domingo, 31 de mayo de 2015

Ay, Ese Himno Sin Letra... 2

Los medios, según su orientación ideológica o empresarial, alentaban o reprobaban el ya tradicional espectáculo que se nos preparaba anoche a los aficionados al fútbol: el de la pitada masiva a los símbolos del actual “marco de convivencia”, por parte de las multitudes inflamadas por los repartidores de chuflos y los promotores de rechiflas. Así, pude leer en internet:

La libertad de expresión fue el argumento que esgrimió Ada Colau, candidata a la alcaldía de Barcelona por el partido Barcelona en Comú, ganador de las elecciones municipales en la ciudad. "En democracia es esencial la libertad de expresión siempre que sea de forma pacífica. Harían bien en preguntarse el porqué de las protestas y los abucheos", expresó Colau.

 
Olé por el becario del periodismo que redacta para la versión digital de El País y olé por “La Niña de los Escraches”, futura alcaldesa de Barcelona, expresándose en su línea (férrea), impartiendo como siempre lecciones de democracia (como falta de respeto al adversario político, en tanto no sea posible su eliminación física). Imaginen, pero muy remotamente por favor, que yo apruebo y participo en las protestas gratuitas y abucheos viscerales contra, voy a definirlo de la manera más atolondrada e irresponsable que se me ocurra, “la chusma que ha votado a semejante pazpuerca, contra la barragana en sí y contra todo lo que simboliza semejante caterva de gentuza”. Uso el entrecomillado para hacer notar al lector la carga de bajeza inherente a tan viles insultos a un colectivo englobado de manera artificiosa y a una individua a la que se hace representativa de todo lo que uno, en su estolidez y ceguera, odia de modo tan absurdo como irracional.

Pues sáquense conclusiones. En simetría perfecta, este edificante espectáculo de masas se nos ofreció anoche, en la final de la copa de fútbol de un país que no se respeta a sí mismo, entre clubes cuya incoherencia les lleva a participar en competiciones por cuyas formalidades y tradiciones sienten un profundo y vandálico desprecio.

 
Las multitudes exacerbadas pueden en su desenfreno pitar y abuchear a quien les disguste, cortar la cabeza de un rey, matar a las hijas impúberes de un zar o desfilar marcando el paso de la oca. Las multitudes son así, ¿quién podría pedirles responsabilidades? Pero claro, aquí son los supuestos responsables los que reparten silbatos, azuzan y justifican, disfrutando de la más cómoda y fantástica impunidad. Hoy he oído en la radio que se va a reunir la Comisión Antiviolencia para estudiar medidas de un eventual brindis al sol. Oigo a mi amigo el Resentido decir burradas: “Que se apunten, la temporada que viene a la Copa De Su Puta Madre y ahí, sí, que silben a gusto y con motivos”. Mi amiga la Conciliadora, que además es del Barça y disfrutó con el primer golazo de Messi, me hace en cambio reflexionar: “Fíjate si es sólida nuestra convivencia y está asentado nuestro espíritu democrático, que una manifestación así puede ser aceptada con la mayor naturalidad, es el modo que permite integrarse y participar a la gente disconforme”. Yo, sin embargo, no las tengo todas conmigo y me pregunto qué mueve a esta obstinada persecución de los símbolos del común. Se me ocurren varias posibilidades, a cual más nefasta:

 
¿Es un modo de manifestar una especie de odio étnico? ¿De marcar una supremacía de las comunidades ricas de nuestra Liga Norte sobre el casposo sureño, más dado a identificarse con semejantes símbolos? ¿Es una protesta contra un Estado opresor que no les deja ser lo que son, los más ricos, los más cultos y los más socialmente avanzados de la península? ¿Es un recurso para dar mala imagen en el exterior, donde pensarán que somos una monarquía bananera o, por lo menos, el hazmerreír internacional? ¿O son simplemente ganas de chufla y de pasarlo bien a costa de la inanidad ajena? Nadie me va a sacar de dudas (porque la duda es consustancial a la democracia), pero en el último caso planteado llego a la conclusión de que “La Niña de los Escraches”, la monja friki, el Dioni y Carlos Fabra SÍ NOS REPRESENTAN.

Por cierto, hoy ha vuelto a sonar ese himno sin letra en Milán, frente al podio del Giro. No ha habido silbidos ni abucheos. Contador lo ha escuchado con evidente respeto y, hasta Fabio Aru que es italiano, ha descubierto su cabeza, tal vez por la deferencia que caracteriza a un señor.

 
Las multitudes no aprenden nunca. Algunos de sus más deshonestos instigadores se encargan de ello.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Miguel Labordeta - Retrospectivo Existente

En la película de François Truffaut Fahrenheit 451 (el libro de Ray Bradbury, desearía no morirme sin haberlo leído), vemos en un primoroso blanco y negro, una sociedad totalitaria donde los libros están prohibidos. Algunos disidentes salvan los textos de la persecución y la quema definitiva, aprendiéndolos de memoria. Y de esta manera, los libros perviven en ellos. Una utopía negativa al viejo estilo, vaya, porque en el totalitarismo que, medio nos aguarda, medio nos invade ya, los libros no son una amenaza y no se prohíben: simplemente se imbuye en las masas que leer es una estupidez y una pérdida de tiempo, habiendo entretenimientos más interactivos que da menos pereza abordar y que aburren menos, ¿verdad?

