sábado, 30 de marzo de 2013

Esto No Es Justo - Sally Nicholls


Si algo caracteriza, de manera taxativa e incontestable a nuestra civilización en esta época, es que vivimos totalmente olvidados de la muerte, a espaldas de ella, como si no existiera, ignorándola o negándola en nuestra cotidianeidad. Es algo parecido a lo que ocurre entre los pigmeos, más adelante lo aclararé.
Fascinados por la violencia, evitamos pensar en sus consecuencias inmediatas. La muerte es tabú y punto. Eso explica que las obras que nos acercan una reflexión sobre ella, sean soslayadas; por ejemplo, la magnífica película de Javier Fesser, “Camino”, atravesó la actualidad en lo referido a popularidad y público, sin pena ni gloria, como si no se tratara de una de las mejores obras del cine español de todos los tiempos. No tocaba hablar del tema.
La autora, Sally Nicholls
Tampoco sé muy bien cómo cayó en mis manos este magnífico libro. Quizá por motivos profesionales, para el aula, al tratarse de un libro juvenil; puede que por morbo; tal vez porque, de un tiempo a esta parte y por edad, me interesa y soy más sensible al tema… Aunque conociéndome por dentro, soy propenso a confesar que debió ser por morbo. Además vi que se trataba de una autora jovencita y guapa (¿qué sabrá la pava esa de estos temas?-pensé), y al imaginármela en El Corte Británico firmando libros a señoras de lágrima fácil, prejuzgué que se trataría de un producto ñoño, sensiblero y lleno de topicazos, con el que me divertiría de lo lindo. Cometí un grave error y me estuvo bien empleado que el libro me mordiera.   
Sam, un niño de once años, padece leucemia en una fase muy avanzada, casi terminal, y se hace preguntas a las que nadie contesta: ¿Cómo sabes que te has muerto? ¿Por qué hace Dios que los niños enfermen? ¿Qué pasaría si alguien no estuviera realmente muerto y la gente creyera que lo está? ¿Lo enterrarían vivo? ¿Duele morirse? ¿Qué aspecto tiene una persona muerta? ¿Qué se siente al tocarla? De todos modos, ¿por qué tiene que morirse la gente? ¿Adónde vas cuando te mueres? ¿Seguirá el mundo ahí cuando me haya ido?
Lo más sorprendente es la entereza con la que Sam aborda las respuestas imposibles a estas incontestables preguntas, es como si, en vez de verse afectado de un modo personal, emprendiera una investigación científica y filosófica, sin otro límite que sus posibilidades de comprensión, del misterio de la muerte. La contención sentimental, la dignidad infinita con la que afronta su estado, la serenidad inconcebible de su discurso es lo que acaba convirtiendo el libro en una experiencia escalofriante.
Está escrito con un estilo sencillo y coloquial, muy escueto, que acentúa aún más su efecto devastador: se supone que las “investigaciones” de Sam se reflejan en un diario que escribe él mismo, mientras le es posible. Así en primera persona y con un logradísimo punto de vista infantil, nos enteramos de los planes que tenía Sam para vivir una vida completa y plena, y cómo tendrá que afrontarlos y realizarlos con un límite de tiempo tan reducido. Sus ambiciones siguen intactas: ser un científico famoso, escribir un libro, batir un récord, ver todas las películas de terror, subir por las escaleras mecánicas que bajan y bajar por las que suben, ver un fantasma, subir a un dirigible, ser un adolescente y hacer todas las cosas típicas de adolescentes, viajar en una nave espacial… Todos sus sueños consigue realizarlos, de manera más o menos real, más o menos vicaria, siendo esto mucho más de lo que la mayoría de nosotros podríamos alcanzar y él logra en un plazo escasísimo. Y constituyendo todo ello, de algún modo, su personal manera de alcanzar un grado de pervivencia, de inmortalidad. Ahí está el quid: se trata de una lección sobre la muerte para uso de la vida, pues así reza su mucho más adecuado título original inglés: “Ways To Live Forever”.
 
Si añadimos unos personajes muy aquilatados: sus padres, su hermana Ella, su amigo Félix, también enfermo, la señora Willis que es la maestra que va a su casa y otros secundarios muy bien perfilados, y se adereza todo con… ¡humor! (en un libro así hay humor, es para morirse), nos topamos, en definitiva, con una obra tan conmovedora (o más) de lo que anuncia su portada. Una grata sorpresa que atempera un tema rotundamente ingrato.

 
Tema que, en lo sucesivo, podemos seguir tratando como los pigmeos, ¿qué hacen los pigmeos al respecto? Según una de las investigaciones de Sam, “a los pigmeos no les gusta la muerte. Cuando alguien muere, le derrumban encima su cabaña, trasladan el campamento a otro sitio y nunca más vuelven a hablar de él”. Aquí no llegamos a tanto, decimos “el muerto al hoyo y el vivo al bollo” y somos una sociedad que también los olvida, tal vez por motivos económicos: una vez enterrados, no consumen. 

miércoles, 27 de marzo de 2013

El Primer Álbum De Los Beatles Cumple 50 Años

Este mes hace 50 años que salió el disco que cambió la faz (musical) de la Tierra. Fue en marzo de 1963, aunque aquí llegó algo más tarde a la sección de música de los almacenes Simeón, hasta entonces dominada por José Guardiola, Rudy Ventura, Renato Carosone y el Dúo Dinámico.

