lunes, 31 de octubre de 2016

Todos Los Santos 1968: Don Juan Tenorio

Cuando tenía quince años no había oído hablar de Halloween. Jamás. Corría el que, allende nuestras fronteras, era el muy inquieto año de 1968 y mi familia se acababa de comprar un televisor a plazos. En blanco y negro, por supuesto. El invento nos permitía acceder a una cita semanal con el teatro, a través de un programa muy popular entre Maricastaña y los de su tiempo: Estudio 1.

Y en aquellas eras remotas, privados de maravillas como Sálvame Deluxe, La Que Se Avecina y otras que han pulido y afinado nuestros gustos, nos entregábamos al salvaje y oscurantista entretenimiento del teatro clásico; así que, por estas fechas, hace casi cincuenta años (el 5 de noviembre de 1968), se estrenaba una versión televisiva de “Don Juan Tenorio”, obra escrita en 1844 por José Zorrilla. Lleno de talento escénico y estremecedores ripios, este drama conmovedor y espantoso fue una reposición obligada en la televisión española... hasta que dejó de serlo.



Creo que los muchachos adiestrados por la ESO ignoran absolutamente todo acerca de la figura y las andanzas de Don Juan, un tema literario recurrente que ha conocido tiempos mejores. Su relación con el más allá, los difuntos, las apariciones o, si me apuras, los muertos vivientes, lo establecían de modo muy acorde con estas festividades. Aquí, la relación con el Más Allá es la clave: Don Juan es un tipo que no pone freno a su afirmación o a sus apetencias pensando en el premio o castigo que puede esperarle en la vida ultraterrena... Como nadie cree ya en la vida ultraterrena, el mito languidece en el limbo de lo políticamente incorrecto. Y ya no lo ponen por la tele, claro.


A mí me pone “on fire” este drama tremendo, lleno de sugestivos defectos y aterradoras virtudes: lo vi demasiadas veces en mis años de formación y podría recitar algunos de sus más vibrantes parlamentos. Esta versión casi canónica, probablemente la más vista, es la óptima para acceder a él o rememorarlo: sólo me empaña el placer la dicción un tanto atropellada y garrula de Francisco Rabal, en contraste con el tempo, moroso en exceso, de la puesta en escena (que, por lo demás, es sobresaliente).


Para mayores de 7 años: buen intento 

Podría continuar largando insensateces, pero las coronaré con un chiste que difícilmente podrás comprender si no tienes más de cuarenta años:
El profesor de Literatura pregunta: “A ver señorita, dígame quien escribió Don Juan Tenorio”. La alumna duda y, detrás de ella, un chico le sopla: “Zorrilla... Zorrilla...” Hasta que ella, harta, se vuelve y le suelta a su compañero: “¡Y tú, mariconazo!”



Hace tres años prometí que volvería sobre el tema:
http://entusiasco.blogspot.com.es/2013/11/de-la-noche-de-halloween-al-dia-de.html

lunes, 24 de octubre de 2016

El Monstruo Del Lago Monzo-Ness

O montisoNéss, que es el gentilicio correcto de mi pueblo, Monzón, donde parece que no nos privamos de nada.

Hace dos días compartía una versión amable y otoñal del lago (en realidad, balsa) que atrae mis paseos matutinos y que me convida a meditaciones saludables.


No siempre es así: este verano pasado hemos sido azotados por canículas sin precedentes y, en una mañana precursora de aquellos bochornos inauditos, tuve una alucinación. El caso es que mi querida cámara digital también la padeció, como puede verse.



Sin embargo, no alertamos a la comunidad científica por temor a un majestuoso ridículo. En todo caso, en esta página de carácter esencialmente recreativo, me atrevo por fin a mostrar a este espécimen local del monstruo del lago Ness, e incluso ofreceré una hipótesis de su presencia en estas aguas meridionales.

Se da la coincidencia de que un paisano de Monzón, cuyo nombre ignoro, ya que lo conozco sólo por el mote, viajó de vacaciones a Escocia y, como es muy intrépido y algo insensato, no descarto que se sustrajera un huevo de los que el bicharraco autóctono pudo haber depositado en el lecho del lago... Ah, claro, esto implica por supuesto que “Nessie” es una hembra y no es el único en su especie. Mi paisano, de regreso a Monzón, dejó el huevo en la extensión de agua estancada que tenía más a mano y el calor hizo el resto.


Desde aquella fecha del inicio del verano, no he tenido oportunidad de hacer otro avistamiento de la criatura, pero ayer oí una conversación casual entre dos parroquianos en un bar y decidí publicar el testimonio gráfico de que la noche anterior, cuando salieron a que les diera el aire, no estaban tan ebrios como ellos creían. 

sábado, 22 de octubre de 2016

El Lago En Otoño

O lo más parecido que hay por estos alrededores. Son las diez de la mañana y las nieblas aún no han terminado de disiparse, marcando planos de lejanía y de misterio donde no hay ni mucho misterio ni demasiada lejanía. Los tonos han comenzado su itinerario del verde al dorado rojizo y el silencio de los campos es ensordecedor hasta que lo quiebra el trino áspero de una urraca. Pronto nos cruzaremos con un hombre que pasea una docena de perros como en un racimo. Me paro a sacar esta fotografía por enésima vez: de la misma manera que nadie se baña dos veces en el mismo río, nadie fotografía dos veces la misma mañana reflejada hermosamente en una dócil balsa de riego. Tengo un atisbo del eterno retorno y disfruto de tal privilegio rascándome los fondillos del pantalón.