Yo no tengo ya, pobre de mí, retentiva para almacenar un texto largo: me tendría que conformar con un poema, en el supuesto de que me uniera a ese grupo de “resistentes” de las letras, los que declaman al final de la película.

Si solo pudiera recordar un poema, me gustaría que fuera éste.

 
RETROSPECTIVO EXISTENTE

Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.

 
 Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie, nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.

 
 ¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.

En este vídeo, un notable prócer de mis paisanos habla de un gran artista plástico y dse un gran poeta. Ha sido visionado en YouTube ¡algo menos de 40 veces! Ray Bradbury era un optimista: muy pronto ya nadie será capaz de, o tendrá el menor interés en, aprender ni el título de un libro clásico.


lunes, 25 de mayo de 2015

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 39

Caminamos por la carretera en dirección al bello cementerio, el melancólico jardín de los muertos que mi abuelo Jeremías había cultivado con lapidario esmero durante decenios (y que le aguardaba, más pronto que tarde, para premiar balsámico su amorosa dedicación). Caía una tarde apacible y tibia. Se veía a las primeras cigüeñas de la temporada volar sobre el río Aragón y las sombras de los álamos, aún desnudos, se iban alargando perezosamente sobre el desierto asfalto, apenas perturbado por el petardeo lejano de una isocarro. No nos cruzamos ni un alma a lo largo de todo el camino.

 
Íbamos charlando con un ánimo rayano en la exaltación: nos contábamos cosas de nuestros respectivos institutos, yo le obsequié con una semblanza muy graciosa del lado más impresentable y grotesco de Chus, de Josemari y de Mateo. Las peregrinas manías de éste último la hicieron reír de tal modo, que cuando atravesamos el portal del cementerio, unas monjitas del amparo nos obsequiaron con una mirada reprobatoria y, añadiendo un afilado cuchicheo, nos exigieron el respeto que cuadraba a la solemnidad del lugar. Extremo que conseguimos cuando ella se manifestó acerca de su condición de bicho raro en su instituto, a donde había llegado a mitad del curso pasado. Sus padres habían venido desde Galicia a trabajar en la fábrica de aluminio y ella, que era muy estudiosa, retraída y tal vez demasiado moderna, había caído fatal a todos, como “una nueva con muchos aires”. Y digo lo de moderna, porque estaba por completo al tanto de las novedades musicales extranjeras: me habló sobre todo de los Bee Gees y de los Moody Blues, grupos que seguirían estando de moda, aseguró, cuando la estrella de los Beatles comenzara a declinar.

 - Pero eso no será nunca –protesté yo.

 - Mira Teo, antes de lo que crees se van a separar, en realidad ya casi va cada uno por su lado.

 - Y tú, ¿cómo sabes todo eso? – Insistí.

 - Tengo una hermana de veintitrés años que se fue, hace dos, a trabajar a Londres de camarera.

 
Me quedé estupefacto al saberla con noticias de primera mano acerca de los grandes acontecimientos del mundo, aquellos que me interesaban de verdad. Le pregunté si su hermana había visto alguna vez a alguno de los Beatles por la calle y me dijo que no y que además, ahora iba a ser imposible, porque se habían ido a la India de ejercicios espirituales.

Nos habíamos sentado juntos sobre la dura y helada lápida de una tumba y cuando ya llevábamos un considerable rato departiendo, yo tenía un frío espantoso en el culo. Pero es curioso, le había hablado de mis empeños y le había contado mis asuntos, incluso los amorosos, con una confianza tan abierta como no la tenía con mis amigos o con Nines.

La verdad es que fue ella la que me cogió de la mano y la que luego me dijo: “Nunca me había besado con un chico”.

En un arranque de franqueza, hice lo que hasta entonces jamás había hecho y después nunca volví a repetir hasta hoy: le conté el morboso episodio de las asechanzas de don Gregorio. Me escuchó con una seriedad reconcentrada y me dijo:

 - No hay duda de que aquel miserable desvergonzado era un pervertido, como el que el otro día detuvieron en Sabiñánigo, figúrate: éste iba enseñando sus cosas por la calle, pero quédate tranquilo, hace un rato me he dado cuenta de que tú no lo eres, vamos, quiero decir que reaccionas normal. – Hizo una pausa y suspiró – tenemos que volver, que la tarde también se está muriendo en este cementerio y me estoy quedando tiesa.

 
Nos levantamos de la tumba, no como dos espectros, sino como dos compañeros de expedición, enlazados por las confidencias y ya no por las manos, pues las monjitas del amparo acechaban con suspicacia desde la penumbra, unas decenas de metros más allá. Unas letras en latón sobre la lápida que abandonaban nuestras posaderas (congeladas, las mías) reflejaron el más oblicuo e improbable de los rayos del sol moribundo y pude leer: “Don Gregorio López Suelves, capitán de la banca, 1923-1962, Descanse en Paz”.

 - Vaya, también es casualidad… - Dije señalándoselas a Lucía. Ella, sin decir nada, esbozó apenas el gesto de escupir sobre la tumba y nos fuimos. Durante el regreso me echó en cara que, en realidad, no le había enseñado el cementerio así que, para compensarla, le enseñé Jaca, es decir, callejeamos un rato por el bruñido adoquinado de las calles del centro, vimos la catedral y los porches y volvimos al instituto, ya casi a la carrera. A esas alturas ya me tenía sin cuidado ser visto por Nines o por quien fuera.

