sábado, 31 de diciembre de 2016

Si Puedes Creer Lo Que Ven Tus Ojos

Pues sí, me tocó el cupón de la ONCE y, bueno, antes de irme a Tahití, huyendo de Montoro en mi nuevo yate, el Christina 2, quería darme un capricho de nuevo rico.

Así que alquilé una de esas avionetas que escriben mensajes en el cielo, una de la empresa “Monegros SkyTypers”, radicada en el polígono industrial de Ontiñena. Por un precio bastante asequible, pude despedirme de mis paisanos con esta espectacular felicitación que hago extensiva a todos aquellos que no se atraganten con las uvas, no entren en coma etílico con el champán y, en resumen, sobrevivan a esta vertiginosa noche.



Si puedes creer a tus ojos, cuando tú te tomes las uvas, en la playa frente a la que estaré fondeado, allá en la Polinesia, será la una del mediodía del 31 de diciembre, hará un sol de ensueño y al 2016 aún le quedarán once horas para disfrutar.


Feliz 2017, os dejo, que estoy viendo cómo la joven Pahura comienza a desprenderse del pareo.


jueves, 29 de diciembre de 2016

Una Risa A Cuenta De La Desigualdad

Un amigo me ha mandado por Whatsapp la siguiente imagen que me ha resultado un tanto inquietante:


Gracias a aplicaciones como Whatsapp podemos intercambiar emoticonos a cascoporro, fotos de mascotas muy monas, platos muy apetitosos y chistes muy chabacanos... Pero éste me ha hecho recapacitar un poco. En primer lugar, ¿es un chiste? ¿Y a cuenta de qué me sonrío? ¿De la desigualdad? Entonces, ¿es una denuncia?


¿Con quién me identifico? Yo como proteínas todos los días, duermo caliente porque tengo un edredón muy bueno... ¡Y bajo techo! ¿Tengo mala conciencia por los que están achicando agua? ¿Respondo sinceramente? Pues no.


Por otro lado, me ha tocado trabajar toda la vida, quizá sea yo el que ha estado achicando agua durante miles de horas... ¿Tengo envidia de los que bogan tocándose el nabo? Pues tampoco.


Las soluciones políticas que brindan las derechas, serían seguirse descojonando de los que menean los cubos y, las que manejan las izquierdas, abrir un boquete en el lado de los que navegan menos aperreados. El populismo propone que, si todos nos concentramos, lograremos el poder mental necesario para cambiar esta barca defectuosa por un yate de 25 metros de eslora... Y gracias a todos ellos, seguiremos navegando como buenamente podamos.


Sin embargo, no dejo de reflexionar sobre las desigualdades económicas y sociales, pero en serio: España es uno de los países más igualitarios del mundo, pero uno de los menos igualitarios de Europa. Para medir esto más allá de las buenas intenciones, se usa el índice de GINI de distribución de la Renta. Si es cero, significa la igualdad absoluta, todos los sujetos reciben la misma retribución; si es uno, significa que un sujeto se queda con todo y los demás a verlas venir. En la CEE es de 0’30, en nuestro país es de 0’33 y en las repúblicas de Latinoamérica pasa de 0’50 (hasta 0’71). Para que te hagas una idea, los 20 españoles más ricos consolidan una renta equivalente a la del 20 % de la población menos afortunada... Pero si quieres saber más, ahí va un enlace:

http://www.pensandoelterritorio.com/el-indice-de-gini-y-la-desigualdad-en-espana/

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Caranchoa, Español Del Año

Casi todos aquellos que suelen despedir el año con un balance, están de acuerdo en considerar que 2016 ha sido un año horroroso en la mayoría de los aspectos: cultural, deportivo, sociopolítico, tecnológico y no sé cuántos más que ahora no se me ocurren.

La lista de óbitos entre las filas de los notables es abultada. Los que gozan de fustigar la corrupción a todas horas se han quedado sin su diana favorita, tras el fallecimiento de Rita Barberá. Los que añoran el glamour revolucionario de algunos despiadados dictadores del siglo XX, han perdido al emblemático Fidel... Por lo que a mis preferencias afecta, me he quedado sin David Bowie, Prince, Leonard Cohen, George Michael y Carrie Fisher (so long, Princess Leia).


Así que, a falta de grandes logros, de personalidades señaladas, en este país de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devoto de Cristiano y de María, de espíritu burlón y de alma inquieta, el personaje más relevante que encuentro para representar, definir, acaso emblematizar, el año que agoniza es el bravo y agresivo Caranchoa.