La temperatura es tan tibia que alcanzo a imaginar que gano la orilla y me baño. La niebla trae medio escondidas diez campanadas muy lejanas y me despierto de nuevo, sigamos.


jueves, 20 de octubre de 2016

Patria - Fernando Aramburu

Cinco años y casi nos habíamos olvidado de los pistoleros, qué memoria histórica la nuestra. El caso es que tenía ganas de leer un libro sobre “el conflicto vasco”, que se posicionara con nitidez en el lado de “los buenos” y abordé este considerable tomo, 640 páginas en papel, aunque yo adquirí en Amazon la versión digital (13 € más barata) en la que el voluminoso tamaño queda un tanto enmascarado; sin embargo el texto, muy fluido y entretenido, absorbente pese a lo nauseabundo del tema, hace que no se espese ni atragante en ningún momento y se corone la lectura en menos de lo que, en un principio, hubiera sido previsible. Un breve glosario de términos en vascuence nos ilustra a los desconocedores del vocabulario autóctono empleado en la novela y nos anuncia que hemos llegado al final.

Final que alcanzamos con un sabor agridulce, pues el escritor, a pesar de haber confortado nuestras certezas morales, nos asoma a espinosos campos para la reflexión. No estoy hablando de equidistancia o de justificación, sino de complejidad: las mentes humanas son laberínticas, el cuerpo social es intrincado y cualquiera que se atreva a servirse de un libro como éste, debe estar preparado para revisar algunas de sus convicciones.


El autor.

Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), escritor vasco afincado durante largo tiempo en Alemania, intenta con el libro “Patria” dos objetivos muy meritorios: por un lado, evitar que la conveniencia política del día arrumbe en el olvido sucesos que debemos de tener muy presentes; por otro lado, hacer una narración posicionada frente a la infamia pero, en modo alguno, simplista, sectaria o prejuiciada. ¿Lo consigue? Si me estás preguntando a mí, sí, en gran parte.


En un lenguaje llano, coloquial, muy vivaz, Aramburu va tejiendo, mediante capítulos más bien cortos, una gigantesca y ambiciosa labor de patchwork, o va montando un enorme y detallado puzzle, como quieras... No diré una panorámica, porque los 125 (!) capítulos surcan lugares personajes y tiempos, en un aparente desorden muy llevadero y coherente (no te pierdes, vamos). Repetiría que es muy ameno si no fuera porque habla de un pueblo socialmente enfermo, de dos familias muy desgraciadas y de acontecimientos, en conjunto, funestos y espantosos.


Dos matrimonios amigos: el Txato y Bittori, Joxian y Miren, padres de dos hijos aquéllos y de tres, éstos; acomodados los primeros (él, empresario transportista) y los segundos humildes (él, obrero en una fundición); ellos inseparables, ellas íntimas; el tiempo transcurre en una pequeña población guipuzcoana, aficionada al mus y a las bicis, los hijos crecen y la situación política se enquista y se putrefacta, determinadas tomas de posición desencadenan el trágico e inexorable mecanismo, el odio y el derramamiento de sangre. Dos parejas y cinco hijos, siete personajes principales, marcados por la desgracia y rastreados en sus vivencias, dolorosas y antagónicas, con singular pericia narrativa.


Portada. En la novela, casi siempre llueve

A veces, palpitan la carne y el espíritu en el relato, en otras ocasiones nos deslizamos por estereotipos y convencionalismos. Aunque en general la mezcla está muy bien balanceada, no dejan de llamarme la atención algunos extremos en los que se hace especial hincapié: el tradicionalismo de una sociedad anclada en prejuicios que, en otras partes, saltaron por los aires hace cincuenta años; la religiosidad que, lo mismo sirve para justificar y bendecir a verdugos y víctimas, más a aquéllos que a éstas; el matriarcado exagerado, te cuento, en la primera generación, los maridos son unos ceporros bonachones y las mujeres llevan las riendas, y en la segunda, todo son matrimonios infortunados, donde los maridos perfeccionan diversas variantes de la gilipollez. En general, son mucho más ricos, matizados y sólidos los personajes femeninos que los masculinos. Particularmente destaca Arantxa, hija de Miren y Joxian, golpeada por un infortunio atroz que no tiene nada que ver con el terrorismo, y que es la única poseedora de la suficiente entereza, como una nueva Ariadna, para guiar a los demás hasta la salida del laberinto.


Termiboinator

Si te interesa mínimamente el devenir político en este caótico Estado durante las últimas décadas, éste es un libro que no te puedes perder. Te transcribiré un fragmento, como muestra de su contundencia. Hablan dos paisanas:


“—Ni me dejaron preparar el entierro. Cogieron a mi hijo y montaron con él un numerito patriótico. Les vino de perlas que se moriría. Para usarlo con intenciones políticas, ¿sabes? Como los usan a todos. Unos borregos, eso es lo que son. Unos ingenuos. Y Joxe Mari lo mismo. Les calientan la cabeza, les dan un arma y, hala, a matar. En casa nunca hemos hablado de política. A mí la política no me interesa. ¿Te interesa a ti?
—Ni pizca.
—Les meten malas ideas y, como son jóvenes, caen en la trampa. Luego se creen unos héroes porque llevan pistola. Y no se dan cuenta de que, a cambio de nada, porque al final no hay más premio que la cárcel o la tumba, han dejado el trabajo, la familia, los amigos. Lo han dejado todo para hacer lo que les mandan cuatro aprovechados. Y para romperles la vida a otras personas, dejando viudas y huérfanos por todas las esquinas.
 —Eso no lo vayas diciendo por ahí, ¿eh?”


