sábado, 31 de mayo de 2014

Se Acabó El Mes De Las Flores

Venid y vamos todos con flores a porfía,
con flores a María, que Madre nuestra es (bis).
 
 De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella,
más que la luna, bella, postrados a tus pies.
 
 Venimos a ofrecerte las flores de este suelo,
con cuánto amor y anhelo, Señora, tú lo ves.
 
 Por ellas te rogamos, si cándidas te placen,
las que en la gloria nacen, en cambio, tú nos des.
 
 Con esta animosa tonadilla especiábamos las tardes soporíferas del mes de mayo durante mi infancia escolar. El cambio de temperatura y los misterios del rosario nos amodorraban en aquellas destartaladas Escuelas Nacionales que, durante aquellos días de los primeros calores de mayo, eran gratuitamente traspasadas a la avasalladora iniciativa de los predicadores católicos y sus pavorosos “ejercicios espirituales”.
 
Ahora que tienen que competir con la pujanza de Al Qaeda, Podemos, la ANC y otras confesiones religiosas, se muestran cautos, contemporizadores y amables, pero cuando se erguían en la cúspide de su influencia y dominio, exhibían modos más ominosos y tonantes.


Recuerdo el caso de un jesuita navarro que vino a amenizarnos aquellas tardes interminables con los novísimos. Por si tú, oh improbable lector, lo ignoras, los novísimos son cuatro: muerte, juicio, infierno y gloria. En este contexto, nos refirió la historia de Agapito (en aquélla época los niños tenían nombres de presidentes funestos del Real Zaragoza). Agapito era un niño modelo, veneraba a la Virgen María y a un consistente surtido de santos, beatos y mártires. Se confesaba cada nueve minutos y comulgaba diariamente para dar ejemplo a sus apáticos compañeros (a alguno de los cuales golpeó por atreverse a tomar la Eucaristía sin haber guardado el preceptivo ayuno que ha de precederla). En un día ventoso y desapacible, Agapito caminaba por el campo en busca de pajarillos heridos a los que socorrer y tropezó con un canto del camino, clavándose otro muy afilado en una rodilla al caer. Entonces profirió una fea blasfemia. El no sabía que era tan grave, porque la había oído a menudo a carreteros, peones de labranza y mozos de mulas… Aterrado por su falta, corrió con su rodilla herida a confesarse. Aunque renqueaba a toda velocidad, no le dio tiempo: el viento tiró una torre de alta tensión y Agapito murió carbonizado. Un solo desliz, una sola falta, le llevó al infierno, ¿Y sabéis queridos niños lo que es el infierno? Una eternidad sin fin de torturas. Tener sed y no poder beber, tener heridas atroces y no poder aliviarlas, ¿os habéis quemado alguna vez con un hierro al rojo? ¿Os habéis clavado en alguna ocasión cristales rotos en la lengua?...

 
Pese a la inconsistencia psicológica del personaje y su avatar, para cuando el bueno del Padre Nalina llegaba aquí, algunos ya nos lo habíamos hecho encima… Es por eso que titulo la entrada “Se acabó el mes de las flores” sin incitar a nostalgia alguna, aunque salvando, eso sí, las rosas. 
 
 
 

jueves, 29 de mayo de 2014

The Way . Emilio Estévez

En estos momentos, si los hados me hubieran sido propicios, tenía una largamente planeada cita con el camino de Santiago, pero como el hombre propone y dios su férrea herramienta le impone, motivos de salud, más bien de falta de salud ocular, me han impedido echar a andar en aquélla dirección.

Como el que no se consuela es porque no quiere, he buscado (y encontrado) un par de sucedáneos cinematográficos, persiguiendo películas recientes, hechas con la intención de mostrar en qué consiste la indagación de un no creyente que emprende una aventura tan ardua y agotadora.

El cartel español
Como digo, he topado con dos películas, pero sólo hablaré de una. La otra, que se titula “Peregrinos”, dirigida por Coline Serreau (la de “Tres solteros y un biberón”), es una tontorrona comedia francesa, llena de clichés buenistas y multiculturales que, si bien puede facilitar la digestión, no me ha parecido memorable en ningún aspecto.

