jueves, 28 de noviembre de 2013

"Religión En Las Aulas" (La Película De La Educación En España)

Alfredo Pérez, nuevo ulema del laicismo, vigoroso aglutinante del “todos contra el Pepé” dada su condición de Jefe del Gobierno en la Sombra, que saldrá a la luz apenas haya unas elecciones y las gane, ha vuelto a destapar uno de los puntos fuertes de ese programa electoral que los socialistísimos han conseguido mantener virgen e inmaculado, intacto tras 21 años de mandato: España se convertirá en un Estado laico, la religión saldrá de las aulas y se denunciará el actual Concordato con la Santa Sede, vigente desde 1979. Si a estas alturas creyera yo una sola palabra de lo que dice este hombre, no me quedaría más remedio que votarle. Claro que, si les haces caso, también iban a legalizar las drogas blandas… (en Uruguay).
 

Andan los tiempos revueltos. El Gobierno vence, pero no convence, porque convencer es persuadir y el actual ejecutivo impone la fuerza bruta de su mayoría absoluta (perdone, señor Unamuno por la paráfrasis, usted que tuvo los huevos de soltarle esta parrafada en las narices a Franco). La ley del señor Wert ha cabreado a toda la comunidad política: los separatistas dicen que de ninguna manera se estudiará en sus fincas ni media palabra más de castellano; socialistas y comunistas (que ahora se llaman izquierda plural, su etiqueta primigenia, después de lo de Ceaucescu, anda un poco desprestigiadilla) dicen que es retrógrada y anti igualitaria y mete más religión en los centros, amén de favorecer a los concertados… Dicen también que con la coalición gobernante que saldrá de las próximas legislativas la derogarán en un pispás (y están en su derecho, faltaría más). Pero en este torrente de razonamientos, resumidos con habilidad y contundencia en consignas para ser coreadas detrás de las pancartas, hay aspectos oscuros que no acabo de pillar (menos mal que ya no ejerzo el oficio de enseñante).

Uno es el de la “calidad de la enseñanza”, con la que todos se llenan la boca (sí, hasta los actuales legisladores, no en vano LOMCE pretende significar Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa y no Ley de Ocultación de las Miserias de los Centros de Enseñanza). Lo triste es que vamos camino de conseguir una enseñanza de una calidad comparable a la de algunas madrasas de Afganistán. Ignoro si las huelgas son un esfuerzo eficaz para mejorar la calidad educativa (si fuera estudiante, por supuesto, así lo creería), del mismo modo que ignoro si favorecer a la concertada es la razón última de la ley. Lo que sí me parece axiomático es que en una enseñanza igualitaria y del “modelo comprensivo e integrador”, como la que hemos disfrutado hasta ahora, lo primero que se sacrifica es la calidad, eso lo sé de primera mano. No se pueden tener los huevos y la tortilla. El modelo de enseñanza vigente tiene indudables virtudes pero, ay, la calidad no va a ser una de ellas, a las pruebas (PISA) me remito, la cosa es como en un bazar chino, encuentras de todo, eso sí.

 Entonces, claro, está lo otro, una enseñanza exigente y selectiva, en la que se valore el esfuerzo y el talento, que sea vehículo de promoción social… ¿Es eso lo que traerá la LOMCE? Sinceramente, no lo creo. ¿Es eso lo que queremos? Tampoco. En realidad queremos medios materiales (elevados presupuestos, dotaciones, ayudas y becas) para todos los estudiantes, independientemente de que vayan a dar golpe o no… Y claro, al parecer, los recursos no los manda el cielo (como simula creer la izquierda en este país), sino que salen de los impuestos y si van, por ejemplo, a educación, no van a autovías o a embajadas catalanas en Canadá. Esto deberían enseñarlo en escuelas e institutos, donde los alumnos rallan (con el rallador) la mesa, porque no saben que su padre la ha pagado con el IVA incluido en el precio de la cerveza que se toma.
 
Wert intenta agredir con la LOMCE
a un niño infiel
Pero me estoy andando por las ramas y no me llamo Ramón. Yo venía hoy a hablar de religión, del Concordato y del inefable Freddie (Pérez Rubalcaba), al que le diría, usurpando las palabras del Jedi Yoda, “hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”. Con todos mis respetos, yo soy también muy pero que muy partidario de una enseñanza laica en un Estado laico, donde la religión pase a la esfera de lo personal y privado, pero, chaval, siempre decís que la vais a quitar y que ya mismo la quitáis y cuando gobernáis aun metéis más religión en las aulas, que vais a ir al Cielo por delante de los de la derecha. Con José Luis Rodríguez “el Puma” (de León), las horas de religión se incrementaron en el currículo y no solo eso, en lugar de sacar al obispo de las aulas, metieron al ayatolá, al rabino, al telepredicador y, si les llega a dar tiempo, al brujo de la tribu, menudos “laicos” de pichorreta.

Las confesiones religiosas deberían financiarse con las donaciones de los fieles y creyentes (y enseñar religión en sus lugares de culto), igual que los colegios privados deberían financiarse con las mensualidades de sus alumnos, y los sindicatos y partidos con las cuotas de los afiliados, pero en este país el robo está institucionalizado, las “mafias” se sientan en el Parlamento y a la “derecha” y a la “izquierda” les parece bien, les viene de perlas, claro.

De todas formas, si yo fuera un militante del autoritarismo progresista y formara en las filas del sector Pol Pot de la izquierda-plural-con-derecho-a-decidir, tampoco estaría muy preocupado con la educación religiosa que, hoy en día, se imparte en los centros: de la misma manera que un alumno medio de primer ciclo de secundaria no es capaz de situar Palencia, Badajoz, Tarragona y Toledo en un mapa mudo de España y cree que dos al cubo es seis, difícilmente completará la lista de los Sacramentos y ya no digamos la de las virtudes cardinales (verticalidad, regate, asistencia y... ¿cuál era la otra?) Los tiempos han cambiado, vale, el saber libresco anda de capa caída en todas las materias del currículo y hasta que no hagan una versión para tablet del Catecismo, nuestros alumnos corren un riesgo escaso y superficial de adoctrinamiento catequístico. No hay peligro de que adquieran una sólida cultura religiosa, pues.
 
