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jueves, 25 de febrero de 2016

Ajedrez. Un Problema Que Fischer No Resolvió

O no lo resolvió en el tiempo que se esperaba, dada su vertiginosa capacidad de cálculo, vaya usted a saber quién se lo propondría y en qué términos. El ajedrez está más que lleno, saturado de mitos y mistificaciones. Al parecer, la partida más famosa de su historia, la conocida como la Inmortal, no procede de la seriedad de un torneo: según apuntan algunas investigaciones fiables y recientes ¡es una partida “de café”, amañada para hermosearla y hacerla más espectacular! Si seguimos hurgando en los anales del juego-ciencia, desmontaremos todas las componendas románticas: ni Steiniz le ganaba a Dios dándole un peón de ventaja, ni Capablanca fue invencible e irresistible con las señoras por espacio de varios años, la hegemonía soviética resultará que no fue tal, puede que Bobby Fischer no pisara Islandia en su vida ni esté enterrado allí y, quizás sí, la CIA había ocultado micrófonos en sus muelas, cualquier cosa.

El caso es que a mí me vendieron este bonito problema: blancas juegan y dan mate en 3 jugadas, como un asunto que derrotó a Fischer, se lo propusieron y no fue capaz de hallar la solución, ahí es nada. Huelga decir que a mí, si me hubieran dejado sin comer hasta que diera con el desenlace, hubiera muerto de hambre y no te estaría dando ahora la tabarra. Por cierto, lector aficionado: o lo conoces, o dudo bastante que des con la salida. Te lo repito, mate en 3, en 4 no vale, hasta yo lo sabría dar. Por cierto, con lo condenadamente difícil que es, un ordenador no muy potente con un programa como Fritz ¡lo resuelve en un instante! Las máquinas nos aventajan: el día del Juicio Final se acerca, Terminator está entre nosotros.

Juegan Blancas. Dan mate en 3

Antes, el torneo internacional de Benasque era un ámbito más reducido, los jugadores de nivel eran más accesibles y se mezclaban más a menudo con la plebe: a alguno le propuse el problema, creo recordar que al MI Mario Gómez… Y sí, les resultaba muy difícil, no daban así como así con la clave. Eso era antes de la era de las computadoras, claro, ahora todo se sabe al instante, sacas el móvil y Einstein te explica en un vídeo superasequible que el espacio es curvo.

En fin, suerte. Termino con las soluciones a los dos problemitas de la entrada del 21 de Diciembre de 2015, en el primero juegas 1.Th7! y sí 1… R x h7  2. Dh2+ Rg7  3. Dh6 mate. Si no se come la torre y hace 1… Rf8, merece una ejecución menos elegante: 2. Txf7 seguido de mate.

En cuanto al segundo 1. Txg7+ y al negro no lo salva de la ejecución ni el regreso de Bobby Fischer acompañado del profeta Elías (el que, según la Biblia, fue arrebatado por un carro de fuego).  

Pueden ser de ayuda para exprimir tu cerebro

lunes, 21 de diciembre de 2015

Ajedrez. El Aura Del Gran Maestro Internacional

Volviendo a las semblanzas del Torneo Internacional de Ajedrez de Benasque, voy a remontarme hasta 1985 o por ahí, para dar cuenta de un curioso encuentro con uno de los elegidos de este mítico juego del que, entonces como ahora, yo lo desconocía todo o casi todo. Por tal motivo, fuera de los manuales y de la letra impresa, apenas me había sido dado ver de cerca, in person, a un Gran Maestro Internacional (en siglas GMI), categoría esta, la más alta del deporte de los tableros y rodeada, por aquella época, de una aureola casi mística.

Un GMI era, para nosotros, pobres palurdos del ajedrez, un ser casi mitológico, adornado de perfecciones sobrenaturales, dotado de una mente poderosísima y de un talento infernal y artístico, un superhombre, vaya, que casi nos extrañaba que no se desplazara en limusina. Hoy sabemos que esta reverencia anida en otros deportes, tenis, fútbol, básquet o golf y que en el ajedrez profesional, fuera de una reducidísima élite, es casi un milagro comer caliente los días alternos.