Tampoco es que “The Way”, de Emilio Estévez, sea un hito cinematográfico del siglo XXI, pero por lo menos tiene su puntito. Es un drama emotivo, supongo que muy al gusto americano, que aderezan y aligeran unos personajes secundarios rebosantes de empatía. Pese a ser muy tramposamente sentimental, se deja ver en una agradable sobremesa (y también, a su modo un poco sobrecogedor, facilita la digestión), teniendo además unos indudables puntos a favor.

El cartel anglosajón
El director Emilio Estévez es, en la película y en la vida real, el hijo del protagonista, Martin Sheen. Tom Avery (Martin Sheen) es el padre de Daniel Avery (Emilio Estévez). Éste tiene un papel muy breve, pues la película empieza con su fallecimiento y sólo lo vemos en breves flashbacks (en castellano se llaman analepsis, pero yo no lo sabía). Comenzamos pues con el bueno de Tom Avery (un Martin Sheen considerablemente envejecido, para los que vimos a este exitoso gallego haciendo de capitán Willard en Apocalypse Now), Tom es un oftalmólogo en California y recibe la noticia del fallecimiento de su hijo Daniel, con el que no se llevaba muy bien, en Francia. El pese a todo destrozado padre, viaja a Saint Jean Pied-de-Port con idea de repatriar el cadáver de su malogrado retoño. Una vez allí, se entera de que el fallecido estaba iniciando el Camino de Santiago cuando fue sorprendido por su aciago destino en forma de tormenta. En un “pronto” misterioso, Tom decide hacer incinerar el cadáver de su hijo y llevar a cabo, con sus cenizas, el viaje que éste no pudo llevar a término.

Tom Avery / Martin Sheen
En eso consiste la película: se trata de Tom Avery dando, según sus propias palabras, “un paseo muy largo”, que tiene por objeto llevar las cenizas de su hijo, en un principio, hasta Santiago de Compostela… Narrativamente no hay más argumento, no se establece una trama con ninguna clase de enfrentamiento, complejidad, conflicto o cualquier otro motivo de interés. Vamos, que no hay suspense. Esto se traduce a veces en falta de ritmo o en carencia de tensión pero, pese a todo, el largometraje funciona bastante bien, emociona y divierte lo suyo. Se podría hablar de una road movie enfocada al peatón fatigado, aunque su auténtica estructura es la de una película de episodios y anécdotas, algo irregular: algunos son fantásticos, apasionantes y conmovedores, y otros previsibles, prescindibles o, incluso, grotescos hasta el punto de lastrar funestamente la cinta.

Joost
Uno de los aciertos más considerables ha sido rodear al algo soso, bastante apenado y muy seco Tom Avery, de tres secundarios, tres compañeros de camino, que se presentan como especímenes más bien plastas y acaban convertidos en personajes entrañables, cada uno a su modo: Joost, un holandés gordo, tan dócil como sociable; Sarah, una canadiense, fumadora compulsiva, que se las da de mujer fatal, y Jack, un escritor irlandés pirado, al que la inspiración que tal vez nunca tuvo, le ha abandonado. Estos tres personajes y el de Avery, acaban formando en el relato una simbiosis, alegre y vital, que es lo más reconfortante de la película, haciendo que olvidemos a menudo, su trasfondo luctuoso.

Sarah
Otro aspecto destacable es el meramente turístico: por activa y por pasiva se muestra el entorno de los caminantes, en largas secuencias protagonizadas por lo paisajístico y lo monumental. Cabe reconocer que aquí las subvenciones que haya podido recabar la película, dan un fruto promocional inequívoco: nos entran ganas de salir corriendo para sumarnos a la riada de peregrinos que serpentean rumbo a Santiago, envueltos en una banda sonora, para mi gusto, un poco demasiado obvia, salpimentada con éxitos de Coldplay, David Gray y, en honor del “yayo” Sheen, James Taylor, todo en exceso “ligero”, con lo que se detrae densidad dramática a la obra.

