lunes, 29 de diciembre de 2014

Pablo Iglesias, Español Del Año

Desde que publiqué la muy desnortada entrada “Podemos (Pero No Sé Si Queremos)”, la cual tuvo un éxito comparable al de un burka en la fiesta del Orgullo Gay, han pasado más de seis meses, en los cuales el personaje que hoy me trae aquí, esta mezcla de telepredicador del Medio Oeste y vendedor de crecepelo de las ferias de la Gran Depresión, ha pasado del golpismo tertuliano a postularse como muy serio candidato a Primer Ministro del País de las Mierdavillas.

Es obvio que el destino de una nación lo decide el vigor de los jóvenes, antaño en sangrientas batallas y hogaño en abundantes, tupidas y locuaces redes sociales, con el movilizador y mágico pásalo. “Rajoy corrupto, Europa apesta, pásalo”. De hecho, nuestro simpático personaje se jacta de haber sido, vía SMS, el manipulador que hizo frente a la torpe e infructuosa falsificación del PP, durante aquél atroz 11-M, cuyos réditos políticos, hábilmente explotados, nos condujeron a la fecunda etapa de Zapatero.

Hoy, aprovechando amplísimas masas sociales política e intelectualmente inanes, lo vemos en la cresta de la ola, mucho más allá de donde llegó el también muy mediático padre Apeles. Los sondeos lo convierten en la ¿segunda? ¿primera? fuerza electoral del país, con la magra ayuda de un recetario político, económico y social, extraído del catecismo masticable que alimentó a los más canelos de entre los progres pequeñoburgueses de hace cincuenta años. En síntesis, lo podemos ubicar a mitad de camino entre Bob Marley y el Che Guevara, ambos en versión de Andy Warhol, e incluso lo  oiremos reivindicar a Cristo que, como nadie ignorará, se hubiera inscrito en un círculo de Podemos, apenas su trotecillo sobre las aguas le hubiera llevado a la orilla adecuada.

Hay otra cosa que me descoloca con el jambo este: daba yo en pensar que, teniendo en cuenta sus eslóganes más recurrentes, sus olés al chavismo, sus “que paguen los ricos”, sus “hay que acabar con la casta”, iba a tratarse del candidato de los sans-culottes, la chusma más pordiosera, las masas hambrientas que abarrotan este país, aquellos que no tienen nada que perder. Pues te jodes, Himphame, para tu sorpresa, el supporter típico de Podemos es un joven universitario de la generación más preparada de nuestra historia, según algunos medios, aunque dada la fauna que pulula por allí, el que alguno tenga una sobrinita que sepa sumar con los dedos, debe parecerles cosa inaudita, digna de maravillado asombro.

Un líder un tanto mesiánico

Uno imaginaba, erróneamente, que nuestro joven revolucionario trincaría en el caladero de los antisistema y se consolaba, como persona de orden, pensando que allí hay poco que hacer: unos cuantos miles de indignados toman las calles, vuelcan containers, apedrean escaparates, queman basuras, se lían a adoquinazos con la policía y luego se van a su casa tan campantes, olvidándose de ir a votar, porque votar es de pringaos. Pues no: resulta que el mensaje mediático del joven líder ha estado tan bien medido, tan bien orquestado, que ha cuajado en el horizonte una mayoría que “piensa abrir el candado del 78” (es decir, ya no asumen el modelo de la transición), “ha decidido acabar con los privilegios de la casta” (es decir, subdividir al país, para crear una nueva y pujante caterva o camarilla que encuentre sus propias baronías por esquilmar) y “piensa devolver la soberanía al pueblo” (para que el pueblo agradecido aclame a sus nuevos bienhechores). Como ya dijo Salomón, no hay nada nuevo bajo el sol

Pastoreado en una entrevista televisiva por una tal Ana, el chaval muestra, armado tan sólo con sus arrolladores eslóganes, su completa carencia de un proyecto de índole práctica, de un programa concreto de actuación más allá de los buenos deseos, de esas buenas intenciones de las que está el infierno lleno. Da la impresión de que una asamblea formada por todos los ciudadanos de este impreciso país, estudiará todos los temas para llegar a todos los acuerdos, lo contrario no sería democrático. Este ultraconsenso, por supuesto, puede llevar años (y años) alcanzarlo. Y lo que interesa es qué hacer, qué medidas tomar mientras, durante las deliberaciones: ahí nos deja en el terreno de las sospechas. Las mías son funestas e históricamente muy documentadas, pero son las de una minoría invisible que no cuenta.

Ah, eso sí, en su haber anotaré el nerviosismo causado en algunos de los elementos más despreciables de camarillas que, hasta ahora, han disfrutado de la más absoluta falta de contestación. El señor Mas, a quien usted negará su abrazo, ha hecho decir que es usted el “caballo de Troya” de los nuevos tercios castellanos y los cowboys de Bildu, a quienes usted, pese a todo, admira por la excepcional puntería política que demostraron, le han recordado a Francisco Llera, responsable de un euskobarómetro que le pone a usted muy bien implementado en la patria vasca, le han mencionado al señor Llera, digo, que los resultados se han de determinar en primer lugar, las encuestas, si son necesarias, los confirmarán después.

No le he dicho al joven líder de los demócratas incorruptibles, ni creo que le interese, cual es mi hipótesis acerca de sus elevadas expectativas de poder, pero lo haré ahora, de todos modos. Aprecio que vivimos en un país que, con todo lo que ha pasado, se desprecia y se da a sí mismo el suficiente asco como para romper la inmundicia que ha cuajado en la situación anterior. Me baso en el voto esperado, procedente de grupos sociales de la pequeña burguesía y de la clase media: no es que estos sectores estén desesperados, pero han visto quebrarse la línea ascendente de sus expectativas de progreso material y de bienestar y se van a lanzar en brazos de usted, señor Iglesias, creyendo que les va a devolver el mundo de comodidades sociales y derechos materiales que se ha esfumado para siempre. Usted, obviamente, no les va a poner el tercer coche en el garaje, ni la segunda vivienda en la Manga del Mar Menor, pero mientras esto se aclara, podrá hacerse rico como sus predecesores (o mucho más, como alguno de sus admirados dictadores tercermundistas).