Cincuenta años, ahí es nada. He fotografiado mi copia de vinilo, que data de 1964. Aquel excitante curso (64-65) se abrió en el entrañable instituto de Jaca con una charla en el salón de actos, en la que nos alertaron de la influencia de unos peligrosos gamberros melenudos, por aquel entonces genéricamente llamados ye-yés, que iban a corromper a la juventud patria. Así fue, el “LooOve, love me do” sustituyó vertiginosamente al “voy por rutas imperiales”, el “Twist and shooOut” pulverizó al “impasible el ademán” y ya nada, nada volvió a ser como antes. Qué tiempos.
 
En la segunda mitad de la década de los sesenta fueron, desde luego, entre la juventud, “más populares que Jesucristo” en palabras del propio y malogrado John Lennon. Es muy difícil para un muchacho de hoy día hacerse una idea de una época en la que la música, no sólo acompañaba nuestras vivencias y emociones, sino que iba cambiando el mundo día a día.
En este álbum todavía no han llegado a sus cotas más altas de creatividad, pero puedo asegurar que, escuchado hace 50 años, era la explosión que desencadenaba el delirio colectivo.
No me resisto a poner la canción que abre el disco, un energico rock con la voz vigorosa y, para los cánones de entonces, bastante gamberra de Paul McCartney. Se titula “I saw her standing there”, que yo, a mi bola, traduzco como “La vi allí plantada”. La letra aún refleja la edad de la inocencia. Felicidades.
 
I SAW HER STANDING THERE

One, two, three, FOUR!…
Well, she was just 17,
You know what I mean,
And the way she looked was way beyond compare.
So how could I dance with another (ooh)
When I saw her standin' there.

 Well she looked at me, and I, I could see
That before too long I'd fall in love with her.
She wouldn't dance with another (whooh)
When I saw her standin' there.

 Well, my heart went "boom,"
When I crossed that room,
And I held her hand in mine...

 Well, we danced through the night,
And we held each other tight,
And before too long I fell in love with her.
Now, I'll never dance with another (whooh)
When I saw her standing there

Well, my heart went "boom,"
When I crossed that room,
And I held her hand in mine...

 Oh, we danced through the night,
And we held each other tight,
And before too long I fell in love with her.
Now I'll never dance with another (whooh)
Since I saw her standing there.

 
LA VI ALLÍ PLANTADA

 Un, dos, tres, ¡CUATRO!

 Bueno, ella tenía apenas 17
y ya sabes lo que quiero decir,
tenía un aspecto incomparable,
cómo podía haberme puesto a bailar con otra,
cuando la ví allí plantada.

 Bueno pues me miró y yo, yo me di cuenta
de que tardaría poco en enamorarme de ella
y ella ya no bailaría con nadie más
desde que la vi allí plantada.

El corazón me dio un vuelco
cuando crucé aquella sala
y cogí su mano entre las mías.

Bien, bailamos toda la noche
estrechamente abrazados,
y al cabo de poco rato, me había enamorado de ella,
ahora nunca bailaré con otra,
desde que la vi allí plantada.

El corazón me dio un vuelco
cuando crucé aquella sala
y cogí su mano entre las mías.

 Bien, bailamos toda la noche
estrechamente abrazados,
y al cabo de poco rato, me había enamorado de ella,
ahora nunca bailaré con otra,
desde que la vi allí plantada.

 Puedes encontrar las canciones de los Beatles (bien) traducidas en este enlace:
http://www.letras4u.com/the_beatles/a_day_in_the_life.htm
 

lunes, 25 de marzo de 2013

La Hora Del Planeta

¡Glup! Se me ha pasado por alto la hora del planeta. El sábado a las ocho y media estaba en otras cosas y se me olvidó apagar la luz, así como la nevera, el ordenador y un ambientador eléctrico con aroma de fecalipto que tengo en la pared del pasillo. Me siento un poco responsable del cambio climático, la contaminación ambiental, la lluvia ácida, la deforestación, las sequías prolongadas y otros fenómenos exóticos, que no he podido acudir a contemplar porque carezco de automóvil y tengo que ir a pie a todas partes (antes iba en bici, pero ahora se ha puesto muy peligroso, con las rotondas que ahorran la electricidad de los semáforos y salvan al planetomovilista de tener que esperar a que pases).

Me cuenta un amigo, un ecologista radical de muy buena familia, que, viniendo de visitar unas aliagas enfermas, apagó los faros de su todo terreno a las 8:30, puntualmente pues, y se vio obligado a transitar sin luces hasta que llegó a su casa, una unifamiliar de tres plantas, a las 9:25, donde, a oscuras tuvo que dejarlo en el garaje, ocasionando una perceptible raya en el lateral del Audi de su padre, todo sea por la causa, y esperó, intachable en su compromiso de salvaguardar el planeta, a las 9:31, para coger el ascensor interno del edificio y subir a la planta baja. Me hizo sentir lástima de mí mismo, ¿qué había hecho yo por el Sistema Solar en aquel rato que estuve distraído, sin participar en la aventura global de garantizar espacios naturales con menos de cincuenta grados para las futuras generaciones?
Iluminación navideña en Barcelona.
El calentamiento global comenzará a dejarse sentir, inexorablemente, este verano debido a mi falta de conciencia y a mi ausencia de compromiso con las fuerzas que se han propuesto cambiar el mundo (al menos, el del espectáculo). Además, como no tengo instalación alguna de aire acondicionado, seguro que el crecimiento planetario de las temperaturas me hará sudar como un cerdo. Diréis que me lo tengo bien merecido, por mi carencia de sensibilidad, por mi incapacidad para desarrollar una solidaridad activa con Coca-Cola, Inditex, PRISA, Eroski, Orange y El Corte Inglés, sin olvidar a la mercería Lagomillalabraga de Hondarribia, que me recuerda, con amabilidad no exenta de firmeza, que de allí fueron los pioneros en la toma de conciencia de los perjuicios del desarrollo insostenible y, ya en el siglo XVI, apagaban los candiles una hora al año para alertar sobre los peligros de las modernas fraguas.

