viernes, 28 de febrero de 2014

El Ansia Reguladora Llega Al Cigarrillo Electrónico

Hará cosa de un mes y de forma un tanto casual, caí en las garras del vicio de moda. Dado que la corrupción, la prevaricación, la cocaína, el cohecho, la adjudicación de obras a dedo y cosas así, están fuera de mi alcance, he de referirme por fuerza al cigarrillo electrónico.

Probelo y gustome, de modo que me adueñé de un “kit de inicio” y me di a vapear a todas horas, en lugar de fumar como antaño hacía, concitando con este nocivo e insolidario hábito los reproches, las advertencias y la malquerencia de mis conciudadanos. El tránsito del humo tóxico al vapor presumiblemente menos perjudicial, no fue nada traumático, sino al contrario. Al cabo de una semana de sustitución, retomé un cigarrillo, lo encontré menos atractivo que los vapores que lo reemplazaban y hasta hoy, que proso estas líneas, no me he vuelto a acordar del tabaco analógico.

Sé que semejantes experiencias no son transferibles pero, dejando a un lado el que sea más sano, que eso está por verificar, aunque es obvia la sensación de que no te “carga” los bronquios y la garganta tanto como un paquete de cigarrillos, para mí todo son ventajas: es más limpio, puesto que no deja residuos tan aparentes como las colillas, sabe mejor (esto, claro, es subjetivo), es más económico, puesto que vapearse 4 ó 5 euros diarios de e-líquido es virtualmente imposible… El mantenimiento, comparado con el de una pipa (que también es muy atractiva y aromática) es sencillo, divertido y es fácil hacer que “tire” mejor. La disponibilidad es más inmediata, está siempre “encendido”, quiero decir que lo llevas en el bolsillo y le puedes dar dos caladas antes de entrar a la frutería, no es necesario encender y consumir una unidad, como con los cigarrillos. Y encima, nadie te podrá responsabilizar de quemar un bosque.
 
Lo aprendí hace poco:
 se llaman claromizadores
En el lado negativo del balance, es igualmente adictivo (el cuerpo reclama su dosis de nicotina) y carece casi totalmente de glamour, yo tampoco me imagino a John Wayne, en una del Oeste, vapeando a caballo, ni a Humphrey Bogart seduciendo con un cigarrillo electrónico. A mí me sedujo concretamente el sabor y lo divertido que es hacerse cargo del funcionamiento de un aparatito tan entretenido (ideal para frikis como un servidor).

Desde luego no contaba con poder vapear libremente: una vez que el estigma ha sido detectado en un grupo de apestados, imprime carácter, como algunos sacramentos. Pienso que no servirá de nada alegar que no carga el ambiente, que apenas huele y que no perjudica a los “vapeadores pasivos”, al no ser un humo con partículas sólidas en suspensión. Tras haber firmado en un par de sitios, para poder vapear en algunos locales públicos, pienso que esa batalla está perdida de antemano, la Santa Inquisición no descansa, sólo ha cambiado su definición de herejes. Levemente.

He reunido un kit muy completito
Para darme la razón, en El País de ayer, jueves, aparece este titular “Europa saca el cigarrillo electrónico del limbo legal”, dejando aparte la manía que tiene el citado diario de usar sujetos tan mal definidos como “Europa”, “el pueblo” o “la calle” (creo que deberían ser un poco más exigentes con sus redactores, para evitar estas abstracciones tan imprecisas), lo que es palmario es que lo van a regular, lo cual inevitablemente quiere decir poner barreras, limitar, restringir, coartar, prohibir, en fin, todo eso que se les da tan bien y que encima se arrogan la potestad de hacerlo en mi nombre, en mi beneficio y por mi bien. Qué morro, señor comisario.

Pero esencialmente, lo que quieren es su parte en el botín, su mordida para dietas y lunches. El mecanismo es sencillo: se declara nociva y perjudicial la actividad del vapeo y ya se puede someter a exacciones exageradas, ya pueden cruspir a impuestos brutales a los pobres diablos que vapeen, ¿o iban a ser más afortunados que los que fuman, beben licores o juegan apuestas? Si en una cajetilla de tabaco, el 75 % del precio que paga el consumidor, son impuestos, un botellín de líquido para vapear puede fácilmente acabar multiplicando su precio por 4. Y que paguen los pobres, que para eso están.
 
