sábado, 28 de diciembre de 2013

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 18

11.                        NOS HACEMOS YEYÉS

Los cuatro primeros años de la vida académica en el Instituto de Enseñanza Media de la recoleta ciudad que me vio nacer, crecer e incluso, mucho después, acometer fieros intentos de reproducirme, languidecer más tarde, y alcanzar cierto grado de muerte, al menos del espíritu, en su inexorable atonía, aquellos digo, fueron los preparatorios años de siembra y esperanza que, hoy, se me confunden en la continuidad de un incierto borrón, y de los que haré gracia al lector, por no acrecentar el grado de insipidez del relato.

Merced a esta oportuna y astuta elipsis, pasaré por alto desazones y estrecheces, estancamientos y tedios, que poblaron mi existencia. Carencias variadas, que fueron dotándola de los elementos característicos en casi todas las vidas que conozco, y que se resumen en el amueblado de un denso compás de espera entre dos abismos inexorables.

Aun hoy, me pregunto qué esperaba yo del futuro en la pulcra ciudad episcopal, un ámbito detenido y cerrado, donde los sepulcros que cuidaba mi abuelo, no eran tumbas más mortecinas que otras menos silenciosas y más agitadas, pero igualmente señaladas por el polvo y las telarañas del hastío, del abandono y del olvido.

 
No obstante, aquél verano de 1965 iba a estallar una pequeña aunque consistente revolución en nuestras vidas, algunos ya habíamos extendido las antenas a los vientos que llegaban “de fuera”, ya nos habíamos bautizado como enteradillos de las modas extranjeras, pero aquél caluroso estío, no un bautizo, sino un chaparrón cayó sobre el conjunto de nuestro apocado y timorato cuerpo social: había comenzado la era yeyé, algo así como si, en Historia, se diera paso a la Edad siguiente a la Contemporánea. Lo cierto es que no se hablaba de otra cosa: los mayores con reticencia y desconfianza; una mezcla de burla y temor los posicionaba frente al nuevo fenómeno. Los jovencitos andábamos algo perdidos, oyendo campanas aquí y allá, hasta que dio comienzo el curso y supimos cuál sería nuestra fidelidad hasta la muerte.

Una tersa y brumosa mañana de septiembre, nos reunieron en el amplio y funcional salón de actos del Instituto: en aquella época erizada de formalidades, era costumbre iniciar el curso con una especie de solemne charla inaugural. Germán, el bedel, se afanaba removiendo cortinajes y abriendo los oxidados marcos de los ventanales, para intentar disipar, sin éxito, el olor a cerrado. Los pegajosos asientos de escay rojo acogían nuestros inquietos traseros, mientras frente a nosotros se alzaba un estrado donde los profesores iban tomando asiento con una desgana superior a la nuestra que, al menos, estaba tamizada de cierta curiosidad. Era fama que habían mandado (¿de Madrid? ¿De Zaragoza? ¿En qué arcano lugar se tomaban tales decisiones funestas?) un nuevo Jefe de Estudios con una siniestra aureola de coco, se decía, para poner coto a cierto tufo de permisiva liberalidad, que estaba empezando a impregnar el ambiente todo del centro de enseñanza.

Desde su frontera fila de sillas, tomaron la palabra varios profesores, de los ya conocidos, para desgranar, con una evidente falta de entusiasmo, los acostumbrados saludos de acogida, las novedades en la organización del centro y las habituales recomendaciones sobre las bondades del estudio, del buen comportamiento y del interés que debía movernos a aprovechar el tiempo y no hacer el payaso. Una vez consumado el ritual, se instaló un silencio algo incómodo y la figura que ocupaba el centro de su docta fila, tras provocar dos o tres veces el pertinaz silbido de los acoples del micrófono, tomó la palabra con un timbre grumoso y un tono acerado y campanudo que nos lo hizo detestable al punto:

 - Queridos alumnos, alumnas y otros seres más indeterminados. Me llamo Marcelino Portuno. Para vosotros seré don Marcelino, a secas, o eso espero. Acabo de llegar a esta hermosa plaza con el cometido prometedor de ser vuestro Jefe de Estudios. También seré el profesor de Latín de los de los cursos superiores. Dado que tengo las mejores expectativas de vosotros, haré muy breve mi alocución. Que estará encaminada a preveniros de un desagradable fenómeno disolvente, donde se aúnan desfachatez y gamberrismo, falta de respeto, inconsciencia e irresponsabilidad. Como todo lo malo, esta moda nociva viene de fuera. Y yo espero y preveo que no va a anidar entre nosotros, porque aquí la luz que nunca se apaga, la atenta mirada del Caudillo, el faro de occidente, ha determinado guiarnos, inmunes a esa decadencia, por inmarcesibles senderos de gloria, por donde firmes transitaremos, aunque sea a capones.

 
Tosió, carraspeó, movió el micro ocasionando otro horrible ruido de acople y prosiguió su fatuo discurso:

 - Es mi deber, qué digo mi deber, mi irrenunciable y sagrada misión, apartaros de esta epidemia que nos acecha, de esa infección contagiosa: esos gamberros melenudos que dan alaridos infrahumanos y se hacen llamar yeyés; esos monos ruidosos y frenéticos consagrados al gamberrismo y a la delincuencia, esas nuevas hordas de vándalos vociferantes que son la vergüenza de sus padres, el oprobio de su nación, una lacra para nuestra civilización y unos guarros indecentes. Unos cerdos que chillarían como niñas histéricas, al ver la maquinilla de cortar el pelo que llevo en esta mano por si, durante el curso, me hiciera falta usarla con alguno que desembarcara por aquí.

Blandió una maquinilla de rapar y alguna desmayada risita afloró aquí y allá en el abarrotado salón de actos. A su lado, en el estrado, los otros profesores miraban en diferentes direcciones, hacia lo alto, como si la cosa no fuera con ellos (hoy sé que eso se llama vergüenza ajena).