Y en otro pasaje, ay esto es personal, utiliza mi lugar de nacimiento como escenario de una infidelidad marital. Mi pueblo convertido en picadero:


“Se fue a Jaca un fin de semana con la querida. Arantxa se enteró por Endika.
 —El aita se ha ido a Jaca con una chica.”


Y es que el mundo es un pañuelo.


Las fachadas, por las tinieblas iluminadas

Y en resumen: cuando un libro me gusta, agradezco que sea largo y éste aún me hubiera gustado que fuera más largo.


lunes, 17 de octubre de 2016

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 61

Satué estaba mucho más “salido” que Rivero. Y las relaciones de pago eran su tema único. Tardé varias semanas en desentrañar de su madeja de fanfarronadas, de su telaraña de alusiones brutales, de su laberinto de insinuaciones soeces, de su batiburrillo de chistes sobre las mil y una variantes de la cópula, que… en realidad jamás había ido a la coyunda real con una prostituta de carne y hueso. Era una especie de plan ubicuo, de meta perenne. Era una pesadez.

 - Mira Jaboncín - me decía, pues había oído de labios de Cosme el nuevo alias y lo había adoptado – la cosa es bien sencilla: el sábado por la tarde cogemos el tren a Zaragoza y, al llegar, nos vamos a una pensión que conozco en la plaza del Mercado, de cuando estuve preparando las pruebas para entrar en la Caja, que a ti te cogieron por enchufe, pero a todos no nos lo ponen igual de fácil. La pensión es bastante limpia y te dan de cenar un caldo de categoría, tiene hasta tocino hervido, no te digo más. Al día siguiente, sin madrugar, agarramos un taxi y le decimos, como dos señores: “al Madrazo”, ya verás con qué cara de envidia nos mira el taxista. Prepara cuatrocientas pelas y la cama, que te suelen cobrar unas cien más, guau, lo vamos a pasar de vicio. Yo tengo bastante dinerete ahorrado y pienso repetir dos o tres veces, hasta la hora del tren de vuelta.



Este plan, con infinitas levísimas variaciones, presidió todas nuestras charlas hasta el mes de abril del año siguiente. El calorcillo primaveral y la tabarra acumulada en innumerables tardes de aburrimiento, con un Satué que me había hecho hasta planos de la zona del puterío zaragozano de “El Madrazo” en albaranes, servilletas de papel y márgenes de periódicos, me movieron a dar el visto bueno a su plan, tan descabellado como anodino, plan que nos llevó un malhadado fin de semana a Zaragoza, en busca de la pérdida de nuestra virginidad.


Elegida en el bar la depositaria de nuestro destino, subimos los dos con la misma, por deseo expreso de Satué. “Ya, ¿y quién va primero?” observé creyendo poner el dedo en la llaga de su intención.


 - Tú - me respondió Satué – así me la vas calentando.


Me pareció un tanto rara su inaudita deferencia y nos encaminamos a las habitaciones, habíamos optado por una morena vertiginosa de formas redondeadas, muy ceñidas por un suéter negro y una falda corta color gris perla: nos dijo que se llamaba Carmen y yo le informé, con absoluta sinceridad, de que veníamos de Jaca, donde jamás nos habíamos podido acercar a una mujer tan hermosa como ella. A Satué se le había comido la lengua el gato.



Cuando subimos, una dueña malcarada me espetó:


 - Tú no tienes dieciocho años.


Acostumbrado a la lenidad de los porteros del cine de mi pueblo, le dije muy gallardo:


 - No señora, diecinueve recién cumplidos.


 - A ver, el carné de identidad.


El carnet por supuesto me hubiera desmentido, así que le dije que no lo llevaba y no, no podía ir a casa a buscarlo, porque era de fuera.


 - Eso encima, viajar sin carné, pero ¿tú donde te crees que vives, en Jólibud? – Y dirigiéndose a nuestra acompañante, añadió – No. Carmencita, lo siento, no lo puedo dejar pasar, que está la cosa muy jodida y, por menos de nada, nos cae un cierre definitivo. Entra con el otro, así las dos salvamos parte del negocio.


Satué había extendido, delante de sus propias facciones repentinamente inexpresivas y descoloridas, su cartera pringosa abierta, mostrando el documento que le daba acceso al paraíso para mí prohibido. Noté que le temblaban un poco las manos. La vieja extrajo el carnet y lo miró por encima, por debajo y al trasluz, devolviéndoselo con un gruñido.


Yo estaba tan avergonzado que, tras verlos entrar, eché a andar de puntillas pasillo arriba y pasillo abajo, para esperar a mi afortunado compañero de la manera más próxima a la invisibilidad que estuviera en mi mano. La dueña, sosteniendo una pila de toallas, envarada en una silla al final del corredor, no me quitaba ojo de encima, aunque tampoco me dijo que brincara de allí.



No tuve que esperar ni diez minutos. Una airada Carmen que, a duras penas podía contener su desagrado y su cólera, impulsaba con mohínos empellones fuera de la habitación a un abatido Satué.


