Mostrando entradas con la etiqueta Láminas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Láminas. Mostrar todas las entradas

martes, 16 de enero de 2018

La Televisión. Láminas De Rayos Catódicos

Hace cinco años, yo era un bloguero novato y lleno de entusiasco que, cada dos o tres días, encontraba un pretexto para hacer una apasionada deposición en la red internáutica, con la infundada esperanza de encontrar algún alma gemela despistada que me leyera, me comentara, me diera ánimos o, yo qué sé que cojones esperaba, pero la cruda realidad se impuso y, ahora, casi me alegro de no poder asumir esta tarea.

Cuando publicaba a ese ritmo disparatado departiendo, sobre todo conmigo mismo, de todo lo humano y lo divino, siempre desde un enfoque superficial muy riguroso, me encontraba a menudo sin ideas para una nueva entrada, no como ahora, que me encuentro sin ideas a secas. Uno de mis lectores habituales de entonces, el bajito, no, el otro, me decía:


-Se nota cuando no se te ocurre nada, entonces vas y publicas una entrada de láminas.


Pues así, es amigos, hoy copio de mi entrañable enciclopedia dos láminas, encaminadas a explicar al profano los entresijos técnicos de la televisión. De la televisión de hace medio siglo.


La televisión molaba más cuando era en blanco y negro y había dos cadenas: entonces todos nos tragábamos buena parte de la programación de la 1. Y algunos excéntricos veían la segunda cadena, que entonces se llamaba el UHF, que me cocinen los demonios del infierno si supe nunca el significado de esas siglas. Mientras vivió el Caudillo de los Ejércitos de la Guerra de Liberación Nacional no permitió que hubiera más oferta, en lo que hoy me parece uno de los pocos rasgos acertados de su siniestra férula: como todos veíamos la misma programación, al día siguiente habia tema de conversación en el trabajo, en el instituto, en el vecindario, o donde fuera la tertulia:


-¿Visteis ayer "Misión Imposible"? ¿Cuando rescatan a la chica? Yo pensé que esta vez no iban a poder escapar.


-Pedazo de zoquete, si sabes que va a acabar bien, sabes que, por supuesto se van a escapar; esta semana, la que viene y todas, ¿no ves que los malos son tan tontos que barren las escaleras hacia arriba?


Qué tiempos aquellos en los que los malos eran tontos, Locomotoro te hacía reir todas las tardes, el hombre de los pájaros sabía todas las respuestas y los Thunderbirds se escogían siempre con buen criterio, para la misión propuesta en cada episodio.



Todos, menos cuatro "progres" ceñudos y contraculturales que la llamaban "la caja tonta", nos nutríamos de la televisión, era nuestra ventana al mundo y, cuando fue en color, ya fue el acabose, el Aleph, la moderna revelación de los  mundos de Yupi... En aquella edad de la inocencia, todavía no se estilaba la palabra telebasura.


Recuerdo la primera vez que vi la televisión en color, cuyo fundamento técnico explican mis obsoletas láminas. Fue en Francia, donde estaban exiliados mis abuelos paternos y donde nos llevaban una ventaja de diez años en lo tecnológico y doscientos en lo demás: me quedé estupefacto, qué bonitos y limpios eran los colores, aquello era el invento del siglo.


Pero ya estamos en otro siglo y la televisión sólo la vemos los viejos y no todos. Confieso con toda sinceridad que, desde que me tomé las uvas en Nochevieja y vi el revival entre setentero y ochentero de la 2, no he vuelto a ver ningún programa más. Si entraran unos cacos en casa y se llevaran el aparato, no me daría cuenta por lo menos hasta el primer partido de Champions que den en abierto...



No puedo terminar sin mencionar que, algunos jóvenes, no saben o no recuerdan que un televisor era antes una caja culona, con un tubo combado donde unos revoltosos electrones hacían de las suyas rebotando tras la pantalla y formando, mediante luminosos destellos, el egregio rostro de don Alejandro Rodríguez de Valcárcel, olvidado Presidente de las Cortes Españolas. Ah, y el trasto en cuestión, costaba el sueldo de cuatro meses, había que comprarlo a plazos.

lunes, 27 de marzo de 2017

Crónicas De Un Pueblo 2. Gurguzcullar Religioso

Sí la fundación de Gurguzcullar en el ciberespacio hubiera tenido lugar hace 30 años, cosa técnicamente imposible, nos hubiéramos perdido la actual diversidad de creencias, que tanto nos enriquece y enfrenta. Por aquel entonces, en nuestros pueblos, solamente cabían dos posturas religiosas con algún feligrés que llevarse a la boca: la católica y la atea, que en esos tiempos simplificados, por pudor, se autodefinía como agnóstica.

Los primeros fundadores y vecinos de Gurguzcullar, aprovechando los bajísimos precios del suelo virtual, dieron en vivir en ostentosos y amplios casoplones, configurando en poco tiempo un casco antiguo de rancísimo abolengo. Más tarde, cuando los costes de los servidores obligaron a introducir cuotas, se pensó en atraer nueva población habilitando bloques de viviendas baratas. En éstas circunstancias, estalló la burbuja inmobiliaria y uno de los ciberedificios en construcción quedó abandonado y sin titular que detentara su propiedad, circunstancia que aprovechó la Iglesia Católica para proceder a su inmatriculación. 


Pero no estaban los tiempos para permitir que perviviera el monopolio religioso y las demás confesiones reclamaron su parte. De este modo, se convirtió en un edificio ecuménico, dónde mal que bien conviven varias confesiones religiosas, eso sí, en plantas diferentes, lo cual ha dado lugar a no pocos conflictos, ya que algunas se quejan de estar más lejos del cielo que otras.


La planta baja está dedicada a mezquita para el culto islámico. No se ubicó en pisos más altos, para evitar que los fieles tuvieran que subir a una planta superior descalzos, dado que todo el edificio es sagrado para ellos. La particular localización geográfica de Gurguzcullar ocasiona que el mihrab no sólo esté orientado a La Meca, sino a la más próxima localidad de San Sadurní de Noya, con lo que los más rigurosos en su piedad opinan que las cavas interfieren en la línea de las oraciones, habiendo llegado a sugerir que tan impías instalaciones se trasladen a la India, lo cual no sólo tranquilizaría a los más piadosos, sino que disminuiría los costes de fabricación de la satánica bebida, con la que los no creyentes se condenan a cambio de una efímera alegría.