Y hablando de dictadores, me parece pertinente concluir, para exhibir mi memoria histórica, con un chiste de Franco, un chascarrillo que viene al pelo: Franco está discurseando en Nochebuena y dice “españoles, hace un año nos encontrábamos al borde del abismo…

Hoy hemos dado un paso al frente”.





viernes, 26 de diciembre de 2014

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 34

El tío, con una sonrisa que le achicaba los ojos, soltó al sobrino, indicándole que tomara asiento frente a él:

 - Aunque seas un cabeza hueca, que lo eres, no puedo refrenar un corazón que… ¿cómo diría? Salta de alegría al volver a verte. El padre Mamilano ya me puso al corriente de que no estabas hecho para la vida monástica. Yo ya me lo imaginaba: tienes un espíritu demasiado impresionable, así que es lógica tu vuelta a la vida seglar. El Señor da a cada uno su camino y también la vida seglar puede ser santificada por la Gracia ¿Un vasito de vino?

 - No, gracias, don Ángel. No es cierto que la vida en la Orden me resultara insoportable, fue el padre Mamilano el que…

 - Lo sé, lo sé. Tú hubieras querido continuar, pero eso no hubiera sido lo más conveniente ni para el monasterio ni para ti. Además, con el paso del tiempo, la circunstancia que hizo aconsejable tu salida de Jaca ha… ¿cómo diría? Ha cicatrizado. No ha prescrito, eso no, pues las consecuencias son visibles y, según decía don Gregorio, Dios lo tenga en su Santa Gloria, hasta palpables. No obstante, si no estás hecho para el orden sacerdotal, tendrás que madurar algún proyecto… ¿cómo diría? De índole civil. Este vino de consagrar, me lo traen de Daroca y está delicioso, ¿de verdad que no quieres un traguito?  

 - No, tío, gracias, vuélvase usted a servir… Yo no sé si valdré para la vida civil: por un lado sigo manteniendo mi vocación y siento que tengo una misión sobrenatural, ultraterrena y evangélica que llevar a cabo y, por otro lado, con más de treinta años no tengo oficio ni beneficio. Carezco de cualquier habilidad de menestral, así que nadie me va a dar trabajo y, para establecerme por mi cuenta, me faltan talento y dinero: el voto de pobreza no me ha costado ningún esfuerzo y creo que no estaría capacitado para llevar un negocio mundano.

 
- En un negocio mundano estaba yo pensando, porque ¿no te irás a quedar entre estas paredes? Tú mismo te das cuenta de que eso no es posible. Y por el dinero, no te preocupes: el episcopado tiene… ¿cómo diría? Una sólida línea de crédito en el banco Hispano Ansotano. Hace poco ha quedado libre un local que es propiedad de la diócesis; sí, ese donde se reunían las señoras de la Adoración Nocturna, más bien a hacer ganchillo que a rezar el rosario. Lo mandé desalojar y las envié al salón de la sacristía, allí en la parroquia de Santiago. Lo de la Adoración Nocturna es… ¿cómo diría? Una causa perdida, sólo quedan cuatro pobres viejas desdentadas, sordas y lelas. No me digas que no quieres probar este vino, sería un pecado, ¿un señalín? ¿Una lagrimita para remojarte los labios?

 - No señor, gracias. Pero si el local pertenece a la diócesis, debe dedicarse a una tarea de culto o de apostolado, no a un negocio de carácter profano.

 
 - No te preocupes por las formalidades, sobrino. De cara a las autoridades civiles y eclesiásticas, la situación estaría completamente… ¿cómo diría? Regularizada: tú pagarías un alquiler, devolverías los plazos de un crédito y te dedicarías a un desempeño honorable. Había pensado en una tienda de suministros litúrgicos, o quizá una imprenta que se encargara de los recordatorios de comunión, de defunción, de bautismo, las invitaciones de boda, es… ¿cómo diría? Un sector muy floreciente y con mucha proyección. Aunque si pones una tienda de gorras, o de corbatas, o una zapatería, a mí me va a dar igual, mientras te ocupes de artículos decorosos y decentes, entiéndeme, habrás oído hablar del biquini y sabrás que todo tiene un límite. Déjame que me sirva la última copita de este maravilloso vinillo, ¿de verdad que no quieres brindar conmigo por tu futuro negocio?

La conversación siguió a un ritmo muy sosegado, que se ralentizaba aún más con el declinar de la tarde. El señor obispo habló y escanció. Escanció y habló, todavía más y con mayor lentitud, del oscuro pasado de Serafín y de su luminoso futuro, que a éste no parecía causarle mayor entusiasmo. Hasta que un oblicuo rayo de sol horadó un postigo y cegó al cesado monje con otra repentina iluminación. Sí. Un bar. Un bar tiene fieles parroquianos como una iglesia. En él se sirve la sangre de Cristo y las modernas máquinas tocadiscos serían su púlpito y la buena nueva surgiría de ellas cantada por el Cordero de Liverpool… “I want to hold your hand”, fraternalmente, “I feel fine”, con la revelación divina, “I call your name”, tu Sagrado Nombre, Señor. ¿Y cómo llamar al establecimiento? ¿“El Ángel”, en pleitesía rendida a su tío?

 
El Ángel del Señor anunció a Serafín y él concibió, por obra y gracia del Espíritu Santo, llamarlo “El Arcángel”, así su tío sería honrado hasta lo máximo y, de paso, no andaría en lenguas que, o mucho había cambiado Jaca en su ausencia, o habrían de seguir siendo muy chismosas y alcahuetas.

 - ¡Ya lo tengo, señor tío, con su ayuda generosa abriré un bar! Deje que le explique el motivo por el que será el local más piadoso de esta devota diócesis…

 - ¡Un bar! ¿Cómo se te ocurre, muchacho? Sabes que repruebo, el que más entre los humanos vicios, la ingesta de vinos y licores, que es la mismísima puerta de la perdición para las almas de los humildes. ¡Ni hablar!

Pero la divina inspiración había calado del modo más manifiesto en Serafín, que estuvo muy persuasivo. Una verdadera lengua de fuego se vio flamear por encima de su cabeza y le concedió hablar en varios idiomas. Al final, el señor obispo, sintiéndose un infiel convertido y pretextando una fuerte cefalea, se excusó de cenar y se retiró a sus aposentos.