San Juan Bosco,
uno de los fundadores de la concertada
Así que tranquilo, señor Rubalcaba, la Iglesia es “un tigre de papel” y no el muro con el que sus correligionarios creen topar una y otra vez. Cuando gobierne, si tal dicha se derrama sobre los ciudadanos españoles, saque la religión de las aulas, con toda tranquilidad. Los partidarios de la catequesis pública que le montarán una manifestación en Madrid, dejarán vacíos el noventa por ciento de los autobuses que llenan los separatistas en sus folclóricas correrías. Y la satisfacción de sus bases al ver que, por una vez, cumplen alguna de sus intrépidas promesas, no tendrá límite.

Si además se les ocurre un sistema razonable para eliminar la concertación de centros educativos, de tal manera que, los que así lo decidan, puedan incorporarse a la red pública con todas sus consecuencias y los que no lo vean claro, pasen a convertirse en centros privados, viviendo de las tarifas que por sus servicios educativos cobren de su alumnado (y no del contribuyente como hasta ahora), si tal cosa se les ocurre, digo, y tienen los arrestos políticos para llevarla a cabo, como ciudadano laico me alegraré una enormidad. Y tendré que cambiar de opinión respecto a ustedes: acabaré pensando que son unos socialdemócratas, en lugar de lo que pienso ahora que son, que no lo voy a decir por si fuera constitutivo de un delito de opinión.

San José De Calasanz
explicando la LOMCE a los Escolapios

 
 
      

domingo, 24 de noviembre de 2013

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 16

Aturdido todavía, al cabo de un rato que no sé si fue medio minuto o medio siglo, abrí un ojo y un oído, intentando sacudir la cabeza, para recomponer los sesos en su sitio, a tiempo de escuchar lo que decía el señor Quintana:

 - No, si ya se sabe, los chicos son de goma.

Acuclillado sobre mí estaba don Gregorio, con un sofoco que lo había puesto todo sudoroso y colorado.

 - ¿Estás bien? ¿Estás bien, chaval? Qué susto. Te has quedado un rato conmocionado.

Minutos después, don Gregorio me llevaba en su coche a la calle Puerta Nueva, a mi casa. Yo iba tendido en los asientos traseros, pero la verdad es que no tenía más daño que las rodillas despellejadas, con unos regueros de sangre todavía brillante y un chichón en la frente que iba tomando el aspecto y el tamaño de un huevo de codorniz. Don Gregorio me ayudó a subir hasta el rellano, quería subirme en brazos, pero me negué en redondo, yo iba haciéndome el dengue, pero más que por el daño que tenía, por la imprevisible y, con toda probabilidad, explosiva reacción se mi madre. Que acudió a la segunda tanda de golpes del llamador y, sin esperar explicación alguna destapó la caja de los truenos:

 - ¿De dónde sales tú con esa pinta? Pedazo de desgraciao, que pareces un Ecce Homo, ¿has estao rodando por un vertedero, o qué? Que una no gana pa estar tol día zurciéndote la ropa y limpiándola, pa que encima vayas hecho un espantajo ¡Y todo arañao y lleno de magulladuras! Pasa padentro que para magulladuras las que te voy a sacar ahora mismo con la zapatilla…

 - Señora, cálmese. - Dijo don Gregorio – Ha sido un accidente, el chico no tiene culpa de nada. Se ha producido un desafortunado incidente, apenas nada para lo que podía haber sido: él iba corriendo por la calle Mayor y lo he atropellado con mi coche.

 - Y a usté quién le ha dao vela en este entierro, pa andar siempre disculpando a este zascandil. Yo le agradezco las molestias que se toma, con lo de pillarlo con el coche y eso, pero ahora cada mochuelo a su olivo, cada uno a su casa y Dios en la de todos, ándese tranquilo que aquí ya lo atenderemos.

 
Quiso la mala fortuna que mi padre estuviera en casa, en una de sus crisis crediticias en los bares. Se había plantado subrepticiamente en la puerta con su típico atavío de camiseta imperio llena de lamparones y pantalón de pana descolorida, atado con un cordel y con la bragueta desabotonada.

 - Qué dice usted, ¿Qué ha agredido al chico con su vehículo? Un menor y me lo ha atacado cobardemente, atropellándolo en plena vía pública. Se le va a caer el pelo: sepa usted, miserable, que el Teniente General Muñoz Grandes, a quien mi padre salvó la vida en la División Azul y que, por este motivo, es mi padrino, tendrá esta misma noche conocimiento de su incalificable violencia y pondrá coto a sus abusos, va usted a ser deportado a Sidi Ifni, no sin antes tener que desembolsar una indemnización astronómica. Esto le va a traer la ruina.

La cara de don Gregorio había adquirido un vistoso tono entre púrpura y violeta. Nunca lo había visto tan alterado. Cuando habló, el tono y el timbre de su voz habían adquirido una majestuosidad bíblica. Mis padres quedaron reducidos a su previsible papel de alfeñiques por efecto de su verbo resonante. Entonces comprendí por qué lo habían hecho director de banco: para llegar tan alto había que mostrar, llegado el caso, la autoridad y la personalidad, el carisma poderoso y viril que caracteriza a los verdaderos líderes.

 - Escúchenme ustedes dos, porque voy a decirlo una vez y no lo repetiré. El chico aparentemente no tiene nada, pero si algo surgiera y fuera precisa la mejor atención médica, sepan que me haría cargo de todos los gastos hasta el último céntimo. Aunque no es esto lo que quiero aclarar: no me pregunten cómo lo he averiguado, pero sé que el chico vale y, con su permiso o sin él, va a estudiar, se presentará en junio al examen de Ingreso y cursará estudios de Bachillerato. Ya hace dos meses que se está preparando y ustedes ni se han enterado: yo le abono la hora de permanencias. Le he conseguido además una beca en Sindicatos, cuando uno tiene influencias ha de aprovecharlas: se la renovarán curso tras curso hasta la reválida de sexto. Bastará con que vaya aprobando. Además le he conseguido una ayuda del banco, bastante generosa por cierto, para libros y material. A ustedes todo esto no les va a costar ningún quebradero de cabeza, ningún paso, ningún trámite, ni un duro, puede que aún les sobre dinero si lo administran bien. Todo está ya arreglado y lo único que han de hacer es dar su autorización, firmando este papel. Hasta el bolígrafo les traigo yo.