Una hora al año no era mucho pedir, quedan nada menos que 8.759 para disfrutar del Home Cinema en 3D, con la calefacción a 24 grados (que te permite ir por casa en taparrabos). Son muchas horas, aunque muchísimas menos de las que hay que esperar en mi pueblo para coger un tren a Barcelona.
El planeta en su hora (punta).
Si gobiernos democráticamente elegidos no intervienen con seriedad en la racionalización del uso de la energía, favoreciendo las renovables y la investigación y desarrollo en este terreno, primando el ahorro energético, el transporte público, penalizando el despilfarro y fomentando leyes globales contra el deterioro ambiental, si no se interviene en la raíz del problema, que son los modos de vida de alto coste energético, al menos en el primer mundo, será que el demos (pueblo) que elige a sus gobernantes, no quiere verse privado del calentamiento global que, a su modo, es un lujo. Y prefiere seguir participando en estas entrañables movidas de la hora del planeta, que tranquilizan todas las conciencias menos la mía, que me olvidé. Cachis.
 
Despilfarro a cambio de belleza.
    

Barry Lyndon - Stanley Kubrick

“El hombre es una pasión inútil”, según Sartre y esta película, una de las más luminosas y tristes que he visto, valdría como ilustración del citado aforismo. Antes de seguir, me pregunto qué me lleva a escribir una entrada sobre una de las películas más comentadas de la historia del cine y la respuesta es sencilla: mi puro gusto personal de reflexionar un poco sobre la que, quizá, es una de mis tres o cuatro películas preferidas.
 
Barry, sentado, no brinda.
 
Primero un poco de historia: fue estrenada en 1975, obteniendo un casi nulo éxito de crítica y público (era demasiado diferente a las demás películas históricas), a cambio, en poco tiempo, se convirtió en una película de culto. Obtuvo 4 Oscars, entre ellos el obvio de “a la mejor fotografía”, pero no obtuvo los de las categorías principales, al competir con la mucho más popular “Alguien voló sobre el nido del cuco”. Para mí, no obstante, son dos películas que no juegan en la misma liga, ésta es una película interesante y emotiva, mientras que “Barry Lyndon” es una absoluta obra maestra, tanto del séptimo arte, como de algunos de los anteriores.
 
 
¿Y qué hace de Barry Lyndon una película tan especial? Pues la conjunción de varios factores, entre los cuales el más alabado es la fotografía: pone ante nuestros ojos un espectáculo visual de una belleza casi insoportable, parece algo sobrenatural. El artista responsable fue un director de fotografía inglés, John Alcott, que hizo filmar todo con luz ambiental; en vez de recurrir a los focos, recurrió a ópticas Zeiss muy luminosas, de 0’7 de abertura (si te gastas mucha pasta en un objetivo, puedes bajar hasta 1’4, a menor número, mayor abertura para captar la luz y más posibilidad de filmar con poca luz). Son míticas las escenas iluminadas sólo con velas, aquí la calidad del fotograma y su calidez, la intimidad que sugiere, eran lo nunca visto. Y no creo que hayan sido superadas. También las escenas que se filmaron durante el día, en exteriores, tienen una luz que parece que uno ve los paisajes en una pantalla de cine por vez primera. El hecho es tan notorio y destacado que, tratándose además de un film de culto, ha dado lugar a especulaciones que han degenerado en tonterías asombrosas: la más pintoresca que oí relaciona el tema con la NASA. Según esto Kubrick habría filmado en 1968-69 el falso montaje de la operación Apolo, haciendo verosímil el engaño del alunizaje y, a cambio, la NASA le compensó, compartiendo con él secretos científicos sobre óptica y sofisticadas cámaras usadas en la investigación espacial, que le facilitaron la construcción de esta maravilla visual.
 