Pero esto era hace treinta años y acudimos, con reverencia, a ver y a escuchar al primer GMI que, bajando del Olimpo, se dignaba participar en el Open de Benasque.


Lo que apareció ante nuestros ojos respetuosos fue un hombre alto y desgarbado, con unas botas de pescar, una caña y una corbella; yo le hubiera dado sesenta años (luego me enteré de que tenía cuarenta y tantos), tenía todo el pelo blanco y una nuez prominente bajo un rostro muy delgado y algo ajado. En resumen, era bastante feo.

Nos acercamos a él con respeto y, para trabar conversación y hacernos los simpáticos, le sondeamos:

 - ¿Gran Maestro Sahović? ¿Yugoslavia?

A lo que, para nuestra sorpresa, respondió muy airado:

 - ¡No! ¡No Yugoslavia! ¡Montenegro!

A continuación se irguió, alto y esquelético y, señalándose a sí mismo, remató:

 - ¡Montenegro! ¡Hombres apuestos!


Y muy digno, se retiró, dejándonos un tanto perplejos, pues no era mucho más apuesto que un viejo paraguas. De este modo, aprendimos que la perspicacia de los Grandes Maestros no reina más allá de las fronteras del tablero.

Hoy, el Gran Maestro Dragutin Sahović y Yugoslavia han fallecido, ésta desintegrada sin que nos haya servido de advertencia y, de aquél, apenas hay referenciadas unas pocas partidas con rivales de primera línea (Botvinnik, Bronstein… Ahí es nada) en Internet. Por cierto, el montenegrino no ganó el Open de Benasque, pese a ser el jugador de mayor ranking y sospecho que, en realidad, había venido a pescar en el río Ésera.

1. Rd4!

Volviendo al finalico de la anterior entrada de ajedrez (25-9-2015), yo hubiera jugado 1. Rd5 y… Ay cenutrio de mí, son tablas. La jugada correcta para ganar es 1. Rd4 y, contra 1. … Rc6 o 1. … g5, entonces 2. Re5, y contra cualquier otra, 2. f4 triunfando, como puedes comprobar fácilmente.

Y, para no martirizarte más, me despediré hoy con dos posiciones: las blancas juegan y ganan en ambas. De un solo golpe de vista se resuelven, lo cual da mucho gustito.

Blancas ganan (y mate en 3 o 4)
 
Blancas juegan: mate en 3 muy fácil

viernes, 25 de septiembre de 2015

La Guerra De Banderas En El Torneo De Ajedrez De Benasque

Un amigo, del mundillo ajedrecístico, me sugiere que cuente semblanzas y anécdotas de Benasque, un torneo de ajedrez que ha marcado el comienzo de mis vacaciones veraniegas durante más de treinta años. Como, a la edad que tengo, es muy difícil que nadie me pida que me esfuerce en recordar tal o cual suceso, o que cuente una anécdota que ya han oído setecientas veces, más bien la gente sale corriendo con cualquier excusa ante semejante posibilidad, decido hacer caso de la sugerencia del amigo, pese a la soterrada convicción de que se arrepentirá de haberla formulado.

 
Y como me desayuno con la noticia de la “guerra de banderas” en el ayuntamiento de Barcelona, deporte éste de gran predicamento entre las tribus celtíberas, viene a mi memoria un incidente ocurrido a mediados de los años 80 en el torneo ajedrecístico de mis amores. Era yo a la sazón un jugador flojo, casi tanto como ahora, que carecía del entonces ansiadísimo ELO Fide, para el profano una especie de rating internacional que cuantifica la fuerza ajedrecística de su poseedor. Hoy lo tenemos hasta los jugadores menos aventajados, pero en aquella época era un sueño figurar en un ranking internacional, a mí me parecía la rehostia. Además a los jugadores con ELO internacional les ponían una banderita muy cuca al lado del tablero, con su pie y todo. Hoy sé que hay demasiadas banderas en el mundo y que todas valen lo mismo, pero entonces me hubiera hecho más ilusión que una gorra a cuadros.