Un santuario hindú, una capilla anglicana, una sinagoga y la planta de LGTB vienen a continuación. Esta última está dedicada conjuntamente a los cultos luterano, gnóstico, taoísta y budista que, por si solos, tienen escaso censo de feligreses. Remata el complejo espiritual la iglesia de Nuestra Señora de la Iniquidad que, en lo más alto, luce el esbelto campanario/minarete digital, consagrado a avisar a los vecinos de todas las confesiones con distintos tonos y politonos de llamada a la oración, al recogimiento, al sacrificio, o a la simple aniquilación de los infieles.



El templo católico, enteramente de hormigón, de estilo rococó, está lleno hasta los topes de historia. Abreviaré, pues: como es sabido, Flatulenciano (el emperador) decretó el martirio por ingestión de heces bovinas de San Liborio Aerofagita, el cual cuenta aquí con una capilla, donde se exhibe una Hostia con el autógrafo del propio Jesús. La otra capilla lateral es la del beato Glandiano de las Mercedes, que accedió al solio pontificio con el nombre de Kevin I; su barragana, Vicky Salmorejo, fue canonizada con el nombre de Santa Victoria de las Agachadas. El altar principal es el dedicado a Nuestra Señora de la Iniquidad, patrona de los grandes consorcios de pecadores y cuenta con un retablo del siglo XXVII, traído, en un viaje a través de los siglos, desde esa época más avanzada y piadosa, hasta nuestros días, por unos peregrinos del tiempo.


Para seguir ilustrando al interesado acerca de Gurguzcullar del Purejón y sus sandeces en red, hablaré, en la próxima entrada, de sus fuerzas vivas, sus fuerzas de seguridad y sus incomparables vinos (ideales para combinar con las más refinadas gaseosas). 


Pluritemplo de Gurguzcullar al amanecer

lunes, 13 de febrero de 2017

Mamíferos Al Poder 2

Mal que nos pese, hemos de admitir que nunca hemos sentido un gran respeto por el resto de la clase, exceptuando, y no siempre, a los de nuestra especie. Me refiero a la clase de los mamíferos, que alberga unas 5400 especies (y bajando) las cuales son objeto de estudio de la mastozoología o teriología.

Desde los tiempos más remotos, hemos pensado que éramos el mamífero con más pedigrí, la cúspide del reino animal, un bicharraco hecho nada menos que “a imagen y semejanza” de Dios que, de este modo, vendría a ser una especie de Supersimio Todopoderoso (un King Kong Metagaláctico).


Por fortuna o desgracia, las cosas están cambiando y, en nuestros días, tendemos a considerarnos un miembro más, eso sí, especialmente dañino, de ese ecosistema que compartimos con ratas, cucarachas, chinches, perros, gatos, ladillas, garrapatas, cerdos y otras especies alojadas lejos del peligro de extinción.


En el otro extremo están los tigres, orangutanes, elefantes, linces ibéricos, rinocerontes, ballenas y otros dignísimos representantes de la clase de los mamíferos que, por acción u omisión, hemos puesto al borde del cese como especies participantes en la sacrosanta biodiversidad. No es mi caso pero, si tuviera conciencia, dejaría que un tigre de Bengala devorara alguna de mis extremidades menos útiles... En todo caso, es un consejo que dejo aquí apuntado para los activos dirigentes de las sociedades animalistas.



Y si nos ponemos quisquillosos y políticamente correctos, quizá también deberían perseguir con sancionadora saña a todos aquellos que usan expresiones despectivas e insultantes hacia los demás mamíferos, muy frecuentes por lo demás en nuestro lenguaje cotidiano: “Se portó como un cerdo”. “Basta ya de hacer el mono”. “Es tan ignorante como un asno”. “Como no se lava, huele a tigre”. “Esa tía es una zorra”. “No seas rata y páganos una cerveza”. ”Se ha puesto gorda como una vaca”. “Seguimos las modas como borregos”. “Está ciego como un topo”. “Lo tuyo no es bailar, es hacer el oso”. ”No te fíes, es un cabrón”. Y así ad infinitum, cuando queremos ponderar una mala cualidad, siempre se la carga un mamífero.



En la era pre-pantallas, con el juego de “Pi”, que ahora es “Scattergories”, ya nombrado en alguna ocasión, trataba yo en asuetos escolares de que los niños clasificaran animales, poniendo por ejemplo la etiqueta “mamíferos”, para hacer la categoría más exigente. Por supuesto, encontramos mamíferos comenzando por casi todas las letras del abecedario: ardilla, búfalo, castor, chacal, delfín, elefante, foca, gorila, hipopótamo, impala, jirafa, koala, lobo, llama, mandril, nutria, ñu, oso, puma, quirquincho, rinoceronte, suricata, tigre, visón, wapití, yac, zorro. Si se repetían, cosa que pasaba con los más comunes, perro, gato o caballo, contaban menos.


A pesar de mis esfuerzos no he sido capaz de encontrar mamífero alguno, con nombre común que tuviera por inicial la “u” ni la “x”. Y, desde luego, no es que supiera lo que era un quirquincho. Hasta el siglo XVIII hubiera valido “uro”, un bóvido que tuvo la mala ocurrencia de extinguirse como, sin duda algún día, nos extinguiremos nosotros, para dar paso a especies menos invasivas o más resistentes... Hasta pudiera ser que más evolucionadas, capaces de comprender el inmenso desperdicio de la conciencia y de la vida.


No es un Pokémon, es un quirquincho

jueves, 2 de febrero de 2017

Mamíferos Al Poder 1

De verdad que no tengo nada contra los mamíferos. Algunos, si están bien cocinados, son deliciosos y otros no dejaban de hacer mis delicias en el circo, cuando iba de niño a ese festivo y maloliente espectáculo, del que he disfrutado siempre más que, por ejemplo, de las óperas de Wagner.