Un duelo.
Y plástica, puesto que la dirección artística, el vestuario y la ambientación en el siglo XVIII (Guerra de los Siete Años, 1756-63) es irreprochable. ¿Cómo lo consiguieron? Parece simple: todas las escenas están pensadas y compuestas como cuadros, están sacadas de cuadros de los que cuelgan en los museos, toda la pintura posbarroca, neoclásica y rococó desfila ante nuestros embelesados ojos: Fragonard, Watteau, Tiépolo, Hogart, Gainsborough (sobre todo, éste), Constable y otros pintores que llevaban casi 200 años muertos, trabajaron para esta película sin saberlo. Así cualquiera.
Barry es atracado.
La música, muy presente en toda la cinta, es música popular irlandesa, música de época (Haendel , Bach y algún otro) y el tema, adaptado para la película por Leonard Rosenman, un tema ubicuo, oscuro, solemne y muy triste, liderado por unos severos violonchelos, que ganó el Oscar a la mejor banda sonora y es uno de los más reconocibles de la historia del cine. Seguro que lo has oído.  
Un pugilato en el ejército inglés.
El guion, sobre todo el guion. Es lo que catapulta a esta película de una simple “historia interesante” a nada menos que un paradigma del destino y del comportamiento del ser humano, en todo sometido al capricho de la fortuna, que puede nublar su entendimiento, burlar su voluntad y torcer su determinación, siempre con los más crueles y dolorosos golpes. Fue adaptado (sobra decir, magistralmente) de la novela de William Thackeray, escrita en 1844 y titulada “Barry Lyndon”.Qué casualidad. Otro ilustre muerto trabajando para el film. Y de qué manera. Hay un narrador que lo encarna, explicando con un tono entre satírico y cariñoso, los afanes y desventuras de unos personajes, tan creíbles en su insensatez, tan bien dibujados, que sólo falta la etiqueta “Basada En Hechos Reales”. Es notable la ambigüedad moral de todos ellos: no hay buenos ni malos. El protagonista Barry Lyndon, nacido Desmond Barry, un irlandés ambicioso y desaprensivo, puede parecernos un ser sin escrúpulos, que sólo busca su provecho, tratando de medrar y ascender en la cerrada sociedad donde le ha tocado espabilarse y sobrevivir… Y es, por otra parte, un ser pleno de humanidad, de franqueza, cordial y honrado a su torpe manera, cuya codicia comprendemos íntimamente y al que compadecemos en su terrible caída, que encadena desgracia tras desgracia: pérdida de un hijo, fracaso y hundimiento social, mutilación… Nos acaba pareciendo un destino muy triste para un aventurero tan gallardo, un tahúr vanidoso, sí, un egocéntrico y un oportunista, también, pero sus errores son tan reconocibles en nosotros, o en cualquier hijo de vecino, que acabamos identificados con una representación emblemática de lo que el destino hace con cualquier ser humano: llevarlo dando tumbos por ahí y desgastarlo golpe a golpe hasta convertirlo en una sombra miserable, lista para el hachazo final. Todos somos Barry Lyndon (generalmente, en una versión más cobarde, o menos temeraria).    
  
Barry, a la luz de las velas.
El reparto es otro puntazo. Fabuloso Ryan O’Neal (Love Story, Luna De Papel) que tenía 33 años, durante un rodaje que le obligó a encarnar un rango de edad entre la primera juventud y la madurez, debido al carácter de biografía de la historia contada en la pantalla. Marisa Berenson es una de las criaturas más hermosas de todo el siglo XVIII, en su papel de pánfila, noble y bellísima esposa del bueno de Barry que, uno de los detalles más atroces de la película, en realidad no la ama y sólo piensa en servirse de ella para su medro en la escala social. Mal, Barry, muy mal. Otros personajes secundarios se encarnan como afinadísimos acompañantes o adversarios de Barry: su artera prima Nora que es su primer amor y le dispensa una catastrófica educación sentimental, el cobarde capitán Quinn que se casa con ella, Le Chevalier tahúr y espía que lo introduce en el gran mundo, Bullingdon, hijo de lady Lyndon e hijastro de Barry, que le odia tan comprensible como encarnizadamente y que al fin será el brazo ejecutor de su ruina, el clérigo untuoso e hipócrita que manipula a la esposa de Barry, convirtiéndola en una santurrona... y un largo etcétera.
Preparando la carnicería.

Son tres horas redondas de cine que transcurren en un abrir y cerrar de ojos. La peli es larga, pero no se hace larga, sí se hace un poco amarga, en la línea pesimista del minucioso trabajo de Kubrick, como director personalísimo, como creador de fantasías cinematográficas muy, muy sólidas. Ésta es una de las que mejor ha pasado el tiempo, yendo su apreciación siempre a más.
 
Condecorado en el ejército prusiano.
Si tienes tres horas libres y un quintal de palomitas, prueba este enlace para verla online:
Lady Lyndon

Ya son marido y mujer.
Un sastre antes del desastre. 
Lo siento: ésta no es de las que acaban con el beso final.
  

viernes, 22 de marzo de 2013

Ya Es Primavera

Ya es primavera en El Corte Aragonés, parafraseando el eslogan. El famoso equinoccio ha ocurrido ya. Lo dijeron los astrónomos, lo ha confirmado la mismísima televisión en sus programas del tiempo, que son como unas misas laicas, en las que el oficiante reparte chubascos, nieblas matutinas y heladas en lugar de hostias (consagradas).

Agazapados en espera de una manifestación, afilando la correspondiente camiseta, los ciudadanos descontentos, que abominan del actual régimen político, acunan el sueño multicultural de una primavera árabe por estos lares, que acabe, en nombre de la alianza de las civilizaciones, con Rajoy y con Montoro, como se acabó con Don Rodrigo y toda la caspa visigoda. El gobierno islamista subsiguiente, se encargaría, en aplicación de la sharía, de cortar las manos de Bárcenas y Ana Mato, luego si les apetecía podrían, mediante unos EREs bien urdidos y convenientemente ceremoniados, nombrar califas a todos sus cuñados, yernos, primos y demás allegados, lo que haga falta.
 