Para los tres españoles que aún no saben de qué va el cuento, la cosa parece dar comienzo en YouTube, donde un ingenioso muchacho, provisto del alias de GranBomba, gasta a los viandantes la siguiente broma repetida: “Disculpa, X, me podrías indicar dónde está, cómo llegar a tal sitio, a tal calle o plaza...” En donde X es un ingenioso insulto, normalmente compuesto, los más simpáticos son: bocachancla, soplanucas, papanatas, escupemierdas, cabezalmendra, pichacorta, peloestropajo y... Caranchoa. El viandante abordado con estos epítetos queda bastante perplejo, normalmente se incomoda y pasa del irrespetuoso bromista. Nada que no hayamos visto en programas de cámara oculta, pero el gracioso comete un error y aborda a un trabajador un tanto estresado: “Perdona, Caranchoa, me puedes indicar cómo llegar a la zona comercial”. Y ahí se produce el famoso rifirrafe en el que la víctima del abordaje le suelta un sonoro sopapo, una hostia, una bofetada, una galleta, un soplamocos o un guantazo de antología.



Me río un rato y luego reflexiono sobre un incidente que me parece enormemente indicativo del estado de la nación. A esto hemos llegado o esto es lo que damos de sí, claro, ahí estamos, como de costumbre, descubriendo la penicilina cada dos meses. Olé nuestros huevos. El vídeo se hace viral, la fama automática alcanza a los protagonistas: como presiento que dentro de dos meses nadie nos acordaremos de ellos, quiero dejar aquí constancia de algo que delata la verdadera naturaleza de nuestras inquietudes como pueblo soberano. Caranchoa rompe moldes y le rompe la cara al atrevido cargante. Éstos sí deberían copar la gala de los Goyas.



La modelo que participó en un pase de lencería en misa, Zetta o los inventores del iPhone extremeño, el jotero discapacitado, el Rodrigorrero de los contribuyentes y un largo etcétera de genios patrios, tendrán que aguardar su oportunidad por lo menos hasta 2017. A no desfallecer, muchachos, lo habéis tenido en la mano.

💣

viernes, 23 de diciembre de 2016

Entusiasco Os Desea Lo Mejor


El equipo de Entusiasco al completo, desde el mánager ejecutivo hasta el deshollinador no numerario y el limpiabotas con contrato temporal, reunidos en torno a nuestro árbol navideño (adquirido en un bazar chino por 15’99 €, de la partida destinada a mobiliario y enseres) hemos decidido por mayoría simple (con dos votos particulares) desearos a todos lo mejor de lo mejor.

Para empezar, unas Felices Navidades en 2016 y un opulento, propicio y floreciente año 2017, plagado de novedades tecnológicas que lleven la dicha a vuestros hogares y pletórico de salud, vigor y energía sexual (como es sabido, en éste y en otros campos, estamos contra la pobreza energética).

Uno de los votos particulares ha hecho hincapié en lo de desear, puesto que desear es gratis, tanto en lo material, como en lo anímico, mientras que querer (lo mejor para todos) conlleva algún esfuerzo y puede devengar algún coste que, debido a la actual crisis, no estamos en condiciones de afrontar.



El otro voto particular, insiste en que se haga explícito el destinatario del deseo, no bastando con decir “todos”; por lo tanto nos vemos forzados a concretar que los anhelos de que la paz y la felicidad colmen los corazones y los ánimos, se extiendan:

a hombres y mujeres de cualquier tendencia erótica o sin ninguna,

a los amenazados por la miseria y a los insensibilizados por la abundancia,

a los enfrentados en un conflicto, sin importar si su bando es el bueno o el malo,

a los creyentes en el niño Jesús, en el niño Mohamed, en el niño Moisés, en el solsticio de invierno, en las antiguas saturnales o, incluso, sin creencia alguna,

a los que van a celebrar algo y a los que no tienen nada que celebrar,

a los de cualquier credo político o nacionalidad, migrantes, apátridas o ciudadanos de la república independiente de su casa, de cualquier etnia, edad, sexo, estado civil o cultura, reconocida o no en los organismos internacionales.

¿Ha quedado claro? Pues Felices Fiestas en definitiva.




miércoles, 21 de diciembre de 2016

GeOdontología

Admiré relieves de modelado cárstico mucho más espectaculares que éstos de mi pueblo, cuando estuve en la Ciudad Encantada de Cuenca, a la que dedicaré una entrada cuando me salga de la punta del nabo (tengo que dejar de fingir que alguien lee este blog y empezar a escribir con mayor desfachatez, es más divertido).