En aquellos tiempos remotos, el torneo comenzaba con largos preámbulos y discursos de los organizadores, de las autoridades y hasta del repartidor comarcal de Coca-cola, aquello se eternizaba. Hoy, con un elevado grado de profesionalización de los jugadores, los preliminares son más parcos y nadie se enrolla más de tres minutos, pero aquél día la cosa se alargaba y empezamos a oler a quemado.

El maestro internacional Félix Izeta, llevado de su entusiasmo patriótico, había prendido fuego al rayón o poliéster barato de la enseña española que adornaba su lado de tablero. Se armó un tumulto muy leve, había cosas más serias en qué pensar y, en aquella época, la icineración de la bandera constitucional era un elemento cotidiano de la, casi recién estrenada, libertad de expresión.

Al día siguiente, el maestro Izeta enfrentaba a Lucas Cisneros, un fuerte jugador zaragozano. El maestro vasco apareció provisto de un soporte con una enhiesta hoja de cuaderno escolar, donde había pintado, con más pasión que maña, una ikurriña con lápices de colores…

Su rival, Cisneros… No adivinaríais fácilmente la réplica que le dio. Extrajo, como si fuera la cosa más natural del mundo, otra bandera en su soporte, para ponerla de su lado del tablero: una primorosa enseña pirata, negra, con la calavera y las dos tibias. Fue un puntazo.

He citado, pese a las molestias que esta indiscreción pudiera reportar, los nombres de los protagonistas de esta bizarra historia. Lo he hecho, por si llegara a conocimiento de algún presente con una memoria más precisa, y fuera capaz y quisiera enmendarme o desmentirme algún detalle. La partida transcurrió sin otros incidentes dignos de mención, cada jugador amparado en el pendón de su fervor particular, dos grandes ajedrecistas, más fuerte el vasco, más ocurrente quizá el zaragozano.

Y, después de esta fábula sin moraleja, termino con dos brochazos estrictamente ajedrecísticos: uno es el movimiento del recordado Maiztegui, que en su partida jugó exd5!!? Soberana apuesta. Es de todo punto obvio que si el blanco juega Cxc7, pierde rápidamente; pero si tiene defensa, ésta no es fácil de encontrar, al menos para mí. El diagrama estaba en la anterior entrada de ajedrez. Y ahora, observa este otro:

Juegan blancas y ganan
 
Donde tampoco encontré la jugada precisa en esta posición. Y mira que parece fácil: aprovechando que el rey negro está alejado, el blanco se engulle el peón, corona el suyo y gana… Pero como es frecuente sólo hay UNA jugada que lleva a la victoria. Mira a ver si la encuentras tú.  

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Memoria De Lincoln Maiztegui

Conocí a Lincoln Maiztegui en Barcelona, hacia 1979 o 1980. Por aquél remoto entonces, yo jugaba al ajedrez en el club Foment Martinenc y él acudía como jugador-parroquiano-invitado a nuestro club, que era a la sazón uno de los más animados de la Barcelona entera. Me llamó mucho la atención un hombre bohemio, un contertulio muy brillante, fumador, bebedor, hablador y noctámbulo... Lo ideal en aquella época. 

Fui enterándome superficialmente de algunas de sus circunstancias vitales: era uruguayo y había recalado en Barcelona, para evitar ser represaliado por la autodenominada dictadura cívico-militar que había asumido el mando en aquel, por entonces, revuelto país, del que yo, como todos los gallegos, no sabía nada en absoluto. Ni lo supe por él: no nos hablaba ni de los tupamaros, ni de las caceroladas, ni del Partido Blanco, ni del Partido Colorado, extremos estos que me parecieron sorprendentes cuando me enteré de que era periodista y profesor de Historia (y, más adelante, de que ha escrito una extensa historia de su país, titulada “Orientales”). Hablábamos de música, de cine, de libros y, sobre todo, de ajedrez. He conocido a pocas personas que sepan tanto de estas cosas, en particular, de la última... Vaya cómo le gustaba disertar y tener su público, merecido, pues era un interlocutor de una amenidad extraordinaria aunque, sí, le gustaba escucharse.