 - Así que nada más quiero que os quede clara una cosa: no consentiré ninguna manifestación de la nueva moda, ni el pelo alborotado, ni las medias de color, ni las faldas descocadas, ni el aspecto sucio, indecente y desaliñado, ni nada por el estilo. Que no llegue a mis oídos ninguna nauseabunda noticia que tenga que ver con ustedes, acerca de guateques, discos con música para zulúes, guitarras desafinadas y berridos selváticos. De cualquier modo que se transluzca que un alumno está infectado por esta moda subversiva e inaceptable, será objeto de sanción disciplinaria y académica. Espero que, como hasta ahora, todos demos ejemplo de decencia y comedimiento, mostrando a esos asquerosos británicos nuestra firmeza de costumbres, nuestra entereza y sobriedad, a ver si, de una vez por todas, nos hacemos acreedores a su respeto y nos devuelven Gibraltar.

 
La pincelada patriótica nos arrancó unos desganados aplausos y nos fuimos a disfrutar del solecico. Zaborras, que ya no vendría a nuestro curso porque había suspendido y tendría que repetir, nos propuso ir esa noche a celebrar nuestro último día de vacaciones.

 - Podríamos colarnos, a eso de las once, en las piscinas municipales – dijo - . Mañana es el acto de clausura de la temporada y estaría bien que se encontraran un buen surtido de zurullos flotando en el agua.

Rivero se mostró de acuerdo:

 - Así nos vengamos del nuevo portero, ese gilipollas que no nos deja pasar gratis como el que había antes, que era majo y nos dejaba colarnos todos los días. Yo sé por dónde atravesar la valla, por un sitio muy fácil. Luego nos despelotamos y nos echamos al agua, soltamos unos cerotes y la dejamos bien adornada, así que chicos, que nadie vaya a cagar en todo el día, por muchas ganas que tengáis, ¡venga! ¡A comer ciruelas!

Y partiéndonos de risa, nos separamos.

Aquella fue una noche oscura, perfumada y tibia. El agua deshacía unos inciertos reflejos en un chapoteo regular, un rumor acogedor mezclado con los murmullos sofocados de los compinches. Yo estaba frente al bordillo en la parte más profunda, agarrado a la escalerilla metálica. Zaborras defecaba desde el trampolín. También una sustancia templada y granulosa borboteaba escurriéndose en mansas oleadas desde mis entrañas. Cerciorándome de que nada extraño ni amenazador turbaba la paz de los bañistas, le dije muy convencido a la pandilla, sabiendo que ese día ponía punto final a nuestra infancia y sus trastadas:

 - Yo creo que todos, a partir de este momento, deberíamos hacernos yeyés. - Y cómo nadie estuvo en desacuerdo, tal fue nuestro destino en adelante. 
 
 
  

viernes, 27 de diciembre de 2013

Jose Ignacio Wert, Español Del Año

¿Puede un ministro de Educación, Cultura y Deporte, en un país como el nuestro, ser una persona respetada, querida, admirada y popular? Por supuesto que no, pero llegar a unos niveles de inquina, rechazo, execración y aborrecimiento tan unánimes como los que ha conseguido este sociólogo sesentón, no deja de tener un admirable mérito. Él se muestra con un talante inmune al acúmulo de denuestos que los medios hostiles (que son casi todos) vierten sobre su ejecutoria. Tal vez piense, como Oscar Wilde o Dalí, que lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal.

No es cierto que se presentara a un casting
para obtener el papel de Gollum
Bromas aparte, el encargo que recae sobre este señor no es una cuestión que pudiera resolverse, entre nosotros, con una caja de paracetamol y cuatro tiritas. Trabajé muchos años en el sector en el que este personaje sería mi jefe y tengo buena memoria, pese a todo no sería capaz de responder con mínima coherencia a ninguna de estas preguntas: ¿Cuándo comenzó la Educación en España a adquirir el decidido carácter esperpéntico que la caracteriza en la actualidad? ¿Puede pensarse, siquiera un momento, en un ámbito o sector con menores posibilidades de consenso? ¿Podría una reforma educativa diseñada por los más reputados expertos del mundo mundial tener, en un contexto como el nuestro, la menor probabilidad de éxito? Mis respuestas provisionales son “ni se sabe”, “no” y “no”. Y además, no es una cuestión de recursos humanos o materiales: hasta donde recuerdo, me he movido entre profesionales cuya capacidad y entrega, en la mayoría de los casos, difícilmente pondría en duda.

Y es cierto, ahora, merced a los inmisericordes recortes, hemos retornado a la cutrez de medios, característica de nuestro sistema educativo en casi todas las épocas recientes y pretéritas. Pero cuando se vertían generosas asignaciones presupuestarias (¿cuándo?) en bibliotecas, laboratorios, apoyo al profesorado y atención a la diversidad, juro que tampoco noté yo que, no ya se incrementara la calidad de la educación, sino que siquiera se frenara su deterioro.

Dicen que la LOMCE revitalizará
la educación musical
Entonces, ¿qué? Pues muy sencillo, resumamos diciendo que se trata de una cuestión estructural y de modelo social, que queda muy bien y parece un argumento muy sólido.
Los valores, propósitos y finalidades del marco socioeconómico que alimenta a las instituciones educativas, aquí y ahora, no permiten formar competentes investigadores que, en sus ratos libres, lean a Dostoievski, sino gente mucho menos cualificada, fruto del fracaso escolar y de la falta de perspectivas laborales y de horizontes vitales. Gente apta para sumarse a la cola del paro que amenaza con dar tres vueltas a la península. Leí no sé dónde que los empresarios se quejan de que el personal está sobrecualificado y en otro sitio, para incrementar mi sorpresa, que tenemos la generación mejor preparada de la historia del país… Y sin embargo es un hecho verificable que el sistema educativo está licenciando un número cada vez mayor de analfabetos funcionales, ¿cómo se come esto? ¿Es una contradicción real o sólo aparente?

Por lo pronto, ahí está el señor Wert con sus palabras, que si “la promoción del esfuerzo personal”, que si “el cultivo de la excelencia” y yo me pregunto ¿quién le va a agradecer esos desvelos? ¿Es ése el modelo educativo que los ciudadanos demandamos? Bah. Los ciudadanos demandamos guarderías, lo más gratuitas y entretenidas que sea posible, hasta los veinticinco años, de donde salgan nuestros vástagos con una titulación superior que les dé acceso, por lo menos, a un desempeño bien remunerado, de asesor en la consejería de confort y medio ambiente de la instancia política más próxima a su domicilio, o en su defecto, a un trabajo artístico que aúne libertad creativa y subvención pública, en algún medio comprometido pero influyente. En mis tiempos se decía: seamos realistas, pidamos lo imposible. Y así nos va.