Jack
Al final, los peregrinos de este viaje cinematográfico, se estiran hasta Muxía, para que Tom Avery/Martin Sheen pueda arrojar las cenizas de su hijo al Océano, como le ha aconsejado un gitano de Burgos, en uno de los lances de la película, más que prescindibles, contraproducentes para la consistencia y credibilidad de la misma. Menos mal que no todos los episodios son tan patéticos: algunos que no te voy a desvelar, para no chafártelos, son tan lindos, tan bienaventurados, que elevan la categoría del filme de “llevadero” a “recomendable”. Esta película fue estrenada en 2010 y, hace poco, la daban en DVD aquí con un periódico por un euro o así. Sin duda, su valor excede este precio.
 
Los cuatro peregrinos
Al final, figura que Jack es el narrador de la historia
Un joven Emilio Estévez
actuando en la mítica "El club de los cinco"
 
 
     

lunes, 26 de mayo de 2014

Cuchufluses

El de “cuchuflús” es un término poco menos que inventado, no he encontrado su significado ni su definición por parte alguna y creo que lo he heredado de un amigo de la infancia, allá en Jaca, el cual lo usaba para designar todos los cacharritos inútiles que en cualquier casa se tienen de adorno en aparadores, estanterías y muebles de salón. En sentido estricto acordamos que, para que una cosa sea un cuchuflús, tiene que ser pequeña, pretendidamente decorativa e inservible para cualquier otra finalidad que no sea la de estorbar en medio de otros cacharros más funcionales.

 
La búsqueda del significado de cuchuflús en diccionarios y demás ha sido infructuosa. Lo más parecido ha resultado ser cuchuflí, nombre de un dulce de cierta popularidad en Chile. Las pocas referencias que he encontrado en internet sobre cuchuflús, aluden a un término “nonsense”, apto para designar un gesto o una respuesta extravagantes, que más bien lo relacionarían con cuchufleta. Y así lo empleo yo: para nombrar objetos de cuchufleta.

 
De este modo serían cuchufluses unos botijos o unos platos de cerámica en miniatura, las esferas de cristal con un monumento sumergido en su interior, que si se agitan, reproducen una nevada en un reducido espacio, los souvenirs turísticos (hace cincuenta años no faltaba aquí en ningún hogar una figura de hawaiana), los marcos para fotografías (algunos enseñando aún la imagen de muestra con la que salieron de la tienda) o, si me pongo radical, un huevo de Fabergé que, pese a su estratosférico coste, a mí me parece un objeto muy kitsch.

 
Los niños son muy aficionados a toda clase de cuchufluses y eso lo saben los aviesos fabricantes que les inundan de ofertas de figuritas, cachivaches, bártulos y trebejos, a cual más horrendo, instándolos a coleccionar la fauna más aterradora en sucesivas hornadas de miniaturas, más que feas, pavorosas. Dragon Balls, Digimones, Gormitis, Invizimals y demás parentela han protegido desde los estantes, durante años, el sueño de mis hijos.

 
Como yo no he tenido el necesario valor para matar al niño que llevo dentro, soy inevitablemente muy aficionado a determinados cuchufluses. Parafraseando el chiste, mis hijos jugaban con lo que les salía de los huevos. De los huevos Kinder Sorpresa que yo les regalaba con cualquier pretexto, para ver el juguetillo para armar o la figurita que les salía dentro y que, muy a menudo, me parecía un prodigio de ingenio e inventiva.

 
Por eso, hoy que he encontrado estas fotos de cuchufluses, quiero recrearme con ellas y ponerlas en esta página: son figuritas que admiten dos interpretaciones. En una de ellas son un animal: un elefante, un cocodrilo o un pájaro. En la otra, adoptan el amable aspecto de un enanito benefactor o un simpático gnomo. Además transmiten al tierno infante que se extasía contemplándolas, la saludable enseñanza de que toda realidad tiene, al menos, dos caras. Las dos caras, en este caso, envueltas en chocolate y por cien pesetas (menos de un euro).
 
 
 

sábado, 24 de mayo de 2014

¿Hay Vida En Marte?