Un Himphame vapeador
De momento se moviliza a los esbirros encargados de velar, desde sus despachos, por la salud pública. He aquí algunas ideas que se anuncian de inminente aparición con validez científica:

Con el cigarrillo electrónico te puedes electrocutar. (No te rías, eso decían hace 50 años de las guitarras eléctricas).

Se te puede caer y, como es cilíndrico, una persona puede pisarlo, resbalando y sufriendo graves politraumatismos.

Un bebé puede confundirlo con un chupete y convertirse en una criatura adicta a la nicotina de por vida. La defensa de los indefensos e inocentes, es lo primero. (Para eso son siempre, los inocentes y los indefensos, los que pagan todo tipo de exacciones, amén de los platos rotos).

No se sabe las sustancias tóxicas añadidas que lleva y, por tanto, es malo. (Claro que esto tampoco lo supieron, sino a posteriori, con las vacas locas y uno se pregunta si no podrían gastar un poco menos en despachos y un poco más en laboratorios…)

En fin, amiguitos, preparados para la nueva caza de brujas, que se anuncia interesante.
 
 

jueves, 27 de febrero de 2014

Qué Reflejan Los Coches

En principio los coches reflejan el status social de su poseedor. Le hacen acreedor a un respeto y a un prestigio que varían en función de la marca, el modelo, la cilindrada y otros motivos más arcanos que los creativos publicitarios parecen conocer bien y que utilizan para hacer que un hombre se sienta más seguro de sí mismo, más viril y que exteriorice el samurái que todos llevamos dentro. Un amigo mío, trabajador en la baqueteada industria química local por más señas, me ilustraba acerca de que no alcanzas la misma consideración si en el parking de la fábrica dejas una lustrosa y potente berlina que si aparcas un modesto utilitario. También entre los obreros hay triunfadores: los signos externos tienen una importancia capital, lo son todo en el mundo en que vivimos. Por eso, de inmediato, los coches se han hecho eco de la crisis que estamos padeciendo y que ha hecho caer las ventas por un sumidero, dejando las calles despejadas para el tránsito de los paseantes y los juegos de la chiquillería, que había sido desplazada de las calzadas en aras del progreso, el bienestar y la calidad de vida.

No obstante, hay matizaciones. Como esta crisis es de las que han hecho a los ricos más ricos y a los pobres más pobres (Crisis de Tipo 1), ha ocasionado una drástica reducción de modelos populares, como el Opel Corsa y el Ford Fiesta, en beneficio de un leve incremento de Mercedes, Bemeuves y Audis que reflejan las fotos de esta entrada.

 
Con una crisis de Tipo 2, también llamada revolución, que hace a los ricos más pobres y a los pobres más numerosos y aún más pobres, el parque móvil envejece y se llena de pintoresquismo, como cualquiera puede ver en una foto reciente de Caracas, La Habana o Pionyang. Queda la crisis de Tipo 3, que no sabemos cómo afecta a la venta de turismos porque jamás se ha dado en la práctica (sería aquella que hace a los ricos más pobres y a los pobres más ricos). Nosotros, al parecer, veníamos de una etapa de prosperidad (en la que los pobres se hacen menos pobres y los ricos se enriquecen de lo lindo), aquél ceñudo presidente de los bigotes que tenía un rictus algo rancio, decía “España va bien”, aunque a mí no me tocó nada que me permitiera constatarlo; eso sí, en cuanto España empezó a ir mal, fui de los primeros a los que su simpático y poco talentoso sucesor bajó el sueldo. En el país en el que me ha tocado vivir, la crisis ha sido sempiterna, como la sequía, el paro, la falta de oportunidades y la atonía cultural. Sinceramente, apenas recuerdo un par de temporadas en las que dejaran de bombardearnos con la ubicua palabreja. Eso sí, pese a todo, las calles estaban atestadas de tránsito y yo podía darme a fotografiar el skyline de mi pueblo reflejado en los capós de los vehículos más pulcros, como ahora. Solo que sin tanto lujo. 
 