Aquellos que se dejan ojos y codos en el empeño por capacitarse en las obsoletas instituciones académicas, están perdiendo su tiempo. Dado que la habilitación que hoy Salamanca otorga, es tenida por menos que nada, yo propondría, por ejemplo al señor Wert, una solución radical, que le devolvería parte de su popularidad: las titulaciones universitarias deberían venderse en los estancos. Allí iríamos los padres, con nuestros niños ya creciditos, y diríamos: deme una de veterinario y dos de dentista. Las rellenaríamos, pagaríamos las tasas y luego, pues nada, el que tuviera un poquito de escrúpulos y quisiera formarse, se pondría a estudiar con seriedad, y el que no, pues malmetiendo se aprende.

Así ven al señor Wert
los nacionalismos periféricos
Desgrano estas bizarras patochadas, porque me hago cargo de que, en el negocio del señor Wert, contentar a todos es imposible, pero no contentar a nadie también es muy difícil y tiene su indudable mérito. Mi desconfianza hacia su efímera (por impuesta) reforma legal, se debía a la creencia en que todo era, como siempre, un montaje para privilegiar los intereses de la concertada. Pero su favorecida o favorita tampoco está contenta y le va a la huelga, porque (y cito textualmente) “sólo reconoce un tímido avance en favor de la libertad de elección de centro, pero consolida una clara subsidiariedad discriminatoria de la enseñanza concertada frente a la pública”. Cágate, lorito.

Bueno, vale por hoy: me ha convencido, señor Wert, de que es el español que más arrestos, redaños o criadillas le ha echado este año a la situación. Otra prueba de su valía de usted, es la ofuscación que produce en sus adversarios. El habitualmente agudo y despierto escritor Juan José Millás, sufre una pérdida total de lucidez y escribe en “El País” de ayer (26-12-2013): “Ir al cine, escuchar a Beethoven, leer a Dostoievski o visitar el Museo del Prado no son formas de consumo. Son formas de vida. Así que, en vez de señalar en los periódicos, un día sí y otro también, que este Gobierno recorta las ayudas económicas al cine, al teatro, a la educación, etcétera, deberíamos denunciar que recorta las formas de vida actualmente existentes: “El Gobierno recorta una nueva forma de existencia”. “Desciende el número de formas de entender el mundo”. “El ministro de Cultura aboga por el monocultivo cinematográfico”….” Reunir semejante colección de simplezas en un párrafo tan breve sólo tiene una explicación: la impresión que usted le produce, le obnubila el entendimiento y le confunde. Piensa que usted es una especie de genocida, escapado de Nuremberg, para castigar a los espectadores de “Las 13 rosas”.

O el más autoritario de los malos de “Fahrenheit 451” (en este caso, con menor grado de subvención).


Este será el texto imprescindible
para aprobar las nuevas reválidas




lunes, 23 de diciembre de 2013

Feliz Navidad (Pero ¿Qué Celebramos?)

Aristóteles decía: “A medida que me hago más viejo, me gustan más los mitos.”

 
En Navidad el sol alcanza su punto más bajo, la noche es más larga y el día más corto. En la lucha entre la oscuridad y la luz, ésta vence y el sol “invictus” comienza de nuevo su marcha triunfal. El cristianismo conmemora, en ese día, el nacimiento de Jesús, el nacimiento de la luz.

No se trata de celebrar un hecho histórico. En el siglo XII un místico dominico alemán, Maestro Eckhart, escribió “¿De qué me serviría si Jesucristo hubiera nacido de Dios y yo no?” Jesús es el modelo en el cual puedo reconocer quién soy: hijo, hija de Dios. Podemos celebrar nuestra propia fiesta de nacimiento, caer en la cuenta de nuestro origen divino. Jesús es la cara visible de Dios, igual que cada uno de nosotros. Un ser espiritual que ha nacido dentro de un cuerpo para desplegarse en él. Todos nosotros somos Dios.

Esta página entusiásquica, que se complace día tras día en su humor retorcido y chabacano, hoy se pone seria, para desear, cordialmente, Felices Navidades al usuario, a la lectora, al simpatizante y al seguidor, ¡a los cuatro! Y también a cualquiera que se tope con ella navegando por el proceloso mar de la red: éste era el mensaje que encontraste en la botella.

 
Para acompañar el texto, no sabía si poner la coral 64 del Oratorio de Navidad de Bach porque, como dice Salvador Paniker en una entrevista reciente, “No soy ateo porque existe Bach”,
 

o enlazar con una bellísima y poco conocida “The Cold Song” de Purcell, que también tiene un uso navideño. Van las dos, escúchalas y que la paz te inunde.
 
 
 

domingo, 22 de diciembre de 2013

¿Quién Pide Justicia?

Una de las satisfacciones que me produjo, en mi juventud, la tenaz escritura de poemas a altas horas de la madrugada, en estados variables de alteración psíquica, fue la posibilidad de ser hermético. Un gran poeta decía dirigirse “a la inmensa minoría”; otro, éste un admirado letrista de canciones, afirmaba “escribo para saber lo que pienso de las cosas”. Influido por ambos, yo escribía para experimentar una especie de cortocircuito, en el que oscuras intuiciones se alumbraban como intuiciones oscuras.

Aquí, en el soneto que hoy transcribo, subyace la intuición de que (¡cómo no!) la vida no es justa (ni políticamente correcta). Somos reos de vida, lo que significa que, a todos y cada uno, la vida nos ha condenado a muerte y no hay palabras para expresar la trágica enormidad de lo que, el mero hecho de la existencia, nos depara y, pese a que, en todo momento, lo peor está por venir… Ya sabía yo que me iba a perder, bueno, lo mejor será dejar aquí el poema y ver si alguien se lo encuentra y descifra su significado, en el caso de que tenga alguno. 

 
 ¿QUIÉN PIDE JUSTICIA?

 La vida se resume de un plumazo
si el pérfido vitral la reproduce
al trasluz sublunar, y no seduce
la estampa del ahorcado con su lazo

 a quien, con su lazo ahorcado, conduce
su gemido de espuma, su capazo
lleno de flores mustias, su cedazo
servil y una linterna que no luce.

 Mas hoy no quiero hablar de frustraciones,
dejemos tan intrépida tarea
al que aspire a ser rey de maricones.