Si los citados mamíferos son antropomorfos, ya me producen un poco más de desagrado. Un amigo, animalista como él solo, me calienta siempre los cascos con estas baratijas ideológicas que hoy están tan de moda: al menos los grandes simios, dice, deberían tener los mismos derechos que los seres humanos; si estás en contra de esto, dice, no distas mucho de los racistas del siglo pasado. Como no me gusta discutir con iluminados, le contesto que de acuerdo y que, en todo caso, me gustaría ver la cara que pone cuando se entere de que un orangután comparte pupitre en la escuela con su hija, o cuando él sea ingresado en el hospital con neumonía y comparta habitación con una familia de amistosos gorilas, con derecho a la mejor sanidad pública del mundo.



Por mi parte, me entero con desazón de que en muchas localidades han prohibido o estudian prohibir el uso de animales no humanos en los espectáculos circenses, con la encomiable determinación de evitar el maltrato y las vejaciones que los pobres bichos sufren para recreo de niños malcriados, que son siempre los de los demás.


No es que yo sea partidario, en modo alguno, de dicho maltrato o, al menos, del que se produce de forma gratuita, pero déjame expresar un desacuerdo absoluto de raíz democrática. Si el preboste o el prócer de turno se siente conmovido y horrorizado por el espectáculo de un domador blandiendo el látigo, lo que podría hacer es no acudir él mismo a un espectáculo que le parece tan denigrante, ya que su sensibilidad se resiente. Sin embargo no entiendo por qué debería prohibírnoslo a los demás. No te gusta el rock: no vayas a los conciertos, pero no me vengas conque es una música denigrante y hace sufrir a los oídos.


Lo mismo el fulano, en su furia defensora de la biosfera, un día prohíbe la pesca del mejillón, conmovido por el padecimiento de los pobres moluscos, sometidos a la agresión de la salsa picante, o se preocupa por las desdichadas ubres de las vacas y tengo que echar yeso en el café del desayuno. Hasta ahora tenía entendido que se legislaba para la protección de los seres humanos y sólo éstos eran sujetos de derechos, pero un concejal de mi pueblo ha decidido ya que representa a las cebras. O a los buitres.


Por no hablar de la tauromaquia: hombre, si rejonearan a un conseller en cap o le pusieran banderillas a un indigente, sí, uniría mi voz a la protesta general contra la barbarie...



Mi amigo el Resentido, que me está observando con desaprobación, me sugiere que deje ya de largar, no sin antes hacerme saber que su mamífero favorito es Scarlett Johansson y los mamíferos a los que más detesta son nuestros gobernantes, preferencias estas que me hace consignar, pese a que le advierto que no le interesan a nadie.
Pero él es muy cabezón.



Termino con una breve reseña acerca de un mamífero sorprendente y desconocido para mí hasta hace unos meses. Lo nombra Sheldon en The Big Bang Theory. “¿Sabéis cuál es el roedor más grande que existe? El carpincho.” Me hizo gracia y lo busqué en Google, hasta dar con una especie de hámster del tamaño de un cerdo adulto. A mí me parece un tanto temible, aunque dicen que es muy sosegado, de modo que algunos lo acogen como mascota y declaran estar encantados. Por mi parte no dejo de pensar que, como todo roedor, será voraz y un dispensador de cerullos al por mayor.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Láminas De Aves 2

Hubo una colección de cromos que marcó a todos los que, en este país, éramos niños allá por 1965 (o un poco más tarde). Se publicó con el atractivo nombre de “Vida y Color” y, seguramente nos podríamos contar por decenas de millares, los niños que tuvimos la paciencia y la fortuna de completarla. En ella se daba una visión arcádica e idílica del mundo natural y humano en más de cuatrocientos cromos primorosamente pintados (no eran fotos).

Comenzaba la cosa con el mundo de las plantas y flores, el de los animales, invertebrados y vertebrados, la anatomía humana, de donde se excluían los órganos sexuales (cosas del Caudillo y la aguerrida decencia de sus sotanosaurios) y terminaba con un vistoso elenco de retratos de etnias humanas, que entonces se llamaban razas. El criterio usado en la selección de imágenes era el de la vistosidad: las flores más coloridas, las mariposas más llamativas, las razas más exóticas, hasta en las láminas anatómicas asomaba la intención estética de los ilustradores. Una delicia.



Una vez completado el álbum, crecí con él, pasando y repasando sus páginas hasta que se desencuadernó y, finalmente, en alguno de mis azarosos traslados, lo perdí (snif) y no he vuelto a saber de él. Me debía de gustar mucho, pues si no, no me explico esta manía de reconstruirlo y perpetuarlo a través de estas láminas que también son ilustraciones (nada de fotos).



Por esta vez, los ilustradores se han dejado la paleta de color guardada, ofreciendo a nuestros ojos versiones monocromas de algunas de las aves más corrientes por esos ecosistemas de dios. Se cierra el apartado dedicado a las aves con una lámina anatómica, donde se ha personificado el mundo de los plumíferos en una humilde gallina, cuyo despiece la deja lista para ser convertida en Avecrem. Que aproveche.


Click para agrandar

Ah, por si no la conocías, te enlazo el vídeo que muestra (estupendamente, por cierto) la colección inspiradora, “Vida y Color” forever.



sábado, 1 de octubre de 2016

Láminas De Aves 1

- ¿Las aves o no las aves? – Le pregunto a mi amigo el Resentido, distrayéndolo de la pantalla del móvil y de sus irresponsables apuestas en la liga eslovaca.

- Tú verás. Siempre que no sabes qué publicar, echas mano de esas láminas antediluvianas de tu Enciclopedia de Saberes Obsoletos. Harías mejor en irte a pasear, con esta tarde tan estupenda, en lugar de dar el cibercoñazo cuando no se te ocurre nada.


- Con el pollo que hay montado en el patio patrio, es mejor que no se me ocurra nada. Precisamente, a raíz del pollo, se me ha presentado lo de las aves.

- Pero si tú no sabes nada de las aves: incluso una cosa que les contabas a tus alumnos en clase es una falsedad radical.