Y si no hay primavera árabe por estos pagos, pues “Primavera Negra” de Henry Miller, que hay que ver lo que son Henry Miller y Faulkner en este pueblo, o “La Primavera” de Vivaldi, o “Primavera con una esquina rota” de Mario Benedetti o “Sonata de Primavera” de Valle-Inclán, o “Risveglio di primavera” de Franco Battiato, cualquier cosa con tal de que suene a primavera, huela a primavera, o evoque la primavera. Aunque mi primavera favorita y feliz fue la que cantaban Los Pasos en 1968:

“Llegó la primavera a la ciudad,
todo ha cambiado de color...
como hace más calor
las chicas ya se quitan ropa y hay que ver
como la gente canta, corre y ríe
más que en el invierno que pasó...
Los pajaros que no se oian ya,
hoy cobran nueva vida y cantan.
En el parque que antes era triste y gris,
hoy todo es verde y hace sol;
y alguna que otra pareja se esconde
y se dedican a cantar así:
 la lá lará lará lará lará
la la la lá, la la la lá…”

 
Sublime. Nueve siglos de lírica resumidos en esta canción. Ya no me acordaba, casi. Un subidón de puro gozo antes del pozo.
 

Hasta a mi pueblo, donde todo llega con retraso y en mal estado, cuando ya en la metrópoli zaragozana no lo quieren, o se ha pasado de moda, puntual la primavera ha venido y Don Antonio Machado no sabe cómo ha sido. En este momento me atrevería a parafrasearlo así: la primavera ha venido / yo no sé cómo se ha atrevido".
 

 He salido a pasear como acostumbro por el campo y todo está de un verde brillante, lavado por las últimas lluvias y plagado de una humilde flor muy común aquí, una especie de mala hierba que, si no me he informado mal, es una crucífera y se llama rabaniza blanca.
 

Yo la encuentro bonita y agradable y quiero romper una lanza por ella, porque es la única flor silvestre de aquí que se toma la molestia de florecer en invierno. Cuando más falta nos hace. 
 
Aquí la rabaniza blanca haciendo amistad con un cuco
Todo el campo tapizado de blanco
  

jueves, 21 de marzo de 2013

Depeche Mode - Love, In Itself


Corría el año de 1983 y Depeche Mode era un cuarteto de músicos de vocación electrónica, adictos a los sintetizadores, que aún trataban de reubicarse y superar la marcha de su líder Vince Clarke.

Sacaron “Construction time again”, su tercer álbum, usando un sonido y una imaginería obrerista e industrial, haciendo gala de un extraño compromiso cristalizado en un izquierdismo de salón, con la obvia crítica social, que se expresaba en letras mitad comprometidas, mitad solemnes. El álbum es extraordinario y vigoroso y, aunque no estaban llegando aún a la cima de su popularidad, se escucharon con frecuencia temas como “Everything counts” y este “Love, in itself”, que abría el disco.
 
La  novedad principal en su sonido la aportan los “samplers”, instrumentos que, grabando muestras de audio del mundo real, pueden cambiarlas de tono y permiten, de este modo, crear melodías con los sonidos más insospechados. En este caso, parece que estemos en una herrería, donde los más variados cacharros son percutidos para fabricar una especie de tecnopop siderúrgico.
 
Así de jóvenes eran

En el vídeo, los miembros del grupo aparecen pertrechados con los más catastróficos looks que los ochenta fueron capaces de perpetrar, mientras el apuesto David Gahan trata de poner una voz adecuada para un tema trascendente y Martin Gore, Alan Wilder y Andrew Fletcher cacharrean afanosamente en sus maquinitas. El tema es bonito hasta decir basta, y los cuatro jovencísimos músicos que, entre todos, suman entonces noventa años, se mueven con una convicción tal que parece que supieran ya que iban a ser el grupo musical más influyente de su década.

 

LOVE, IN ITSELF

 
All of these insurmountable tasks
That lay before me
All of the firsts and the definite lasts
That lay in store for me

 
There was a time
When all on my mind was love
Now I find that most of the time
Love's not enough in itself

 
Consequently, I've a tendency to be unhappy
You see the thoughts in my head
All the words that were said
All the blues and the reds get to me

 
There was a time
When all on my mind was love
Now I find that most of the time
Love's not enough in itself

 
All of these absurdities
That lay before us
All of the doubts and the certainties
That lay in store for us

 
There was a time
When all on my mind was love (love love love)
Now I find that most of the time
Love's not enough in itself

 Y éste es el vídeo oficial, con sonido de estudio:

 

EL AMOR, POR SÍ SÓLO

 
Todas esas tareas insuperables,
que me aguardan,
desde la primera hasta la definitiva,
se extienden amontonadas frente a mí.

 
Hubo una época
en la que el amor ocupaba todos mis pensamientos.
Ahora encuentro, que en la mayoría de ocasiones,
el amor, por sí solo, no basta.

 
En consecuencia, tiendo a ser desgraciado,
ya ves, las ideas que rondan mi cabeza,
todas las palabras que se han dicho,
unas amargas y otras violentas, todas me han atrapado.

Hubo una época
en la que el amor ocupaba todos mis pensamientos.
Ahora encuentro, que en la mayoría de ocasiones,
el amor, por sí solo, no basta.
 
Todos esos absurdos
que se extienden ante nosotros,
todas esas dudas y certezas
yacen apiladas frente a nosotros.