 
Su vida en Barcelona parecía un tanto a salto de mata, como la de numerosos exiliados latinos que, en aquella época, poblaban una ciudad que no les debía ser particularmente acogedora o cómoda. Me refiero a que su situación, sea por la decidida bohemia vital, sea por el encubierto desdén que padecen estos intelectuales extrapolados, era, no sé en qué términos precisos, de una cierta penuria, que el señor Maiztegui encaraba con la decidida vitalidad de un hombre grandullón y jovial.

Ha jugado en numerosas ocasiones el torneo de Benasque: ganó el primero de todos y ha jugado el más reciente, el trigésimo quinto, que será el último para él. El alfa y el omega.

Lo que más me llamaba la atención en este terreno del tablero es que no era un fuerte jugador de ajedrez: hubo una época en que teníamos el mismo ranking, sin embargo él podía haber reescrito la Enciclopedia del Ajedrez de memoria y yo podía poner todo lo que sabía en un papel de fumar y aún me sobraba sitio… Sólo mucho más tarde he comprendido la diferencia enorme que hay entre el saber ajedrecístico y el ajedrez como competición deportiva. En este último terreno influyen muchísimos otros factores: el carácter, el temperamento, la motivación, la autoestima, los reflejos, la confianza en uno mismo y la forma física, por nombrar solo unos pocos. Casi ninguno de ellos le acompañaba a nuestro amigo Maiztegui: impulsivo y extrovertido, apasionado e impaciente, muy a menudo era víctima de algún factor que espantaba la caza.

 
En una ocasión, fue expulsado del torneo de Benasque, por lanzarle un reloj a la cabeza a un adversario que le había llamado “sudaca”. El episodio es rocambolesco y, si alguien lo desea, se lo contaré con detalle, no aquí, para no alargar en exceso y distorsionar el sentido de la entrada.

Durante mucho tiempo, tuvo a su cargo la colaboración plasmada en la sección de ajedrez de El País, periódico que siempre estoy vituperando y, por una vez, voy a elogiar: desde hace mucho tiempo no conozco, en la prensa diaria, una sección de ajedrez tan buena como la que lució (en tiempos de Maiztegui) y luce ahora (con Leontxo García) el periódico citado. De la época de Maiztegui, recuerdo con especial placer, cuando ponía un final de partida de corte artístico. Y como homenaje, pondré aquí una posición de una de sus propias partidas, allá en Uruguay en 1965, para que discurras. Juegan negras y dan la campanada. Decir que se gana es difícil: ni con el ordenador llego a una conclusión clara, así que lo dejo en “Juegan negras y dan una espectacular muestra de ingenio”.

 
El lunes leí la noticia de su fallecimiento, DEP. Ahora que (tarde) me entero de lo polifacético que era, de su talento tan admirado como controvertido en su país, quiero dedicarle una de las pocas muestras de respeto que verás escritas en este blog.
 

martes, 2 de junio de 2015

Ajedrez. Cuando El Rival Es Una Computadora

A mediados de los 80, llegaron al mercado unas maquinitas con las que podías jugar al ajedrez. Eran caras como la langosta y no es que fueran adversarios de cuidado, más bien las primeras eran un tanto previsibles y tontorronas, tenían lo que se ha llamado un “juego maquinal”, basado en el material, en la “fuerza bruta”, pero como eran más lentas que la administración de justicia, no es que calcularan con una profundidad abisal: un mate en 4 jugadas les podía llevar todo el rato de la merienda. Además, en los finales de partida, su estrategia era un tanto deplorable y las podías engañar, haciéndoles la pirula y dejándolas con la piruleta. Eran las primeras Chess Challenger, Novag y Mephisto. Un problema añadido era que, si querías que jugaran con un poquito de nivel, tardaban más en responder que las piedras y aquello era un aburrimiento.