El Resentido está en lo cierto: una de las aves favoritas de los niños es el avestruz, porque es muy grande (hasta 180 kilos de peso y más de dos metros y medio de altura), porque pone huevos grandes como sandías, porque corre muy rápido (90 km/h) y porque te puede reventar la cabeza de un picotazo. 

Entonces yo aprovechaba su interés para preguntar: ¿a que no sabéis de donde viene el nombre avestruz? ¿No? Pues mirad, cuando los exploradores europeos llegaron a la sabana africana, se quedaron pasmados ante semejante bicho. Uno de ellos preguntó a un nativo, “¿cómo se llama esa ave?” “Struz”, fue la respuesta del indígena. Así que se quedó en avestruz y, sólo mucho tiempo después, descubrieron que, en el idioma de aquellos nativos, “struz” significa “no lo sé”, porque en su mundo, antes de la llegada de los blancos, se suponía que cada animal en particular tenía un nombre individual, como vuestras mascotas; el indígena no conocía a aquel avestruz concreto y, por lo tanto, no sabía cómo se llamaba. Ese no, pero quizá otro sí.


Hoy sé que esto es una falsificación rayana en la tomadura de pelo, aunque la etimología real de la palabra también tiene su lado pintoresco: por lo que se ve, viene de la palabra latina “struthio”, adoptada de la voz griega “struthion”, que no es otra cosa que una abreviación de “struthiokamelos”. Y ahora, agárrate, “struthion” es gorrión y “kamelos”, camello. O sea, los griegos, que ya conocían el bichejo porque en aquélla época habitaba también en Oriente Próximo, lo denominaron “gorrión (grande como un) camello”. El nombre científico es struthio camelus, que confirma la explicación.

También es un fraude lo de que el avestruz mete la cabeza bajo tierra ante un peligro: ni se te ocurra verificarlo. Esa actitud, que combina cobardía e insensatez, tan común entre los políticos españoles, no refleja el comportamiento de un ave fuerte y rápida, que ataca a picotazos y patadas, o huye.


El resentido lee por encima de mi hombro el borrador de la entrada y hace ruiditos de desaprobación:

 - ¿Pero tú crees de verdad que alguien se va a tragar esas plúmbeas divagaciones? Pareces una parodia, en cortico, de Sheldon Cooper, el de Big Bang Theory, siempre con tus puñeteras puntualizaciones. Di que has subido dos láminas de colorines para que, el que quiera, conozca unas cuantas imágenes de aves y no te enrolles más.


Tiene razón, ahora iba a dar la brasa con el pavo real, pero quedáis amnistiados.

martes, 28 de junio de 2016

Los Antiguos Reinos De La Naturaleza

Pues sí, confieso haberme esforzado durante cerca de cuarenta años en ser un buen profesor de Ciencias Naturales y, bueno, admito no haberlo conseguido ni de lejos. Batallaba con bizarría con algunas carencias, por ejemplo, creo haber dicho ya que mi vocabulario específico para designar la naturaleza por entero constaba de tres palabras: bicho, planta y piedra.

En Albelda, un animoso muchacho y excelente alumno me trajo una muestra mineral, hallada por él en el rico entorno que lo inanimado exterioriza por aquellos lugares. “¿Qué es esto?” me preguntó con interés. “Una piedra”, le respondí con mi mejor buena fe. “Ya, pero ¿cuál?” insistió confiando en los sólidos resortes de mi ciencia. “Pues no lo sé. Consúltalo allí en el atlas de mineralogía”. Aunque me hubiera ido la vida en ello, no hubiera sabido decirle si cuarcita, calcita o calcopirita, así que preferí no abusar de mi ignorancia, ni de la suya.




Y no sé por qué, pienso que la taxonomía de los antiguos Reinos, Vegetal, Mineral y Animal, era más accesible que las difusas repúblicas que salen en los manuales recientes, donde los muchachos son enfrentados a un batiburrillo de ecosistemas, presuponiendo unas capacidades científicas que ignoro cómo, cuándo y dónde han podido desarrollar: en los últimos tiempos disfrutaba de alumnos a los que el empacho de documentales había hecho creer que lo sabían todo sobre los animales. Decían con aplomo que las avispas asesinas eran más poderosas que la ballena azul y que el delfín nariz de botella era más inteligente que el orangután de Borneo… Pero ignoraban si una tortuga es un mamífero o un reptil, o no sabían cuántas patas tiene una mosca.




De las láminas de la enciclopedia he extraído estas clasificaciones muy básicas (y, probablemente, con criterios ya obsoletos) de los vasallos del reino natural… Y lo he hecho por compartir la belleza un tanto ingenua de estos coloridos “archivadores” de los seres animados e inanimados y porque recuerdo, ya con ternura, la ardua pelea que tuve, curso tras curso, para implementarlos en las meninges rebeldes pero curiosas de unos cuántos centenares de chicos y chicas, entre los que no descarto que hoy haya un genuino naturalista. O hasta más de uno.



miércoles, 18 de mayo de 2016

Más Papeles De Panamá

No te asustes, amigo lector, Entusiasco no va a sacar a la luz tu titularidad de sociedad opaca alguna, limitando su pretensión a reflexionar un poco sobre el foco de los medios informativos. Llevan un mes hablando de Panamá, Panamá por aquí y Panamá por allá: es curioso, un ángulo del planeta salta a las primeras planas, nos dan la infatigable brasa durante una temporada y luego lo devuelven a la penumbra grisácea de los lugares donde no ocurre nada aprovechable para los intereses mediáticos. Nada aprenderemos sobre Panamá, sobre deslocalización o sobre políticas fiscales en estas semanas y cuando “ya no sea noticia”, nos habremos quedado, finalmente, allí donde todos nos quieren: en la ignorancia y en la superficialidad que nos hacen, ay, tan manipulables.