 
De mala gana, Crescencia sirvió al solitario sobrino un tomate abierto y una tortilla de jamón, que éste devoró con aire reflexivo, sin dejar de murmurar acerca de su proyecto:

 - “If I needed someone”, Harrison es también un gran apóstol, “There’s a place”, “All I’ve got to do”…

Cuatro meses más tarde, en la calle dedicada a don Joaquín Gil Berges, abría sus puertas el bar que durante una década iba a albergar al bullicioso estudiantado de la pequeña ciudad episcopal. Fue bendecido por el señor obispo, que asistió a la inauguración del establecimiento ataviado con una dalmática púrpura a juego con la reminiscencia del santo sacrificio de la sangre del señor, allí escenificada en su vertiente más festiva. 

 

martes, 23 de diciembre de 2014

Felina Vida

Felina Vida.

Y próspero ano nuevo.

¡Cono! En este nuevo miniteclado bluetooth que me he comprado, falta una letra. Esto es un engano, tendré que pedir que me lo cambien, o me va a salir un mensaje de felicitación muy extrano. La verdad es que hace dano a los ojos.


Pero bueno, el eslogan que he disenado, lo que quería transmitir, porque ya estoy harto de escribir, ano tras ano, aquello tan manido de Feliz Navidad, es correcto. Leíste bien: Felina Vida.

Mi deseo es que estés descansando, calentito junto al fuego, ajeno a cualquier preocupación, sin problemas, jugueteando, lamiéndote, ronroneando si fuese necesario.

Felina Vida a todos en estas apacibles y reposadas fechas, calentitos en un rincón, mientras afuera nieva de lo lindo. Ojalá.


Y que un rojo gordinflas, como el Papá Noel que ha dibujado esta nina, con su arte cándido, absuelto y admirable, os traiga sabrosas sardinas, cómodos cojines, ovillos de lana, un cesto…


O un teclado que funcione bien, en lugar de este pequeno desengano tecnológico.

Feliz ano nuevo. Nos hará mucha falta a todos.

Bienvenidos Al Solsticio De Invierno

En estas fechas celebran los creyentes el advenimiento de su salvador y el resto de la peña, el solsticio de invierno, combatiendo los rigores del frío con unas comilonas como aquellas que hacíamos durante las glaciaciones, cuando hibernábamos como los osos (McGuffin).

 
Anteayer estaba el evento hasta en la cabecera de Google. Fuera por esto, fuera porque había puesto demasiado garbanzo en los callos de la cena, ayer tuve una curiosa pesadilla: estaba de nuevo en el aula y unos muchachos de doce o trece años me preguntaban, como antaño, “¿por qué hace tanto frío en invierno?” ”Eso, ¿y por qué dura tan poco el día?” A lo que otro respondía desde el fondo de la sala: “¿Tú estás tonto o qué? El día dura siempre igual, veinticuatro horas.” “¡Cara de conejo, me refiero a las horas de luz!” Yo, como buen profesor plasta que fui, me disponía a explicar de nuevo el asunto del solsticio invernal, traté de dominar el guirigay, y pregunté socráticamente: “vosotros, ¿por qué creéis que hace más frío en invierno?” “¡¡Porque la Tierra está más lejos del Sol!” Respondieron a coro. Objeté: ”Eso no tiene nada que ver. Además, mientras en el hemisferio norte es invierno, en los países del hemisferio sur es verano. Si la tierra estuviera tan alejada del Sol, haría frío en ambos hemisferios. Es una cuestión de la inclinación del eje de la Tierra, si el eje estuviera derecho, no habría variaciones estacionales”. Ahora ya había mucho follón, todo era muy real:

Uno me contestaba: “¡Lo del invierno va a ser así, porque lo digas tú!”

Otro decía: “¿Y qué pasaría si la Luna se cayera sobre la Tierra!” “Bah, mientras no cayera sobre España, a mí me daría igual”. “Ya, pero se extinguirían los dinosaurios”. “Los dinosaurios ya se extinguieron cuando el profe era joven, pedazo de animal”. Golpeé con la regla en la mesa y dije: “Chicos, volvamos al tema”.

 
Así que volvieron al tema: “¡Pero cómo va a ser verano en otro sitio! Nos iríamos todos allí. ¡Así siempre habría vacaciones!” “Es verdad. Mi prima estuvo en Argentina las Navidades pasadas y allí era verano, me lo dijo al volver”. El testimonio de esta chica obró el milagro. Intenté aprovechar el crédito, para contarles aquello de que la inclinación de la tierra hace que la radiación solar recibida en el norte sea menor, pues los rayos llegan más oblicuos y, por el mismo motivo la zona iluminada (día) es menor que la zona en sombras (noche). Y ya me iba a adornar señalando que el casquete Antártico quedaba perpetuamente iluminado en un día muy duradero, mientras al “nuestro”, al Ártico, no le llegaba a dar el Sol por más que la Tierra girara… Cuando fui alcanzado por la evidencia de que yo, en la realidad, tenía una ficha para explicar esto y, por tanto, estaba en un sueño. Así que me desperté. Y para gran contento mío, encontré la ficha, la rellené, la pinté y aquí la cuelgo hoy, para seguir dando la brasa aun cuando no tenga ya alumnos.

 
De paso os enseño (otra vez) la chopera de mi pueblo, pues creo que no había colgado fotos de su sereno invierno. Feliz solsticio.   


domingo, 21 de diciembre de 2014

Ajedrez. Adiós A Todo Eso

Utilizo para esta entrada el título en español de un libro autobiográfico de Robert Graves, en el que cuenta sus atroces experiencias personales en la Primera Guerra Mundial y el modo en que, pese a haber sobrevivido, fue alcanzado por la certeza de que el inexorable binomio guerra/tecnología habría de enterrar de manera definitiva el concepto cristiano occidental de civilización humana, que él había heredado (concepto, por otra parte, lastrado de una forma esencial por la hipocresía y la falsedad, no nos vayamos a pensar que era un carca conservador). El hecho es que, por un lado, vivió a partir de entonces largas temporadas expatriado en una especie de exilio o alejamiento y acabó yendo a establecerse en lo que, antes de la llegada masiva de los turistas, era el culo del mundo, en la isla de Mallorca y, por otro lado, dio a la luz un libro que debiéramos leer los votantes antes de echar en las urnas papeletas con los nombres de algunos cafres.