Una pequeña caries

El rústico pasear de mis desocupadas matinées me ha llevado una y otra vez a estos parajes que aquí llaman las loberas. Desde que estoy jubilado, paseo más a menudo, pero hago menos fotos, porque no veo tres en un burro, escasamente la sombra de estos pedruscos, de un suelo medio desdentado, donde me siento a rumiar mis sórdidas fantasías.



Un tornillo para implante

 Hoy me he cruzado con un paisano que me ha cumplimentado con la desenvoltura característica de aquí: “Eh, Himphame, qué bien vives sin hacer nada, carnuz, mientras los demás trabajamos para pagarte la pensión”. Me ha parecido un tanto humillante, pero he refrenado el impulso de llamarlo caranchoa (es peligroso), o de apostrofarle de borborigmo, escrofulano o, simplemente, patán, y le he contestado: “Tú lo que tienes que hacer es activismo político a favor de partidos que prometan legalizar la eutanasia. Así, de aquí a pocos años, cuando ya no sea posible pagar las pensiones, a los viejos más inútiles nos dirá una amable enfermera: venga, señor Himphame, pásese el jueves por el ambulatorio, será solo un momentito, un pinchacito de nada y sus achaques y molestias se terminarán para siempre, gracias al tratamiento revolucionario que acabamos de poner en marcha en el centro de salud.”



Incisivos

Como a menudo deseo ser tragado por la tierra, he acabado viéndole dientes: y es que no demasiado lejos parecen proliferar unas dentaduras de roca bastante imperfectas; necesitan implantes, endodoncias o, cuando menos, limpiezas y enjuagues para combatir el sarro y la caries con que las feroces inclemencias del tiempo las castigan por estos fríos y ventosos despoblados.


Caninos

Aunque, por ahora (es de agradecer), la tierra nos engulle sin masticarnos, tal proceder podría cambiar en cualquier momento: aquí y allá asoman las amenazas de un designio maligno que esgrime unos molares ciclópeos para hacernos crujir los huesos.



Molares

Bien. Ya vale, se acabaron las pesadillas diurnas y me voy al bar más cercano a tomar un cortado. Me sacudo el polvo, porque sentado en el suelo me he ensuciado las articulaciones y algunas glándulas. Luego, me pasaré por la clase de Medicación Trascendental. Y es que, cuando uno se hace viejo, vuelven las actividades extraescolares: no recuerdo si esta tarde me toca Snowboard para la tercera edad o iniciación a la Hermenéutica.



¿Los dientes del diablo?
¿La boca del infierno?

domingo, 18 de diciembre de 2016

Subiendo A Fanlo

En el verano de 2005 subí dos veces en bicicleta al pueblo de Fanlo, en el alto Sobrarbe. En la primera ocasión iba sólo y, desde Sarvisé, tomé una carretera que corre paralela al barranco del Chate. A falta de cuatro kilómetros, lo cruza y se empina en revueltas cerradas por una ladera cuyo durísimo ascenso parece que no acaba nunca.


En la segunda ocasión, llegaba en compañía de un cuñado muy aguerrido, entrando por el cañón de Añisclo y siguiendo la carretera que pasa por Nerín; un trazado más largo y, en apariencia, con menos pendiente, pero igualmente extenuante.



Desde ambos lados se trata de la misma carretera, la Hu-631, estrecha, revirada y con no muy buen piso, lo que incrementa el esfuerzo, de modo que si tienes más de cincuenta años y acarreas más de noventa kilos como era mi caso, llegas a Fanlo, que se sitúa en el collado en el punto más alto, arrepintiéndote de tus pecados y solicitando el viático.



¿La recompensa? Bueno, te tienen que gustar los paisajes agrestes y los pueblos perdidos. Éste de Fanlo, con algún bello torreón, mucha piedra y mucha historia entre arrinconada y remota, lo van encontrando los usuarios del deporte de aventura, del turismo rural y algún buscador de tranquilidad en rincones recónditos.




Imagino que en algún momento, años atrás, Fanlo estaría en un tris de pasar a ser un lugar deshabitado, como les ha ocurrido a tantos y tantos núcleos de difícil acceso en esta comarca del Sobrarbe, uno de los lugares más despoblados de la Península.
La primera vez hice unas cuantas fotos con una cámara digital Sony. Entonces las cámaras digitales de bolsillo tenían poca resolución y casi ningún ajuste. Además el día era increíblemente luminoso y soleado.




Tras estas burdas excusas, apreciarás que la belleza del entorno se sobrepone a algunas deficiencias: me agradó en especial la vista en lejanía de la Peña Montañesa desde el oeste.




Tejados, ventanas, puertas, muros... configuraban un todo muy armónico que todavía sobrevive en su belleza austera y ancestral y, pese a un cierto abandono, no está casi en absoluto echado a perder.