 Si el mar cumple puntual con la marea,
corruptos jueces cumplan sus funciones
y atícenle al ateo con la tea.




viernes, 20 de diciembre de 2013

Suevos, Vándalos, Alanos Y Otros Artistas Urbanos

Inmersos en el desánimo inducido por estos últimos y desapacibles días del otoño, que nos han cercado de nieblas, lluvias, vientos y fríos, sumiéndonos a los espíritus más débiles en el ámbito de lo melancólico y lo deprimente, hallamos un momentáneo refugio en el fugaz consuelo de las emociones estéticas. En contra de lo que pudiera parecer, mi pueblo es pródigo en manifestaciones artísticas de vanguardia, mal comprendidas por algunos y sujetas a la indiferencia de los más.
 
Pese a todo, contamos con un nutrido grupo de jóvenes artistas urbasnos, cuyas infatigables actuaciones perlan el espacio público de intervenciones atrevidas y desconcertantes. Tales montajes están orientados a expresar la angustia y el desasosiego propios de nuestra época carente de horizontes. Su mérito nos alerta a los auténticos conocedores del valor que tiene la deconstrucción del mobiliario urbano y su conversión en objetos artísticos. Conocedores que, de momento somos pocos, aunque influyentes.
 
Influyentes, digo, porque si no, los jóvenes guerrilleros del arte que sacuden nuestras conciencias y embellecen nuestro entorno, se verían privados del necesario apoyo moral. Sin él, carecerían de compensación para ejecutar tan a menudo estas exhibiciones y happenings que, aun contando con el beneplácito de los ediles del ámbito cultural, adolecen de falta de recursos, al no disponer (quizá debido a los recortes) de subvenciones, óbolos, patrocinadores, o cualquier otro tipo de soporte económico o publicitario. Quiero señalar que los artistas ponen, de modo gratuito, su trabajo y su entusiasmo, sus materiales, cuando éstos son imprescindibles, y sus propias herramientas, obteniendo, a cambio, la incomprensión de la mayoría y siendo ignorados por las instancias oficiales del arte: promotores, galeristas, etc., cuya concepción reaccionaria e inamovible, desafían con estas brillantes composiciones.
 
Aunque entre las citadas manifestaciones, casi siempre interdisciplinares, predomina la pintura, como el grafiti es ya muy popular (bueno, más conocido que popular), hoy haré una especial incidencia en la escultura, trayendo a esta ventana privilegiada una memorable instalación que tuvo lugar en el parque de la Azucarera, a finales de enero del 2000. Aquéllos jóvenes vanguardistas, responsables de esta singular muestra de arte urbano, deben estar ya rondando la treintena y su vocación artística puede haberse esfumado. Si la consagración les ha sido esquiva y vieran esta obra, no podrían reprimir una punzada de nostalgia.
 
Aquí tenemos “Banco para sentarse erguido y papelera conceptual”, armoniosa y eficaz.
 

Dejaron este “Caballito desnudo” para que los niños lo vistieran con su imaginación.
 

Este precioso “Banco higiénico” permite y facilita la defecación del usuario, mientras, por ejemplo, lee acuclillado el periódico.
 

Adaptaron este “Banco para personas muy altas”, de modo que, sentadas en el suelo, se apoyaran cómodamente en el respaldo.
 
El proyecto más ambicioso: “Quiebra bancaria”, en una, por entonces, profética anticipación de la crisis.
 
 
En este “Airee sus genitales” se ha llevado a cabo una actuación minimalista, que apenas perturba la comodidad de cualquier cansado transeúnte.
 
Puede parecer una instalación esquemática y poco elaborada, pero hay que matizar que a nuestros artistas no se les catapulta con los privilegios que, en el País Vasco, disfruta la “kale borroka”. Aquí, como se ha dicho, nada de apoyo institucional ni de financiación pública: los artistas callejeros se lo tienen que currar a palo seco.
 
Con el agravante de que algunos sectores, los de la derecha más conservadora, expresan insidiosas dudas sobre la utilidad de estas manifestaciones para sacudir las conciencias y expresar el desarraigo y la desesperación de los oprimidos. Algunos llegan a tildarlas de gamberrismo y, para impedir estos efluvios de libertad de expresión, reclaman de la policía urbana que vigile los parques.
 
Como si no tuvieran otra cosa que hacer.
 
Y como si no hubiera habido siempre gamberrismo: el que no haya roto una farola a pedradas cuando era joven, que tire la primera piedra.
 
O que no la tire ya, que quizá es demasiado tarde.
 
 
 

martes, 17 de diciembre de 2013

Lo Malo De Mamá - Babette Cole

Entre los libros encaminados a despertar la incipiente (e improbable) afición a la lectura en niños de 6 a 8 años, siempre me ha hecho una especial gracia este ingenuo cruce entre costumbrismo y terror light, de la escritora e ilustradora inglesa Babette Cole (Jersey, 1949). Su encanto emana del delicado sentido del humor con que conjuga texto e ilustración, en un sencillo cuento, donde la convencional historia de marginación y rechazo social, se ambienta en el gótico marco de la hechicería, en una fuerte contradicción con la realidad cotidiana de los compañeros del protagonista, niños “normales” que, como todos los niños, son atraídos por la anomalía del mundo de las brujas. Hace ya mucho tiempo que las brujas perdieron su halo maléfico en la literatura infantil y la mamá del narrador se despide con una espectacular buena acción , hecha practicable por sus  singulares poderes.

Ideal para regalar en las fechas que se avecinan (si lo encuentras, porque lo publicaron en Altea Benjamín hace 25 años y, si queda por ahí algún ejemplar, debe tener unas telarañas a juego con el argumento). Es ideal asimismo para leer con un hijo pequeño y largarle luego el sermón de la tolerancia y de que debemos aceptar a todos aquellos (que tienen la desgracia de ser) diferentes a nosotros. No excederse con el epílogo pedagógico más allá de un par de minutos, o el efecto de la magia se desvanecerá. También es apto para niños obligados por imposición escolar a leer y comentar un libro y que recuerden esta tarea la víspera de la fecha de entrega: en un santiamén habrán terminado, justo a tiempo de librarse de una mala calificación.