El caso es que, siendo el ajedrez un trasunto sublimado de la guerra, también ha sido alcanzado por el influjo aniquilador de la tecnología: los cazas y los drones son cada vez más rápidos, los carros de combate, más potentes y veloces, imperan los modos y conceptos de la blitzkrieg y, la antigua visión de un juego sosegado para pasar las largas veladas de invierno, es tan anacrónica como el “informator”, que los jóvenes jugadores ni saben lo que es, ni yo se lo iba a decir aquí, ¿para qué?

Closing Time (Tom Waits)

Adios Amigos (Ramones)

Los tiempos de reflexión concedidos a cada jugador por el reloj para el cálculo de jugadas, han descendido, desde las dos horas y media para el primer control a las cuarenta o cuarenta y cinco jugadas, hasta la hora y media actual para toda la partida. Un amigo mío se queja del asunto, diciendo que, al final, retirarán el tablero y las piezas y dejarán a los dos contendientes enfrentados tan sólo con el reloj por medio, dándole pim-pam, pim-pam, y al primero que se le agote el tiempo, pierde la partida: con veinte segundos sería suficiente para un espectáculo que, justo es reconocerlo, sería más mediático.

En honor a la verdad, debo decir que lo que a mí me ha retirado, es mi falta de reflejos para la competición (el tiempo es igual para ambos contrincantes, ¿no?) El caso es que no creo que vuelva a jugar torneo alguno, fuera del de Benasque, cuyo carácter vacacional me recompensa ampliamente del estrés de acarrear madera por un enigmático tablero. En mi club aún no saben esto, pero imagino que cuando se enteren, acogerán mi deserción con el adecuado alivio.

Me consuela la convicción de que no voy, después de dos o tres horas de estrujarme el cerebro, a jugar ya casi nunca una posición como ésta, a trote gorrinero, con un minuto de tiempo restante:

Blancas juegan y ganan.


Por si no vuelvo a las andadas con entradas del noble juego, explicaré que el blanco tiene que coronar el peón, pero mientras el alfil esté en la gran diagonal a2-g8, no puede pasar. Yo jugué 1. Cc5 y no fui capaz de ganar. Tarugo que es uno.

La clave es 1.Cg5! que amenaza Ce6 tapando la diagonal, con lo que se fuerza 1… Ag8, pero ahora, el caballo está bien situado y juega 2.Cf7 ¡Vaya por Dios! piensa el negro, si muevo el alfil, la cago. Acercaré el rey 2… Rd2 3.Rf8 ¡A mover el alfil! 3… Ah7  4.Cg5 otra vez y ahora, ¿dónde ir?

Ruina total: si 4… Ag6  5.Rg7 Ae8  6.Ce4+ Re3  7.Cd6 Ah5  8.Rh6 y ganan blancas porque el álfil ya no puede seguir controlando la casilla f7 y el peón corona, cual doña Leticia.

Y si 4…. Ab1, para recuperar la diagonal chachi, sigue 5.Ce6 taponando, con lo que hay que volver a 5… Ag6, pero tras 6.Cf4 Ac2  7.Re7 y al alfil ya sólo le queda el derecho a decidir entre 7… Ab3 8.Ce6 o cualquier otra jugada que permita 8.f2 ¿Chut-to o muet-te? No parece muy complicado… pero prueba a jugarlo en 20 segundos, 19, 18, 17….

Por cierto, si alguien pensó más de cinco minutos en el juego de los cuatro peones de la entrada anterior, llegaría a la conclusión de que el blanco gana moviendo 1.a1-a2 y, frente a cualquier jugada del negro, 2.b1-b2. Excepto si el negro ha jugado 1… b4-b3, que se gana tomando el peón. ¿Crees que debería aclararlo más? No sé…

Blancas juegan y ganan. Alucinante


viernes, 19 de diciembre de 2014

Oratorio De Navidad - Johann Sebastian Bach

Años atrás, solía decirme agnóstico para disimular, pero estimulado recientemente por los frutos de las tres grandes religiones monoteístas, particularmente por los del islam, no vacilo ahora en confesarme ateo. Citaba, el año pasado por estas fechas, al filósofo Salvador Pániker, el cual decía en una entrevista: “No soy ateo porque existe Bach”.

Creo que la música de Bach disculparía en parte la eventual existencia de un Dios Creador, al que justificaría de algún modo, a tal punto que Su obra en nosotros nos parecería menos lamentable y penosa, menos miserable y chapucera: si le otorgamos la naturaleza de Todopoderoso, justo es reconocerle que se ha esmerado poco. Ah, pero está la música de Bach, que es una altísima alabanza a unos atributos que precisamente esta alabanza convoca o materializa de forma extraordinaria. Realmente esta música es la que crea a ese Dios.

Buceando en YouTube, tuve la fortuna de dar con esta fantástica versión, que dirige sir John Eliot Gardiner, cuya audición y visualización casi hace flaquear mis robustas creencias en el aleatorio sinsentido del Universo. Decidí que, en el improbabilísimo caso de dirigir una cadena de televisión, me echarían cuando verificaran que, año tras año, jamás cejaría de programar semejante vídeo durante estas fechas. Volviendo de la fantasía a mi modesta realidad, aquí lo encajo, por si algún alma curiosa le da al “play” y es capaz de ascender, siquiera un ratito, donde la Música propone.
 

Luego, ya iremos al Mercadona a desinfectarnos con espantosos “jingles” y soniquetes navideños que, por lo menos a mí, me confirman en mi fe inquebrantable en que, las creencias de mis mayores, se han ido por el desagüe al pozo negro de la cósmica sepultura del Dios que nació muerto.

martes, 16 de diciembre de 2014

La Educación Exige Emociones Fuertes

El domingo pasado estaba fabricando Nocilla con mis diversas excrecencias y mirando el internet, por la cosa del fútbol, para ver si de una vez había ganado el Zaragoza, cuando, desde las páginas de El País Digital, me asaltó el típico artículo sobre el mundo educativo donde, como siempre, se combinan con acierto sandez y pensamiento Alicia, pero, aprovechando que hay libertad de expresión de esa, esta vez decidí despacharme a gusto y regalarme un desquite, en plan trol.