 - Menudo día llevo hoy – decía la hermosa fulana, un tanto sofocada, completando los reajustes de su incitante vestimenta y dirigiéndose a la vieja de las toallas –, y es que quien con niños se acuesta, meado se levanta, Sole, éste tampoco ha sido capaz de hacer nada más que frotarse y refrotarse en mi entrepierna, sin despabilar el pajarito. Con días así, una acaba pensando que no vale para nada…


 - ¡Pero si te he pagado igual! – Berreaba Satué a punto de estallar en lágrimas.


Y nos fuimos con viento fresco. Lo único bueno que tuvo el episodio es que Satué cerró el pico durante tres o cuatro días. Después, para universal desgracia, volvió a ser el de siempre:


 - Mira ésa qué jamones tiene, ¿no te gustaría tumbarte boca arriba en su compresa, mirando al gatito?


 - No. Lo que me gustaría es que te ascendieran a auxiliar y te trasladaran a Huesca.


 - Anda, qué gracioso, a mí también. Eso me convertiría en un buen partido y mojaría el churro a todas horas, menudas frescas son las de la capital.


Estaba atrapado. Atrapado con aquel mostrenco, pensé. Y como si fuera a morirme, toda mi vida desfiló brevemente ante mis ojos: don Gregorio, los estudios, las ilusiones que me había hecho, los amigos, Nines, el tedioso trabajo…


Teo Gómez, "Carmen airada". Lápiz

domingo, 16 de octubre de 2016

La Hoz Y El Martini - Lendakaris Muertos

Hay dos cualidades que admiro sobremanera en un artista: la irreverencia y la desfachatez.

Corren malos tiempos para la irreverencia: dado que nada (con la posible excepción del dinero y del placer) es reverenciado, nada puede ser escarnecido para escándalo de bienpensantes.


Cuando teníamos veintitantos, formamos un grupo musical casero para pasar el rato con los amigos. Nos llamábamos “Punk Freud”, buscando una homofonía con Pink Floyd, que eran los que entonces molaban en todo el orbe. Éramos tan, tan, pero tan precursores (y tan, tan, pero tan malos) que no nos comimos nada. Ahora sí, nos divertimos de la muerte, grabando en casetes anárquicas sesiones como “Etilepsia”, “Colocausto” y otras que no recuerdo, ¿dónde estarán aquellas cintas caseras? No importa, el caso es que pretendíamos ser irreverentes, groseros y descarados, cantando canciones (ensayadas cero veces antes de darle al “record”) que decían, por ejemplo: “En sus horas bajas / el nuncio apostólico / tanto echarse pajas / acabó mongólico. / Y es que el misterio / de la anunciación / lo incitaba / a la masturbación / y se decía: / aquí no hay misterio / esto no es más / que un vulgar adulterio.”


En nuestros días el escarnecimiento de la fe y de la iglesia es redundante, innecesario y absurdo. La larga mano del nacionalcatolicismo que revivió la inquisición, yace exánime y fría en las losas polvorientas del olvido, entonces ¿qué? Pues burlémonos de la nueva fe y de la nueva inquisición: de los nacionalismos emergentes y de los círculos de la nueva política indignada. Cojonudo, eso es lo que hacen, con hilarante desfachatez, Lendakaris Muertos. I love them.



Utilizando como vehículo un punk cañero, del estilo del rock radical vasco, le dan la vuelta a la propuesta ortodoxa y no dejan títere con cabeza. Frenéticos. Vale la pena oírlos con atención, ya que en una primera escucha se escapan las ingeniosas letras.


El motivo de traerlos a esta sibilina gacetilla es doble, por un lado me llamó la atención un comentario en YouTube, literalmente decía: “Que conste que aun siendo de extrema derecha me encanta lendakaris muertos” (o lo he entendido mal, o es una muestra espléndida... de algo). Por otra parte la portada del álbum “Vine, vi y me vendí”, cuya grafía del euro me parece, sencillamente, genial, un hallazgo.


viernes, 14 de octubre de 2016

Los Problemas De Los Españoles Según El CIS

Oigo en los medios cuáles son los problemas que agobian a los españoles, de acuerdo con el “barómetro” de la opinión pública del CIS, que este organismo infatigable elabora cada mes. Y como el asunto me llama la atención, allá que me sumerjo, en la página web de los que han pulsado y compilado nuestros volubles pareceres:
http://www.cis.es/cis/export/sites/default/Archivos/Indicadores/documentos_html/TresProblemas.html

Al parecer, se hace una encuesta mensual y cada compatrioto o compatriota escoge los tres problemas que más le torturan la serenidad. No sé si se va elaborando una lista abierta o se seleccionan de entre los que el encuestador dictamina, pero ha de tratarse de problemas del ámbito público, al parecer quedan descartados la alopecia, la obesidad, el declive sexual o los sabañones.




Estos son los siete primeros de la lista de septiembre (última publicada), infiero que las cifras son porcentaje de encuestados que señalan que el problema les roba horas de sueño:


El paro 71,6.
La corrupción y el fraude 36,6.
Los políticos en general, los partidos políticos y la política 29,3.
Los problemas de índole económica 23,7.
Falta de Gobierno 11,6.
La sanidad 11,2.
La educación 10,9...