No consigo en este momento recordar una sola imagen del país latinoamericano, ni una sola, ¿tú sí? Como es obvio, no he estado nunca en Panamá y, como últimamente hago menos turismo que la mayoría de los gasterópodos, no creo que vea otras imágenes que las que hoy saco de mi rancia, bendita y amada enciclopedia y sus láminas llenas de exotismo. Imagino que la editorial Sopena aspiraba a venderla en toda Hispanoamérica y, por este motivo, dedicaba dos o tres páginas a recoger las bellezas emblemáticas de cada país. Niños y jóvenes curiosos, no azotados todavía por la incuria de la ESO, aprendíamos cosas sobre el vasto mundo, más allá de nuestra comunidad autónoma, sus paisajes insuperables y sus imperecederos valores identitarios.


De Panamá, apenas recordaba el Canal que une dos océanos. Para más insidia, Atlántico y Pacífico, están a distinto nivel y, para superar la altura del escalón, hubo de abordarse la construcción de esclusas, obras magnas de la ingeniería hidráulica que permiten a los barcos salvar un desnivel. Había visto pues, esquemas de tales esclusas parecidos a éste:



También había leído la historia de Vasco Núñez de Balboa, que descubrió el océano Pacífico marchando por el istmo hacia el sur (hoy los setenta kilómetros de anchura quizá no parezcan una gran distancia, pero en aquella época, marchando por tierras salvajes y desconocidas, debió ser la leche).



Bueno, pues estas dos cosas sabía, apuesto que dos más de las que te podrá decir el joven estudiante medio de geografía de cualquier IES. Luego he aprendido alguna cosilla más, que algunos consideran menos edificante, pero en un mundo globalizado no es compatible que yo pretenda comprarme una cazadora por nueve euros y que los fabricantes, transportistas y demás tributen en Europa, manteniendo, a la vez, precios tirados y ventajas sociales.



Vale, me recrearé pues en las imágenes del Panamá de hace unas décadas.

jueves, 7 de abril de 2016

Láminas De Frutos Y Frutas 2

Aparezco, chas, con nuevas láminas del escurridizo y apetitoso tema de las frutas; aunque todavía no ha llegado la temporada de la mayoría de ellas, el sabroso colorido de las ilustraciones ya nos las anticipa. Bien es verdad que los supermercados, los invernaderos, las cámaras frigoríficas y la importación desde el Cono Sur, hacen que, si a un urbanita de estas latitudes, se le apetecen en estos momentos, cerezas, albaricoques o ciruelas, tal vez no tenga que conformarse con mirar las ilustraciones.


Comienzo con una que trata de expresar un elemental criterio botánico, incluso esboza una sencilla clasificación de los frutos, no tan simple como la mía: frutos carnosos y frutos secos… Yo, lo único que he aprendido es que, en el abigarrado mundo vegetal, nada es del todo asequible: el conocimiento siempre se gana duramente.



Para empezar, está el tema de los nombres: nombre científico y nombre vulgar, este último con sus innumerables variedades locales. Luego, hay que determinar qué son y qué no son frutos. Un juego que aquí toda la vida se ha llamado “Pi” y que, más tarde, en los grandes almacenes, nos lo han vendido como “Scattergories”, nos ha llevado, siempre que hemos introducido la categoría “Frutas”, a interminables disputas (o discusiones que, aquí, no sonaría tan mal)… Empezábamos por “R” y ¡zas! Ya estaba liada, alguien siempre ponía “rábanos” o “racimos” y ¡hala! A acalorarnos.



Siendo así, no me parece una pérdida de tiempo poner un nombre de fruta con cada letra. Y te animo a que, las que no conozcas, las busques en Google Imágenes, donde darás con auténticas preciosidades. Y te animo, también, a que las que he omitido, porque desconozco una fruta con esa letra inicial, me la hagas saber. Las que he encontrado son: almendra, banana, ciruela, dátil, endrina, fresa, granada, higo, icaco, jobo, kiwi, limón, manzana, níspero, ñangapiré, oliva, pera, quinoto, rambután, sandía, tomate. uva, vainilla, xoconostle y zapote. Como de costumbre, encontramos letras muy fértiles, como la “m”(manzana, melón, melocotón, mandarina, membrillo, mango, maracuyá y mora), en cambio con la “y”, como no cuele “yemas de Santa Teresa”…


miércoles, 6 de abril de 2016

Láminas De Frutos Y Frutas 1

Qué frutalidad. Lo suyo hubiera sido encabezar con “Láminas de frutos”, es el término académico, pero esta mañana me entero con alarma de que en la taifa que, con mano blanca y pulso firme regenta doña Susana, o sea, en la diáfana Andalucía, se va a decretar el fin del sustantivo de uso genérico para toda la especie, en un rutilante y eficaz ejercicio de machismoterapia (¿o machismectomía?) Los que allí cobran de la mano que reparte el público maná, no podrán volver a decir “andaluces”, sino “andaluces y andaluzas”, o mejor aún, para evitar las reivindicaciones de un tercer sexo que reclame la adición de “andalocas”, se usará “la población andaluza”, circunloquio feo donde los haya.

En fin, harto ya en mi pasada vida docente, de enunciar “alumnos y alumnas”, “padres y madres” y desvaríos por el estilo, cedo el testigo de la mentecatez a las nuevas generaciones… Pero, ay, yo no sabría decir si estas preciosas láminas ilustradas, compartidas desde mi vieja enciclopedia Sopena (“vale la pena tener un Sopena”, decía el eslogan), estas joyas artesanales en cuatricromía, muestran frutas, o frutos en general. Lo exacto sería decir frutos, aunque aparecen apetitosas frutas con una luminosidad de colorido propia de los bodegones de Zurbarán, o de cualquier otro de los pintores de esta patria adormecida por las redundancias: por cierto, ¿ha dicho ya la RAE que las pintoras no son pintores? Sería la debacle (y me sumiría, por fin, en el mutismo).