 
Hubo una época
en la que el amor ocupaba todos mis pensamientos.
Ahora encuentro, que en la mayoría de ocasiones,
el amor, por sí solo, no basta.

lunes, 18 de marzo de 2013

La Ermita Románica De Santa María De Chalamera

Llegando desde la cara norte
En el borde oriental de una terraza que se alza unos setenta metros sobre el cauce del Cinca encontramos la ermita de Santa María de Chalamera, que data de finales del siglo XII o comienzos del XIII, una construcción de considerables dimensiones, situada justo en medio de ninguna parte, batida por el cierzo, con la portada principal orientada a poniente, un edificio románico grande, sólido y armonioso. Una inesperada preciosidad de piedra. Una joya.


Puerta principal, a poniente

La primera vez que la vi, allá por 1990, aunque sabía que era un monumento de considerable valor, me quedé impresionado, ¿qué hacía en aquel despoblado una ermita de semejante tamaño? El empaque, la nobleza y la antigüedad de la edificación saltaban a la vista, su aparente estado de conservación era bueno, aunque unos años después se benefició de una restauración encaminada, sobre todo, a reparar sus cubiertas. Cuando llegué por la penosa cuesta, entonces sin asfaltar, el exterior del templo me pareció deslumbrante, a un lado había una pequeña extensión con césped (¿o lo he soñado?) y allí, atado a la sombra, un burro silencioso y paciente, cuyo dueño no debía de andar lejos.

Cara sur
 Este sábado aprovechamos la gentileza del depositario de la llave y alcalde de Chalamera, pueblo situado a un par de kilómetros río abajo, al sureste de la ermita, y tuvimos ocasión de visitar el interior del edificio. Allí reinan la oscuridad y la ausencia de mobiliario, el gastado suelo es irregular y, donde se asoma, la penumbra dibuja un espacio amplio y muy bello, fresco y apacible: hay una nave principal casi desierta y un pequeño crucero.

Altar, detrás ábside con 3 ventanas
Parece ser que perteneció a la orden del Temple y eso explicaría su porte y sus orgullosas dimensiones. Los que entienden y aprecian el arte románico destacan el cimborrio octogonal que remata en lo alto el crucero y la portada occidental, con sus arcos superpuestos (arquivoltas) y capiteles con figuras y motivos que llevan ocho siglos peleando con un durísimo viento, que los remodela y simplifica. Yo aprecié la quietud y el misterio de su interior con ecos de alguna letanía que debían salmodiar, hace ochocientos años, los monjes guerreros de estos territorios, que eran y siguen pareciendo, territorios fronterizos.
 
Pila de agua bendita



viernes, 15 de marzo de 2013

La Extinción De La Clase Media


Hoy me voy a dedicar a hacer sociología barata, tan barata que no cobraré nada por ella. Me propongo hablar de un fenómeno socioeconómico que se está instalando en nuestro país, aunque me temo que, con esto de la globalización, aquí tenemos un mero reflejo de algo de más amplias dimensiones.

La cuestión es que la crisis económica que han desatado los poderes financieros internacionales, ha supuesto el final de un mito del capitalismo reciente: la universalización del estatus de clase media en países como el nuestro. Los poderes fácticos reales que gobiernan en nuestro entorno (no olvidemos que la democracia no es más que una representación, si crees en el poder democrático como expresión de la voluntad popular, puedes dejar de seguir leyendo), los grandes grupos financieros y empresariales que realmente mandan, han decidido que un estado de bienestar, encarnación universalizada de los ideales pequeñoburgueses ya no conviene a sus intereses. Por si lo habíamos olvidado, sus intereses consisten en obtener los máximos beneficios en el menor tiempo posible. Y a este empeño se ha vuelto, si es que se dejó alguna vez.

Hubo un tiempo en el que el capitalismo y la economía de libre mercado tenían enfrente a un enemigo de consideración, era fundamental combatir las ideas comunistas. Y el modo de hacerlo fue a base de bienestar económico y un sistema de incentivos para fingir que se repartía la renta y la riqueza. Este sistema retributivo fue suficiente palo y suficiente zanahoria para aburguesar a los trabajadores del mundo occidental, ingresarlos en la clase media y conseguir que no quisieran ni oír hablar de revolución.

En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, se habla de “un capitalismo de rostro humano”, la socialdemocracia consigue, en una buena parte de Europa, domesticar en cierta medida a los “tiburones”, los salarios en términos reales suben, la duración de la jornada laboral se reduce, el poder adquisitivo de las familias crece, las grandes empresas y las no tan grandes convierten a millones de empleados en clase media… Incluso en un país de la periferia del primer mundo, como España, asistimos a la vivienda propia (adosada, si puede ser), a los dos coches en cada garaje, a la segunda residencia para las vacaciones, oímos pamplinas sobre que “el lujo se democratiza” y “todos tenemos derecho a lo mejor”, y de repente, paf, cambio radical de modelo.

Ahora el capitalismo no tiene enfrente a un contrapoder. En el bloque del “socialismo real” precisamente la falta de incentivos y de compensaciones para sus masas proletarias hizo que éstas acabaran con el sistema, que se derrumbó como un castillo de naipes, con la excepción testimonial de bastiones como Cuba o Corea Del Norte, donde no les debe de ir demasiado bien, baste un indicador: reciben poca inmigración.

Ahora los expertos y los asesores de los cuasidictatoriales poderes financieros se apuntan a la moda neocon y dicen: no podemos asumir tantas cargas sociales, no podemos pagar tantos tributos, esto es una ruina: o dejamos de convertir a los asalariados en exigentes ciudadanos pequeñoburgueses, llenos de derechos y expectativas, o enterraremos nuestros tesoros en el nuevo mar Caribe de los paraísos fiscales y esperaremos tiempos mejores. 