Alucina vecina, me digo, ¿pero a ti nunca te han manipulado? Me repito. Y es que, quitando el obvio primer puesto, ya que somos el país con mayor paro estructural del G-69, algunos de los otros los encuentro un tanto inducidos: no puedo creer que a uno de cada tres paisanos le afecte la corrupción y el fraude, o esté tan harto de políticos (adversos a sus ideas, supongo) cuya presencia fuera de los medios es un puro espejismo. Me parece demasiado interés hacia cosas que afectan a la vida cotidiana de modo tan marginal.


Yo, ni siquiera conozco personalmente a ningún político, como no sea un concejal, y la corrupción y el fraude no los he podido ejercer: no he podido comprar un título académico, ni hacer que me retiren una multa o me recalifiquen un terreno que no tengo, o que me “cuelen” en las listas de espera de la seguridad social. En cuanto a la falta de gobierno, es una bendición... ¿O acaso echamos de menos sus cargantes decretos? 


Supongo que el problema es visto como fruto de los recortes en el sector público, cuando nos referimos a la educación y la sanidad,  pero ¿han sido alguna vez mejores? Yo siempre les he conocido, incluso en tiempos de alegrías presupuestarias, un nivel de prestaciones que, entregado al elogio, podría etiquetar como "pasable con apuros".


Pero lo que me deja turulato de veras son los problemas que no tienen presencia, que no afectan a mis paisanos. Te vuelco la lista de unos cuantos, con sus exiguos porcentajes, para que flipes:

Las guerras en general (Balcanes, Irán, Afganistán, Siria, etc.) 0,0. La violencia contra la mujer 0,9. Los problemas medioambientales 0,4. La reforma laboral 0,2. Refugiados/as 0,2. La monarquía 0,0. Los desahucios 0,6. El funcionamiento de los servicios públicos 0,7...


Aquí, la inducción mediática no ha tenido tanto éxito. Decididamente encuentro a mis conciudadanos indesCISfrables.





jueves, 13 de octubre de 2016

El Día De La Hispanidad (Y Algunos InMaduro's)

El admirado caudillo populista latinoamericano, don Nicolás Maduro, espejo de buena parte de la nueva política española, ha vuelto a propiciar el “hágase la luz” con sus prístinas declaraciones. Ignoro si las hizo en español (el idioma de los apestosos colonizadores que denigra) o en la lengua de los Caribes, Guajiros, Taparitas u Otomacos... Imagino que en español, pues sus atildadas facciones más tienen en común con un ancestro del tipo de los exterminadores extremeños, que con un genuino indígena, cuyos nobles rasgos milenarios adivinamos sin esfuerzo en su predecesor don Hugo Chávez, o en su amigo don Evo Morales.

Volveré sobre esto, pero ahora traeré a esta humilde página sus declaraciones literales: "La Corona española, en vez de seguir celebrando el 12 de octubre, debería pedirle perdón a los pueblos de América por el genocidio, por el holocausto que causó contra todos los pueblos indígenas, 80 millones de hombres y mujeres, desaparecidos, asesinados". Más claro no se puede ser; más ignorante, es muy difícil, aunque aquí, en la Madre Patria, algunos lo consiguen con una soltura rayana en la puerilidad.




Y es que echarles al descubridor, o al actual Borbón, la culpa de sucesos con cinco siglos de antigüedad, denota un entendimiento que ha erradicado la sutileza en favor de la cerrilidad más chusca.


Si me rebajo por un momento al nivel del garrulo de ultramar y de sus corifeos de la península, puedo hacerles observar que el genocidio que denuncian sufrió la interferencia de un asombroso mestizaje de culturas, pueblos y razas, dejando supervivientes asaz privilegiados, como los citados don Hugo y don Evo. Es evidente, incluso para mí, que la codicia y la sed de poder de los colonizadores produjo enormes daños entre los indígenas, aunque quizá no tantos como entre sus vecinos del norte colonizados por los ingleses, mucho más efectivos en el arte de aniquilar. 


Aun así, habría que hacer un balance con una perspectiva histórica, cultural, social, religiosa, lingüística y económica de quinientos años y, si seguimos hablando de exterminio, sin duda más cercanos a pedir perdón deberán estar los antecesores criollos de don Nicolás, asentados en el terreno a esquilmar, que el Borbón que, ni siquiera dinásticamente, es el promotor de la empresa. Y no crea que el Borbón me ha dado nada que no le haya dado a usted, lo que ocurre es que su demanda “a la Corona española” pretende ofender a todos los que esta institución representa y ampara; bueno, yo me daría por ofendido, si no se me fuera a escapar la risa tonta.



Aunque, en la fiebre por causar irrisión, el que menos culpa tiene es el pedrusco donde se sustenta la estatua del denostado marino genovés donde, confundiendo libertad de expresión con la incívica marranada de costumbre, los desaseados artistas del espray nos han obsequiado con sus habituales deyecciones.


Para otra vez, sugiero a estos desconsiderados que empleen el portal de su casa, ya que la limpieza recurrente de monumentos públicos cuesta al erario del consistorio barcelonés algunos fondos que, tal vez, sería mejor destinar a combatir la situación de emergencia social, la pobreza infantil, los desahucios; en fin esas cosas para las que no parece haber surgido, hasta el momento, una idea más eficiente que pringar y maltratar espacios colectivos con consignas que, en ese preciso instante, dejan de ser opiniones libres y respetables, para convertirse en cochambre.