En las láminas de frutas, cuya presentación se me está yendo de las manos, el criterio, digamos, botánico o taxonómico brilla un poco por su ausencia: hay un hermoso batiburrillo en el que, a veces, aparecen términos como aquenio, drupa, glande o pepónide, que recuerdo haber estudiado hace cincuenta años. Sin embargo no están todos los frutos clasificados ni organizados: el anónimo artista se ha dejado llevar por su intuición y ha pintado siguiendo pautas de esplendor y apetitosidad… Me encantan estas láminas, mañana publicaré otras dos.


martes, 16 de febrero de 2016

Una De Parásitos Para El Vermut

El Resentido anda un tanto decepcionado con lo que publico últimamente: “chico, no sé por qué le pusiste el nombre de Entusiasco, si esto lo podría leer sor Lucía Caram entre el rosario y las letanías, si ya, por no contrariar a tus amigos del progretariado, ni te metes con los políticos decentes (con los otros, no vale la pena). Escandaliza un poco, hombre, o haz una página repugnante”. Una página repugnante, ¿eh? ¿y qué podría ser un poco repugnante en estos tiempos de suprema higiene?… Déjame pensar…

Yo crecí en una época rabiosamente antropocéntrica, en la que los animales no habían alcanzado el destacado predicamento que hoy los hace miembros de un ecosistema en el que nosotros somos una plaga invasiva que está a punto de desequilibrar para siempre la convivencia en este frágil planeta donde hay sitio para todos. Del mismo modo que ahora no podemos tocar nada y está poco menos que prohibido estresar a los pollos, cebar un anzuelo con un gusano vivo o vender pajaricos enjaulados en las Ramblas, hace medio siglo éramos el rey de la creación, la viva imagen de dios o “la medida de todas las cosas”.

Entonces, la única clasificación significativa de los animales era en “útiles” y “perjudiciales”. Útil era la vaca que nos “daba” leche, carne y piel, mientras que perjudicial era la rata que nos daba mordiscos, infecciones y sustos, además de saquearnos almacenes, graneros y despensas. En este status había algunos de dudosa clasificación: por ejemplo, un león, que era perjudicial en cuanto podía comerse a un niño de Kenia que fuera a buscar agua, o beneficioso en cuanto que podía asombrar, cautivar o divertir a un niño de aquí que fuera al circo Price a verlo actuar.


En nuestros días, esta prepotencia humana en el etiquetado de la fauna nos parece ridícula, desfasada o nociva, aunque no es tan sencillo superar por completo el tema: ¿qué papel pueden jugar en nuestras vidas los repugnantes, molestos y peligrosos parásitos? ¿Se les puede integrar positivamente en un equilibrio solidario del ecosistema? ¿O tenemos que seguir intentando deshacernos de ellos con pesticidas, plaguicidas u otras lociones menos agresivas?


Por ejemplo, cuando éramos unos primates menos engolados, en un mundo carente de internet, el mutuo desparasitarse era una forma de relación que creaba poderosos lazos de comunicación social, estrechaba relaciones de provechoso intercambio y creaba vínculos de afecto e integración. Algunos animales todavía gozan de estas gratas conexiones, pero en nuestro caso se han echado a perder sin remisión.

Y si no, mira a ver si puedes escrutar estas láminas sin disgusto o repulsión... Amplía un poco.

sábado, 16 de enero de 2016

Filatelia Accidental 2

A raíz de haber mostrado parte de mi colección de sellos, he alcanzado cierta tenue notoriedad en Gurguzcullar del Purejón, municipio virtual del cual ya creo haber hablado en otra entrada y en el que al parecer, entre los vecinos, soy el único filatélico vivo.

Por este motivo, el periodista del ayuntamiento, Especioso Panda, muy celebrado por su incisivo amarillismo, determinó hacerme una entrevista para el periódico digital de mayor difusión en la localidad, PurejoNews. La transcribo íntegra, debido a su brevedad.


P - ¿Cree que, en nuestros días de emails, whatsapps, tuiteo y retuiteo, Skype, Facebook y otros adelantos en la comunicación, la filatelia, en cuanto que pasión coleccionista vinculada a algo tan obsoleto como la carta escrita en papel y enviada a través del correo, tiene algún probable futuro o es algo ya definitivamente muerto y enterrado en el desván de los tiempos pasados? ¿Usted cree que hay menores de dieciocho años que se incorporan a esta afición?

R – No lo sé.


P - ¿Usted etiquetaría la filatelia como consumo cultural, en el mismo plano, digamos, que el teatro, las visitas a exposiciones de artes plásticas, el turismo histórico y monumental, el acudir a  la ópera y a conciertos, la adquisición de libros y grabaciones musicales o piensa que se mueve en un plano inferior, por su alcance más minoritario y por su menor calado artístico, o tal vez su empaque, relevancia y prestigio más restringidos?

R - Es posible, aunque me parece irrelevante.

P – Y en cuanto a inversión, ¿qué piensa de los sonados fracasos recientes de muchos pequeños inversores en fondos filatélicos? ¿Es verdad que los ejemplares raros y los catálogos extensos son muy caros cuando se está interesado en adquirirlos y muy baratos cuando uno decide ofertarlos y desprenderse de una magnífica colección de sellos nuevos, pongamos, en bloques de cuatro?

R – Mi intención no era vender, de modo que lo ignoro.


P - ¿Qué es necesario para introducirse con buen pie en este apasionante rincón de anticuario, de una de las aficiones, que hace unos años seducía por igual a mayores y pequeños y mantenía tiendas dedicadas, puestos en mercados al aire libre, exposiciones y ferias de intercambio entre coleccionistas y un nivel de actividad que hoy parece un tanto residual?

R – Primero determinar qué tipo de colección se va a iniciar: país o países, época, nuevos o usados… Un buen catálogo impreso, lupa, pinzas, fundas y muchísima calma y paciencia.


P - ¿Alguna observación más para finalizar?

R – Pues sí. En la anterior entrada, la definición y calidad de las imágenes eran catastróficas. Y para resarcir a los aficionados, las cuatro láminas que pondré hoy estarán escaneadas con la máxima calidad que me permitan mis medios. Y un saludo a mis paisanos y lectores.  

miércoles, 13 de enero de 2016

Filatelia Accidental

Estaba documentándome para el cuarto tomo de “Memorias De Un Cantamañanas” (En Nueva Zelanda, “Singmornings’ Memories”) cuando constaté que, entre 1976 y 1980, ¡me dedicaba a coleccionar sellos! Así dicho, suena a una dedicación seria, pero la verdad es que fue una de mis actividades de menor mérito, algo así como cuando aprendí a nadar con flotador.