La exploración del Espacio tuvo su mejor momento hace algunas décadas, hoy nos hemos resignado a la idea de que es muy grande y muy caro. Alguno de los últimos presidentes de los Estados Unidos han prometido que se pondrá en marcha una expedición tripulada a Marte, pero no parece que vaya a ser el mes que viene.

Del Renacimiento a esta parte, el hombre viene siendo la medida de todas las cosas y, habiendo medido la enormidad inhumana del espacio exterior, ha determinado que la posibilidad de topar con vida, más allá de los límites de nuestro planeta, es incierta. Si además se tratase de vida inteligente (¿qué debe ser esto?), la citada posibilidad, además de incierta es bastante inconveniente… ¿Qué harían con nosotros unos seres del espacio exterior, lo suficientemente desarrollados en el plano tecnológico, como para arribar a nuestro estropeado planeta? La ciencia ficción lo ha imaginado de veinte mil maneras distintas, todas poco alentadoras. En todo caso, nuestro destino no sería mucho mejor que el de las civilizaciones precolombinas tras la llegada de los españoles al continente americano. De este modo, podemos dar gracias de que el contacto con civilizaciones alienígenas se vaya aplazando.

Y ya que hablo de ciencia ficción, temo que no podré sustraerme, en un muy breve plazo a aparecer por aquí con un dilatado comentario de dos de las fantasías que más me han impactado. Una es la atrozmente gamberra película de Tim Burton, Mars Attacks! Una traviesa escenificación del apocalipsis donde se demuestra que, a veces, las parodias pueden superar a los originales. La otra es un sugestivo libro de Arthur C. Clarke, titulado "El fin de la infancia", donde se tratan estos temas invadiendo un terreno metafísico en el que, los turistas de la filosofía como yo, nos sentimos muy gratamente sorprendidos.

Pero lo que hoy me ha traído a estos arriesgados lugares, es una foto y una canción. La imagen de la fotografía vino en la prensa hace unos años, como parte de un reportaje sobre las características y la morfología del suelo marciano… Con ser muy bella, a mí me recuerda la vista aérea de un barranco de los Monegros, como los que algunas temporadas atrás yo recorría en bicicleta. Da la impresión de que, de existir, los marcianos serán gente curtida por el sol, la sempiterna sequía y la aspereza de la tierra (y poco receptivos con los forasteros).


En cuanto a la canción, soy poco aficionado a las listas de éxitos, pero si confeccionara una intitulada “Las mejores canciones de los años 70”, pondría ésta en el número uno. Un alienígena desgranaba, en estrofas imprecisas y desconcertantes (aunque, por aquel entonces, sólo cuatro estudiosos sabían el suficiente inglés para entender algo más allá del título) una especie de alegato acerca de la soledad la masificación y la incomunicabilidad que atenaza al ser humano. Musicalmente es tan redonda, tan inspirada y tan bonita que hasta la London Symphony Orchestra se ha animado a hacer una versión que, sinceramente, no le recomiendo a nadie aunque, de haber colaborado con Il Divo, podía haber sido peor. Bueno, sobran las palabras, Ladies and Gentlemen, confío en que puedan verla y oírla, tal vez tras los anuncios de rigor…


Si no soportamos la asfixiante pesadez de los anunciantes, podemos probar este otro:

jueves, 22 de mayo de 2014

La Escuela En Sepia

He tenido ocasión de chafardear en los cuadernos escolares de un niño del curso 1955-56, unos auténticos incunables. He escaneado algunas de sus ingenuas y hacendosas páginas, en las que encuentro el nítido aroma de una época muy remota, no tanto por los años transcurridos, que son bastantes, sino por las referencias, en su contenido, a un mundo del que se han extinguido hasta los ecos.

No es que vaya a ponerme a defender yo ahora el modelo escolar de hace sesenta años, basado en tareas tediosas y repetitivas que, primordialmente, consistían en copiar y copiar para intentar reproducir un mundo de valores y creencias que, incluso entonces, en los años de esplendor del régimen franquista, estaba ya vacío, obsoleto y caduco o, como se dice ahora, desfasado.

No obstante, no puedo sustraerme a la grata tentación de asomarme al túnel del tiempo, ahora que puedo mirar “aquéllos maravillosos años” sin nostalgia ni rencor y comentar, entre distanciado e irónico, las excelencias del menú educativo impartido en las escuelas que, en aquel brumoso pretérito, se llamaban nacionales.