Lucía regresó a Sabiñánigo en el autobús, que cuando llegamos ya tenía el motor en marcha, entre sordas y ásperas reprimendas de sus profesores, visiblemente alarmados por su imprevisto eclipse, y chuflas y puntadas soeces de sus compañeros que, durante los dieciocho kilómetros de trayecto, corearon “¡Pascuala se ha echao novio, uno de Jaca, pa jugar al meteysaca!”

 
Esto lo sé porque, a partir de ese día, nos carteamos con regularidad. Cada dos semanas mandábamos o recibíamos una larga misiva con todos los detalles de nuestras lánguidas y esperanzadas existencias. Esta correspondencia duró unos seis o siete años, hasta que ella acabó los estudios de veterinaria y se casó con un industrial, el cual la llevó de regreso a su tierra paterna, pues la morriña de la joven hacía aconsejable esta decisión.

Desde este primer y único día, no volví a verla más. Miento: una vez me envió una foto pequeña y borrosa, en la que posaba ataviada de esquiadora. No la hubiera reconocido.

Esa misma primavera, unos dos meses después de nuestra estancia entre los muertos, robé una bici para ir a visitarla. Se me rompió el sillín a poco de comenzar a pedalear, antes de llegar a Guasa y lo consideré como una premonición de que no debía seguir adelante. Regresé andando a Jaca, dejé la bici abandonada en un patio y le escribí la única, de entre más del centenar de cartas que le llegué a remitir, la única quizá, que podía considerarse algo parecido a una declaración de amor. Ella me contestó dándome toda clase de detalles y consejos sobre el inminente examen de reválida de sexto. 
 

domingo, 24 de mayo de 2015

Elogio Del Voto Nulo 2

Las pocas veces en que, como hoy, he ido a prestar mi voto a una de las opciones que concurrían en la liza electoral, luego, más pronto que tarde, me he arrepentido, al ser testigo de los desmanes que cometían los representantes electos, con mi tácito apoyo. El municipio virtual de Gurguzcullar del Purejón, gobernado desde su fundación en las redes sociales (FAESbook, sobre todo) por el PimP (Partido imPopular), ha vivido unos tiempos convulsos, marcados por recortes, paro (stand by), desigualdades crecientes y caídas en los servidores. Atraído por las voces que reclaman un cambio, acudí a un videomitin de la candidatura on line “Gurguzcullar Ahora”.

Un escritorio contra el paro
 
Mónica Breos tomó la palabra para reivindicar el espíritu de los indignados e instar a nuevas acampadas de protesta: “Esta vez, iremos a Port Aventura” remachó, entre un delirio de clicks de ratón en el icono de aplausos. Blas Femias apuntó, una vez más, al creciente patrimonio de la Iglesia y a la pederastia episcopal como dos de los principales problemas de la sociedad de nuestro tiempo, anclada en los abusos derivados del Tribunal del Santo Oficio y otras instituciones obsoletas, como la monarquía, la constitución y la Unión Europea. Para mí, que se lio un poco. A continuación, Corina Petente, señaló la anorexia y la obesidad como señas identitarias de los países desarrollados y culpó a los recortes en programas de salud alimenticia y educación nutricional de tan grave problema. Por su parte, Gladys Coteca y Osama Taudehrissa, como representación de los colectivos de inmigrantes, denunciaron más de 500 casos de discriminación digital por razones de raza, procedencia, fe religiosa o impago de cuota por carencia de numerario. Finalmente, tomó la palabra el cabeza de lista, Juan Carlos Pesetero, que instó a la comunidad del cibermunicipio de Gurguzcullar del Purejón (22.807 seguidores, 21 concejales virtuales) a dar el paso hacia el cambio: “Tenemos que acabar con la vieja corrupción y sustituirla por otra que esté al alcance de todos, y terminar con la vieja casta, poniendo en su lugar otra mucho más igualitaria, sostenible y solidaria”. Esta vez yo también pulsé con el ratón el icono “fuerte aplauso” durante diez minutos y hoy he ido a votar por esta intrépida candidatura. Seguro que mañana me reconcome la aflicción, al sentirme cómplice de una nueva majadería.

Un escritorio contra los privilegios de la casta
 
Cosa que no me pasaba cuando me entregaba a mi inclinación natural: el voto nulo. Cuando hemos votado nulo, gane quien gane, “no nos representan”, con lo cual tenemos la conciencia tranquila respecto a los que mandan: no son de fiar.

Hoy me he encontrado una entrañable papeleta de las que yo fabricaba para meter en la urna, hace unos treinta años (ah, los 80) y me ha gustado. Y es el motivo, inspiración y pretexto de esta entrada.

Papeleta nula para las Generales del 86
 
Por lo demás, “traten otros del gobierno / del mundo y sus monarquías…” Como escribió Góngora. Suerte a todos y que gane el mejor, aquél que mejorerá durante los próximos cuatro años.  

jueves, 21 de mayo de 2015

La Entrada Número 400

La verdad es que nadie me había pedido que me sumergiera en este espantoso lío. Por supuesto, tampoco nadie me sugirió: “venga, Himphame, ya que llevas toda la vida dándonos una brasa infatigable a cuantos te rodeamos, haz partícipe al nutrido público de la red de tus simplezas”. Lo cierto es que se me ocurrió a mí solito y, largando, largando, hoy llego a la entrada que hace el número 400 en esta farragosa bitácora y, como digo siempre, “lo peor está por venir”.

