en las rocas del mismo modo que nosotros nos aferramos a… ¿qué? Ay amigo, si lo supiera, en vez de estar haciendo filosofía barata en esta página de mongólogo interior, estaría escribiendo un libreto para Broadway, con el título de “Qué bello es vivir 2”, mientras un productor andaría buscando una réplica de James Stewart con el sex-appeal adaptado a los gustos actuales (una especie de maltratador desaliñado pero tierno, con tatuajes en la chepa, ¿o ya está pasada de moda esa pinta? Tendré que hojear alguna revista de actualidad para ver anuncios de desodorante masculino, antes de seguir diciendo indocumentadas necedades…

 
Volviendo a las encinas, que aquí llamamos carrascas, he de decir que, personalmente, encuentro que se trata de seres vivos fascinantes, con los que tiendo a identificarme mucho más que, pongamos, con los alcornoques. ¿Y por qué? Las carrascas son unos sólidos árboles de hoja perenne, muy parcos en sus necesidades vitales y detentadores, hasta donde yo sé, de una utilidad muy escasa: ni su madera es particularmente apreciada, ni su fruto convoca la rapiña de ningún gourmet, ni su sombra es nada del otro mundo...


 
Por ejemplo cuando, en verano, intento frenar el sofoco bajo uno de estos poderosos árboles, apenas me da la sensación de proporcionar frescor y su copa cobija miríadas de latosísimos insectos; el suelo pedregoso y árido, erizado de hierbas ásperas y secas, no invita a yacer cómodamente: es como si la carrasca ejerciera la voluntad de privarse de la cercanía de un indeseable como yo, cosa que le aplaudo…

Pero lo que más me admira, claro, es su terca decisión de asentarse y sobrevivir, incluso en estas intemperies tan adversas de las llanuras y somontanos altoaragoneses. Desafía a un sol que evapora las piedras, a las nieblas, a las heladas, a la tenaz sequía y a un viento que sopla por aquí, capaz de desplazar una excavadora hasta el barranco más próximo. De ser necesario, sus raíces se hincan en la roca, llegando a quebrarla como si fuera hojaldre…

 
Su pertinacia admirable me impulsa a llenarme, ahora cuando caigan, los bolsillos de bellotas y, el día que llueva y el terreno esté blando por unas horas, enterrarlas aquí y allá, en los confines de mis paseos para ver si, andando el tiempo, alguna brota y me llena de paternal e insensato orgullo…

 
Y como dicen que una imagen vale más que mil palabras, pongamos que, si la imagen te sale a ochenta céntimos, no esperes más de dos euros por diez mil palabras, así que, por esta vez, lo dejaremos aquí en 475 palabras, nueve céntimos y medio, no me extraña que nadie pueda vivir de periodista (y tengan que malvenderse al poder). En cambio, las espartanas carrascas podrían vivir de lo que escribieran, si les diera por ahí.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

El Paisajista Comodón

He conseguido toparme, una vez más, con otro testimonio de mi discreto pero apasionado paso por el mundo de la pintura paisajística. Tratando de dar a conocer mi, no por poco afortunada menos entusiasta labor pictórica, perpetré una exposición en Jaca y cuatro o cinco en Monzón, todas a medias con otro esforzado artista (Carlos Cardona, Enrique Pérez Tudela…), que se arriesgaba a comparecer en mi compañía en el lugar de los hechos. De las de Monzón, guardo muy buen recuerdo, particularmente de la última, en la sala Goya (hoy desaparecida y entonces situada en la Avenida de Lérida). En tal ocasión, conseguí colocar casi todos los cuadros, con el agravante de que, como ya no sabía cómo ni hacia dónde continuar, dejé prácticamente de pintar al óleo. Cezanne se quedó sin uno de sus más oscuros continuadores. Fin.

En una entrada venidera hablaré de esta última exposición, pero lo que ahora me ocupa es un par de cuadros que de ella quedaron en mi poder (y aún los tengo): uno me gustaba tanto que lo conservé para mí. El otro era tan desafortunado que no lo conseguí vender ni a los módicos precios que entonces manejaba. Ambos son lienzos de 100 x 70 cm y están basados en fotografías (bastante defectuosas) que, con una cámara de chicha y nabo (una Olympus Pen-EE 3), yo había tomado en mis paseos, con la finalidad de llevarlas al gran formato del cuadro, donde intentaría (sin mucho tino) transcribir lo que esos paisajes decantaban a modo de vibración en el fondo de mi psique ortopédica (o algo similar, no me acuerdo).