Me limité a apuntarme en la oficina postal de mi pueblo al “Servicio Filatélico de Correos” que, al precio nominal, me mandaba todos los sellos que se iban emitiendo en España y yo, por mi cuenta, sólo tenía que comprar las páginas del Olegario (un álbum adaptado y completo) conforme iban apareciendo y meter los sellos, con unas pinzas, en unas fundas para preservarlos. Pan comido.

 
No sé por qué lo dejé, así que hoy escaneo cinco páginas para ponerlas aquí. Tienen casi cuarenta años… Más o menos por aquella época, falleció René Goscinny, escritor de, entre muchas otras cosas, las fantásticas aventuras de “El Pequeño Nicolás”, alguno de cuyos volúmenes comentaré en cuanto recupere el riego sanguíneo, pero que, si tienes un hijo entre 8 y 13 años, te recomiendo que compres ya sin falta para, con la excusa, leerlas tú mismo y volver a ver la vida con el estado de gracia de los ojos de un niño de esa edad.

Te dejo con un relato completo, muestra pertinente del tema de hoy:

“Filatelias

Rufo llegó terriblemente contento a la escuela esta mañana. Nos enseñó un cuaderno muy nuevo que llevaba, y en la primera página, arriba a la izquierda, había un sello pegado. En las demás páginas no había nada.

—Empiezo una colección de sellos —nos dijo Rufo.

 
Y nos explicó que fue su papá quien le dio la idea de hacer una colección de sellos; que eso se llama filatelia y que era terriblemente útil, porque se aprendía historia y geografía mirando los sellos. Su papá le había dicho también que una colección de sellos podía valer montones y montones de dinero, y que había habido un rey de Inglaterra que tenía una colección que valía terriblemente cara.

—Lo que estaría muy bien —nos dijo Rufo— es que vosotros hicierais colección de sellos; entonces podríamos cambiarlos. Papá me dijo que así es como se llega a hacer colecciones formidables. Pero los sellos no tienen que estar rotos, y sobre todo es preciso que tengan todos los dientes.

Cuando llegué a casa a comer, le pedí en seguida a mamá que me diera sellos.

—¿A qué viene eso ahora? — preguntó mamá—. Vete a lavar las manos y no me des la lata con tus ideas descabelladas.

—¿Para qué quieres sellos, jovencito? — me preguntó papá—. ¿Tienes que escribir cartas?

—No, bueno —dije—; es para hacer filatelia, como Rufo.

— ¡Eso está muy bien! — dijo papá—. ¡La filatelia es una ocupación muy interesante! Coleccionando sellos se aprenden montones de cosas, sobre todo historia y geografía. Y, además, ¿sabes?, una colección bien hecha puede valer mucho. Hubo un rey de Inglaterra que tenía una colección que valía una verdadera fortuna.

—Sí —dije yo—. Entonces, con mis compañeros, haremos cambios y tendremos colecciones terribles, con sellos llenos de dientes...

—Sí —dijo papá—. En cualquier caso, prefiero verte coleccionar sellos en vez de esos juguetes inútiles que llenan tus bolsillos y toda la casa. Y ahora vas a obedecer a mamá: vas a lavarte las manos, vas a venir a la mesa, y, después de comer, te daré algunos sellos.

Y después de comer, papá buscó en su despacho y encontró tres sobres, en los que rompió la esquina donde estaban los sellos.

—¡Ya estás en camino de hacer una colección formidable! —me dijo papá, riendo.

Y yo lo besé, porque tengo el papá más estupendo del mundo.

 
Cuando llegué a la escuela, esta tarde, había varios amiguetes que habían empezado colecciones; Clotario tenía un sello, Godofredo tenía otro y Alcestes tenía uno, pero todo roto, asqueroso, lleno de mantequilla, y le faltaban montones de dientes. Yo, con mis tres sellos, tenía la colección más estupenda. Eudes no tenía sellos y nos dijo que éramos tontos y que eso no servía para nada; que a él le gustaba más el fútbol.

—El tonto eres tú —dijo Rufo—. Si el rey de Inglaterra hubiera jugado al fútbol en lugar de coleccionar sellos, no habría sido rico. Quizá incluso ni habría sido rey.

Tenía toda la razón Rufo; pero como tocó la campana para entrar en clase, no pudimos continuar haciendo filatelias.

En el recreo, nos pusimos todos a hacer cambios.

—¿Quién quiere mi sello? —preguntó Alcestes.

—Tienes un sello que me falta —le dijo Rufo a Clotario—. Te lo cambio.

—De acuerdo —dijo Clotario—. Te cambio mi sello por dos sellos.

—¿Y por qué voy a darte dos sellos por tu sello, si me haces el favor? —preguntó Rufo—. Por un sello doy otro sello.

—Yo sí que cambiaría mi sello por un sello —dijo Alcestes.

 
Y después el Caldo se acercó a nosotros. El Caldo es nuestro vigilante y desconfía cuando nos ve a todos juntos, y como siempre estamos juntos, porque somos un grupo de compañeros fenómeno, el Caldo desconfía todo el tiempo.

—¡Mírenme bien a los ojos! — nos dijo el Caldo—. ¿Qué están tramando ahora, mala hierba?

—Nada, señor — dijo Clotario—. Hacemos filatelias, o sea, que cambiamos sellos. Un sello por dos sellos, o algo así, para hacer colecciones estupendas.

—¿Filatelia? — dijo el Caldo—. ¡Eso está muy bien! Muy instructivo, sobre todo en lo concerniente a la historia y a la geografía. Y, además, una buena colección puede llegar a valer mucho... Hubo un rey de no sé qué país, y no me acuerdo de su nombre, que tenía una colección que valía una fortuna... Bueno, hagan sus cambios pero pórtense bien.

El Caldo se marchó y Clotario tendió su mano, con el sello dentro, a Rufo.

—Entonces, ¿de acuerdo? —preguntó Clotario.

—No — contestó Rufo.

—Yo estoy de acuerdo — dijo Alcestes.

Y, después, Eudes se acercó a Clotario, y, ¡hale!, le quitó el sello.