Da comienzo el repaso con una portada con la franquicia Disney, en la que un chiste de rancia incorrección política nos sitúa en el país de las maravillas.


En una libreta de aquel entonces se transcribían tareas de todas las materias: historia, religión, matemáticas, lengua, ciencias… Tenía la ventaja de cargar al escolar con mucho menos peso y el inconveniente de mostrar un batiburrillo de contenidos desconcertante. Aquí vemos un sagaz resumen histórico de la llegada de los árabes a la península, “penetraron en España”, dice. Y es que, con una concepción histórica asombrosa, se establece que la nación española es eterna: ya estaba allí (o sea, aquí) antes de todas las invasiones.


Ahora nos embarcamos en una lección de ciencias naturales. Llama poderosamente la atención la imprecisión de un lenguaje de escaso contenido científico. Se desgranan muchos ejemplos concretos y podemos comprobar que el tabaco aún no estaba proscrito del ámbito escolar.




Hay mucha religión y también se desgranan algunas de las concepciones políticas de la dictadura. Aquí podemos leer la conmemoración del Día del Dolor que ha desaparecido del currículo… En general, había una tendencia a formar al alumnado, adoctrinándolo en grandes valores incomprensibles y huecos, en lugar de educarle en el correcto uso de los contenedores de residuos y adiestrarle para no desperdiciar el agua, que son los temas éticos de ahora.

En cuanto a la religión, si no te has enterado de por qué sólo puede haber una verdadera y es la Católica, ahora tienes la oportunidad de hacerlo.


En aquel régimen, al igual que en el actual, las matemáticas eran la cenicienta del currículo escolar que, por entonces, se llamaba programa (era igual de inconsistente, pero mucho más reducido y no incluía los idiomas extranjeros ni algunos de los nacionales). Aquí hemos visto un sistema métrico decimal en el que se incluye la peseta entre sus unidades de medida. Fascinante


También había geografía. Observemos este minucioso mapa de las provincias españolas, rotuladas con los recios nombres anteriores a los cambios políticos que trajo la transición.



Me despido con la parte más doctrinaria, donde se aprecia cuál es la misión de España en el mundo, remachada con una tarea muy común entonces: la repetición de líneas, denominada “muestra”. Va también un ejemplo de lo que el presidente Zapatero, quizá con otro sesgo, denominaba “memoria histórica”. Hay materia para dar y vender, pero dicen que para muestra, basta un botón.

    

martes, 20 de mayo de 2014

Puertas Rústicas En La Ribagorza

Una vez más me propongo traer aquí unas imágenes que indagan, sin orden ni método, en el misterio de las puertas abiertas o cerradas, viejas o nuevas, funcionales o decorativas, desvencijadas o restauradas, sencillas o nobles, en los más variados rincones de los pueblos ribagorzanos.

 
En ésta ocasión se trata de fotografías que ya tienen una docena de años, por eso no he acertado a catalogarlas: las hay de Benasque, tal vez de Anciles o Cerler, Sopeira, Arén y algún otro recóndito y silencioso lugar en el que me paré, atraído por un enigmático rincón, un sigiloso patio o una puerta de vocación declaradamente monumental, en un edificio que otrora debía parecer un palacio y ahora no es sino un caserón semiabandonado.


 
El turismo, por un lado, ha reavivado estos ámbitos despoblados y, por otro lado, los ha desvirtuado y adulterado, hasta el punto que hay que tirar de la memoria de los mayores para desentrañar los enigmas de la vida que acotaban estas grandes puertas, cuyo atractivo reside también en sus imperfecciones, en sus asimetrías y, a veces de un modo dramático, en su abandono.