 
Uno es un paisaje de ruina urbana en Zaragoza: me pregunto por qué me atraen tanto los edificios cuya funcionalidad (y algo más) se ha menoscabado a punto de venirse a pique. Debe ser que soy un okupa espiritual.

 
El otro, del que he encontrado la foto, es una vista general de Monzón, desde un lugar ante el que se extiende una plantación de arbolitos. Le di una imprimación oscura al lienzo, ocupado en sus dos terceras partes por un cielo fantasioso y poco creíble. La factura del “skyline” de Monzón es también premiosa y poco afortunada. El cuadro se quedó sin vender y el padre de la desgraciada criatura, a estas alturas, le ha cogido mucho cariño, así que no pujéis por él… El caso es que ya no sería capaz de pintar un cuadro así. Ni de ninguna otra manera. Ni con lazarillo.

 
Y eso que ahora, para firmar y autentificar las obras, tendría un precioso sello que, con la técnica del “carving”, me ha hecho una persona por la que siento admiración y afecto: le pedí que pusiera en mi “escudo de armas” una bellota, como las de las carrascas de este lugar, que forman parte también de mi catálogo de seres vivos favoritos. En fin, aquí está.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Siempre Nos Quedaba París

Quisiera escribir un sincero mensaje de condolencia por las víctimas de la barbarie, en esta ocasión, una vez más, en París. Una de las capitales mundiales de la libertad y de la tolerancia, hogar de gente muy comprensiva y multicultural. Muy lógico, puesto que lo que pretenden esos desperfectos morales y culturales con sus agresiones indiscriminadas y recurrentes es, precisamente, demostrarnos que nadie está a salvo si solamente lo ampara la libertad y la tolerancia, cosa que por otra parte ya sabíamos. Nadie está a salvo, punto.



Quisiera testimoniarle a esa especie de paisana que, con inefable decoro, ostenta la alcaldía de París, mi más conmovida expresión de apoyo y dolor compartido. Mucho me compadecí de las víctimas del 11-M en Madrid, una piedad que no sirvió de nada y para nada, así que ahora rememoro el horror y me doy cuenta de que es el mismo, dispuesto a servirse a sí mismo, a perpetuarse, desde las pirámides de cabezas de los antiguos reyes asirios. Algo hemos progresado pero, en lo esencial, se mantiene el mensaje milenario: ¡ay de los vencidos!


Y parece que continúa la escalada de la Tercera Guerra Mundial, esa especie de guerra civil a nivel global: resulta que ya hace algún tiempo que nos la han declarado, y esta vez nos ha pillado tomándonos unas cañas, porque nosotros seguimos por ahí, dándole coba al enemigo, ya que hablando se entiende la gente y hay que negociar, que para eso están los fusiles de asalto y los explosivos, para reforzar los argumentos de estos desfavorecidos mentales, de estos oprimidos religiosos, de estos defensores de la verdadera fe. (Me asaltan dudas piadosas, / ¿y si hubiera malgastado / mis boñigas asquerosas / con el dios equivocado?)


Una vieja redondilla, que recoge el académico Pérez-Reverte en un artículo sobre historia de España, dice: “Llegaron los sarracenos / y nos molieron a palos / que dios ayuda a los malos / cuando son más que los buenos”. Y es que, aunque no es pertinente señalarlo, sí, hay por medio un tema de religión: me consta que los terrorilleros no abrieron fuego mientras tarareaban “Imagine” de John Lennon (“…and no religion too”). Y sí, puede que haya un islam moderado, del mismo modo que hubo un Santo Oficio cariñoso y el amor a los enemigos fue la norma evangélica que impregnó las guerras de religión en la Europa de los siglos XVI y XVII. Y es que los ignorantes somos la monda… Los verdugos harían bien en reírse con solidaria complicidad en vez de malgastar municiones con nosotros.