Conforme se acrecienta la cuenta de los años que nos ha tocado penar por este valle de lágrimas, uno se vuelve más lúgubre, más malhumorado y más políticamente incorrecto. Me gustaría ser inmune a estos tres inevitables cambios, pero no está en mi mano. Últimamente me tira mucho el lado oscuro de la locuacidad y, sin ir más lejos, hoy tenía pensado meterme con alguna oenegé del tipo “Gilipollas Sin Fronteras” o “Save The Cockroaches”, pero haciendo un esfuerzo de autodominio me dedicaré, como digo, a celebrar, en esa intimidad en la que todos hablamos catalán, que he llegado a publicar cuatrocientas veces. Casi el cuádruple de las que proyectaba cuando empecé, el 10 de octubre de 2012, propalando “Sólo Buenos Amigos”, una entrada que incluía un tema musical homónimo, una breve canción que triplicó el éxito esperado, pues fue escuchada por casi tres personas, de las cuales un alcarreño me aseguró que, gracias a ella, había decidido desconectar su sonotone permanentemente a partir de entonces. Dios le bendiga.

 
El caso es que, cuatrocientas entradas y cuarenta y cinco mil visitantes después, sigo tan falto de ideas y de orientación como cuando empecé. Menos mal que no tengo director espiritual porque, ¿cómo iba a explicárselo? Cuando te jubilas, pierdes contacto con la vida activa que hoy es tanto como decir con la vida (la contemplativa no se contempla). De este modo, nadie viene a abusar de tu experiencia o de tu sabiduría, caso de que las tuvieras; así que nadie se percata si careces de ellas, es un consuelo.

Ahora publico menos, con la excusa de que mi vista no ha mejorado. ¡Y yo que, tras la operación de cataratas, aspiraba a ser piloto emérito de Ryanair!
 
 
Volviendo a lo de la incorrección política, no es que yo sea muy picajoso con mi minusvalía, pero ayer, en una emisora de ámbito nacional, hablaban de la miopía política para desacreditar a un candidato y de la ceguera ante los problemas de los refugiados, como prueba de egoísmo e insolidaridad. Miopía y ceguera, vaya, estoy seguro de que si fuera subnormal o maricón, en los medios de comunicación encontraría más sensibilidad, aunque insisto, no apreciaría que fueran cuidadosos: si pretendes no ofender a nadie, no puedes volver a abrir la boca. Lo comparto pero no lo respeto.

 
¿Y qué decir del público que por aburrimiento o negligencia abre una de estas páginas? Pues que me sigue sorprendiendo que sea tan numeroso, que la mitad o más sean extranjeros y, sobre todo, las entradas que según Google visitan: “Panfleto Antipedagógico…”, “Sonetos Crudos…” “Dos Lolitas” y “Babel…” se llevan la mejor parte, jamás adivinaría por qué.


 
En fin, gracias sean dadas a ese improbable público, a esa red que llena nuestros monitores de chucherías, con las que se nos permite creer que nos estamos comunicando con alguien y, mientras me quede un ápice de salud, seguiré publicando en la búsqueda y persecución de la Sandez Suprema. Y tú que la disfrutes con humor y salud.

martes, 19 de mayo de 2015

Sumisión - Michel Houellebecq

Tenía muchas ganas de leer la última novela de este impagable provocador, novelista y francés que, como mínimo, es garantía de una malsana diversión intelectual y, fiel a su costumbre, no me ha defraudado, aunque, a tenor de la polvareda levantada, me esperaba unas fabulaciones más pérfidas y contundentes del polémico y escurridizo Michel Houellebecq. Vamos, que contaba con divertirme más y, en lugar del humor sarcástico y la sorna hilarante que preveía, me he topado con una obra seria y, hasta cierto punto, circunspecta, que me ha hecho reflexionar más de lo que tenía pensado hacerlo este fin de semana.

Después de la apología del puterío desplegada en “Plataforma” y de las agudas y mordaces apreciaciones acerca del arte actual expuestas en “El mapa y el territorio”, mi intoxicador favorito se descuelga con una novela de política-ficción concebida para tocar las pelotas, tanto a occidente, como a oriente (próximo y medio), una breve fábula de contenido explosivo, que tuvo un desafortunado cruce con el cruento suceso del atentado a Charlie Hebdo, un hecho que la ha condenado a pasar un poco de puntillas para no echar más leña al fuego. “Sumisión” transcurre en el futuro inmediato, es una especie de “1984” pero con el plazo más corto. Dentro de unos años, o acierta o estará más pasada de moda que “Regreso al futuro II”, en la que viajaban a un 2015 donde los coches y los monopatines volaban y las zapatillas se ataban solas, ya te digo.