 
He recogido dos o tres fachadas, donde la fascinación pictórica ha sido tan intensa que no me he ceñido a encuadrar sólo la puerta, sino que he tomado la imagen de conjunto. Si en una vida ulterior aprendiera a pintar, tiraría de espátulas y de lienzos hasta dar con el secreto que se dibuja en estos relieves…


 
Pasando a aspectos más prosaicos, todas las fotos son digitales (menos una), todas están fuertemente manipuladas en Photoshop (lo siento, soy muy malo encuadrando) y todas proceden de cámaras digitales muy “primitivas”, los primeros y toscos modelos que hicieron opinar, a la gran mayoría de los fotógrafos de entonces, que aquello de la fotografía digital no tenía ningún futuro y que dentro de pocos años nadie se acordaría de qué era eso de los megapíxeles. Cosas veredes, amigo Sancho.



 
 

lunes, 19 de mayo de 2014

30.000 Atardeceres

Estoy en la pared orientada al oeste de una ermita que corona una pequeña elevación cerca de mi pueblo, aunque alejada de su ajetreo. Un poyo de obra brinda un descanso frente al crepúsculo y, en su contemplación, me asalta una ocurrencia entre filosófica y fotográfica: una persona que no tiene otro compromiso, acude aquí todas las tardes de su existencia a documentar el ocaso del día. ¿Cuántas veces le sería dado hacer este cotidiano registro? He calculado que, teniendo la fortuna de ser lo bastante longevo, unas 30.000 veces. Esas son las dimensiones de nuestro perdurar. No me preguntaré si son muchas o pocas, aunque sé que casi todos anhelaríamos ser testigos de unas cuantas más, ignoro si muchos ambicionarían el tedio de ser millonarios en este desempeño.

 
Los crepúsculos así registrados serían tan parecidos y tan diferentes… Constituirían una colección y un testimonio, a la vez apasionante e insípido, que sería una metáfora de nuestra propia vida, mira tú por dónde.

 
Yo, como soy muy voluble, sólo tuve paciencia para hacerlo en una ocasión, pero si cierro los ojos y multiplico la secuencia por treinta mil, me hago una idea de la dilatada secuencia que enmarca nuestro transcurso. Y también, ay, que habrá uno que será el último que habremos contemplado. Estaba el otro día releyendo a mi admirado Borges y me coló la palabra “eviterno”. Como no recordaba su significado, lo miré en el diccionario y ponía: “Que habiendo comenzado en el tiempo, no tendrá fin; como los ángeles y las almas racionales”. Ahí está el quid, con fe o sin ella, nos pretendemos eviternos.

 
Me hubiera gustado que la secuencia hubiera tenido un encuadre fijo, a pulso queda poco profesional, pero uno no sale por ahí a meditar en la fugacidad de nuestra existencia con un trípode. ¿O sí?

 
Cuando le comento a mi amigo el Resentido, la ocurrencia del testimonio fotográfico de todos los atardeceres que nuestra vida nos permitiera contemplar, me pregunta que cuál sería la finalidad, la remuneración o el fruto de una empresa tan disparatada. Le contesto que cualquier otra empresa que acometamos tiene, en su balance final, unos resultados muy parecidos y, por una vez, no sabe qué contestarme.
 


 
 
 

miércoles, 14 de mayo de 2014

Arana, El Noveno Apellido Vasco

Al igual que ocho millones de compatriotas fui a ver “Ocho apellidos vascos”, más picado por la curiosidad, que atraído por la pura propuesta cinematográfica. He visto películas con guion y dirección de Borja Cobeaga (“Pagafantas”, “No controles”) y me han hecho bastante más gracia que otras comedias españolas recientes. Esta vez iba un poco “con la mosca detrás de la oreja” ya que, el tema de las “singularidades nacionales” me parece un tanto escabroso y, tengo que confesarlo, pese a mis iniciales reticencias, me reí de lo lindo en numerosas ocasiones.

 
No obstante, el tratamiento del mundo que, en este lado de la todavía inexistente frontera, llamamos “radical”, me pareció una cosa muy soslayada y muy “light”. No hay propiamente un humor corrosivo y sangrante… Supongo que se hace en beneficio de la “mutua comprensión” y el buen rollito multicultural. Podría haber sido peor: hace unos años, a mediados de los noventa, vi una infumable comedia en la que la animosa María Barranco y el gallardo Imanol Arias lidiaban con un desmayado bodrio que tenía como marco de referencia la concejalía de bienestar social de la alcaldía de Bilbao, pero podía haber sido de la de Vladivostok, porque del llamado “conflicto político en el escenario vasco”, no se hacía ni mención, “Sálvate si puedes”, se titulaba el truño y recomiendo encarecidamente evitar en lo posible su traumático visionado.