Poco a poco, fueron mejorando. Recuerdo a Amador Cuesta, un señor que escribía en las revistas especializadas en el noble juego, detallando la evolución de tales artefactos y los modelos de mayor rendimiento. La Mephisto de la fotografía todavía funciona, la adquirí en el Corte Inglés de Barcelona y me costó lo que hoy valdría un portátil de gama media. Todavía era lenta, pero ya era un rival de cierta envergadura. Qué tiempos. La primera que tuve que jugaba con un mínimo de sentido fue la Novag Super Constellation, no sé qué hice de ella. Paleoinformática: el uso de ordenadores personales no se había extendido aún por los hogares humildes de estos olvidados páramos.

Do you remember the future?
 
Cuando llegó el PC a las casas, de la mano de esos escolares que lo querían “para estudiar”, su procesador, más potente que el de las maquinitas dedicadas, se puso, entre otras muchas cosas al servicio de los programas de ajedrez, que venían en disquetes: M-Chess Pro, allá por 1995, fue el primero capaz de dar unas hostias de campeonato. Las tornas se habían cambiado. Luego vendrían los Rebel, Fritz, Genius, Hiarcs… Hasta hoy, cuando nadie en su sano juicio se atrevería a retar a un programa ejecutándose en una plataforma rápida, de varios núcleos. En el momento presente, los programas son intratables y no se puede jugar contra ellos, ni aun siendo un perfecto masoquista. El problema actual es cómo rebajarles la fuerza para poder echar una partidita medianamente entretenida.


Estos dos disquetes almacenaban más
sabiduría ajedrecística que mi cerebro

...Y estos, también
 
Y hay programas que se adaptan más bien o más mal a tu nivel de juego, sea el que sea: en unas cuantas partidas te lo han medido y luego juegan como tú, poco más o menos: te dan el gustazo de ganarles alguna partida y te dan con la morcilla gorda y negra en el ojo en cuanto te descuidas. Claro, que no es fácil para un programa simular un juego humano y cometer errores creíbles, aunque algunos lo hacen, más bien que mal.

El mejor que yo conozco es Shredder para iPad: por 7 u 8 euros (iPad no incluído), te agencias un contrincante de cuidado, de mucho cuidado si lo pones en estilo “aggressive”. Se adapta muy rápidamente a tu fuerza como jugador (mide tu ELO) y te las va a hacer pasar canutas aunque le ganes. Tiene un juego humano, emprendedor, tocapelotas y, hasta sus errores, son muy “lógicos”. Es rápido (responde en el acto incluso, a niveles bastante fuertes) y no te aburrirás con su ritmo ni con su juego, más que activo, asesino.

Ahora que estoy “retirado”, me entreno un poquillo con él y, normalmente, me canea de lo lindo, aunque, el otro día, pude hacerle una versión del “sacrificio inmortal”, entregando las dos torres para meterlo en una red de mate. La partida es verificable (es decir, cualquiera podría comprobar que el dispositivo juega así) y la consigno aquí, para darme un poco de moral, omitiendo las 313 derrotas anteriores. en las que jugué, como diría Mafalda, como un “pichiruchi”.

Primero la planilla completa, de la que estoy tan ufano, tal vez sin motivo. Es una partida a 15 minutos.

 
Cualquiera que me conozca, sabe que juego el gambito Morra y lo planteo así de chapuceramente.

 
Con esta jugada tan “activa”, el programa la caga de lo lindo, cuando le juegue b4, ya las puede tirar.

 
Éste es el “sacrificio inmortal”.

 
El negro se ha comido las 2 torres y va a morir del empacho, aunque al melón que lleva las blancas le cuesta encontrar el camino.