Este relato, tan grato y breve, me trae a la memoria a un ex vicepresidente del gobierno, don Alfonso Guerra, que se jactaba de ser un hombre muy culto: en una entrevista, afirmaba haber leído 11.000 libros. En su día me pareció una exageración, pero luego he pensado que, si en lugar de ser como Ana Karenina, eran como “Lo malo de mamá”, no es del todo imposible. En cualquier caso, buen libro para iniciar una andadura por el mundo de la ficción.

Aunque luego la afición lectora del niño sólo llegue al 666.   














 
 

lunes, 16 de diciembre de 2013

Imaginación Versus Conocimiento

Hace días que no obsequio al desierto auditorio con una de mis composiciones y hoy es el día señalado para enmendar semejante acierto. El tema que desprivatizo, lo compuse (o perpetré) con ayuda de un Korg Tritón, hará unos ocho años. No se me da bien tocar y el costoso teclado está hoy cogiendo polvo. Si supiera cómo, intentaría subastarlo en eBay, pero el riesgo de que me den ocho por lo que a mí me costó dos mil, me retiene. Bueno, pues un día, hace ocho años, le puse las manos encima y, utilizando un preset de guitarras acústicas, improvisé una tupida maraña de melodías. Después hice un volcado a secuenciador y, abusando del cortar y pegar, monté la cancioncilla que me ocupa. Más tarde, la grabé en un disco que regalé a cuantos amigos no salieron corriendo al verme llegar con él (la amistad está sobrevaluada). Sólo uno tuvo a bien hacerme algún elogio del tema y, claro, a él le dedico hoy esta entrada, con la canción remasterizada y retocada en Reason.
 

Es una guitarra acústica (virtual, por supuesto), fuertemente desdoblada en estéreo y con un fondo de vientos suaves (trompas) y percusión. La escucha mi mujer y dice que parece que tocan unos principiantes, demasiado “pegados” al compás, supongo que sin querer ha dado en el quid de la cuestión, a saber, es muy difícil que la ejecución virtual de sonidos acústicos, recreada por un secuenciador, “engañe” al oído y parezca que músicos de carne y hueso estén rasgueando cuerdas y soplando tubos. A cambio, me divierto y no tengo que convencer a nadie para la ejecución, (sigue tocando, dicen, lo importante es que a ti te guste).

Esto me trae a la mente un chiste: un niño toca el clarinete y su padre, embobado, le pregunta a otro oyente: “¿qué le parece la ejecución?” A lo que el otro contesta: “hombre, yo creo que sería exagerar… Bastaría con un buen par de bofetadas”.

Lo dicho. A disfrutar del tema. Y si no, los huevos y los tomates podridos, me los mandáis por correo electrónico. 
 
  

jueves, 12 de diciembre de 2013

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 17

10.                        UN LARGO VIAJE EN TREN

Serafín observó cómo a través de la ventanilla se deslizaba la estación y después los sucios arrabales de Zaragoza. La suerte estaba echada, que el Señor, en su infinita Misericordia y Bondad, se apiadase de su alma atormentada, de su convulso espíritu. La estameña del hábito, humedecida debido al sudor provocado por el calor mortífero, y sirviéndose del filo inmisericorde que remataba los crueles travesaños de los bancos, en el atestado vagón de tercera clase, estaba acuchillando su trasero. Pronto volverían a atormentarle las hemorroides con las que el Señor le obsequiaba para ayudarle a tener presente Su dolorosa Pasión y Muerte.

No se había bajado a enlazar con el tren hacia Jaca. Había continuado su viaje en el mismo convoy y, en este momento, su destino era Barcelona, la Ciudad Condal, la moderna y afamada nueva Babilonia, donde su alma iba a correr inéditos e inimaginables peligros, debidos al magnetismo que en la gran urbe tenían todo tipo de vicios y pecados, incluidos los capitales, con gran preponderancia, Dios le guardase, de la lujuria.

 
Si es que no había caído ya en las garras del maligno. Por lo pronto había desobedecido al padre Mamilano, al viejo abad que lo había expulsado del convento y cuya senectud no le impidió acompañarle hasta el tren, para asegurarse de su partida. Las instrucciones del severo carcamal habían sido muy precisas:

 - Toma, catástrofe con patas, aquí tienes el billete, no lo pierdas, tendrás que hacer transbordo en Zaragoza. Seguramente será necesario incluso cambiar de estación y coger el tren de Canfranc que va hasta Jaca. Pregunta al revisor antes de llegar a Zaragoza. Él te dirá la mejor manera de enlazar con el otro tren. Aquí tienes cincuenta pesetas por si te alcanzara algún percance. Ya le he escrito una carta a tu tío el obispo, explicándole las circunstancias que aconsejan tu exclusión del monasterio y, dado que aún no habías pronunciado los votos, tu retorno al estado seglar. Espero que él tenga más suerte que yo y consiga sanar tu espíritu endemoniado. Adiós criatura.

 - Con los debidos respetos, padre Mamilano, santidad, no son demonios, sino ángeles y beatos los que se muestran y arrebatan mi alma. En cuanto a los votos, los he pronunciado, en el íntimo secreto de mi…

 
Las últimas palabras de Serafín se perdieron en el viento y en los chirridos que hizo el convoy al arrancar. Pasó una larga tarde y la noche entera en duermevela, mecido por el perezoso traqueteo del tren que bajó lánguidamente de los fríos páramos al valle, en el que se internó cuando amanecía. A media mañana llegaron a Zaragoza, la temperatura había subido más de veinticinco grados dentro del vagón, que se había convertido en una sartén, pero Serafín había decidido continuar su viaje y no bajó al andén. Atardecía cuando el tren, dejando atrás Caspe, se internó por un terreno escabroso donde los túneles se sucedían casi sin interrupción. En la estación de Caspe había bajado a dispensarse un refrigerio y en la cantina tomó de una bandeja un bocadillo de tortilla de berenjenas, rancio y salado, que la buena cantinera declinó cobrarle al ver sus sayas frailunas, su tonsura y su humildísimo aspecto. Serafín lo engulló pacientemente, chupándose los chorretones de grasa de los dedos y aguardando a que el altavoz instara a los viajeros a subir al tren, cosa que ocurrió cuando éste finalizó sus cuarenta y cinco minutos de indescifrables maniobras, salpimentadas de mazazos, estampidos de hierros y crujidos de parachoques y enganches. Cuando el fraile subió al vagón y se acodó en la ventanilla, sufrió un agrio ataque aceitoso desde su estómago y un acceso agudo de sed. Un aguador pregonaba su mercancía blandiendo un rechoncho botijo en el andén. Al llamarlo Serafín, le tendió el botijo exigiendo a cambio una moneda de dos reales. Serafín bebió largamente a gargalé, manteniendo la cabeza y el botijo en el exterior de la sucia ventanilla. El tren arrancó bruscamente, Serafín trastabilló y el aguador gritó.