Y, con un autoritario gesto de prestidigitador, sacó un fajo de documentos y un boli Bic. Mi padre que se había quedado atontado, boqueando como el pelanas que era, firmó como cataléptico aquí, aquí y aquí, donde le señaló don Gregorio que se fue, muy rápido, muy digno, sin despedirse.

 
Cuando cerramos la puerta, mi padre reaccionó con un alborozo que yo no esperaba y nos sorprendió con este comentario distendido y ruin:

 - A este panoli, le vamos a sacar hasta las entretelas.

Pero no le sacamos nada más allá de lo convenido.

Dos días más tarde, yendo don Gregorio en su coche a Huesca, al Banco de España, a sacar cien mil pesetas para tener efectivo en caja, se metió debajo de un camión, bajando el puerto de Santa Bárbara. Le había dado un infarto y cuando chocó con el otro vehículo, ya estaba muerto.

La manifestación de duelo en Jaca fue multitudinaria e impresionante para tratarse de un hombre soltero y sin familia, mi madre dijo que parecía el entierro del Aga Khan.
 
    

sábado, 23 de noviembre de 2013

Acequias En La Chopera De Monzón

Vivo en un lugar donde se lleva poco la ropa de entretiempo: jerséis finos, gabardinas, nada de esto es demasiado útil por aquí. Hace dos semanas aún era verano por estos lares y hace una comenzó el mal tiempo. Aquí no cae el invierno, sino que se desploma sobre nuestras cabezas, como el cielo que tanto temen los galos de Astérix.
 

Esta temporada, a diferencia de la anterior, el otoño no ha consistido en un lento broncearse de las hojas: una fuerte lluvia las arrancó casi todas y, al día siguiente, el viento se llevó las que quedaban.
 

Las fotos otoñales que hice el otro día en la chopera se benefician, a cambio, de un imprevisto cuidado que se han tomado este año los responsables de su mantenimiento: han desbrozado los márgenes del camino, que ahora parece muchísimo más amplio y han limpiado el cauce de las acequias que la riegan, acequias que canalizan el agua para inundar las parcelas cuando se considera necesario.
 

El resultado ha sido muy contundente con la maleza: ha desaparecido, adiós a las fotos de cardos que hice el otoño pasado. A cambio he podido fotografiar las acequias como grietas espejeantes, pequeños abismos plateados o grandes arañazos paralelos al camino.
 

Tomé el martes por la mañana, un día gris pero no muy oscuro, el rumbo de esta zona, que poco a poco va ganando el status de parque cuasinatural de Monzón, por donde serpentean caminantes, chuchos, ciclistas o atletas en su entrenamiento diario.
 

Provisto de una Canon EOS, me dediqué a hacer fotos verticales de acequias puestas en fuga que reflejaban un cielo muy blanco.
 

Como me gustaron, he seleccionado algunas y las he puesto aquí: las acequias me parecían un misterioso signo de puntuación en el paisaje, además las fotos están recortadas para subrayar su verticalidad, como queriendo indicar que utilizo la chopera como lugar de retiro espiritual (o algo así).
 

 

viernes, 22 de noviembre de 2013

El Segundo Álbum De Los Beatles Cumple Cincuenta Años


 
Dicen las crónicas de los albores del mundo moderno, que el 22 de noviembre de 1963, hoy hace pues 50 años, se puso a la venta en las tiendas de discos del Reino Unido el álbum titulado “With The Beatles”, el segundo elepé de esos cuatro chicos de la foto. Qué siniestra con ese fondo negro, ¿no? Y qué tíos tan serios, ¿por qué no sonríen? El de la derecha es el batería, es el más bajito de los cuatro, le llaman Ringo porque lleva los dedos llenos de anillos y “ring”, en inglés, es anillo.  Pero si tú no sabes una palabra de inglés, es verdad, no puedes entender lo que cantan, si es que cantan algo, porque para mí que solo dan berridos, alaridos infrahumanos. Además fijaos qué pintas de mariquitas, con esos pelos, sólo son cuatro gamberros melenudos que chillan cuando se electrocutan con las guitarras. El de más a la izquierda es John, que es el líder, el segundo es George, el guitarra solista, que es el más crío y el más calladito y el tercero de arriba es Paul, el guapo, el ídolo de las nenas… Pero, ¿cómo va a tener éxito con las chicas ése, con las trazas que tiene?

Toda esta remembranza de garrulerías podría ser verdadera, pero no lo es: se trata de un recuerdo espurio, “With The Beatles” fue publicado en la patria del gañán el 23 de Mayo de 1964 (más tarde que en Perú, Chile o la India) y, en nuestro solar, su popularidad seguía siendo más bien un tanto escasa. Yo no tuve, sino un conocimiento difuso y marginal de los Beatles, hasta 1965, y fue a través de una revista del Frente de Juventudes de la Falange: “La Ballena Alegre”, de feliz memoria (esta vez, sin sorna). A pesar de que los grupos de melenudos (éste era su nombre genérico) causaban un profundo disgusto a su Excrecencia, molesto con la degeneración de la raza y la decadencia de Occidente, la revista no dudaba en airear las excelencias musicales de Beatles, Rolling Stones y Animals, entre otros: entonces vino la Beatlemanía, toda de golpe, incluso aquí, en el extrarradio de la periferia del último rincón del mundo civilizado, que con ella se iba a descivilizar de golpe.

 
Un álbum o elepé era costoso y yo no tuve éste hasta que comencé a ganar dinero. Para entonces, los Beatles ya se habían deshecho como grupo y comenzaban a imperar otras modas musicales. Sin embargo el disco seguía siendo “molón”, aunque ya algo “camp”. En el sustrato más interno de mi memoria, seguían resonando todas sus canciones y, aun hoy, lo conservo, un vinilo en bastante mal estado, que ya nunca pongo, escuchando con relativa frecuencia su contenido en soportes más modernos.