 
Francia, 2022. Elecciones presidenciales, segunda vuelta, quedan dos candidatos: Marine Le Pen por la extrema derecha y Mohammed Ben Abbes por la Hermandad Musulmana. Éste, con el apoyo de la izquierda y de los viejos republicanos laicos de derechas, será elegido Presidente de la República y dará comienzo al proceso de islamización de Francia. Tal es el marco de referencia de la narración y, conociendo los tics del bueno de Houellebecq, uno teme (o espera) que semejante escenario dé lugar a las más disparatadas y feroces elucubraciones. Pero, ay, es entonces cuando el autor decide ponerse comedido y serio, y se embarca en enjundiosas reflexiones sobre la fe religiosa, la educación, las cuestiones morales y el devenir histórico. De la prevista astracanada corrosiva e hilarante, pasamos a embarcarnos en un texto donde un ponderado Houellebecq quiere hablar de creencias, de costumbres, del cambio político y de la decadencia y el suicidio de la Francia nacida a partir de 1791, la Francia individualista, racionalista y laica que, según el autor reitera, está completamente acabada y vacía, cediendo de este modo ante la pujanza de unas convicciones mucho más fuertes.

 
Hay mucha elipsis, mucho pasar de puntillas, pero también mucha elucubración expuesta en forma de conversaciones entre el narrador/protagonista y sus colegas, profesores universitarios de letras o de humanidades en la Sorbona… El narrador escribe en primera persona y es, desde luego, como siempre, Houellebecq: alguien con ciertos privilegios y desahogo económico, desencantado y cínico, cultivado, misántropo y, por supuesto, obsesionado (o lo siguiente) con el sexo, sexo con las alumnas, sexo con profesionales, sexo solitario…

Cuando el régimen de Ben Abbes se instala en Francia, el profesorado universitario es obligado a convertirse al islam o jubilarse, con una buena pensión, eso sí, para eso están las petromonarquías. Nuestro hombre, en principio, goza de esta dorada exclusión y da en peregrinar, por ver si es capaz de aclararse o posicionarse ante los nuevos tiempos y sus cambios. Resulta que el protagonista (un Houellebecq más cauteloso, algo más sociable y aparentemente menos cáustico que muchos personajes de sus novelas anteriores) es un erudito, especialista en Huysmans, autor francés del siglo XIX que yo, soy así de ignorante, no había oído ni nombrar.
 
 
Este Huysmans, a finales de su vida, pasó por la experiencia de una conversión al catolicismo más místico; así que el protagonista, como antes Huysmans, su admirado maestro, se acerca a la vida monástica y a la devoción cristiana por ver si algo externo sacude su espíritu, pero esto no le ocurre, no se le aparece la Virgen ni nada parecido. Tras muchas meditaciones a caballo entre la metafísica y la geopolítica, regresa a París y… Hasta aquí puedo leer, que decían en el `programa “Un, dos tres, responda otra vez”, pues mi intención es recomendar muy mucho esta novela y no hacer un “spoiler”, como suelo.

Es un libro aún más erudito y mucho más francés de lo que es usual en Houellebecq, los que somos ajenos a la compleja vida intelectual y literaria del país vecino, aquí tropezamos con alguna dificultad más de las habituales. Por otro lado hay mucho de lo genuino y característico del autor: El pesimismo más desencantado respecto al humanismo occidental.

El menosprecio y la rechifla hacia la izquierda política y las ideas que eclosionaron en la Francia del 68.
Ver http://elpais.com/elpais/2015/01/14/opinion/1421240807_797267.html, para advertir como la izquierda, a su vez, se ofusca con él.

 
La acidez crítica hacia determinados aspectos de la cultura musulmana, aunque aquí está muy atemperada, pues siempre se nos presenta un islamismo muy tolerante y moderado en las directrices del presidente Ben Abbes.

Y ante todo, sexo, sexo desde el punto de vista más estrictamente masculino. Encantado con el regreso al patriarcado y la sumisión de la mujer preconizados desde el nuevo régimen, Houellebecq pondera sin recato las ventajas de la poligamia ¿o es su última ironía? Todo en el libro es algo ambivalente, atendamos al autor/protagonista en su regreso a París:

“Pero era sobre todo el propio público el que había cambiado sutilmente. Como cualquier centro comercial –aunque por supuesto de forma menos espectacular que los de La Défense o Les Halles– el Italie 2 atraía desde siempre una cantidad notable de mangantes: habían desaparecido por completo. Y la vestimenta femenina se había transformado, lo sentí de inmediato sin lograr analizar esa transformación; el número de velos islámicos apenas había aumentado, no se trataba de eso, y me llevó casi una hora de vagabundeo comprender, de golpe, qué había cambiado: todas las mujeres llevaban pantalones. La detección de los muslos de las mujeres y la proyección mental reconstruyendo el coño en su intersección, proceso cuyo poder de excitación es directamente proporcional a la longitud de las piernas desnudadas, eran en mí tan involuntarias y maquinales, genéticas en cierta forma, que no había tenido conciencia de ello inmediatamente, pero ahí estaban los hechos: los vestidos y las faldas habían desaparecido. También se había extendido una nueva prenda, una especie de blusa larga de algodón, hasta medio muslo, que eliminaba cualquier interés objetivo por los pantalones ceñidos que algunas mujeres hubieran podido lucir; en cuanto a los shorts, evidentemente ya no había más que hablar. La contemplación del culo de las mujeres, mínimo consuelo fantasioso, también se había vuelto imposible. Por lo tanto, efectivamente se hallaba en curso una transformación; había comenzado a producirse un cambio objetivo. Unas cuantas horas zapeando en las cadenas de la TDT no me permitieron advertir ninguna mutación suplementaria, pero de todas formas, y desde hacía ya mucho tiempo, los programas eróticos de televisión habían pasado de moda.”