Ahora nos dicen: “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, nuestro crecimiento no es sostenible. Las empresas se apuntan a la deslocalización para reducir costes salariales, “es una consecuencia de la globalización” dicen, no podemos fabricar productos competitivos pagando salarios tan elevados y manteniendo los empleos estables. Final abrupto, pues, para el sueño de universal pertenencia a una clase media, con un aceptable poder adquisitivo en perpetuo crecimiento. Somos, dicen, una generación que va a ver cómo sus hijos no consiguen mantener el nivel de vida en el que crecieron.

O sea que nos están proletarizando. Con este nuevo fenómeno, la derecha que nos gobierna y la izquierda que nos agita están, al unísono, encantadas. La derecha, como representante de los poderes económicos más voraces, podría llegar a conseguir su objetivo de que todos los empleos sean precarios, estén mal pagados y se acabe trabajando doce horas diarias por una escudilla de arroz, para así poder competir en costes con los productos chinos, penetrar en su mercado y recaudar beneficios sin tasa. La izquierda ve crecer diariamente en número a los que no tienen casi nada que perder y sueña con reverdecer los viejos ideales revolucionarios, agitar las masas y tomar el poder, sustituyendo a la caterva de especuladores insaciables y ejecutivos sin escrúpulos por una nueva élite de representantes del pueblo, ellos, que repartirán, equitativamente eso sí, las penurias, la miseria y las cargas en los lomos que les aúpen a lo más alto. Controlando la calle y las mareas de camisetas de los más variados colores, imaginan que la agitación les dará sustanciales réditos políticos, pero con la agitación no va a bastar: hay que tener algún tipo de plan viable para lo que vendrá después. Y no lo tienen.

Incluso aún podría ser peor: si entre todos conseguimos desestabilizar la representación democrática, dando crédito a fantochadas populistas (véase Berlusconi/Grillo) podríamos acabar cayendo en brazos del fascismo, que eso aquí, ya lo conocemos. Y no lo tenemos tan lejos. Y es muy feo. Tanto que deberíamos recordar, en todo momento, que no hay ni prestaciones sociales, ni bienestar, ni crecimiento económico que pague la pérdida de las libertades individuales.      

jueves, 14 de marzo de 2013

Manifiesto

Cuando me tocó ser joven ansiaba ser poeta y perroflauta, aunque esta castiza palabra no había sido todavía acuñada y esgrimíamos el término “hippie”, que pronunciábamos “jipi”, un barbarismo que hizo más fortuna de la que merecía. Éramos una juventud autocomplaciente, narcisista y algo autodestructiva, características estas que se han perpetuado en las siguientes generaciones y que nuestros padres decían no haber conocido. Era igual de todos modos, porque nuestra característica más dominante y generalizada era la de creernos mejores que nuestros padres: no habíamos tenido una vida tan dura y difícil, pero era igual, porque nosotros éramos mejores y más listos e íbamos a cambiar el mundo. Esta incomprensible arrogancia tuvo el premio que se merecía: el mundo sigue siendo un lugar hostil e inhóspito y nosotros, como dicta inexorable el tiempo, hemos cambiado a peor.
 
 
Claro que la esperanza es lo último que se pierde y exigir de la vida su máximo grado de cumplimiento es un anhelo absolutamente irrenunciable. Podrás no ver tus deseos realizarse, pero aquello que dejas de desear se muere en ti. Uno acaba siendo definido y modelado por sus ambiciones: ser rico, ser amado, viajar a París, comprarse un televisor grande que te cagas, tener una casa o ver la Tierra desde la Luna. Cuando era joven escribí este soneto con el que quería expresar que las ásperas dificultades de la vida están para impedirnos cumplir nuestras aspiraciones, pero no para impedirnos formularlas. Y si tienes a alguien que te escuche expresarlas, te has puesto en camino.      

 
MANIFIESTO

  No acertara a decir cuán pedernales
son los más duros granos de la arena,
pero a veces los áridos eriales
contienen en su seno agua del Sena,

  digo agua y será porque, si suena
agua será, no vientos ni metales;
no es la vida mejor por menos llena
de cántaros a tope, de raudales...

  Y si es vida, llenarse de avenidas
puede y tercie saltar por las aceras
llevando la corona del rey Midas;

  que teniendo patente, no exageras:
cien caballos de Arabia por las bridas,
tal te cumple pedir; y al olmo, peras.


martes, 12 de marzo de 2013

Ameno. Un Apunte Orquestal

Esto es un conato de banda sonora en busca de película. Una inofensiva pieza musical de tipo orquestal de torpe pureza, de ingenua perversidad. Son sólo dos minutos, apenas un apunte de un canto fúnebre de amor por la vida. Esta vez las secuencias me salieron de un tirón, en una sola sesión, y decidí no retocarlo, ya que no sabía cómo conseguir una mezcla más pulida ni un desarrollo más completo y acabado. Si la música hecha por ordenador puede ser espontánea, ésta lo es.