-¡No deje caer el botijo! ¡Póngamelo al alcance que yo lo cojo!

Pero el tren había arrancado con un brío inusual y, por más que corría el aguador, Serafín no podía tenderle el botijo lo suficientemente cerca como para que aquél pudiera agarrarlo. Al final, el pobre aguador galopaba frenéticamente alzando la mirada hacia la ventanilla de Serafín y no vio el poste señalizador que desviaría su tabique nasal para siempre.

 
De ésta manera, un tanto deshonrosa a ojos de los demás viajeros, incorporó Serafín el panzudo y voluminoso cachivache a su exiguo ajuar. Quizá pudiera devolverlo por giro postal, o tal vez le resultara útil. Por el momento, seguía teniendo sed.

 
Cayó la noche y pronto no supo si circulaba por el exterior o por el interior de la interminable serie de túneles. El cansancio le venció y comenzó a dar cabezadas llenas de voluptuosidad. Una mano golpeaba su hombro y abrió un ojo, mientras un acogedor sueño de apartados y oscuros cuartos de limpieza, con los deliciosos arrumacos de una ajamonada y cálida sirvienta, se disolvía retornando a las tinieblas. Cuando pudo enfocar la mirada, vio que seguía en un largo rosario de túneles y fogonazos de aurora, el sol se alzaba desperezándose sobre el mar, la mar que nunca había visto Serafín en toda su vida. Pero el éxtasis duró poco, un vigoroso revisor le seguía sacudiendo el hombro:

 - Hermano, ¿me enseña su billete, por favor?

 - ¿Eh? ¡Ah! ¿Falta mucho para Zaragoza?

 - Pero, por Dios, si va usted en dirección contraria, hermano, ¿dónde se ha subido usted? A ver el billete, ¡Pero si se ha pasado usted de largo! Hace casi un día entero que dejamos atrás Zaragoza…

 
 -¡Virgen Santísima! ¡Santo Cielo! Ya me parecía que el viaje duraba en exceso. Debí quedarme dormido… Y ahora, dígame, ¿qué puede hacer un pobre fraile mendicante como yo? Los hermanos de mi orden me esperaban en Zaragoza, dispuestos a llevarme a ver a la Santísima Virgen del Pilar, para que pudiera besar su Manto e implorar si a mi fe le era dada la curación de una incipiente lepra que, a no tardar se manifestará en llagas, abscesos, pupas y forúnculos como éste que le voy a enseñar y que me está martirizando en la axila…

El revisor dio un paso atrás, los demás viajeros ya se habían amontonado a una respetuosa distancia de Serafín. Parapetándose en una carpeta el revisor dijo:

 - No se preocupe, hermano, estamos llegando a Barcelona y, de allí podrá regresar a Zaragoza en un mercancías con vagones cargados de sal que saldrá a continuación en dirección contraria, yo mismo telefonearé a los Capuchinos de Zaragoza para que le aguarden en Delicias.

 
Y diciendo esto, salió al galope del vagón para no volver por allí en todo el resto del viaje, dejando a Serafín un poco mareado, con el acre regusto de las mentiras infectando todavía su boca.

 
Algo menos de dos horas y tres rosarios más tarde, perforando una luminosa, dorada y tibia mañana mediterránea, el tren hacía su llegada a Barcelona, los raíles rechinaban al frenar el largo convoy, mientras la locomotora lanzaba sus humeantes estertores y el vapor pedorreaba en sus válvulas. Serafín, medio deslumbrado por la magnificencia de la Estación del Norte, bajó al andén su modesto equipaje y su botijo, el humo y el asombro le hacían parpadear, la carbonilla le hizo comenzar un penoso lagrimeo, la multitud le zarandeaba a empujones y él giraba sobre sí mismo sin saber hacia dónde dirigir sus pasos. Nunca había estado en un edificio tan grande, tan magnífico, tan intimidatorio. Buscó la salida a trompicones. En el vestíbulo alguien había olvidado un periódico en un banco de madera. Lo cogió y le echó un vistazo: “La Vanguardia Española, 2 de Julio de 1965”, lo hojeó y supo al punto que no estaba equivocado. Debía trazar un plan y darse prisa, sus visiones no le habían confundido ni engañado. 

 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

España Contra Cataluña. Una Meada Histórica (1714-1984)

Lamento sacar otra vez a colación el tema de la emancipación nacional catalana. Parece que tenga una fijación con tan sabroso asunto. Me excusaré diciendo que se trata del acontecimiento político más apasionante desde el desembarco de Tarradellas (puede que incluso desde el Compromiso de Caspe) y, así como lord Byron fue a dar su sangre para liberar al pueblo griego de las garras del imperio turco, yo estoy dispuesto a derramar mi tinta para esclarecer algunos aspectos acerca de la libertad del pueblo catalán, al que hoy veo un tanto desorientado respecto a la naturaleza de sus opresores.
 
Además es un tema de rabiosa actualidad y tan en extremo divertido que, ahora que Chiquito de la Calzada está algo apartado de los focos y nuestro propio presidente, el sr. Rajoy, aburre hasta a las ovejas, no puedo desperdiciar un tan evidente motivo de hilaridad y regocijo. Me refiero al simposio “España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014)”, título mucho más acertado que , por ejemplo, “Galicia contra Lugo”, que no tiene tanto morbo, o “Europa contra Alemania (1914-1945)”, que podría despertar alguna fea sospecha sobre los participantes más tendenciosos. Por lo pronto, enlazo con la imprescindible (e increíble) noticia:
http://politica.elpais.com/politica/2013/06/06/actualidad/1370549002_706729.html.
Decididos a pergeñar un sangrante descrédito de los historiadores, al menos de los del sector paniaguado, los gobernantes (constitucionales) de Cataluña han oficiado estos días sus particulares “dos minutos de odio” contra Emmanuel Goldstein que, como todos sabemos, es castellano, concretamente de “El Ferrol del Caudillo”. George Orwell escribió un libro titulado “Homenaje a Cataluña”, que relata sus experiencias como miliciano en la guerra de España contra Cataluña, erróneamente conocida como “Guerra Civil Española”. Diez años más tarde, escribió otro libro que, pese a su profética perspicacia, él no fue consciente de que volvía a aludir a su homenajeada Cataluña en unos términos sombríos y futuristas: la tituló “1984” y, aunque erró el blanco por tan sólo 30 años, sorprende e inquieta su pasmoso acercamiento a determinadas estrategias manipulativas del “Gran Germà”.
 