 
Genio y figura. 
  

miércoles, 13 de mayo de 2015

Susana Díaz Y La Cultura Del Pacto

Henos hoy, expectantes de nuevo, ante la muy gallarda figura de doña Susana Díaz, la aguerrida baronesa territorial del PSOE en los territorios de Tartessos. Prepárase la aludida para el tercer intento de su investidura como presidenta de la Junta de Andalucía, aunque me temo que a lo que se va a enfrentar es a una nueva embestidura, con revolcón parlamentario incluido, por parte de los tercos representantes de los partidos rivales, que no la quieren ver ni en pintura.
Por eso precisamente la he traído en pintura a este blog chocarrero y pedestre. Primero, como reencarnación de la Inmaculada de Murillo, homenajeando así su denodada lucha contra la corrupción que salpica a todos sus despreciables rivales y, en segundo lugar, usurpando el look de la marquesa de Pontejos retratada por Goya, en honor a su larga trayectoria en la baronía que rige con mano firme, apuntando de este modo que es merecedora de un ascenso en el escalafón de la nobleza autonómica tan prestigiada en este país, vale ya de baronías: marquesados o, como mínimo, condados.

 
En diversos círculos políticos se habla sin parar de “la cultura del pacto” y se dice que en España se va a tener que tomar un curso acelerado de semejante especialidad, dado lo obtusos que somos y la cerrazón que nos impide dar nuestro brazo a torcer. Me explayaré como acostumbro: hasta el presente las componendas eran escasas, sólo había dos bandos estatales, llamémoslos A y B, pues rojos y fachas parece un tanto arcaizante. Ganaban unos o ganaban otros y, con ayuda de fuerzas particularistas, o mediante mayorías absolutas, podían gobernar con una especie de simulacro de estabilidad, presunción de alternancia y otros fingimientos. En estos momentos, el montaje descrito parece haberse ido a la hez fecal, debido a la irrupción de otros actores. Esta irrupción generacional, una nueva derecha para sustituir a los caciques ancestrales y una nueva izquierda venida, cual lejía del futuro, desde las florecientes redes sociales (me gusta/no me gusta/re tuitea/Rajoy apesta/pásalo), y dispuesta a disputar las subvenciones, los fondos sociales, las partidas presupuestarias, etecé, etecé, etecé. Esta doble irrupción ha puesto, por ejemplo en Andalucía, cinco fuerzas que, o pactan, o no gobierna ni Curro Jiménez que, pletórico, retornase a cabalgar.

 
Lo que desde fuera cuesta mucho entender es qué demonios impulsó a doña Susana a meterse en este berenjenal, donde se la paraliza, se la ridiculiza y se la muestra mucha ojeriza. Con el bonito cuento ilustrado de la “mayoría de izquierdas”, disponía a su antojo de unos obedientes siervos en Izquierda Unida, dóciles y honestos, que la apoyaban sin reparar en afrenta alguna… Súbitamente, nuestra protagonista se lía la manta a la cabeza y ¡zas! Adelanta las elecciones, abriendo las puertas del parlamento andaluz a una muchedumbre indignada, que clama y vocifera que no es la presidenta idónea… Con lo cual, la susodicha, lejos de garantizarse una Andalucía mejor para sus hijos y para sus nietos, como afirmaba, “habrá de espabilar un montón, si quiere conservar el sillón”.

Y aquí es donde vuelvo a la “cultura del pacto”. Pactar no es tomarle el pelo a tu socio minoritario (como hasta ahora), pactar no es yo ordeno y mando y tú amén amén, como nos han inculcado las mayorías absolutas… Pactar es ceder algo a cambio de algo y, claro, el resto de los participantes piden ese algo a la candidata a mandamasa. Izquierda Unida queda descartada, pues el desaire que sufrieron hace que su disposición actual hacia doña Susana sea “ni hartos de vino”, normal, quedan sus socios más naturales: Ciudadanos por la derecha y Podemos por la izquierda. Estos últimos me barrunto yo que fueron los causantes de su atolondramiento y su precipitación, pues la imagino maquinando que, si dejaba pasar el tiempo, el bombo y platillo de los medios les daría el ciento cincuenta por ciento de los votos a semejantes fanáticos. Y ahora, desembarcados con menor pánico y menor éxito del anunciado, le piden tres cosas que, sinceramente, me han sorprendido por su sencillez y coherencia: la defenestración de los expresidentes imputados, el cambio de cuentas de la Junta a bancos que no hayan desahuciado y un proyecto de reducción del número de asesores y altos cargos. Doña Susana les ha intentado convencer con unas piruletas rojas muy sabrosas que, hasta ahora, nunca le habían fallado y, de momento, no han llegado a un acuerdo.