¿Y cómo es él? Que diría José Luis Perales. Pues bonito y variado. Rompedor de la muerte, para su época y primitivo tesoro arqueológico, para la nuestra. Es más variado (o disperso, si quieres) que otros. Hay que tener en cuenta que, de catorce temas, contiene seis versiones. Esto nos extraña ahora, donde cualquier autor musical con ambiciones firma la práctica totalidad de los temas de su disco, pero por entonces los comienzos eran más modestos, más cautelosos.

Julio de 1965, Llegada de los Beatles
al aeropuerto de El Prat.
Hay tres versiones de temas de la Motown que, la incorrección política imperante por aquel  tiempo, nos impelía a denominar “negradas”. En las tres canta Lennon y siguen sonando poderosísimas: “Please, Mister Postman”, “You Really Got A Hold On Me” (arrolladora) y la gamberrada final, “Money (That’s What I Want)”, un tema que todo el mundo interpretaba en aquella época para que el público, llegado al paroxismo, se pusiera a romper las sillas.

El bueno de Harrison hace dos “covers” (y con un tema propio, llega a las tres canciones, su record en un disco de los Beatles durante mucho tiempo). Lo más notable es que despacha con muchísima solvencia un rock & roll clásico: “Roll Over Beethoven”. Queda para el guapo de Paul una almibarada canción de un rancio musical de los años 50, la deliciosa “Till There Was You”(y las mamás anglosajonas se corren).
 

 Los ocho temas de producción propia son, cinco muy buenos, y tres, aún mejores: “All I’ve Got To Do”, “All My Loving” y “Not A Second Time”, aunque en lo tocante a letras aún no han alcanzado el cénit de su capacidad lírica y reiteran la infalible fórmula “yo (el conjunto) te amo mucho a ti (el público), en consecuencia tú (el público) debes amarme mucho a mí (el conjunto)”, su ulterior evolución traería cosas mucho más sofisticadas. Pero, en este momento, sus armonías vocales, que hacen verdecer de envidia a los arcángeles, la energía con la que la instrumentación, sencilla y rotunda, empuja los temas y la inconcebible creatividad melódica, desplazan al oyente al paraíso. En tres minutos o menos.



miércoles, 20 de noviembre de 2013

¡Revienta Ya! (20-11-1975)

Cuando yo era un joven airado escribí este airado soneto al fallecido dictador. La vehemencia que se explicita es debida al hartazgo del Régimen más que a consideraciones políticas más conscientes: tengo que decir que este hartazgo sumado a una incierta y temerosa esperanza era el sentimiento más compartido por aquel entonces. Creíamos que nada peor podía advenir.

 
Mira por dónde algo que sé ahora y que ni sospechaba entonces, se conforma como la ventaja (creo que la única ventaja) de un sistema dictatorial: la dictadura somete y empequeñece a los individuos, los ahorma a una rutinaria estrechez. Los espíritus así sojuzgados, o bien caen en el conformismo, o bien, en el caso de que no sea así, culpan al poder imperante de todos sus déficits y limitaciones. Tal era mi caso. Y el de muchísimas otras personas, a juzgar por el florecimiento de cuestiones básicas no resueltas que, a día de hoy, aún colean. Dicho en lenguaje poco sutil, la dictadura hace de cabeza de turco; todos más o menos pensábamos que con su desaparición volaríamos más alto, superaríamos todas las dificultades y hasta seríamos más guapos. Sucedió más bien lo contrario: cuando otro no decide por ti, es cuando surgen las incertidumbres… En ausencia del dictador, el pequeño tamaño de mi persona es cuando afloró sin las confortables excusas articuladas en torno a nuestra Némesis.
 
De todos modos, qué descanso, por supuesto. Estas complejas sensaciones y esta gozosa contradicción están magníficamente retratadas en una novela de Julian Barnes, una obra incisiva y breve, sobre el final de una dictadura (comunista, en este caso), un libro que se titula “El puercoespín” y que recomiendo a todos los interesados en tan espinoso tema, fuente de apasionamientos y enojos, de una intensidad tal, que me impulsaron a escribir este poema.   

 
 REVIENTA YA (20-11-1975)

  Lamento saber poco de agonías,
la tuya me parece esplendorosa,
ansiaba yo, con ansia rencorosa,
contemplar fin tan cruel para tus días.

  Seguro que tus manos están frías
esta noche, por ello más hermosa,
pronto podré mear sobre tu losa,
olvidando el pavor que me infundías.

 Ultrajaba tu aliento, desde lejos,
mis instantes, mi pulso, mis espejos;
sentía tu opresión hasta en la cama.

  Se acaba con tu aliento un gran tormento,
abrevia, viejo ruin, tu sufrimiento;
date prisa, el infierno te reclama.

 
"Adiós amigos"
 
 

martes, 19 de noviembre de 2013

El Cielo En Los Coches

Debido a que no tengo carnet y no puedo conducir, nunca me ha llamado la atención el mundo del automóvil. Un amigo mío, para subrayar su ignorancia sobre el tema, decía conocer solo dos partes: “yo, de coches, el volante y el caset”. Encima, este último componente ha quedado tan obsoleto como la manivela que antes servía para arrancar el vehículo.
 

No obstante, no soy tan obtuso como para no darme cuenta de que los de las cuatro ruedas son los enseres más característicos de nuestro tiempo, hasta tal punto que su presencia hoy es la que define nuestro hábitat, en el que todo el espacio se pliega a su absoluta ubicuidad. En el lugar donde vivo es poco menos que risible aquella familia que no posee dos en su ajuar, y hay especies protegidas que gozan de mejor status y mayor atención pública que los peatones.
 

Leí hace bastante tiempo un libro, un largo ensayo de Ernst Jünger, publicado en 1932, que se titula “El trabajador” y, entre muchas afirmaciones políticas y filosóficas de asombrosa vigencia, la que me pareció más premonitoria es la de que la posesión que iba a definir la intimidad y la personalidad de los trabajadores sería, sí, lo adivinaste, el automóvil. Muy poco después se creaba en Alemania la Wolkswagen (“Carro del pueblo”), cuyo “escarabajo” estaba llamado a transportar al nuevo arquetipo social. Y en ello continuamos: es imprescindible trabajar para adquirir un vehículo que te permita ir al trabajo, con el fin de ganar el dinero para costear un vehículo más grande… Muy pillo, el Jünger. Bien es verdad que, en Estados Unidos, Henry Ford había descubierto, antes todavía, la misma noria. Por eso se le santifica en la novela “Un Mundo Feliz”, de Huxley (otro profeta de nuestro tiempo), donde la religión ha sido sustituida por el culto a Ford.
 