Ke konste ke el año pasado me parecieron más kachondos y me karkajeé más. Sería por la sorpresa:
http://entusiasco.blogspot.com.es/2015/10/los-aguafiestas.html

martes, 11 de octubre de 2016

Entusiasco, Cuarto Cumpleaños

Amigo, Compañero, Amable Desconocido, Curioso Anónimo, o Robot de Búsqueda en la Web:

Esta página que has abierto cumplió ayer cuatro años. El 10 de Octubre de 2012 empezó su imprecisa andadura y hoy llega a su entrada 566 (dios, qué pesado) con cerca de 81.000 visitas, que no sé si son pocas o muchas, aunque hago constar que me he esforzado.



Uno de los inconvenientes con los que se ha tropezado mi experiencia ha sido la falta de interacción. Pedazo de idiota, me instruye el Resentido, si lo que querías es interactuar, haber abierto una cuenta en las redes sociales, en Facebook y sabrías cuántos amigos tienes, o en Twitter, igual ahora tendrías doce seguidores, como Jesucristo. 


Reconozco que tiene razón, pero como padezco una leve sociopatía, no me he asomado a semejantes escenarios: aquí puedo ir a mi aire y contarme a mí mismo lo que me venga en gana, sin necesidad de quedar bien ni con los detractores del machote Trump, ni con los de la más presentable y presidenciable Clinton, pese a su nocividad para con las becarias (¿satisfará a su país más que a su esposo? Veritas filia temporis, que decían los antiguos).

Bueno, que estoy divagando (como de costumbre) y esto me lleva al principal problema de este insensato blog: cuatro años más tarde, aún no he encontrado su objeto, su tema ni su propósito; si sigo avanzando a ciegas, milagro será que cumpla cinco años (y puede que no haga ni puta falta). Porque además, con el número 63 de la serie, se acaba la novela “La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles” que, he de confesarlo, ha sido el motor de estas páginas... Ignoro si encontraré un impulso tan sostenido para seguir. Estoy pensando escribir un ensayo contra la corrección política, cuyo título provisional es “Nosotros Los Malos Y Nuestras Verdaderas Motivaciones”, pero no sé si me dará tanta marcha.



Y, antes de que se me olvide, derramaré mis infructuosas bendiciones y mi gratitud más sincera sobre todos aquellos que me han leído. Aunque haya sido a disgusto.



sábado, 8 de octubre de 2016

Textos De Pérdida Y Ausencia

Alcanzados por la irrevocable experiencia del fallecimiento de una persona próxima y querida, damos de nuevo con el sentimiento de la pérdida absoluta: todos aquellos que nos rodean y a los que amamos, nos faltarán un día, sea debido a su muerte, sea debido a la nuestra; y todos aquellos que conocemos, cuidamos y queremos algún día desaparecerán para siempre.

Ante un dolor tan insondable e ilimitado, algunos escritores y poetas acuden en nuestro auxilio, y nos confortan, aplacando el vértigo de la desesperación. Elijo hoy algunos textos que me han servido, en alguna oportunidad, para atenuar el tormento de las graves heridas que vida y muerte infligen:


“El alma de un hombre es justamente el hombre presente en los otros hombres. Esto es lo que es, esto es lo que ha respirado, de lo que se ha alimentado y embriagado durante toda la vida su conciencia. De su alma, de su inmortalidad, de su vida en los demás. ¿Y qué? Ha vivido en los otros y en los otros se quedará ¿Qué diferencia implica para usted que luego se llame recuerdo? Habrá entrado en la composición de futuro.”


(Doctor Zhivago. Boris Pasternak)





Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando,
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.


Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron,
y el pueblo se hará nuevo cada año,
y en el rincón de aquel mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico.

Y yo me iré, y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.

(El viaje definitivo. Juan Ramón Jiménez)


Converso con el hombre que siempre va conmigo
quien habla solo espera hablar a Dios un día;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

(Retrato. Antonio Machado)




Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

(Lo fatal. Rubén Darío)




Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.

(Coplas a la muerte de su padre. Jorge Manrique)




La muerte de los muertos
De la nuestra depende
Sin ella no es aún plena
Igual que nuestra vida
Desde su inicio va
Agotando ese resto
De tiempo por morir
En que viviendo vamos
Su colmo a procurar
Instante a instante, y todos
Al cabo de los cuales
Los muertos nos aguardan
Expectantes mirándonos
Por ya andados caminos
Marchar a nuestro origen
Donde al llegar no seremos
Como ellos nada más
Que un obscuro reflejo
En la inquieta mirada
De quienes nos sucedan
Para por ellos seguir
Más allá de nosotros
En los días del mundo.

(Antirréquiem. Sebastián Muñoz de la Nava)

martes, 4 de octubre de 2016

Dibujante, Acuarelista Y Farsante

Aprovechando que hoy ya tengo la nariz hurgada, decido sacar partido de la increíblemente generosa dimensión del ciberespacio, para el almacenamiento de las más peregrinas nimiedades de nuestros egos.

Hurgando, eso sí, en los más polvorientos y desaliñados cajones de mi morada, con la esperanza de encontrar Lacasitos no muy rancios, me vuelvo a dar de bruces con uno de los más trasnochados sueños de mi juventud: yo quería ser artista plástico, un Van Gogh no desorejado. Hasta intenté darme a conocer en mi pueblo con alguna que otra exposición, como certifica este recorte:



Pero claro, no basta con querer, hay que saber y poder...  Y los dos últimos verbos no los conjugué bien, como se apreciará en este muestrario rescatado de mi propia amnesia (y del abandono de años). En esta horrorosa mezcolanza de acuarela y rotulador, intento ultrajar la idea de los poetas románticos que comparan a la mujer con una flor.