 
Pese a todo, el buen rollo que aligera y hace perder turbulencia, en beneficio de la buena digestión comercial, a la peli de los ocho apellidos reclamados para denotar la pureza racial, no ha satisfecho a los hoscos representantes políticos de los nacionalistas radicales, cuyas críticas al film evidencian su previsibilidad y su escaso sentido del humor. Me entero, incluso, de que el alcalde de Leiza, localidad donde fue en parte rodada la película, parece haber perdido el favor de los suyos y ha dimitido en evitación de males mayores. Y todo por lo que no es sino una mera comedia sentimental, que basa su gigantesco éxito en reírse un poco de algunos temas que, en estas tribus que nos han criado, venían siendo riguroso tabú. ¿Por qué se ha reído tanto el público? ¿Qué es y qué no es gracioso? Ay, si lo supiera yo, escribiría guiones de comedias esperpénticas y mordaces, en las que abusaría de gags consistentes en las furiosas y estrambóticas declaraciones de un político de hace 120 años, que diría mamarrachadas como éstas a sus adeptos:

 
“Vuestra raza, singular por sus bellas cualidades, pero más singular aún por no tener ningún punto de contacto o fraternidad ni con la raza española, ni con la francesa, que son sus vecinas, ni con raza alguna del mundo, era la que constituía a vuestra Patria Bizkaya; y vosotros, sin pizca de dignidad y sin respeto a vuestros padres, habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa, os habéis hermanado y confundido con la raza más vil y despreciable de Europa, y estáis procurando que esta raza envilecida sustituya a la vuestra en el territorio de vuestra Patria”.

"Gran número de ellos parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad."

 
“Muchos son los euskerianos que no saben euskera. Malo es esto. Son varios los maketos que lo saben. Esto es peor. Gran daño hacen a la patria cien maketos que no saben euzkera. Mayor es el que le hace un solo maketo que lo sepa. Para el corazón de la Patria, cada vasco que no sabe euzkera es una espina; dos espinas cada vasco que lo sabe y no es patriota; tres espinas cada español que habla euskera”. (Baserritarra, nº 8).   

"Lo que es realmente extraño es que haya un solo obrero euskeriano entre los socialistas.. ¿Por qué los obreros euskerianos no se asocian entre si separándose completamente de los maketos y excluyéndolos en absoluto?”.

 
"Los extranjeros podrán establecerse en Vizcaya (Bizkaia) bajo la tutela de sus respectivos cónsules; pero no podrán naturalizarse en la misma. Respecto de los españoles, las Juntas Generales acordarán si habrían de ser expulsados, no autorizándoseles en los primeros años de independencia la entrada en territorio vizcaíno, a fin de borrar más fácilmente toda huella que en el carácter, en las costumbres y en el idioma hubiera dejado su dominación."

“Instantáneamente se me ha presentado esta idea como seguramente salvadora de llevarse con toda perfección a la práctica: la independencia de Euzkadi bajo la protección de Inglaterra, será un hecho un día no lejano.”

 
“El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón, apartamiento total, en una palabra, del fin de toda humana sociedad. Y muerto y descompuesto así el carácter moral de nuestro pueblo, ¿qué le importa ya de sus caracteres físicos y políticos?”.

“Si a esa nación latina la viésemos despedazada por una conflagración intestina o una guerra internacional, lo celebraríamos con fruición y verdadero júbilo. Deseo lógico porque aborrecemos a España no solamente por liberal, sino por cualquier lado que la miremos”.

“La fisionomía del bizkaino es inteligente y noble; la del español inexpresiva y adusta. El bizkaino es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe. El bizkaino es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. Preguntádselo a cualquier contratista de obras, y sabréis que un bizkaino hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos.”