Sin llegar a tanto, hay un aspecto en el que sí llaman mi atención los coches que saturan nuestro ecosistema: como espejos del cielo (y, tal vez de modo engañoso, del paraíso)… Dado que hay muchos propietarios cuidadosos, que tienen su vehículo aparcado impoluto, limpio como los chorros del oro, aprovecho que en el capó se refleja el firmamento y las más elevadas crestas del paisaje urbano para, si llevo una cámara encima, captar una visión invertida y deformada de lo que puebla los cielos, de lo que amuebla los horizontes, de reflejos y perspectivas curvas en la brillante chapa esmaltada.
 

He de advertir que es una afición que no recomiendo a nadie. Los dueños de los vehículos podrían comportarse como hombres primitivos, si ven que estás robando el alma de su querido automóvil. O simplemente, tu acción de retratar carrocerías puede ser tomada como una impertinencia.
 

 Aunque si eres un fotógrafo urbano, ya te habrás topado con que tu actividad es tomada como una impertinencia o una intromisión por gente celosa de su privacidad. Una vez, haciendo fotos a un solar que me parecía pintoresco, fui confundido por su dueño con un empleado municipal que tomaba alguna especie de pruebas, para incriminarle respecto de alguna ordenanza en vigor y perjudicarle con alguna onerosa sanción. Me aseguró, de muy mal talante, que “lo tenía todo en orden” y, cuando traté de deshacer el malentendido, cambió tan solo la incomodidad por desconfianza. En otra ocasión, fotografiaba unas bonitas flores en la verja del jardín de un paisano, cuando éste pensó que yo debía ser “del seguro” y me preguntó con bastante apremio, si “nos íbamos a hacer cargo de los daños del pedrisco o no”… Así que estás avisado, el dueño del coche que estás fotografiando puede ser poco amable si piensa que vas a robarle el “caset”.
 
 
 
 


sábado, 16 de noviembre de 2013

Setas Del Bosque Y Setas Urbanas

Como parece que este otoño, finalmente, ha conseguido convocar la lluvia, pueden los aficionados a coger setas albergar alguna esperanza de que, en los bosques más cercanos, eclosionen estos preciados tesoros culinarios. Por mi parte, las setas estarán bien tranquilas en sus húmedos y umbríos rincones, esperando que alguien más espabilado que yo las recolecte.
 

Podría estudiarme la bonita lámina que figuraba en mi vieja enciclopedia, pero ya he desistido como desistió mi padre de llevarme a coger níscalos, aquí llamados robellones, que se ocultan y confunden en apartados rincones de cualquier pinar por estas tierras. Si tras mucho hurgar y afanarme, doy con un ejemplar, o mejor aún, con un corro de ellos, nunca estaré seguro de si es el preciado lactarius deliciosus, que así le dicen los científicos, o se trata de un flaticidius megatóxicus, el cual ingerido en una ponzoñosa tortilla, conseguiría llevarme derecho al dispensario más cercano. De modo que me limito a fotografiarlos, como si fueran florecillas en peligro de extinción. Puestas así las cosas, el único lugar donde me veo capaz de ir a coger setas, es el mercado, donde el elemento disuasorio es su astronómico precio y no su posible venenosidad.
 

Durante el otoño de 2006, que debió de ser bastante húmedo por aquí, me sorprendió encontrar una considerable cosecha de setas urbanas: los solares, los jardines, los descampados pedregosos y los parques se hallaban poblados de los ejemplares que traigo a esta página. Ni sé cómo se llaman, ni he averiguado si son comestibles o venenosas, deliciosas o repugnantes, aunque naturalmente me temo lo peor.
 

Es por este motivo recurrente (y por carecer de una cesta donde ponerlas), por el cual me limité a digitalizarlas, sin ponerles los dedos encima para llevarlas a casa y ver qué tal se portaban en la plancha con dos gotas de aceite, un ajo picado y perejil. ¿Hice bien? Confío en no llegar a saberlo.

 
 

jueves, 14 de noviembre de 2013

Mi Tío - Jacques Tati

Algo compartido por un considerable número de especímenes humanos, a partir de cierta edad, es la nostalgia de una Arcadia (con características personalizadas), donde cada uno llevó una vida inocente y feliz. ¡Quién pudiera volver a habitar su particular Arcadia! En ese lugar imaginario o, más bien, mítico, reinaba la felicidad, la sencillez y la paz en un ambiente idílico sin apenas incertidumbres ni conflictos. Pero ya que no podemos regresar a esta incierta ubicación espacio-temporal, tenemos la oportunidad de consolarnos viendo esta maravillosa película que ofrece uno de los más tiernos retratos de aquel paraíso que perdimos sin haberlo disfrutado, o peor aún, sin haber comprendido siquiera su naturaleza.
 
El cartel

Dado que “Mi tío” fue estrenada hace ahora poco más de veinte mil días y, en sus tiempos, tuvo un considerable éxito popular y una muy benevolente acogida de los entendidos, cometo el error de dar por sentado su carácter de película-clásica-conocida-por-todo-el-mundo. Y no es así. La mayor parte de las personas jóvenes la desconocen y ni han oído hablar de ella. O peor aún: la han visto superficialmente y la han confundido con una película cómica de gags, algo lenta y algo sosa. El manifiesto de humanismo y vitalidad que atesora y despliega en sus poco menos de dos horas, puede pasar bastante desapercibido, pero para esto hace falta ser un espectador poco atento.

Jacques Tati, un director francés de origen ruso, estrena esta enternecedora comedia en 1958, año en el que obtiene con ella un triunfo considerable (Oscar a la mejor película extranjera, gran popularidad del film y de la canción homónima de su banda sonora). Además de dirigir, interpreta el papel del protagonista, monsieur Hulot, un personaje cortés, complaciente, amable y dócil que obtiene su carácter de irreductible rebeldía gracias a un don que le ha otorgado la naturaleza: es torpe hasta lo catastrófico y su despiste raya a inconcebible altura. Por si fuera poco, se hace entrañablemente simpático y establece una mágica complicidad con el espectador, al que cautiva con la majestuosa irresponsabilidad con la que se instala en su momento presente, en su impulso vital, donde las consecuencias y los resultados de las acciones no es que no sean tenidos en cuenta, sencillamente no se contemplan. Bueno sí, los contemplamos nosotros entre divertidos y aterrorizados.