 
El caso es que, aun siendo “la lista más votada” y pudiendo establecer una “mayoría social de izquierda”, el número de representantes electos de los ciudadanos que no tienen prisa en que doña Susana revalide su mandato, es mayor que el de aquellos que se ofertan de costaleros para llevarla a cuestas, con su peana y todo, así que tendrá que esperar, secuestrada en su trono de tronío, a que las ostras hagan atletismo… O a que sea capaz de convencer a alguien más que a sus ya convencidos fieles… Ay, si pudiéramos dar marcha atrás. Pero no, el calendario avanza hacia una nueva cita electoral. ¿Iremos a decantarnos por los corruptos, o por los fanáticos? Jesús, qué nervios.   

martes, 12 de mayo de 2015

Del Plan De Estanys Al Portillón De Benasque


 
O eso hubiéramos querido. Salimos este último domingo, de buena mañana, con la previsión de “sol y buen tiempo” (como en la canción de Kortatu), ¿quién se iba a imaginar, a la altura del 10 de mayo, semejante paquetón de nieve? “Hasta el 40 de mayo, no te quites el sayo” y “año de nieves, año de bienes”, implora la sabiduría popular, pero a nosotros nos pilló desprevenidos y ¡ay! no llevábamos el equipo apropiado, ni la motivación necesaria, para transitar por la nieve. Es lo que nos pasa a los domingueros y nos quedamos a las puertas del Portillón, valga el pleonasmo, o la redundancia…

 
La pena sí que valió, al menos para un servidor que, poco dotado para el deporte blanco, transita esta zona en verano cuando, sin estar exactamente seca, no exhibe esta sólida lujosidad acuática. Así que, pese a no haber alcanzado el objetivo, se da por bien empleado el esfuerzo. Fue un buen intento, aun teniendo que cargar con un inválido, léase “muá”.

 
Nos quedamos, según se aprecia, en el rellano donde, si no hubiera nieve, hubiéramos visto los cimientos ruinosos de lo que llamaban “Casa Cabellut”, pero lo que más atrae la atención, en la imagen, es lo esbelto que se ve el Pico Salvaguardia, fronterizo con la Francia.

 
Y al otro lado, casi enteramente blancas y radiantes (como la novia de la canción), las Maladetas, las alturas más elevadas de los Pirineos, con el Aneto jugando de extremo izquierda. Y no. No voy a decir “espectacular” (odio esa palabra y 11 más).

 
Había esquiadores, de esos que no se conforman con las pistas, aprovechando, según sus propias palabras, “el último fin de semana practicable de la temporada”; otros llevaban ese vistoso monopatín aeronival, con el que siempre los imagino cercenando piernas y ligando con la Felicity Jones de “Chalet Girl”. (Pregunta sociológica: ¿por qué, en el cine reciente, se ruedan tantas versiones de la Cenicienta?)

Volviendo a nuestra fallida pero reconfortante excursión, me traje unas decenas de fotos (casi todas de defectuosa exposición) de la nieve. Aunque las que más me gustó hacer fueron las del punto de partida, las del Plan de Estanys. Me explico: “Estanys” significa, tanto en catalán como en lapao mandarín, estanques o lagunas y yo, en verano no había visto jamás por allí ni una triste charca, en todo caso, un terreno empantanadillo, o unos prados rezumantes… Cuál no sería mi sorpresa al toparme, sin duda motivado por las generosas nevadas, con un encantador laguito que parecía importado de Canadá. Y más arriba, con otro. Plan de Estanys, llano de los estanques efectivamente, ahí lo tienes: la toponimia no miente.

 

viernes, 8 de mayo de 2015

Monzón Desde El Aire 1

El turista es una suerte de viajero ocioso, apresurado y ávido de ver lugares nuevos. Esta tercera motivación está empezando a palidecer, pues merced a Google Earth, uno puede ver los más exóticos parajes sin salir de casa. En mi caso particular, mejor que in situ, pues mi vista se asemeja a la de un rinoceronte, que tengo entendido que también es un mamífero de escasísima agudeza visual.

Monzón, en sentido estricto, no es un lugar turístico: en una jornada está visto todo. El casco antiguo adolece de escaso tamaño y mala salud urbanística. Si descontamos el castillo ubicuo y cuatro o cinco edificios emblemáticos o singulares, el atractivo para un forastero no va a ser excesivo ni aunque todos los aborígenes nos disfracemos de templarios, recurso últimamente muy en boga.


Bien es verdad que ante el declive de la agricultura, la ganadería, la construcción, la industria (otrora floreciente), el comercio, los servicios y la venta de periódicos, nuestra pequeña ciudad ha tanteado, como todas las demás en trescientos kilómetros a la redonda, la baza turística, con un éxito muy modesto (pues el clima tampoco es bueno, salvo que se promocione como muy natural: frío en invierno y mucho calor en verano). Y eso que nuestro concejo fue de los pioneros en tentar la baza turística: la contratación del consabido experto de campanillas, cuyo más oneroso que valioso estudio, apuntaba al turismo como salida a la crisis industrial que asoló Monzón hace unas décadas. El turismo. Los expertos son así. Para descojonarse.

Pero bueno, no habiendo doradas playas, ni montañas nevadas, ni cien locales de marcha o alterne, ni tantos monumentos como exhiben Salamanca o Mérida, que nadie acaricie la falsa idea de que mi pueblo está falto de encantos, ni que carece de un atractivo muy especial para los que en él residimos.

Una de mis fantasías más antiguas, consistía en sobrevolar Monzón en un ultraligero como los que, los domingos por la mañana, poblaban estos cielos en los tiempos anteriores a la crisis. Tomando fotos, según se llega desde el sur, hubiera obtenido imágenes muy parecidas a éstas que hoy comparto con los fatigados lectores del blog.