Concluiré con dos observaciones muy superficiales, fruto de mi afición a fotografiar estos pueblos montañeses: una es la ubicua inclinación por la heráldica, a día de hoy hay en ellos más escudos que vecinos; la otra es el omnipresente cableado de luz y teléfono, tendido por unos operarios de una época de necesidades más perentorias, en la que se la sudaba a todo el mundo el asunto este de las bellezas del entorno rural.






jueves, 15 de diciembre de 2016

Vidas Ejemplares De Sujetos Peculiares 3. El Padre Oribacio

Desconozco por qué el fantástico escritor de ciencia ficción polaco Stanislaw Lem no es más popular entre nosotros. Mucha gente lectora no lo conoce (todavía), así que hoy voy a usurpar aquí su maestría para presentarte a un personaje muy singular, una especie de misionero galáctico: el padre Oribacio. Extraigo el texto de “Diarios de las estrellas. Viajes y memorias”. Sin más preámbulos, doy paso a la narración del maestro Lem, una gozada:

“— Escuche, pues. Ya los primeros descubridores de Urtama no tenían palabras de elogio para sus habitantes, los poderosos memnogos. Todos están convencidos de que esos seres racionales pertenecen a las criaturas, más serviciales, dulces, bondadosas y llenas de altruismo de todo el Cosmos. En la esperanza de que la semilla de la fe brotaría felizmente en esta clase de gleba, mandamos a los memnogos al padre Oribacio, investido de la dignidad de obispo 'in partibus infidelium'. Los memnogos le recibieron en Urtama con una hospitalidad ejemplar: le rodearon de atenciones casi maternales, le respetaban, obedecían a cada palabra suya, adivinaban sus intenciones y cumplían todos sus deseos, parecían absorber sus enseñanzas con anhelo; en una palabra, se le entregaron por entero. Las cartas que el pobrecito me escribía rebosaban de alabanzas y de satisfacción por su comportamiento…


Aquí el padre dominico se secó una lágrima con la manga del hábito.


— En una atmósfera tan favorable, el padre Oribacio no cesaba de predicar dia y noche sobre los principios de la fe. Después de explicar a los memnogos la historia del Viejo y del Nuevo Testamento, el Apocalipsis y las Cartas de los Apóstoles pasó a las vidas de los mártires del Señor. Pobre, éste fue siempre su tema predilecto…



Sobreponiéndose a la emoción que le embargaba, el padre Lacimón siguió hablando en voz trémula:


— Les narró, pues, la vida de San Juan, que logró la luz eterna por ser hervido en aceite, la de Santa Agueda, que se dejó cortar la cabeza por la fe, la de San Sebastián, que acribillado de flechas, sufrió crueles tormentos y en recompensa fue recibido en el Paraíso por los coros angélicos; les habló de los jóvenes mártires que sufrieron el tormento de descuartización, estrangulamiento, la rueda y la pira, soportándolo todo en éxtasis con la seguridad de ganarse un sitial a la diestra del Señor de las huestes celestiales. Cuando les había relatado la historia de muchas vidas parecidas, dignas de ser imitadas, los memnogos, todo oídos, empezaron a mirarse de soslayo; el mayor de ellos preguntó tímidamente:


— Reverendo sacerdote nuestro, maestro y padre venerable, si el atrevimiento de tus indignos servidores no es demasiado grande, dinos, te rogamos, si el alma de todo hombre dispuesto a sufrir martirio va al cielo.


— Indudablemente, sí, hijo mío -repuso el padre Oribacio.


— ¿Ah, sí? Muy bien… -dijo lentamente el memnogo-. ¿Y tú, padre venerado, deseas ir al cielo?


— Es mi más ferviente deseo, hijo mío.


— ¿Deseas también ser santo? -siguió preguntando el memnogo.

— Hijo amado, ¿quién no lo quisiera? Pero yo, un pobre pecador, no puedo soñar siquiera con una dignidad tan elevada. Para conseguirlo hay que emplear todas las fuerzas del espíritu y toda la humildad del corazón…


— Pero tú quieres ser santo, ¿no es verdad? -volvió a asegurarse el mayor de los memnogos, echando una mirada significativa a sus compañeros, que ya se levantaban disimuladamente de sus asientos.


— Claro que sí, hijo mío.


— ¡En tal caso, nosotros te ayudaremos!


— ¿De qué manera, amados míos? -sonrió el padre Oribacio, conmovido por el ingenuo celo de su fiel rebaño.