Así que transcribo literalmente el articulito de marras, vamos, copiar y pegar, y pongo, entre paréntesis y en rojo, las chorradas y paridas que mi discurso interior, como el Leopold Bloom de Joyce, iba articulando mientras lo leía.

Entre unas cosas y otras, ha quedado un poco largo y, además tengo que añadir una precisión, para que nadie se confunda: si no tuviéramos estas aspiraciones (las reflejadas en el artículo), estaríamos perdidos. Ahora, si sólo tenemos estas aspiraciones y nada más, estamos más perdidos aún: seremos víctimas del enésimo timo…

 
La educación exige emociones  (La Educación, qué emoción.)

El fenómeno es imparable. Los nuevos tiempos exigen desarrollar las capacidades innatas de los niños y cambiar las consignas académicas.

¿Estamos educando a las nuevas generaciones para vivir en un mundo que ya no existe? (No te jode, ¿cómo educas a alguien para vivir en un mundo que aún no existe? ¿Con una bola de cristal?) El sistema pedagógico parece haberse estancado en la era industrial en la que fue diseñado. La consigna respecto al colegio ha venido insistiendo en que hay que “estudiar mucho”, “sacar buenas notas” y, posteriormente, “obtener un título universitario”. Y eso es lo que muchos han procurado hacer. Se creyó que, una vez finalizada la etapa de estudiantes, habría un “empleo fijo” con un “salario estable”.

Pero dado que la realidad laboral ha cambiado, estas consignas académicas han dejado de ser válidas. (Dado que ya no hay “empleos fijos” ni “salarios estables”, la solución connotada en el texto es “estudiar poco”, “sacar malas notas” y “no obtener un título universitario”, solución que los numerosos ninis de nuestro país ya parecen haber ensayado con éxito. Por otra parte hay que hacer notar que para los políticos, me da igual los de la “casta” que los de la “lasciva”, es más fácil tocarles los huevos a los docentes y cambiar el sistema educativo, que tocárselos a financieros y empresarios y cambiar la realidad laboral.) De hecho, se han convertido en un obstáculo que limita las posibilidades profesionales. Y es que las escuelas públicas se crearon en el siglo XIX para convertir a campesinos analfabetos en obreros dóciles, adaptándolos a la función mecánica que iban a desempeñar en las fábricas. Tal como apunta el experto mundial en educación Ken Robinson, “los centros de enseñanza secundaria contemporáneos siguen teniendo muchos paralelismos con las cadenas de montaje, la división del trabajo y la producción en serie impulsadas por Frederick Taylor y Henry Ford”. (Cualquiera que piense esto de nuestras escuelas públicas, no solo es un experto bellaco y un rufián despreciable, es también un experto majadero y un pasmoso ignorante. Además son tipos que luego van y dicen que en Mali, o en Chad, o en Pakistán, los niños carecen de futuro al no recibir una educación como la que aquí disfrutamos, ¿en qué quedamos? ¿Llegamos o nos vamos? Las cadenas de montaje, la división del trabajo y la producción en serie se han deslocalizado y ahora están en China, donde gracias a un paraíso socialista se han obtenido operarios que trabajan veinticinco horas al día por un cuenco de arroz. El día que tomen conciencia y se acabe el chollo, nos encontraremos con que aquí, ni los expertos sabrán hacer los agujeros de las flautas.)

 
Si bien la fórmula pedagógica actual permite que los estudiantes aprendan a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, “la escuela mata nuestra creatividad”. A lo largo del proceso formativo, la gran mayoría pierde la conexión con esta facultad, marginando por completo el espíritu emprendedor. Y como consecuencia, se empiezan a seguir los dictados marcados por la mayoría, un ruido que impide escuchar la propia voz interior. (También puede ocurrir que carezcamos de creatividad, en cuyo caso, la escuela la dejará indemne. Y aunque seguir los dictados de la mayoría es una putada, algunos hemos pasado buena parte de nuestra existencia siguiendo los dictados de una minoría y eso, a lo que llamábamos dictadura, era una putada todavía mayor. En cuanto a la voz interior, mira a ver si la puedes oír con el ruido del tráfico, salao.)

 
 La voz de los adolescentes

“Desde muy pequeño tuve que interrumpir mi educación para empezar a ir a la escuela”
Gabriel García Márquez
(El gran Gabo podía escribir lo que le saliera de la punta del nabo, pero esta cita, interpretada por un cenutrio, le llevará a pensar que él, de no haber sido escolarizado, podía haber sido acreedor al premio Nobel.)

Cada vez más adolescentes sienten que el colegio no les aporta nada útil ni práctico para afrontar los problemas de la vida cotidiana. En vez de plantearles preguntas para que piensen por sí mismos, se limitan a darles respuestas pensadas por otros, tratando de que los alumnos amolden su pensamiento y su comportamiento al canon determinado por el orden social establecido.

 Del mismo modo que la era industrial creó su propia escuela, la era del conocimiento emergente requiere de un nuevo tipo de colegio. Básicamente porque la educación industrial ha quedado desfasada. Sin embargo, actúa como un enfermo terminal que niega su propia enfermedad. Ahogada por la burocracia, la evolución del sistema educativo público llevará mucho tiempo en completarse. Según Robinson, “ahora mismo sigue estando compuesto por tres subsistemas principales: el plan de estudios (lo que el sistema escolar espera que el alumno aprenda), la pedagogía (el método mediante el cual el colegio ayuda a los estudiantes a hacerlo) y la evaluación, que vendría a ser el proceso de medir lo bien que lo están haciendo”.

La mayoría de los movimientos de reforma se centran en el plan de estudios y en la evaluación. Sin embargo, “la educación no necesita que la reformen, sino que la transformen”, concluye este experto. En vez de estandarizar la educación, en la era del conocimiento va a tender a personalizarse. Esencialmente porque uno de los objetivos es que los chavales descubran por sí mismos sus dones y cualidades individuales, así como lo que verdaderamente les apasiona. (Ah, ¿pero el experto no sabe lo que les apasiona a los chavales? Seguramente será que no ha visto ninguno en su puta vida. Le aconsejo que vaya a darles una charla con eso de los valores, la creatividad, la felicidad… Y uno que yo conozco le dirá: ¿me puedes traer una moto que mole y un par de tías guays? Pues no te enrolles…)

En el marco de este nuevo paradigma educativo está emergiendo con fuerza la “educación emocional”. Se trata de un conjunto de enseñanzas, reflexiones, dinámicas, metodologías y herramientas de autoconocimiento diseñadas para potenciar la inteligencia emocional. Es decir, el proceso mental por medio del cual los niños y jóvenes puedan resolver sus problemas y conflictos emocionales por sí mismos, sin intermediarios de ningún tipo.