 
“Tanto están obligados los vizcaínos a hablar su lengua nacional como a no enseñársela a los maketos o españoles. No el hablar éste o el otro idioma, sino la diferencia del lenguaje es el gran medio de preservarnos del contagio con los españoles y evitar así el cruzamiento de las dos razas. Si nuestros invasores aprendieran el euzkera, tendríamos que abandonar éste, archivando cuidadosamente su gramática y su diccionario, y dedicándonos a hablar el ruso, el noruego o cualquier otro idioma desconocido para ellos”.

"En pueblos tan degenerados como el maketo y maketizado, resulta el sufragio universal un verdadero crimen, un suicidio."

"En Cataluña todo elemento procedente del resto de España lo catalanizan, y les place a sus naturales que hasta los municipales aragoneses y castellanos de Barcelona hablen en catalán; aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un Pérez al pie de unos versos eusquéricos, u oímos hablar nuestra lengua a un cochero riojano, a un liencero pasiego o a un gitano."

 
"El vizcaíno es emprendedor [...]; el español nada emprende, a nada se atreve, para nada vale (examinad el estado de sus colonias). El vizcaíno no vale para servir, ha nacido para ser señor; el español no ha nacido para más que para ser vasallo y siervo [...]. El vizcaíno degenera en carácter si roza con el extraño; el español necesita de cuando en cuando una invasión extranjera que le civilice."

"El bizkaíno es digno, a veces con exceso, y si cae en la indigencia, es capaz de dejarse morir de hambre antes que pedir limosna (...); el español es vago hasta el colmo, y aunque se encuentre sano, prefiere vivir a cuenta del prójimo antes que trabajar."

"El bizkaíno es laborioso (ver labradas las montañas hasta la cumbre); el Español, perezoso y vago (contemplar sus inmensas llanuras desprovistas en absoluto de vegetación). El Bizkaíno es emprendedor (...); el español nada emprende, a nada se atreve, para nada vale."

"El bizkaíno es amante de su familia y de su hogar (...); entre los españoles, el adulterio es frecuente (...) Por último, según la estadística, el noventa y cinco por ciento de los crímenes que se perpetran en Bizkaya se deben a mano española, y de cuatro de los cinco restantes son autores bizkaínos españolizados."

"Les aterra oír que a los maketos se les debe despachar de los pueblos a pedradas. ¡Ah, la gente amiga de la paz! Es la más digna del odio de los patriotas."

 
"El aseo del vizcaíno es proverbial [...]; el español apenas se lava una vez en su vida y se muda una vez al año [...]. Oíd hablar a un vizcaíno, y escucharéis la más eufónica, moral y culta de las lenguas; oídle a un español, y si sólo le oís rebuznar, podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias."

"Mas, ¿será posible que un español entre en mi familia?, ¿será posible que mi única hermana venga a ser mujer de un maketo?... Si tal acontece, ¡juro por la sangre de mi raza que he de largarme al fin del mundo, para no ver más a quienes así y por un plato de lentejas, menosprecian a su raza y venden a su patria! ".

"La mujer, pues, es vana, es superficial, es egoísta, tiene en sumo grado todas las debilidades propias de la naturaleza humana: por eso fue ella la que primeramente cayó. Pero por eso precisamente de ser inferior en cabeza y en corazón..."

 
Lo malo es que las extravagantes chistosidades de semejante energúmeno, no sólo no hicieran gracia al público, sino que fueran tomadas en serio por una mayoría. Entonces no sólo no habría comedia taquillera, sino que la cosa acabaría en un oscuro, enigmático y desgarrador drama, no por grotesco menos aterrador.

Todos los párrafos entrecomillados son fruto del ingenio de Sabino Arana Goiri (1865-1903), político fundador del Partido Nacionalista Vasco (EAJ-PNV), mayoritario en Euskadi desde la transición democrática (lo que quizá demuestra la vigencia de su mensaje, que me he tomado la molestia de contrastar en diversas fuentes).

 
.También está contrastado el hecho de que el 14 de Julio de 2014, la bandera que él diseñó, conocida como ikurriña y que ondea en todos los edificios públicos vascos, cumplirá 120 años (a veces, lo tradicional puede ser muy reciente, chavea).