Para hacer su escucha más llevadera lo he insertado en un  vídeo hecho con fotos de almendros en flor. Por aquí abundan y se hallan en la parte final de su floreciente temporada. Se sugiere imaginar al lento compás de la música la caída de los blancos pétalos marchitados como si se tratara de los copos de una mansa y tibia nevada.
 

lunes, 11 de marzo de 2013

Puertas En El Valle De Vió

Estos últimos días tuve la ocasión de pasar un fin de semana con mi familia en un lugar pirenaico verdaderamente remoto y escondido, el valle de Vió. Un sitio recogido y apacible, situado a caballo entre los más concurridos valles del Ara y de Añisclo. Nos instalamos en un acogedor albergue en el solitario pueblo de Buerba, que se dispersa en una planicie a más de 1100 metros de altura, con preciosas vistas sobre Monte Perdido y su entorno.

Pensé que tendría la ocasión de fotografiar alguna puerta rústica y antigua, de madera envejecida, con su dintel de piedra, con su punto de evocadora sugestión y de misterio, y no me equivocaba. Allí se encuentran dos tipos de casas: unas pocas ruinosas y otras, bastantes, rehabilitadas imagino que por hijos del pueblo que, hace algunas décadas, lo abandonaron en busca de mejores perspectivas laborales y vitales. Por asombroso que parezca, la red eléctrica no llegó a este valle apartado hasta hace diez años. Si algunos conservaron la vivienda y prosperaron un poco, es probable que la hayan restaurado en estos últimos años para utilizarla como residencia durante las vacaciones.
 En ésta época del año, los pueblos están casi deshabitados. Son núcleos muy pequeños, con accesos muy difíciles: una carretera muy estrecha y revirada trepa trabajosamente hasta ellos, entre fajas abandonadas, pastos pobres y masas arbóreas poco cuajadas. Quedan por aquellos andurriales unos pocos pastores y algunos neorrurales, éstos parecen el único futuro posible en el valle y sus pueblos, ya que han decidido aposentarse aquí en lugar de en Katmandú. En verano la población se incrementa considerablemente en la zona, debido a que es ideal para el barranquismo, ocupación que goza del beneplácito de muchos ciudadanos, que acuden aquí dispuestos a aprovechar sus vacaciones, practicando un deporte que es una sustanciosa fuente de ocupación para los traumatólogos.
Vió
En esta puerta de Vió, he conservado en el encuadre la ventana y una buena parte de la fachada, para que se advierta la armonía de las proporciones en la contrucción. Aquí las ventanas son pequeñas, porque en el largo y frío invierno dejarán escapar menos calor.
Buerba
En esta otra de Buerba, vuelvo a reincidir en lo mismo. Esta es de arco, con un dintel pintado con azulete, pero encuadro buena parte de la fachada para que se vea su modesta y natural obra de cantería y la armoniosa disposición de las ventanas. Esta debía de ser una “casa bien”.
Gistaín
 Aunque me resisto a dejar el tema sin poner esta otra que he encontrado, que forma parte de la colección de las que fotografié en Gistaín y que adjunto ahora, porque es una preciosidad y “pega” con las otras. De Gistaín, como es un núcleo más grande, aún tengo más.
Esta es la puerta a una vida más sencilla, con menos necesidades y exigencias pero, ay, más dura y azarosa, más pegada a la supervivencia. Una vida que todos añoran pero ya casi nadie quiere llevar.    

viernes, 8 de marzo de 2013

Matemáticas Y Diversión.

Uno de los avatares administrativos de mi desempeño de enseñante me llevó, durante varios cursos, a impartir matemáticas en el primer ciclo de secundaria, en un instituto de una pequeña localidad de cuyo nombre, en este momento, no quiero acordarme (ya que, en este preciso momento soy feliz, creí que sería más divertido, pero no me quejo). Los alumnos de secundaria de esa localidad y los de todas las que conozco, tienen una prevención hacia las matemáticas mayor aún que hacia otras materias. Piensan que son difíciles, aburridas y sobre todo inútiles: “¿y esto pa qué sirve?””¿No lo hacen ya todo las calculadoras?”…Cualquier intento de implantar estructuras básicas de razonamiento concreto, medición y cálculo en sus jóvenes cerebros, es acogido con resistencia, cuando no con hostilidad. Y es que se les pide un entrenamiento con una cierta continuidad y una mínima exigencia que no están dispuestos a seguir. Tampoco hay que exagerar, se sobrevive, además todos hemos sido púberes y hemos estado en la higuera, donde algunos aún seguimos encaramados, pensando en las musarañas.
Pero, ¿qué culpa tienen las pobres matemáticas que son tan divertidas, tan útiles y tan amables y gratas con sus acólitos, que tan generosamente recompensan a sus servidores con cálculos precisos, formas estables y estimaciones de gran fiabilidad? Y no es coña, para los (escasos) seres humanos (llamados bichos raros o frikis) que aprenden a amarlas, son una fuente de satisfacciones duradera en la que confiar y de la que echar mano para gozar de nuestro segundo órgano favorito (en palabras de Woody Allen).
 
Es así, de la misma forma que un bebedor no puede dejar el vino sin caer en el whisky, así yo no puedo dejar de dar la tabarra con las matemáticas, sea en un aula o en un blog. Empezaré con un chiste y un problemilla de razonamiento lógico. Primero el chiste: si has enseñado matemáticas, es casi seguro que has tenido un alumno que te ha dado esta respuesta en un examen. A saber:

 
Y ahora, una de razonamiento lógico sencilla que salió, hace unos años, en una Olimpiada Matemática para alumnos de secundaria:  

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