Éste es el malo malísimo que "quitó sus
libertades y su Constitución a Cataluña"
Tras casi cuatro décadas de intenso bombardeo académico, publicitario, político y mediático, se ha conseguido erradicar de Cataluña cualquier conato de, no ya oposición, sino mínima reticencia ante el proyecto separacionalista, con una estrategia a todas luces admirable. Se trataba de desmentir un concepto previo (borbofranquista, por supuesto) que presentaba a España como un todo, del cual Cataluña era una parte (o mejor, una pieza, una buena pieza). Cuatro décadas bien aprovechadas han sido suficientes para erradicar cualquier signo de “españolidad” en el ámbito territorial del General Tat. El procedimiento ha sido muy simple: ha bastado con la reiterada aplicación del “Tú No Existes” en todos los ámbitos, sin renunciar a una aparente praxis democrática. Se ha llevado a la invisibilidad o al ostracismo todo aquello que podía molestar y a todos aquellos que podían ser molestos. Ya está: Tú No Existes. (Que es, por cierto, el título de uno de los últimos discos de un maravilloso dúo barcelonés que, oh lástima, cantan en el idioma borbofranquista o la “lengua del imperio”, como allí la denominan).
 
El Capitán Garfio en la versión
local de Peter Pan
Como hoy he decidido abonarme al palo bromista, organizaré para mis adentros un simposio paralelo (espero que mis adentros me lo agradezcan, con una buena digestión, por ejemplo). Se llevarán a cabo quitancias y ponencias, cuyos títulos escribiré traducidos al español, por si se diera el caso de que algún lector leyere estas incandescentes propuestas, desconociendo la hermosa lengua levantina que allí se gorjea, para sustituir a los prohibidos pájaros de las antiguas Ramblas. “Han tancat la Rambla/han fet fora a tothom”, cantaba Sisa, pronto lo prohibirán también a él.
 

La familia Monster, según la historiografía oficial
de la Generalitat

Aquí va pues la lista de conferencias dadas por reputados, reputísimos, historiadores:

“Andaluzas, murcianas y gallegas: 100 años de servicio doméstico en Cataluña. Cómo nos expoliaban las cucharillas de plata”. por Baldiri Comà i Clarà catedrático de Estructura Social de la Población Catalana en la UOC.

“Cataluña abocada al atraso económico: cómo ubicó el desarrollismo español todos los polígonos industriales en Las Hurdes, en el Polo Industrial Batueco y en el Sobrarbe” por Bondia Borràs i Borrell, profesora adjunta de Estructura Económica de la Universidad del Alt Camp.
 
“Inmersión lingüística: los primeros cristianos en Hispania Citerior Tarraconensis y su obligación de predicar en catalán para obtener, con efecto retroactivo, un martirio decente” por Esclarmunda Cigrons i Ousdurs, profesora numeraria de Paleocatalán del Centro Cívico y Cultural de Nueve Barrios.
 
“La cocina española nos roba: cómo se atribuyen el gazpacho, la paella, el cocido y otras maravillas de nuestro acervo culinario” por Genís Gelabert i Pol (“Pot”) catedrático de Gastronomía Comparada de la Universidad Autónoma De Badalona.
 
El Sheriff De Nottingham en "El Expolio De Cataluña"
“Cómo pretendió España exportar su característica corrupción política a Cataluña y cómo les paramos los pies” por Oriol Pujol i Carquinyol profesor de Catalanismo Sociopolítico de la Llar del Jubilat de Bombay.

“De Franco a Zapatero: un intento de llevarse el puerto de Barcelona a Madrid. Las primeras maquetas y los espigones del estanque del Retiro” por Andrés Bonafont catedrático de Metafísica Estelada de la Facultad de Filosofía y Letras del Camp Nou

“¿Qué enemigo nos buscaremos para encubrir nuestra incapacidad cuando seamos independientes? La auténtica independencia exige una ruptura con la costumbre de culpar a España. (Se propone Guatemala, donde también hablan un idioma horrible)”. Por Pancraç Pi i Cots adjunto a la cátedra de Derecho a Decidir de la Universidad Central de Tortosa.

Felipe V se burló de los sentimientos
del pueblo catalán
Al final habrá dos puestas en común:

¿A quién votaremos en 2015 en Eurovisión? Y

¿Es cierto, como sostenía Dalí, que Franco padecía un defecto de fonación que le llevó a prohibir el catalán, despechado por su incapacidad para pronunciarlo correctamente?

Pido disculpas por las deficiencias en la traducción. Y prometo aparcar la cuestión catalana hasta el 2014.

Adéu amics aficionats a la Història. Feliç Bressol.
 

Y para terminar, la niña de "El Exorcista"

martes, 10 de diciembre de 2013

Operación Dulce - Ian McEwan

La Espía Que Me Amó. Tal podría ser un (lamentable) título alternativo para esta novela. Lo he tomado prestado de Ian Fleming, cuya obra no he leído. Sólo he visto algunas películas del ciclo de James Bond que, en general, me han parecido filmes de acción bastante pueriles, dirigidos a satisfacer las fantasías de lujo y lujuria, de poder e impunidad, entre públicos dispuestos a consumir entretenimientos sin problemas y fábulas poco exigentes. Hace poco vi “Desde Rusia Con Amor” y “Goldfinger” y, pese al buen oficio y al innegable gancho de Sean Connery, no sé si podría con seriedad distinguirlas, o recomendarlas, por encima de las parodias de “Austin Powers” (que a mí me gustan bastante más que los parodiados originales). Quiero, con todo esto, decir que mi inclinación por el género de espías, o por las andanzas de los servicios secretos occidentales durante la Guerra Fría, es escasa, más allá de haber disfrutado ocasionalmente con Graham Greene (El Factor Humano) o John Le Carré (El Espía Que Surgió Del Frío).