 
Este jaque doble es la clave del asunto (ya era hora, macho).

 
Mate pirulero, la pringaste, compañero.
Y hasta otra, amighost.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Ajedrez. Adiós A Todo Eso

Utilizo para esta entrada el título en español de un libro autobiográfico de Robert Graves, en el que cuenta sus atroces experiencias personales en la Primera Guerra Mundial y el modo en que, pese a haber sobrevivido, fue alcanzado por la certeza de que el inexorable binomio guerra/tecnología habría de enterrar de manera definitiva el concepto cristiano occidental de civilización humana, que él había heredado (concepto, por otra parte, lastrado de una forma esencial por la hipocresía y la falsedad, no nos vayamos a pensar que era un carca conservador). El hecho es que, por un lado, vivió a partir de entonces largas temporadas expatriado en una especie de exilio o alejamiento y acabó yendo a establecerse en lo que, antes de la llegada masiva de los turistas, era el culo del mundo, en la isla de Mallorca y, por otro lado, dio a la luz un libro que debiéramos leer los votantes antes de echar en las urnas papeletas con los nombres de algunos cafres.

El caso es que, siendo el ajedrez un trasunto sublimado de la guerra, también ha sido alcanzado por el influjo aniquilador de la tecnología: los cazas y los drones son cada vez más rápidos, los carros de combate, más potentes y veloces, imperan los modos y conceptos de la blitzkrieg y, la antigua visión de un juego sosegado para pasar las largas veladas de invierno, es tan anacrónica como el “informator”, que los jóvenes jugadores ni saben lo que es, ni yo se lo iba a decir aquí, ¿para qué?

Closing Time (Tom Waits)

Adios Amigos (Ramones)

Los tiempos de reflexión concedidos a cada jugador por el reloj para el cálculo de jugadas, han descendido, desde las dos horas y media para el primer control a las cuarenta o cuarenta y cinco jugadas, hasta la hora y media actual para toda la partida. Un amigo mío se queja del asunto, diciendo que, al final, retirarán el tablero y las piezas y dejarán a los dos contendientes enfrentados tan sólo con el reloj por medio, dándole pim-pam, pim-pam, y al primero que se le agote el tiempo, pierde la partida: con veinte segundos sería suficiente para un espectáculo que, justo es reconocerlo, sería más mediático.

En honor a la verdad, debo decir que lo que a mí me ha retirado, es mi falta de reflejos para la competición (el tiempo es igual para ambos contrincantes, ¿no?) El caso es que no creo que vuelva a jugar torneo alguno, fuera del de Benasque, cuyo carácter vacacional me recompensa ampliamente del estrés de acarrear madera por un enigmático tablero. En mi club aún no saben esto, pero imagino que cuando se enteren, acogerán mi deserción con el adecuado alivio.

Me consuela la convicción de que no voy, después de dos o tres horas de estrujarme el cerebro, a jugar ya casi nunca una posición como ésta, a trote gorrinero, con un minuto de tiempo restante:

Blancas juegan y ganan.


Por si no vuelvo a las andadas con entradas del noble juego, explicaré que el blanco tiene que coronar el peón, pero mientras el alfil esté en la gran diagonal a2-g8, no puede pasar. Yo jugué 1. Cc5 y no fui capaz de ganar. Tarugo que es uno.

La clave es 1.Cg5! que amenaza Ce6 tapando la diagonal, con lo que se fuerza 1… Ag8, pero ahora, el caballo está bien situado y juega 2.Cf7 ¡Vaya por Dios! piensa el negro, si muevo el alfil, la cago. Acercaré el rey 2… Rd2 3.Rf8 ¡A mover el alfil! 3… Ah7  4.Cg5 otra vez y ahora, ¿dónde ir?

Ruina total: si 4… Ag6  5.Rg7 Ae8  6.Ce4+ Re3  7.Cd6 Ah5  8.Rh6 y ganan blancas porque el álfil ya no puede seguir controlando la casilla f7 y el peón corona, cual doña Leticia.