La base pedagógica de esta educación en auge está inspirada en el trabajo de grandes visionarios del siglo XX como Rudolf Steiner, María Montessori u Ovide Decroly. Todos ellos comparten la visión de que el ser humano nace con un potencial por desarrollar. Y que la función principal del educador es acompañar a los niños en su proceso de aprendizaje, evolución y madurez emocional. En esta misma línea se sitúan los programas de la educación lenta, libre y viva que están consolidándose como propuestas pedagógicas alternativas dentro del sistema. (Ah, lenta, eso es, como decía Bart Simpson, si vamos retrasados, iremos más despacio y así alcanzaremos a los demás. La propuesta alternativa es, pues, vayamos todos retrasados, qué prisa hay, si nadie nos va a emplear, ¿o seremos emprendedores retrasados? O diremos, como el padre de Ralph Wiggum, “sepa que a mi hijo se lo disputan los mejores colegios de educación especial”.) Eso sí, el gran referente del siglo XXI sigue siendo la escuela pública de Finlandia, país que lidera el ranking elaborado por el informe PISA. (Pisha, pásame el infomme!)

 
 ¿Para qué sirve?

“Educar no consiste en llenar un vaso vacío, sino en encender un fuego latente”
Lao Tsé (Admiro al creador del Tao más que a Bisbal, Bustamante y Fernando Alonso juntos, pero aquí he de decir que si el fuego no tiene combustible, el ardor dura menos de un segundo.)

La educación emocional está comprometida con promover entre los jóvenes una serie de valores que permitan a los chavales descubrir su propio valor, pudiendo así aportar lo mejor de sí mismos al servicio de la sociedad. Entre estos destacan: (Atención, como decía mi libro de filosofía de sexto durante la dictadura, después de repasar todas las tendencias del pensamiento, doctrina verdadera, y ponía las chorradas con las que el nacional-catolicismo se solazaba. Ahora viene la parte buena.)

Autoconocimiento. Conocerse a uno mismo es el camino que conduce a saber cuáles son las limitaciones y potencialidades de cada uno, y permite convertirse en la mejor versión de uno mismo.

Responsabilidad. Cada uno de nosotros es la causa de su sufrimiento y de su felicidad. (Ay, y de de los de los demás, ¿por qué te olvidas, perdonavidas? Acaso no oíste hablar de torturadores y terroristas? ¿Nadie te mencionó la exclusión social, experto del huerto?) Asumir la responsabilidad de hacerse cargo de uno mismo en el plano emocional y económico es lo que permite alcanzar la madurez como seres humanos y realizar el propósito de vida que se persiga. (En el plano económico, si heredas caballos de carreras de tu padre, te será fácil, de lo contrario, la escuela viva, libre y lenta, te será poco útil.)

Autoestima. El mundo no se ve como es, sino como es cada uno de quienes lo observan. De ahí que amarse a uno mismo resulte fundamental para construir una percepción más sabia y objetiva de los demás y de la vida, nutriendo el corazón de confianza y valentía para seguir un propio camino. (Me recuerda a la Susanita de Mafalda.)

Felicidad. La felicidad es la verdadera naturaleza (creí que era aspiración, a ver si ahora resulta que tengo derecho a la felicidad y no lo sabía) del ser humano. No tiene nada que ver con lo que se tiene, con lo que se hace ni con lo que se consigue. Es un estado interno que florece de forma natural cuando se logra recuperar el contacto con la auténtica esencia de cada uno.
 

Amor. En la medida que se aprende a ser feliz por uno mismo, de forma natural se empieza a amar a los demás tal como son y a aceptar a la vida tal como es. Así, amar es sinónimo de tolerancia, respeto, compasión, amabilidad y, en definitiva, dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento y frente a cualquier situación.

Talento. Todos tenemos un potencial y un talento innato por desarrollar. El centro de la cuestión consiste en atrevernos a escuchar la voz interior, la cual, al ponerla en acción, se convierte en nuestra auténtica vocación. Es decir, aquellas cualidades, fortalezas, ­habilidades y capacidades que permiten emprender una profesión útil, creativa y con sentido.

Bien común. Las personas que han pasado por un profundo proceso de autoconocimiento se las reconoce porque orientan sus motivaciones, decisiones y acciones al bien común de la sociedad. Es decir, aquello que hace a uno mismo y que además hace bien al conjunto de la sociedad, tanto en la forma de ganar como de gastar dinero.(Todo esto, con ser lo menos memo del artículo, tiene un penetrante tufillo de telepredicador la-verdad-está-en-tu-interior, mándame 50 € y te enseñaré a ser tú mismo, o de cursillo para vendedores, estilo norteamericano, “Cómo venderse a sí mismo”, que echa para atrás y además es tan novedoso como el Tupperware, el Avon y similares.) 

 
En vez de seguir condicionando y limitando la mente de las nuevas generaciones, algún día –a lo largo de esta era– los colegios harán algo revolucionario: educar. (Chúpate esa, hasta ahora ¿qué han estado haciendo, el calvo o la peineta?) De forma natural, los niños se convertirán en jóvenes con autoestima (y con automóvil) y confianza en sí mismos. Y estos se volverán adultos conscientes, maduros (¿Cómo el de Venezuela? Ay, mi abuela), responsables y libres, con una noción muy clara de quiénes son y cuál es su propósito en la vida. El rediseño y la transformación del sistema educativo son, sin duda alguna, unos de los grandes desafíos contemporáneos. Que se hagan realidad depende de que padres y educadores se conviertan en el cambio que quieren ver en la educación (sic) .
 