La película, rodada en un color muy luminoso, con una fotografía muy diáfana, se desarrolla en dos escenarios contrapuestos. Uno es el pueblecito de toda la vida, una Arcadia bulliciosa, traviesa y feliz, donde el tiempo transcurre como un relajado marco para una existencia humana casi exenta de preocupaciones y estrés: el barrendero no barre, los perros corretean en libertad, los niños se divierten con sus trapacerías, la jovencita florece día tras día en su portal, cualquier momento es oportuno para entrar en “Chez Margot” a tomar una copa, el vecindario vive en la calle o entre los puestos del mercado, donde aún hay carros con caballerías. A esto se contrapone la zona urbana moderna, fría, uniformizada, saturada de coches, donde todo es rectilíneo, tiene una escala desproporcionadamente grande y es aburrido, anodino u opresivo. Una tapia de piedras, derruida, marca la frontera que comunica ambos mundos, frontera permeable a personas y… a perros.
 
La vivienda de Monsieur Hulot

Casi al comienzo, en un larguísimo plano-secuencia, se nos muestra la casa del señor Hulot. Desde fuera y, a través de distintas ventanas y barandas, en un encuadre fijo, le vemos ascender por unos complejos y enrevesados vericuetos que le llevan hasta su vivienda, una buhardilla en alto, a la que accede desde la terraza. Es un momento antológico, la magia es conjurada ante nuestros ojos. Jugando con el cristal de la puerta de su balcón, el señor Hulot manda el reflejo del sol hasta la jaula de un pájaro que, al ser bañado por la luz, se pone a cantar. Con este y otros sencillos trucos, Tati consigue una sugestión poética que va a impregnar toda la película.
 
El sobrino, el padre y el tío

Luego está el mecanicista y poco acogedor mundo de los Arpel, donde reina un orden previsible (y risible). Han sido abducidos por el confort y el ruidoso maquinismo del mundo moderno y sus vivencias, superficiales y rutinarias, son satirizadas a base de bien. El matrimonio Arpel, cuya esposa, siempre afanada en sacar brillo, es hermana de monsieur Hulot, tiene un hijo único, Gerard, que en ese microcosmos rígido y pautado, se aburre como una ostra en un acuario. Menos mal que a menudo viene su tío a rescatarlo y a llevarlo al lugar donde los niños y los perros corren en libertad y hacen trastadas.
 
De palique con la vecinita

Como los Arpel son acomodados (él es un importante ejecutivo en una fábrica de plástico), viven en una casa con jardín, que es una especie de extravío del funcionalismo: todo es grande, geométrico y… feo (o sea, de diseño). La señora Arpel está preocupada por monsieur Hulot, su hermano. Piensa que necesita una pareja, que tal vez así se centre. Prepara una fiesta a la que invita a algunos amigos y a una vecina soltera: en el absurdo jardín de la fea casa, con planos generales llenos de detalles hilarantes, asistimos al frustrado romance, la actuación de monsieur Hulot desencadena un contenido aunque persistente desastre.
 
La fiesta en el jardín

Otra de las funestas ocurrencias de la señora Arpel, consiste en presionar a su marido para que emplee en la fábrica de plástico al incorregible hermano. La llegada de monsieur Hulot a la factoría, será el detonante de una serie de gags al estilo del antiguo cine mudo. Aquí es oportuna una observación: en general en la película hay muy poco diálogo (las primeras frases se hacen esperar casi diez minutos), cediendo paso a sonidos ambientales y una continua presencia del célebre tema de la canción “Mi tío”. Al señor Hulot casi no le oímos hablar en toda la película, más allá de cuatro frases de cortesía. Es más que evidente el homenaje al cine mudo.
 
El desperfecto se avecina en la cocina

Hay quien dice que la película carece de argumento, consistiendo en una mera yuxtaposición de cuadros y escenas costumbristas, en un sarcástico retrato del advenimiento del mundo moderno y sus nefastas consecuencias. Podría estar de acuerdo, con dos importantes matizaciones. Una, que el ritmo y el equilibrio impecables de la película, sin duda, han exigido un rodaje minucioso donde todo se sincroniza y encaja a la perfección y no hay nada gratuito o superfluo. Para dar esta sensación de espontaneidad y factura episódica o accidental, no quiero ni pensar en lo milimétricamente calculado que debió de ser el trabajo. Nada pues de rodar escenas improvisadas. Y dos, la burla, la sorna con que es contemplado el mundo de los Arpel, nuestro mundo de hoy en definitiva, nunca es agria, no descalifica ni vitupera. Tati no era un agitador y su mirada está siempre cargada de ternura: incluso los ridículos Arpel son redimidos: hasta ellos pueden ser felices a su modo en los muros de la jaula que se han construido. Con sus disparatadas comodidades, son tratados con la más generosa clemencia, únicamente parece proponerse al espectador que huya, si puede, de ese lastimoso modo de vida, a un lugar donde se reencuentre con la fantasía y lo inesperado. Allí lo aguardará Monsieur Hulot con su pestilente pipa, su incómodo paraguas y su lento velomotor, dispuesto a promover, con la mejor intención, una nueva hecatombe.

Allí, en la inexistente e imprescindible Arcadia.  

Y aquí, la célebre canción que suena durante gran parte de la película.
 
 
 

martes, 12 de noviembre de 2013

Ajedrez: El Proceloso Mar De Las Celadas

En los tiempos, bastante pretéritos ya, en que era impulsado por una moderada ambición ajedrecística, tuve la desgracia de que cayera en mis grasientas manos un libro titulado “200 Celadas de Apertura”, escrito por un tal Emil Gelenczei, de la colección Escaques, ediciones Martínez Roca. Este libro, del que me empapé ávidamente, destruyó mis ya escasas posibilidades de medrar en el mundo del tablero y quisiera recomendar a cualquiera que se inicie en este difícil juego que ni se lo mire, no vaya a incurrir en mi mismo error.
 