Y es que, cuando aún estaba en el colegio impartiendo, o pretendiendo transmitir, algunos conocimientos muy básicos ante una pléyade de distraídos pupilos, cayeron, sin saber cómo, en mis aguerridas pezuñas estas bonitas fotos, tomadas en los albores del siglo XXi por algún aeronauta curioso o, simplemente, a sueldo de la corporación. Como estimo que, siendo tan hermosas (pese a la calima), deben hacerse de dominio público, pues inicio una serie y las iré acomodando aquí.  


jueves, 7 de mayo de 2015

Amapola, ¿Cómo Puedes Tú Vivir Tan Sola?

Paseando por el campo, a veces me viene la inspiración y, a veces, asaltan mi caletre toda suerte de ideas chorras, e incluso la sospecha de que ya no se nota la diferencia.

 
El caso es que los campos se han vestido de rojo o, como decimos por aquí, de “colorao”, debido a los millares de humildes amapolas que tapizan todo tipo de márgenes, espuendas y cunetas. En los campos de labor no, que tengo entendido que los perseverantes labriegos echan un plaguicida que impide su proliferación y, así, desmienten la canción del difunto Manolo Escobar, aquella que decía: “El trigo entre toas las flores / ha escogío a la amapola / y yo escojo a mi Dolores, / Dolores, Lolita, Lola.” Es curioso, he tardado más de 50 años en encontrarle alguna gracia a esta copla.


 
La frágil flor (no puedes cogerla sin arruinarla, en cuestión de minutos se marchita) presta al género femenino (mi favorito), un nombre bastante “demodé” o, como se dice ahora, “vintage”. Amapola. Uno de mis muy más demasiado favoritos boleros de Los Panchos, se titula “Amapola” y en él se declama: “Amapola, / lindísima Amapola, / no seas tan ingrata / y ámame. / Amapola, Amapola, / ¿cómo puedes tú vivir / tan sola?” Los nombres propios, casi siempre femeninos (de varón, sólo se me ocurren Narciso y Jacinto), tomados de las flores, parecen un tanto en declive: hay Rosas, Margaritas, Azucenas, Violetas, Verónicas, Hortensias… Pero escasean las Amapolas, apenas nadie le pone a su hija Amapola, usando de la sinestesia, diré que es un nombre demasiado vistoso.


 
En el campo no, allí las hay a patadas o, usando el coloquialismo que tanta gracia me hace últimamente, “a cascoporro”, y me pregunto cómo se les pudo ocurrir a los letristas aquello de “¿Cómo puedes tu vivir tan sola?” Si es que salí con mi cámara “Lumix” a fotografiar la primavera tardía y, apuntara donde apuntase, había uno de estos efímeros roldes de intenso bermellón encendido. Hasta di con unas, agitadas por el viento, donde mantenían un precario equilibrio unos saltamontes de un verde tierno, que parecían posar para el paseante ocioso: un buen pretexto para compartir las imágenes aquí.
 

 

martes, 5 de mayo de 2015

Chopera 2

Salgo, siempre que puedo, a pasear por la chopera de mi pueblo y, claro, tampoco es un jardín inglés que esté cuidando, para mi disfrute y el de otros usuarios, un solícito jardinero a sueldo de los poderes públicos, esos que aquí miran tanto por nuestro bienestar que nos confunden con sus interesados y onerosos agasajos. Esta chopera ribereña es un cultivo y, ahora que aparece un lánguido declive de la crisis, han talado algunas parcelas.

Una vez vino al colegio a dar una charla, un erudito de los asuntos relativos a estos humildes árboles y consiguió interesar a mis alumnos en la plantación, riego, tala y fabricación de palés con su madera de escasa calidad. Yo no salía de mi asombro y estuve a punto de pedirle un autógrafo.

En octubre de 2012, cuando el latazo de este blog era todavía incipiente, publiqué una entrada con el título de “Chopera 1”. En ella incluía una única foto de lo que asemejaba a un umbrío y tupido bosque. Hoy comparto una foto del mismo paraje: no está tan inhóspito como los mares de la luna y, aunque apenas se aprecia, se han plantado diminutos esquejes que dentro de quince años serán esbeltos chopos.

 
Los que había estuvieron apilados en ordenados montones de troncos hasta que se los llevaron.
 
 
“Sic transit gloria mundi”. Pese a todo es lo más parecido a un gran parque que hay en los alrededores de Monzón. Hasta unos bancos podían mandar poner los electos del próximo consistorio o, ya puestos, un acceso peatonal al otro gran espacio natural ribereño, el soto de la Pinzana, al que sólo pueden acudir los automovilistas, pues no hay otro acceso que una tumultuosa carretera con su muy transitado puente, qué ingenioso y ecológico, a pasear por el parque y la escollera en coche. “Yo, es que sin el coche, no sé dar un paso”, oyes decir en mi pueblo y así somos: una localidad con quince mil vecinos y veinte mil vehículos. Un visionario que tuvimos de alcalde quería convertir la carretera que atraviesa el pueblo en un “boulevard”. Claro que el pragmatismo político se impuso y, en lugar de eso, se quitaron los semáforos de los pasos de peatones y así los conductores no se impacientan tanto. Pues bien, ni aun así le reeligieron, los muy desagradecidos.