(Para acabar, suena aquella tonadilla de Aladdin: Uun muundo ideaaaal ¡UUUN MUUUNDO IDEEAAAAAAL! y nos cogemos todos de la mano meciéndonos con suavidad en la dulce brisa de diciembre. Ah, los domingos, ¡qué rrrreconfortancia!)

lunes, 15 de diciembre de 2014

Inercia / Aperreado

Hay días en los que uno se abisma en su tristeza y quiere disfrutar de ella. Transcribo un par de poemas, por si te pueden ayudar a deleitarte en el abatimiento, cuando tengas un día de esos. Según he leído en Ortega (La rebelión de las masas), “…las dos únicas (cosas) a las que el hombre no tiene derecho son la petulancia y su opuesto, el desánimo”. No sé tú, pero yo oscilo perpetuamente entre ambas y, cuando estaba instalado en el desaliento me ponía a escribir versos (era un millón de años más joven). La petulancia, en cambio, me llevaba a las discotecas (con lo que volvía a caer en el desaliento), En fin, ahí van los dos sonetos que testimonian mi antigua afición a la metafísica casera:

 INERCIA

 Molesta que la inercia de las cosas
se arrogue la virtud de ser la vida;
sojuzgan el deseo tantas losas,
que se enturbian la sed y la bebida.

  Ofende la promesa de las rosas
en marchita hojarasca convertida.
Acechan tales ruinas herrumbrosas
que abruman la ilusión desprevenida.

  Pero no está la llave, no abriremos,
¿cuánto tiempo nos dieron? Caminemos,
no hemos sido llamados, ¿no te basta?

  Te cambio mi camisa por tus sueños,
la rosa y la ilusión tienen sus dueños,
y el Sol, una explosión que lo desgasta.


 APERREADO

 Lo tendría más fácil siendo un perro,
la humana condición bien abdicada,
tengo lo irracional por buen destierro
y el alma, por los golpes, magullada.

  No venía a batir con tanto hierro,
entré por la cancela equivocada,
con tanta adversidad que no me cierro
ni a ser perro, terrier, de poca alzada.

  Lo tendría más leve y ladraría
de noche, dormitando al mediodía,
lamiéndote la cara y las narices.

  Inmerso en la más burda perrería,
seguro que no malgastaba el día
en la envidia de seres más felices.


 En éste último me transmuto en un perro: debo explicar que es uno de mis animales menos favoritos, ya que un ejemplar me mandó 20 días al hospital. Conceptualmente, hubiera debido de usar (en el poema) una cucaracha, pero es un bicho aún menos poético y da lugar a rimas de inferior calidad.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Manualidades En El Hogar. Un Barco Pirata

Llegan las ansiadas y temidas vacaciones navideñas y los colegios, haciendo gala de su escasa sensibilidad social, cierran sus verjas, puertas y ventanas durante quince interminables días, en los que los padres habremos de hacernos cargo de nuestros indómitos polluelos. Para más inri, el frío y el mal tiempo desaconsejan mandar a las inquietas criaturas al parque o a la plaza, con una pelota, una comba o un bocadillo de sardinas en aceite, para que nos dejen solazarnos ante nuestra serie favorita, ¿qué hacer? San Vladimir Ilich, ¿qué hacer?

Tarde o temprano, las compras navideñas se acaban y enchufarlos al ordenador o a una videoconsola parece lo más socorrido, pero cuando, al cabo de dieciséis horas de masacres ininterrumpidas, empiecen a darles ataques epilépticos, no habrá más remedio que optar por alguna de esas actividades en común, que desgaste, siquiera un ápice, sus inagotables energías, mientras malbarata las nuestras, mucho más limitadas.

Es aquí donde las sugerencias de Entusiasco, pueden hallar un campo abonado por el sudor y otras excrecencias de los progenitores desesperados: se trata, en esta ocasión, de proponer una tarea sencilla pero interminable, que pondrá a prueba la paciencia de mayores y pequeños, en los cometidos de pintar, recortar, doblar y pegar este historiado barco salido de una precuela de “Piratas del Caribe”.

Navega, velero mío, sin temor...
 
Sin más aclaraciones innecesarias, ahí van los patrones para colorear. Se imprimen en cuatro cartulinas dina 4 y pista.

El modelo y las tapas del casco


El casco


La cubierta y los complementos

Las velas y los mástiles
 
Los laterales del casco son abatibles y permiten ver la embarcación por dentro para dar respuesta a nuestras inquietudes acerca de la vida cotidiana de los piratas en aquellos procelosos mares donde ofrecían sus servicios a los turistas de aquella lejana y apasionante época.

¡Se ve por dentro!
 
Colorée los patrones con el ordenador, los recorté y los doblé, marcando primero las dobleces con un bolígrafo Bic rojo (no tenía el aconsejable punzón) y una regla, y los pegué con muchas dificultades.

 
Los pegamentos escolares de hoy en día son una mierda de mucho cuidado y aquí conviene hacer una disquisición: las barras de adhesivo pegan menos que la saliva, en los bazares chinos ofrecen engrudos de similares características y se debe evitar cuidadosamente cualquier producto que en su etiqueta lleve “escolar”, “educativo”, “ecológico”, “libre de disolventes”, o cualquier otro sermón por el estilo; su adherencia será menor que la de los mocos de Pippi Calzaslargas.

Educa, pero no pega
 
Esto es lo que yo no tuve en cuenta: se me pasó por alto que en el tubo ponía “educa” y aquello era caldo de almejas. Hay una loable intención de que los niños no esnifen antes de tiempo y, claro, los pegamentos carecen de las cualidades aquellas que tenían los clásicos “Uhu”, “Imedio” y por ahí: olían a gloria y pegaban que si, cual cerdito listo, ponías aquello en los ladrillos, la casa no se caía ni con un terremoto.

Por detrás había que pintar más
 
Hecha la salvedad de que el niño no lo podrá pegar como es debido, el barco se construye sin instrucciones adicionales. Lo monté, sobre todo, para constatar que las medidas de los patrones encajaban y descubrí, cual cerdito tonto, que hay piezas, las velas sobre todo, que han de pintarse por ambas caras para que queden bien. En fin, nadie es perfecto, como decían en “Con faldas y a lo loco”. Mola, cuesta un rato considerable hacerlo y aquí lo dejo con la fe de que evitará que algún padre escriba una carta al director de “El País”, sugiriendo que los colegios permanezcan abiertos durante el cotillón de nochevieja.
 