Estudiar celadas es un mal negocio: crees que vas a terminar la partida en quince jugadas y toda tu estrategia queda reducida a armar una trampa para ver si el adversario “pica”. En la práctica, el adversario no suele picar y esquiva la celada, dejándote en una posición inferior que tienes que manejar malamente durante el resto de la partida, hasta que pierdes.

En el aspecto digamos recreativo, las celadas que tienen éxito dan lugar a partidas muy breves llamadas miniaturas, que son divertidas y tienen un falso brillo de espectacularidad, entretienen y cautivan, pero preparan muy mal para el juego paciente, de maniobras posicionales, de planes bien llevados a cabo que es con el que ganan las partidas los buenos jugadores, los que saben.

Desoyendo mi propio consejo, incluyo hoy una de estas bonitas miniaturas que dejaré abierta para que el lector remate con blancas la faena. Es un Gambito de Rey, emprendedora apertura que fue muy popular en el siglo XIX y que hoy ha caído en relativo desuso.

Ward – Brown

1. e4  e5    2. f4  exf4    3. Cf3  f5?!  Los teóricos dicen que este contrataque es un poco prematuro y se rechaza con 4. e5! ¿Qué es mejor? ¿Qué es peor? Si lo supiésemos ya no habría juego.
 

4. Ac4  fxe4    5. 0-0  exf3    6. Dxf3…  El blanco en dos jugadas ha regalado dos maderas, un peón y un caballo. En el juego de hoy en día nadie despliega estos atrevimientos tan arriesgados.
 

5…  Ac5+    6. d4!  Axd4+    7. Rh1…  El blanco ha regalado otro peón para abrir líneas de ataque. En este momento, según los análisis del programa Fritz, está perdido por la desventaja material pero, claro, hay que jugar.
 

7…  d6    8. Axf4  Cf6    9. Cc3  Ag4?  Ésta es la cagada que, tarde o temprano, comete el que juega sometido a tanta presión: el negro se ha creído, el pobre, que puede contraatacar y le va a caer la del pulpo. Según Fritz la cosa no estaría tan chunga sacando el caballo de dama o haciendo 9… De7.
 

8. Tae1+  Rf8    9. Dd5!!  ¡Cómetela y estás muerto! Si 9… Cxd5  10. Axd6+ Rg8  11. Axd5+, seguido de mate. O sea que hay que defender la amenaza en f7.
 

9…  Dd7    10. Dxd4  Cc6
 

Ahí lo tienes. Todo tuyo. Precioso y fácil remate: las blancas dan mate en 3. Imparable. Breve y espectacular partida, escasamente didáctica eso sí.

Ah, y antes de que se me olvide, las soluciones a los mates de la entrada anterior:

Mate en 3:  1.Ce7+ Rh8  2.Dxh7+ Rxh7  3.Th3#

Mate en 4:  1.Axd5+ cxd5  2.Dxf8 Rxf8  3.Tc8+ Ad8  4.Txd8#

Mate en 5:  1. Dxf7+ Txf7 (Si 1… Rh8  2.Dg8+!)  2. Axf7+ Rh8  3.Te8+ Axe8  4.Txe8+ Cf8  5.Txf8#

Subo también una curiosa tira que me envió un amigo en un comentario:

 
         

domingo, 10 de noviembre de 2013

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 15

9.                          LOS DUEÑOS DE LAS CALLES

Parece que un cómputo estrafalario de eras geológicas se haya desplegado entre aquellos tiempos, en mi mente tan lejanos, y el presente en el cual rememoro aquellas insustanciales hazañas, las de un crío perdido en la confusión y la ignorancia, tratando de identificar la dirección y el sentido de sus anhelos, vectores entonces embrionarios que, pudiendo haberme conducido a algún lugar de la vida, me confinaron en un insulso tiovivo, en el que se consumieron muchas vueltas, mientras yo mataba el tiempo con algunas desdichadas ocupaciones, esperando con absurda impaciencia a hacerme mayor. Aunque no han pasado tantos años, aquella se ha cristalizado como una época nebulosa y mítica, arcaica y remota, de la que señalaré ahora un detalle de gran relevancia: apenas había coches en las calles, por lo tanto, éstas pertenecían, casi por entero a nosotros, a los ganapanes, a los chavales que correteábamos como perrillos en libertad. A lo largo de toda la calle Mayor había dos o tres vehículos aparcados: el Biscúter del fotógrafo (un minúsculo coche que no tenía marcha atrás y se estacionaba a empujones), el Seat 1400, un huevo de color marfil, grande, feo y desvencijado, propiedad del farmacéutico y, el más antigualla de todos, un “Pato” Citroen negro, con abultados guardabarros delanteros, como en los de las películas de gangsters. Hay que añadir un par más si era domingo y se habían dejado caer, a través de la frontera cercana, media docena de exóticos turistas franceses con ánimo de adquirir esas horrorosas bebidas que ellos ingieren y que no era capaz de trasegar ni mi padre: el Pernod, el Pastis y otras porquerías por el estilo que, por un insondable misterio de la economía, aquí podían comprar a un precio que para ellos era de risa, mientras que, en su país de origen, les costaban un ojo de la cara. De paso, el fotógrafo de la calle Mayor (el del Biscúter) intentaba venderles sin éxito unos espantosos souvenirs, unas sevillanas de trapo cuyos modelos reales jamás se habían apersonado en carne y hueso por Jaca y unos abrecartas en forma de sable, de un acero toledano que se oxidaba nada más echarle el aliento.

 
Un soleado jueves por la tarde nos hallábamos en la calle Mayor, en calidad de dueños de la misma, una parte de la chiquillería de mi clase. Los jueves por la tarde no teníamos escuela y, si nos juntábamos una docena o más y entre ellos estaba Vázquez, que tenía un balón de cuero, nos íbamos a jugar a los glacis de la Ciudadela, pero si estábamos pocos, o faltaba Vázquez con lo que sólo disponíamos de un pelotón de goma, jugábamos en la calle: el ancho de la calzada era la portería y los bordillos de las aceras, los postes, lo que daba lugar a marcadores abultados y no pocos conflictos. Si venía un coche, parábamos el partido. Creo que íbamos perdiendo por 24 a 19 y yo llevaba la pelota, cuando Rivero me dijo:

-¡Aquí Cagamanturrio, pasa!