Lápiz en ristre, reproduzco la Plaza Mayor de Aínsa, rincón más bonito que bello, con evidentes problemas para transmitir la verticalidad de los edificios.



Una factura siempre más infantil de lo que hubiera deseado, contrasta con la siniestra amalgama de dos criaturas del reino animal, depredador y presa, unidos por las patas en una imposible simbiosis.



Y por último, un antepasado de los dibujos a rotulador, pintados con Plastidecor, que uso en la serie “Vidas Ejemplares De Sujetos Peculiares”, una de las menos exitosas de este blog. Este “Retrato naif de psicópata verdoso” no está terminado y, respetando su carácter perfunctorio, no lo voy a acabar ahora en su soporte de folio viejo y arrugado, que malamente he podido escanear.



Devuelvo los originales al cajón olvidado y procedo a prepararme la merienda.

domingo, 2 de octubre de 2016

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 60

Bueno, como se acaba de ver, la amistad con mis colegas del instituto no atravesaba su mejor momento y es que, quizá otra cosa no, pero la comunidad de intereses que da el compartir estudios en un centro es, a aquella edad, más firme que la mayor parte de los lazos de sangre. Era verdad que mi hermano llevaba una semana “en paradero desconocido” y “con una orden de busca y captura” en lenguaje oficial, “por su mala cabeza” a decir de, quién lo iba a decir, mi abuelo. La orden no debía ser muy acuciante, pues mi madre sabía dónde estaba, “en casa Floriana”, en un pueblo perdido de la Garcipollera, ¡prófugo a menos de veinte kilómetros de Jaca! Eso sí, monte a través. No debía de tratarse de un caso de suma trascendencia, aunque sonaba mal: “estupefacientes”.

De hecho era cierto que “El Arcángel” estaba cerrado y a Serafín se lo habían llevado a Huesca y allí lo tenían en prisión preventiva. A mi madre se le había metido en la cabeza que teníamos que ir a visitarlo, “si vamos, le caerán diez años más”, le dije para desanimarla, cosa que no conseguí, debido a que yo no tenía con ella tanta influencia como el señor obispo, que le había hablado de “una obligación apostólica y de misericordia”. No obstante, conseguir un permiso nos llevó meses y, para cuando nos lo dieron, ya lo habían trasladado al Puerto de Santa María.


Retablo. Aguada (Mateo Lahoz)

Volviendo a esos días de noviembre, una tarde me crucé con Antonia que estaba cabreadísima con mi hermano: “con lo que yo le he dado a ese sinvergüenza, más que a su madre me debe, menudo cabrón indeseable, ojala lo encuentren y, por mí, le pueden dar garrote vil, en el cuello y en el miembro. Si alguna vez lo vuelves a ver, le das este papel.” Estaba tan encocorada que no me atreví a preguntarle por Nines, de lo cual me anduve arrepintiendo durante varios días. Cuando el clap, clap de sus tacones garbosos hubo doblado la esquina y alguien le lanzó un piropo, “¡niña, no muevas tanto el culo, que se te va a marear la mierda!”, desdoblé sin rubor el mensaje que debía darle a mi hermano: en un papel gris de la pescadería, oloroso a algún antepasado jurásico de las actuales merluzas, ponía en una sola y contundente línea: “Te lo azvertí, inbécil”. La escritura se parecía mucho a la de Nines (y la ortografía también), así que lo atesoré en el bolsillo superior de la americana. Prueba a enamorarte de alguien que tiene hermanas, sin que éstas te atraigan también.


Peña Oroel. Óleo (Mateo Lahoz)

Acto seguido, me encaminé a casa de Mateo, al que también hacía bastante que no veía. Mateo no estudiaba tampoco Preu en el instituto, ni siquiera se había presentado a los exámenes de septiembre. Desde que yo trabajaba en el banco, bajo la férula férrea y bondadosa de don Gustavo, había visto a mi amigo Mateo tres o cuatro veces, siempre yendo yo a su casa. Nunca lo encontraba por ahí y, dado que mi trabajo se parecía mucho al de Correcaminos, saqué la conclusión de que el tío no pisaba la calle. Conclusión abonada por el hecho de que estaba más blancucho que los papeles que yo llevaba de acá para allá.


Al final, se había apuntado a un curso CEAC de publicidad y diseño gráfico y yo, ansioso de matar el rato como fuera, le había pedido que me enseñara a dibujar. Precisamente por eso, ese día cargaba una carpeta que había recogido de casa, sin cambiarme para que no se hiciera muy tarde.


Llamé al piso del callejón del Viento y la voz asmática de su abuela me respondió al cabo de varios minutos: “ya va, ya va”. Oí sus destrozadas zapatillas arrastrándose por el pasillo interminable y, cuando se abrió la puerta, sus ojos sin vida me miraron y me reconocieron, tal era la misteriosa fuerza de su voluntad.


 - Buenas tardes doña Etelvina, ¿está Mateo?


 - Ay mocé – sollozó – hace dos días que cumplió los dieciocho años.


 - Pues por eso – respondí disimulando mi desconcierto – venía a felicitarlo.