Entonces los memnogos lo cogieron suavemente pero con firmeza por los brazos y dijeron:


— ¡De la manera, querido padre, que tú mismo nos enseñaste!


Acto seguido le despellejaron la espalda y se la untaron con pez, al igual que el verdugo de Irlanda hiciera con San Jacinto; luego le cortaron la pierna izquierda como los paganos a San Pafnucio, le abrieron el vientre y se lo rellenaron con un haz de paja igual que le pasó a la beata Elisabeth de Normandía, después de lo cual lo empalaron como los emalquitas a San Hugo, le rompieron las costillas como los tiracusanos a San Enrique de Padua, y le quemaron a fuego lento como los borgoñones a la Doncella de Orleáns.


Después descansaron un ratito, se lavaron y empezaron a verter lágrimas amargas por su pastor amadísimo perdido para siempre. Los encontré así, desesperados, al pasar por su parroquia durante mi visita a todas las estrellas de la diócesis. Cuando me dijeron lo que habían hecho, se me pusieron los pelos de punta. Al colmo del desespero, grité:


— ¡Indignos criminales! ¡El mismo infierno es poco para vosotros! ¿Sabéis que condenasteis vuestras almas para la eternidad?


— ¡Oh, si -contestaron sollozando-, lo sabemos!


Aquel memnogo tan grande se puso en pie y me dijo:


— Venerable padre, sabemos que seremos condenados y atormentados hasta el fin del mundo: tuvimos que luchar desesperadamente con nuestra propia conciencia antes de tomar aquella decisión, pero el padre Oribacio nos decía siempre que no había cosa que un buen cristiano no hiciera por su prójimo, que había que dárselo todo y estar preparado para todo. Así que renunciamos con desesperación a nuestra salvación, deseando solamente que nuestro amadísimo pastor tuviera la corona de mártir y la santidad. No puedes imaginar qué difícil fue para nosotros, ya que antes de la llegada del padre Oribacio nadie aquí era capaz de matar una mosca. Le suplicamos, pues, repetidas veces, le pedimos de rodillas que cediera un poco y suavizara la dureza de las obligaciones del creyente, pero él afirmaba que por el prójimo se debía hacer todo, sin excepciones. Nos convencimos finalmente de que no podíamos negarle nada.


Comprendíamos igualmente que éramos muy poca cosa en comparación con aquel santo varón y que merecía nuestros mayores sacrificios. Creemos firmemente que nuestro acto tuvo éxito y que el padre Oribacio mora ahora en el cielo. Aquí tienes, padre venerable, la bolsa con la cantidad que hemos reunido para su proceso de canonización, porque él nos había explicado que así se hacía y que era imprescindible. Debo decirte que sólo le hemos aplicado sus torturas preferidas, las que nos describía con mayor entusiasmo.



Confiábamos que le serían gratas; sin embargo, él se resistía, y lo que menos le gustó fue tragar el plomo hirviente. En cualquier caso, no quisimos admitir que el sacerdote nos decía una cosa, pensando otra. Sus gritos no podían ser más que una señal de descontento de unas partículas bajas y corporales de su ser, así que no le hicimos caso, conforme a sus enseñanzas de que había que rebajar el cuerpo para enaltecer el espíritu.


En el afán de animarle, le recordamos los principios que nos inculcaba, a lo que el padre Oribacio contestó con una sola palabra, desconocida e incomprensible para nosotros; seguimos sin entenderla, porque no la hemos encontrado ni en los libros de oraciones que nos había regalado ni en las Santas Escrituras.”


sábado, 10 de diciembre de 2016

La Travesía Del Atlántico A Remo - Jean-François Laguionie

El cuento que comparto hoy fue, según he leído, primeramente elaborado como corto de animación, “La traversée de l’Atlantique à la rame”, que ganó la Palma de Oro al mejor cortometraje en Cannes en 1978. Lo puedes encontrar, en YouTube, con el audio ¡en ruso!

El autor de esta breve e intensa crónica, el francés, Jean-François Laguionie (n. 1939), nos ofrece una historia inquietante y turbadora, de ambientación vintage y no precisamente infantil para mi gusto, más bien me parece deudora de las narraciones de Poe (por ejemplo, el sobrecogedor pasaje del casino de Niza a la deriva). Y la perfecta concordancia del texto narrativo y la ilustración hacen de este pequeño tomo un todo verdaderamente misterioso.



Me pregunto qué pretende simbolizar esta radiante y estremecedora fábula... Desde luego no simplemente un viaje de bodas, ¿acaso la convivencia en pareja? ¿O tal vez la travesía por la existencia? La leo otra vez y no salgo de dudas. A ver si me echas una mano.



















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