Pero no le pasé y, percibiendo que el portero de ellos estaba despistado jugando con unas chapas, tiré desde medio campo con todas mis fuerzas. La pelota rebotó en un adoquín y se elevó yendo a parar al balcón de la señora de Quintana, que tenía muy mala leche y no nos la devolvió, con lo que aquella tarde se acabó el partido nada más empezar la segunda parte. Con la desventura añadida de que la pelota confiscada era del animal de Zaborras, el cual tras insultar un rato a la señora del balcón, con unas palabrotas que los demás no habíamos oído todavía, nos dio un par de rabiosas collejas a Rivero y a mí. Esto nos sentó muy mal a ambos y, como con Zaborras no podíamos, decidimos vengarnos en la señora de Quintana.

 
A partir de esa tarde, cuando pasábamos camino del colegio llamábamos al timbre del principal derecha, que era su piso y la martirizábamos:

 - ¿Quién llama? – Vociferaba desde arriba.

 - El de la cesta.

 - ¿Qué cesta?

 - La que lleva en el culo puesta. – Y nos íbamos corriendo alegremente, muy ufanos de nuestro ingenio.

 - ¿Es casa Consuelo?

 - No, aquí no es.

 - Pues, sin suelo, se va usted a dar un buen morrazo…

Luego ya no nos contestaban y entonces llamábamos aún más infatigablemente, hasta la malhadada mañana en que se abrió bruscamente el portal y el señor Quintana agarró a Rivero del pescuezo y comenzó a emprenderlo a pescozones. Yo salí, pies para qué os quiero, pitando y, cegado por el pánico, crucé la calle Mayor al galope sin percatarme de que un coche, el “Pato” Citroen negro, conducido por don Gregorio su dueño, venía de frente a mí que estampé mis rodillas en el parachoques delantero y la cabeza en el morro del vehículo, saliendo rebotado hacia atrás y cayendo como un costal sobre el empedrado de la calle, donde quedé tendido exánime, extendido boca arriba, como en la losa de una morgue a la espera del forense…
 
 

viernes, 8 de noviembre de 2013

En El Bando Perdedor

Esta es, según los que han tenido la paciencia de escuchar mis escarceos musicales, mi mejor canción. O la menos mala, si quieres. De este modo, tienes una buena pista: si la oyes y no te gusta, podrías prescindir sin remordimientos de todas las demás.

La compuse y secuencié hace más de quince años en un apreciable programa de aquella época que se llamaba XGWorks y funcionaba muy bien con tarjetas de sonido de Yamaha. Esta semana me ha dado por retomarlo y lo he vuelto a masterizar, aprovechando las capacidades de audio del programa Reason. Me ha gustado cómo ha quedado pero, claro, soy el padre de la criatura y qué voy a decir. Un soporte rítmico y armónico de guitarra, bajo y batería, con un colchón de cuerdas, todo emulado, sostiene una melodía bastante pegadiza en tres partes, que hacen de estrofas y estribillo.

Aquellos que se chuflan, sin acritud, de mis esfuerzos musicales, me proponen que escriba la letra de la canción y la cante, sin embargo saben que una almeja tartamuda tendría mejores posibilidades que yo para entonar armoniosamente. No obstante, por si alguien quiere hacer karaoke, esta vez he escrito el texto, “uno que más o menos vaya bien con la música, la música es lo primero”, como dice con toda frescura Jeff Lynne, el líder de Electric Light Orchestra. Acertaste. Otro de mis referentes.
 
 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Las Piedras Preciosas

Estaba en el Instituto, jugando a ser un alumno aplicado con moderación, haciendo mis primeros pinitos en la apasionante disciplina de la Química, cuando la noticia devastó mis sesos a medio cuajar: un diamante y un trozo de carbón tenían exactamente la misma composición química, la misma fórmula, estaban hechos de la misma materia y sólo variaba su aspecto exterior. Venga, pensé, obséquiale a una chica una piedrecita de carbón y gástale la broma, si te atreves, de asegurarle que, ni más ni menos, has puesto en su mano una piedra preciosa disfrazada de mendiga.

No me atreví a explotar semejante “gracia” y hoy pienso que tampoco es tanta la diferencia: los Reyes regalan carbón a los niños malos, mientras otros reyes regalan diamantes a las niñas malas, total que viene a ser lo mismo.

Dentro de cada uno de nosotros se esconde una urraca fascinada por las cosas que brillan y yo no me siento una excepción. Entre las láminas de mi antigua enciclopedia, me recreaba la vista con ésta de piedras preciosas y me imaginaba que, a lomos de un velero, yo era Simbad el Marino, afrontando los peligros del monstruoso pájaro roc, para conseguir recoger unas cuantas de estas gemas. Los peligros reales, los he afrontado en las joyerías preguntando, sin temor al infarto, el precio de algunos pendientes o de algún anillo con brillantes como cabezas de alfiler, cuyo astronómico monto me ha llevado a regalar libros, bombones y otras cosas más asequibles, pese a lo mucho que me gustan las joyas, contemplarlas digo, ya que sería del todo incapaz de llevarlas.

 
En las láminas que he escaneado, además de las ilustraciones, podemos apreciar que se ha clasificado las gemas por familias y, en la mayoría de los casos, van acompañadas de la fórmula que expresa su composición química. Vamos, que solo falta el precio. Como están “hechas” en su mayoría de elementos materiales bastante corrientes, uno puede darse a la fantasía del alquimista aficionado y pensar que, yendo a una droguería en busca de cuatro productos y disponiendo de un buen laboratorio casero, las podría sintetizar a bajo coste. Esto se cuenta, poco más o menos así, en una exitosa saga de ciencia-ficción, donde los ricachos que han invertido enormes sumas en comprar diamantes, esmeraldas y rubíes, se ven arruinados por la fabricación industrial a gran escala de gemas indistinguibles por completo de las que ellos adquirieron.

 
De momento, deja de soñar: puedes imprimir las láminas y usarlas como guía de compras en la joyería más cercana, estaría bien ir preguntando ¿tienen de éstas? Póngame media docena.