Y si 4…. Ab1, para recuperar la diagonal chachi, sigue 5.Ce6 taponando, con lo que hay que volver a 5… Ag6, pero tras 6.Cf4 Ac2  7.Re7 y al alfil ya sólo le queda el derecho a decidir entre 7… Ab3 8.Ce6 o cualquier otra jugada que permita 8.f2 ¿Chut-to o muet-te? No parece muy complicado… pero prueba a jugarlo en 20 segundos, 19, 18, 17….

Por cierto, si alguien pensó más de cinco minutos en el juego de los cuatro peones de la entrada anterior, llegaría a la conclusión de que el blanco gana moviendo 1.a1-a2 y, frente a cualquier jugada del negro, 2.b1-b2. Excepto si el negro ha jugado 1… b4-b3, que se gana tomando el peón. ¿Crees que debería aclararlo más? No sé…

Blancas juegan y ganan. Alucinante


domingo, 7 de septiembre de 2014

Ajedrez. Jugando A Los Cuatro Peones

Este es un sencillísimo juego que puede ser utilizado como iniciación al ajedrez. Se juega en un tablero cuadrado de cuatro casillas de lado: el bando blanco tiene ante sí 4 peones en su primera línea, los mismos que el bando negro, situado enfrente. Así pues, es un juego para dos jugadores, más un número indeterminado de mirones, que pueden decirle al que pierde: “eres más melón que los de Villaconejos”, o expresiones similares que siempre animan los juegos de café. En fin, éste es tan simple que no creo que se vaya a poner de moda, ni habrá campeonatos mundiales ni nada por el estilo, ya veréis. 

 
Los peones mueven hacia adelante una casilla sin cambiar de columna. Como en el ajedrez, pueden tomar o “comer” al que tienen delante en diagonal, pero el que tienen enfrente los deja trabados o bloqueados.

Explico esto para los que se dicen legos en el noble juego. Oigo a menudo sus razones: lo encuentran aburrido, las partidas son muy largas, los jugadores piensan mucho rato y el resultado es, demasiado a menudo, unas insípidas tablas.

Bueno, pues aquí tienen la solución: el de los cuatro peones es un juego ágil, rápido, hay que pensar pero no demasiado, finaliza en pocas jugadas y no acaba nunca en empate. Sólo tiene un inconveniente que luego diré.

Con las reglas del movimiento de peones heredadas del ajedrez, comienzan a mover las blancas y gana el primero que:

a) Se come todos los peones del adversario.

b) Llega con un peón hasta la primera fila del oponente, o

c) Deja al contrario sin movimiento, es decir, cuando le toca mover al pobre, tiene todos sus peones bloqueados y se convierte en el hazmerreír de la parroquia.

Como una imagen vale más que mil palabrotas, añadiré, sin comentarios, dos secuencias de partidas en las que, jugando con las blancas, hago el más espantoso de los ridículos.

Partida 1








 
El peón negro ha llegado a mi primera fila, por tanto pierdo.

Partida 2

 

 








 
Me he quedado sin peones, he vuelto a perder.Y eso que, en mi segunda jugada, he cambiado de plan.

 
Interesante posición: ay de aquél al que le toque jugar, pues ha perdido (todos los peones están inmovilizados).

Espero que paséis un buen rato antes de dar con la clave de la cuestión: pese al nefasto ejemplo de mis partidas, si ambos jugadores piensan un ratito y ninguno de ellos está aquejado por ninguna obnubilación pasajera, siempre ganan las blancas. Analizar todas las posibilidades, para un ajedrecista pasable, es un reto sencillo. El reto de hoy.

Problema: juegan blancas y ganan
 
La solución al problema anterior: 1. … De1+ 2. Af1 Dxf1+! 3. Rxf1 Ah3+ 4. Rg1 Te1 mate. ¿Cómo te has quedado?
 
¿Permitirán vapear durante las partidas?