Así pues, que mi escritor predilecto se embarcara en “una de espías” no era una gran noticia para mí, pero como estaba dispuesto a perdonárselo todo, la compré y me embarqué en su lectura. Una vez acabada ésta, he necesitado 24 horas para recuperarme del pasmo y poder cerrar la boca. Bueno, aún estoy un poco boquiabierto, ahora que me dispongo a recomendarla aquí, para uso de cualquier mortal que se tenga por amante de la lectura y que disfrute de la suerte y el privilegio de no haberla leído todavía. Aquí no cabe esperar a la película, pues no veo la forma de llevarla al cine sin destruir su principal atractivo, que es estrictamente textual o literario.

“Operación Dulce” es una novela algo voluminosa (400 páginas en la edición de Anagrama) y muy absorbente, poco apta para leerla antes de un examen de Derecho Mercantil o de Didáctica General, o mientras tienes que vigilar el horno o durante una guardia de enfermería. Una vez que te adentras en la trama, ya no conoces ni a tu padre.

 
Es y no es una novela de espías. Admito que éste es su aspecto aparente, aunque va mucho más allá: en realidad es una narración sobre la propia naturaleza y el alcance de la narración misma. Literatura sobre la esencia del hecho literario. Dicho así parece muy abstracto y uno siente unas irreprimibles ganas de salir corriendo a proveerse de un best-seller como Dios manda. Sin embargo, esta novela que habla, entre otras cosas, de cómo se cocina una novela, tiene más gracia, más morbo, más suspense y más interés que cualquier best-seller que yo haya leído en los últimos cincuenta años. Si crees que exagero, léela.

Comienzas conociendo a Serena Frome, una chica de buena familia, atractiva y despierta, a la cual una circunstancia, más o menos fortuita, lleva a ser reclutada por el MI5, el servicio de inteligencia británico. Al principio su trabajo carece del más mínimo glamour, no pasa de ser una auxiliar administrativa mal pagada y sujeta a poderosas restricciones, emanadas de lo más turbio y fétido de las cloacas del Estado, donde mecanografía informes reservados, reservadísimos, pues es tiempo de Guerra Fría, estamos en 1972 y la amenaza soviética se cierne sobre el mundo libre, o eso aseveran sus jefes.

Un día su suerte cambia. “Los de arriba” piensan que hay que hacer frente al comunismo también en el ámbito de la confrontación ideológica y cultural, donde éste parece haber tomado cierta ventaja, ya que su prestigio alcanza a numerosas personas “comprometidas” en el mundo intelectual y universitario, en el de la enseñanza, la literatura y las artes. De este modo se plantea la “Operación Dulce” que consistirá en financiar, a través de una Fundación conectada con los servicios secretos, a periodistas y escritores de valía que puedan denunciar con credibilidad la falta de libertades y la situación real en los paraísos comunistas. Así Serena, haciéndose pasar por directiva de esta supuesta Fundación cultural, conoce y “capta”, para favorecer la promoción de un nuevo talento, a un joven y prometedor escritor, Tom Haley, del que, como era lógico y previsible, se acaba enamorando, lo que la lleva a establecer una potente relación física, sentimental y literaria.

He aquí el conflicto: ella sabe que ha accedido a él con un engaño; si le dice la verdad, perderá el trabajo y la confianza de su amado, si le sigue mintiendo… Hasta aquí puedo leer, que decía el presentador del concurso televisivo “Un, dos, tres…” Por cierto, uno de los tejemanejes habituales en la versión inglesa del famoso concurso, es usado para ilustrar una conocida paradoja probabilística (la propondré pronto en Matemáticas Y Diversión) que, en el libro, da lugar a un pasaje singularmente genial (y es que Serena es matemática por formación universitaria y a McEwan le interesan mucho los ámbitos “de ciencias”, como ya demostró en “Solar”).

 
La obra es original, sólida y una pizca romántica. Su elaborado truco de ingeniería narrativa confunde y sorprende al lector más desconfiado. Su especular (y espectacular) pareja protagonista te arrebata, sea cual sea tu sexo y tendencia y, por si esto fuera poco, hay unos interesantes “bonus” que intentaré enumerar:

Uno. Una rica ambientación de época y situación social nos remite a varios e interesantes temas transversales. Nos asomamos a la Inglaterra de los primeros años 70, con la crisis energética, la Guerra Fría y la lucha contra el IRA Provisional, el cual, reventando autobuses y pubs, trataba de desencadenar un Golpe de Estado. Se ha acabado el optimismo de los 60 y vemos a una de las democracias más viejas y sólidas de Europa, zarandeada por la crisis, el malestar, las huelgas, la inflación, el terrorismo y una cierta desesperanza que se instala en el estado de ánimo de sus moradores. Tiempos oscuros.

Dos. Una descripción de situaciones características de la trastienda del Estado, de los servicios de inteligencia, donde magistralmente se levanta el entramado de relaciones en las que todo es ominoso, todos desconfían de todos, no se sabe dónde está el engaño o la evidencia, la mentira o la verdad, la lealtad o la traición.

 
Tres. Un racimo de narraciones secundarias (las producciones de Tom Haley, el escritor), entreveran la trama principal con otros cuentos e historias que, sin interrumpirla ni entorpecerla, la completan, la enriquecen, la iluminan, hasta configurar un mosaico de variaciones ilustrativas de los procedimientos de creación literaria. Este me ha parecido el más original y emblemático de los planteamientos de la obra: ¿se cuentan unos acontecimientos o acontece lo que unos cuentan? ¿la realidad es fabulada o lo fabulado crea la realidad como una emanación?

Y cuatro. Por último está un estilo, el de McEwan que es muy elaborado sin dejar de ser natural, muy nítido sin dejar de ser misterioso, muy sencillo contando cosas verdaderamente complejas. Y se adorna de sutilezas y matices sin perder su aparente facilidad. Cuando sepamos cómo lo hace, será algo canónico, de aprendizaje obligatorio. Tengo ya planeado que, en una próxima vida, aprenderé a leer inglés a nivel literario, para disfrutar de esto como es debido, maestro.
Una vez lo hayas acabado, si te apetece profundizar en este libro desde una perspectiva de análisis más seria, prueba a leer esta magnífica reseña:
http://vanityfea.blogspot.com.es/2013/09/novelist-spying-on-himself.html