— ¡Yo también voy a empezar una colección! —gritó Eudes, riendo.

Y echó a correr. Clotario no se reía, corría detrás de Eudes gritándole que le devolviera su sello, asqueroso ladrón. Entonces, Eudes, sin detenerse, lamió el sello y se lo pegó en la frente.

— ¡Eh, chicos! — gritó Eudes—. ¡Mirad! ¡Soy una carta! ¡Soy una carta por avión!

Y Eudes abrió los brazos y empezó a correr haciendo «braom, braom»; pero Clotario consiguió ponerle la zancadilla, y Eudes cayó, y empezaron a pelearse terriblemente, y el Caldo volvió corriendo.

— ¡Oh! ¡Ya sabía yo que no podía confiar en ustedes! — dijo el Caldo—. Son incapaces de distraerse inteligentemente. ¡Ustedes dos, castigados!... Y, además, usted, Eudes, va a hacerme el favor de despegarse ese ridículo sello que tiene en la frente.

—Sí, pero dígale que tenga cuidado de no romper los dientes — dijo Rufo—. Es uno de los que me faltan.

Y el Caldo lo mandó castigado, con Clotario y Eudes.

 
Los únicos coleccionistas que quedábamos éramos Godofredo, Alcestes y yo.

—¡Eh, chicos! ¿No queréis mi sello? —preguntó Alcestes.

—Te cambio tus tres sellos por mi sello — me dijo Godofredo.

—¿Estás loco? — le pregunté—. Si quieres mis tres sellos, dame tres sellos, ¡no faltaba más! Por un sello, te doy un sello.

—Yo sí quiero cambiar mi sello por un sello — dijo Alcestes.

— ¿Y qué ventaja saco? — me dijo Godofredo—. ¡Son los mismos sellos!

—Entonces, ¿no queréis mi sello? —preguntó Alcestes.

—Yo estoy de acuerdo en darte mis tres sellos — le dije a Godofredo— si me los cambias por algo bueno.

—¡Vale! —dijo Godofredo.

—Está bien; ya que nadie quiere mi sello, ¡mirad lo que hago con él! —gritó Alcestes, y rompió su colección.

Cuando llegué a casa, de lo más contento, papá me preguntó:

— ¿Qué, joven filatélico, cómo marcha esa colección?

—Estupendamente — le dije.

Y le enseñé las dos canicas que me había dado Godofredo.”
 

domingo, 29 de noviembre de 2015

Locomotoras 2

Un tren eléctrico. Esa fue la ambición material que mi infancia, en la España de la estrechez material, vio eludida y quebrantada. Me tuve que contentar con uno de aquellos a los que les dabas cuerda con una llavecita y completaban tres o cuatro vueltas por una vía circular, qué le vamos a hacer, tampoco estaban tan mal. En su propia infancia, mis hijos no le hicieron puñetero el caso al tren eléctrico, adquirido por el padre con el fin de aliviar retroactivamente su frustración. Sin contar que el modelismo ferroviario y sus ansias expansionistas exigen, también hoy, un considerable desembolso de tiempo, dinero y espacio.

Mi infancia, como contaba ayer, estuvo muy próxima al tren. La línea Zaragoza-Canfranc no estaba electrificada, de modo que no comprendo por qué hoy está electrocutada, muerta y abandonada: doscientos mil zaragozanos suben a esquiar cada fin de semana, entre el próximo y el del domingo de resurrección, montando unos atascos de cristo y muy señor mío y no hay un puto tren, han sacrificado todo al AVE, que debe de ser rentable del copón (sobre todo cuando lo reflotemos entre todos los españoles por vía tributaria).
 
Bueno, si dejo de hablar del presente, dejaré de decir tacos y rememoraré cuando, en Francia, vi por primera vez una locomotora eléctrica, como la que la ilustración destripa, en un convoy que hacía casi doscientos kilómetros, entre Dax y Burdeos, en poco más de una hora. Hablo de 1964 y en mi pueblo, entonces Jaca, contar eso era como hablar de la televisión en color o de ir a la luna… En aquel adelantadísimo pais, la renfe se llamaba SNCF (Société Nationale des Chemins de Fer Français) y los trenes, en general, eran más limpios, más cómodos, más rápidos, más puntuales y más frecuentes.

 
Calla, que había por aquí un tren bastante moderno: se llamaba el TAF (Tren Automotor FIAT) y yo siempre lo vi por fuera, ya que el billete era más caro que el yogur de diamantes. En Sabiñánigo, salíamos al balcón para verlo pasar, como si fuera la Vuelta Ciclista a España. Decían los que se montaban para ir a Zaragoza que tenía hasta aire acondicionado y, en vez de tardar cinco horas, tardabas sólo tres en ir de Jaca a la Estación del Arrabal. El vértigo de viajar a una media de casi sesenta kilómetros por hora, era debido al mal trazado de la vía y a las pendientes. De hecho, entre Jaca y Canfranc, hay un túnel donde el tren entra, describe un círculo completo (mejor dicho, una espira) y sale por el mismo lugar que ha entrado, solo que algunas decenas de metros más arriba: este singular lazo, lo hace, sobre todo, para ganar altura, puesto que intentar marear a los viajeros en tren, es un tanto difícil.
 
El TAF era más pulcro que las locomotoras “de carbón”, si consideramos que las emisiones de plomo y otros regalos de los motores Diésel (no manipulados en aquel entonces) son más limpias que la alegre carbonilla de las máquinas de vapor. Los niños de ayer contemplábamos los distintos modelos de las negras máquinas con los ojos como platos, si no recuerdo mal, hasta salían en cromos y sellos…

 
Caramba, nunca pensé que, ahora que nos hemos quedado prácticamente sin servicio, en la línea de Zaragoza a Lérida, plantado en la inhóspita y absurda estación de Zaragoza Delicias, echaría de menos aquella voz metálica y casi incomprensible de los altavoces: “Treeen Ferrobús, con destino Lérida, que se encuentra estacionado en la vía 2, andén principal, va a efeztuar su salida. Tiene parada en todas las estaciones y apeaderos.”