 - Pues llegas tarde con ese regalito de pescado no muy fresco, a Mateo no le hubiera gustado, menudo señorito es. Ya debe haber llegado a Cartagena. Había presentado una solicitud para irse voluntario a la Marina, hace tiempo que había mandado todos los papeles y el único requisito que le quedaba era cumplir los dieciocho… ¿Sois amigos y no te había dicho nada?


Mientras la pobre vieja chemecaba e hipaba, yo reflexioné sobre mi propia insignificancia: mi novia se va sin decirme nada, mi mejor amigo se va sin decirme nada, mi padre se muere en la calle sin advertirme nada, mi nuevo padre acaba en la cárcel sin contarme nada… Un momento: Mateo sí que me había contado sus planes, solo que yo no me los había tomado en serio. La vez anterior, mientras dibujábamos unos tucanes aquí en su casa, él charlaba y charlaba y yo no le había escuchado: cuando nombraba al puto Mao, yo desconectaba. Su abuela más repuesta, proseguía ahora:


 - … Estaba encaprichado con hacerse marinero, no hablaba de otra cosa y los militares se ve que le dan la oportunidad de aprender el oficio. Dijo algo de que lo pondrían a trabajar en la compañía de los submarinos, no sé si de conductor o de cobrador; por cierto, mocé, dile a Rapún que te ha vendido una merluza muy pasada: eso se tira y no se le coloca a un cliente, por muy pardillo que sea.


Me despedí entristecido de la atenta vieja y me fui al bar “El Marroquí”, a ver si me encontraba con Satué, uno de los últimos personajes que salen en esta narración y uno de los últimos de quien hubiera deseado hacerme amigo. Satué trabajaba de ordenanza en la Caja Agraria del Apero Aragonés y, esta coincidencia de desempeños, hacía que él me considerara su aprendiz, tanto en lo profesional, donde era un desastre desaliñado e inoperante, como en lo personal, donde sólo tenía una inclinación, un interés, un faro, un aliciente para su horizonte vital: las putas.

Salida Calle Mayor de Jaca. Lápiz (Teo Gómez)

sábado, 1 de octubre de 2016

Láminas De Aves 1

- ¿Las aves o no las aves? – Le pregunto a mi amigo el Resentido, distrayéndolo de la pantalla del móvil y de sus irresponsables apuestas en la liga eslovaca.

- Tú verás. Siempre que no sabes qué publicar, echas mano de esas láminas antediluvianas de tu Enciclopedia de Saberes Obsoletos. Harías mejor en irte a pasear, con esta tarde tan estupenda, en lugar de dar el cibercoñazo cuando no se te ocurre nada.


- Con el pollo que hay montado en el patio patrio, es mejor que no se me ocurra nada. Precisamente, a raíz del pollo, se me ha presentado lo de las aves.

- Pero si tú no sabes nada de las aves: incluso una cosa que les contabas a tus alumnos en clase es una falsedad radical.


El Resentido está en lo cierto: una de las aves favoritas de los niños es el avestruz, porque es muy grande (hasta 180 kilos de peso y más de dos metros y medio de altura), porque pone huevos grandes como sandías, porque corre muy rápido (90 km/h) y porque te puede reventar la cabeza de un picotazo. 

Entonces yo aprovechaba su interés para preguntar: ¿a que no sabéis de donde viene el nombre avestruz? ¿No? Pues mirad, cuando los exploradores europeos llegaron a la sabana africana, se quedaron pasmados ante semejante bicho. Uno de ellos preguntó a un nativo, “¿cómo se llama esa ave?” “Struz”, fue la respuesta del indígena. Así que se quedó en avestruz y, sólo mucho tiempo después, descubrieron que, en el idioma de aquellos nativos, “struz” significa “no lo sé”, porque en su mundo, antes de la llegada de los blancos, se suponía que cada animal en particular tenía un nombre individual, como vuestras mascotas; el indígena no conocía a aquel avestruz concreto y, por lo tanto, no sabía cómo se llamaba. Ese no, pero quizá otro sí.


Hoy sé que esto es una falsificación rayana en la tomadura de pelo, aunque la etimología real de la palabra también tiene su lado pintoresco: por lo que se ve, viene de la palabra latina “struthio”, adoptada de la voz griega “struthion”, que no es otra cosa que una abreviación de “struthiokamelos”. Y ahora, agárrate, “struthion” es gorrión y “kamelos”, camello. O sea, los griegos, que ya conocían el bichejo porque en aquélla época habitaba también en Oriente Próximo, lo denominaron “gorrión (grande como un) camello”. El nombre científico es struthio camelus, que confirma la explicación.

También es un fraude lo de que el avestruz mete la cabeza bajo tierra ante un peligro: ni se te ocurra verificarlo. Esa actitud, que combina cobardía e insensatez, tan común entre los políticos españoles, no refleja el comportamiento de un ave fuerte y rápida, que ataca a picotazos y patadas, o huye.


El resentido lee por encima de mi hombro el borrador de la entrada y hace ruiditos de desaprobación:

 - ¿Pero tú crees de verdad que alguien se va a tragar esas plúmbeas divagaciones? Pareces una parodia, en cortico, de Sheldon Cooper, el de Big Bang Theory, siempre con tus puñeteras puntualizaciones. Di que has subido dos láminas de colorines para que, el que quiera, conozca unas cuantas imágenes de aves y no te enrolles más.


Tiene razón, ahora iba a dar la brasa con el pavo real, pero quedáis amnistiados.