 
  

jueves, 11 de diciembre de 2014

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 33

21. REENCUENTROS CORDIALES
Cuando Serafín penetró en el austero vestíbulo del palacio episcopal, un destello de limpiasuelos en el ajedrezado de las bruñidas baldosas le hizo tomar conciencia simultánea de muchas cosas. Fue como si el pasado le hubiera dado un porrazo seco, perpendicular a su ya muy descuidada tonsura. De modo súbito, se le hizo presente su desastrado estado físico y anímico: su mefítico hedor combatía con eficacia los efluvios de menta y albahaca provenientes del patio, el sayal de su hábito se había descompuesto en un círculo de zarrapastrosos jirones, cuya rigidez le daba el aspecto de una hawaiana de carnaval. Además, el poder espiritual que le había dado la revelación otorgada en la plaza Monumental de Barcelona, se había esfumado en parte, dejando su alma varada entre la congoja producida por el forzoso abandono de sus obligaciones monásticas y la duda de si su nueva tarea no le iba a convertir en una figura a mitad de camino entre un hereje y un fantoche.

En éstas, se percató de que una sirvienta fregoteaba enérgicamente las baldosas de la esquina más alejada, donde la humedad descascarillaba un estucado ocre que, a modo de manto, cubría el suelo próximo al rincón de unos rebeldes cascotes del color del orín, adheridos a las baldosas con una firmeza que la asistenta trataba de minar mediante las sólidas cerdas de un cepillo empapado en lejía Conejo. La fregona estaba en posición cuadrúpeda, de espaldas a Serafín, sumergida en la penumbra a unos once pasos de éste, que sólo veía un culo como un capazo y la parte trasera de dos pantorrillas amorcilladas y blanquecinas sobresaliendo de la saya. Sin saber ni dejar de saber por qué, el conjunto y su movimiento le resultaron muy familiares y el corazón le dio un vuelco:

 - ¡Anacleta! ¿Es usted, Anacleta?

La sirvienta, se incorporó como si le hubieran dado un fustazo en salva sea la parte, se volvió con viveza hacia donde estaba Serafín y le espeto:

 - Así que era verdá, eres tú. En mala hora que has vuelto. Ya debe de haber ido Crescencia a avisar al señor obispo, tu tío. En seguida te recibirá. Ahora no puede, porque está atendiendo a unas visitas muy principales…

 
Serafín observó a la mujer de faenas, no supo si enternecido o azorado. Aunque la vergüenza lo había obligado a bajar la mirada, había advertido que Anacleta estaba muy avejentada. Y había engordado por lo menos un par de arrobas más, su cutis estaba mucho más ajado y su pelo empezaba a ralear. Verrugas que aún no habían brotado antaño, junto con otras que habían llenado de embeleso sus recuerdos, constelaban el bigote de la mujer, congelado en un mohín hosco:

 - No sé cómo tienes la frescura y los cojonazos de aparecer por aquí otra vez, en mala hora te digo, vuelves a pisar esta casa, ¡hace falta tener cuajo! Tu pobre tío es un santo: don Ángel irá pronto al cielo y allí por fin se librará de ti. ¡Y vaya unas pintas que traes! El señor obispo no te lo dirá, Serafín, pero no eres bienvenido. Yo, por mi parte, ni quiero estar en el mismo cuarto que tú, así que me voy parriba a hacer la alcoba y a sacar el polvo de la biblioteca; cuando acabe, me iré sin despedime y espero que no te quedes mucho tiempo por esta casa, aunque en eso no entro, depende de tu tío.

Y mientras esto decía, fue saliendo con acarreo de cubos, escobas, cepillos y bayetas. Volcó un bote de Vim y se cagó en la Santa Inquisición antes de desaparecer por completo.

Diez minutos más tarde, salió Crescencia, acompañada de dos señoronas, del tipo cacatúa garbosa, las cuales se despidieron con grititos melifluos y complacidos, sin dignarse siquiera a mirar en la dirección donde Serafín remedaba una desmedrada estatua de san Francisco de Asís, a la que ni siquiera le faltaban los malolientes palominos. Cuando las dejó tras la puerta de la calle, Crescencia se encaminó con cara avinagrada hacia el ex fraile convertido en espantajo:

 - Mira tú que ir a coincidir con la visita de la jefa y la presidenta de Acción Católica, nada menos que las señoras de Giral y de Casajús, no podías ser más inoportuno. El señor obispo estaba tan inquieto que ha acabado por abreviar sus deberes pastorales por tu culpa. Ahora te recibirá, pero te advierto que no está de humor. Hace once días que abandonaste el monasterio y estaba empezando a preocuparse muy seriamente. ¿Dónde te habías metido, cabeza de chorlito? Anda, pasa, que la reprimenda que te espera es de aúpa.

 
Mientras esto iba diciendo, encaminó a Serafín, precediéndolo hasta una puerta de recios cuarterones de caoba renegrida que, al abrirse con un chirrido sobrenatural, daba a un despacho espacioso, tan sobrio como acogedor. Un Cristo crucificado de tamaño natural, presidía en taparrabos la estancia Serafín correteó hacia el sillón donde se sentaba su tío, para evitar que el señor obispo se levantara, pero como éste ya se había erguido, impulsado por los muelles del cómodo escaño, el mozo chocó con él y derribó su anciano y gordezuelo cuerpo, que volvió a hundirse de costado en el asiento. Serafín, sin disculparse, debido al aturrullamiento, buscó con avidez el anillo de monseñor y le dio media docena de sonoros y chapoteantes besos, que inundaron el grueso granate engarzado en oro, de saliva viscosa, aderezada con alguna escama suelta de las sardinas de cubo en las que se había sustanciado su magro refrigerio al llegar a Jaca hacía pocas horas.

El obispo se volvió a incorporar y empujó a Serafín a una distancia suficiente como para verlo por entero:

 - Nada de besamanos, hijo, ven aquí y dame un abrazo como es debido.

Durante casi un minuto, el sobrino inclusero y el tío adoptivo se fundieron en un apretado abrazo, en el que éste logró disimular las ofensas que sus sentidos encajaban debido al olor, atuendo y aspecto de Serafín, comparados con el cual, algunos leprosos de Molokai hubieran parecido unos dandis.