  

lunes, 24 de febrero de 2014

De Payasos Sanguinarios (Es Carnaval)

Miro a nuestros deslustrados representantes políticos, como todo hijo de vecino en este patio, con una mezcla de hastío y desconfianza, pero hay temas y momentos que me dan bastante marcha. Uno de ellos es el “escenario político vasco”, espectáculo particularmente sonrojante que ha pasado, en pocos años, del atroz drama sin sentido a la bufonada patética e irrisoria. ¿Por qué me motiva escribir cuatro reflexiones a brochazos sobre el llamado “conflicto vasco”? En primer lugar, porque a esta distancia todavía puedo expresarme con un cierto grado de libertad y en segundo lugar, porque dentro de las coordenadas espaciotemporales en que me muevo, es la infamia más poderosamente llamativa e irresoluble que decora los escaparates informativos que frecuentamos en este país tan mal cosido.

Estaba yo pues, como Gila, pensando en lo caro que se ha puesto el tocino, cuando me fue dado informarme de otro episodio del interminable “proceso de paz” que arrancó con la primera guerra Carlista… Al parecer un sexteto de mediadores internacionales, profesionales bien pagados, especialistas en la resolución de conflictos mediante la negociación y el consenso, habían sido convocados en Toulouse por las altas esferas del movimiento vasco de liberación nacional, para escenificar la entrega de las armas que, a los antiguos terroristas, hoy reconvertidos en hombres de paz y de reconciliación, ya no les sirven para nada.

Uno imaginaba que, en su sombría potestad, los briosos encapuchados se presentarían con varias decenas de pistolas, rifles, escopetas, algún arma pesada y varios quintales de explosivos, por eso, cuando vi el tenderete en el que hacían ostentación de un arsenal tan ridículo, pensé: estos no son etarras, son Pepe Gotera y Otilio. Sólo faltaban allí dos tirachinas, un cuchillo de cocina y cuatro petardos robados en una traca de pueblo. ¿Con eso pusieron en jaque a las fuerzas de seguridad del Estado durante varias décadas? Qué flamencos, ¿no?
 

Pero, para redondear el chiste, una vez que los verificadores verifican que las tres pistolas no son de agua y los mediadores observan que los paquetitos de explosivos no están mediados, van los encapuchados y tras hacerles firmar el albarán a los tontainas internacionales, sacan una caja de cartón y se vuelven a llevar los enseres exhibidos prometiendo que serán buenos chicos y no los usarán más para matar. Y uno se pregunta, ¿tan mal les van las cosas que, tras despilfarrar las sumas del impuesto revolucionario en capuchas menos grotescas de las habituales, tenían decidido llevarse las armas para la casa de empeños? ¿O tal vez para alquilarlas a una empresa de paintball?

Señores verificadores, hemos verificado que les han tomado el pelo, por más que el señor Urkullu, supremo representante de esos muchachos, en cuanto que ovejas descarriadas del pueblo al que representa supremamente, acudiera a Madrid, al mismísimo epicentro del territorio enemigo, a darles ánimos y apoyo moral.
 

Apoyo moral del que quizá anden también necesitadas las víctimas, en las que los verificadores nada verificaron, pues las víctimas, según lo poquísimo que nos enseña la historia, son las que en cualquier conflicto lo pierden todo: física material y moralmente. Incluso el obispo de San Sebastián, monseñor Setién, haciendo caso omiso de las enseñanzas de su caduco maestro, confirmó la infalibilidad de la iglesia para alinearse con los verdugos.

Terminaré (por hoy) de comentar tan hilarante sketch, con las declaraciones de otro mandarín de aquellas tierras, declaraciones que, pese a su fatigoso carácter tópico, deberían figurar en el manual “Cómo expresarse como un auténtico merluzo”, aluden como no, a la cerrazón de los de Madrid, que deben reflexionar sobre las “consecuencias de someter a la sociedad vasca a un estado de convulsión permanente”. No se sabe si es una advertencia, una profecía o una amenaza. En cualquier caso, me gustaría pedir a alguien ilustrado y ecuánime, aunque sea verificador internacional, cuál de los derechos civiles que son moneda corriente en una sociedad moderna está conculcado en el País Vasco y por quién. Una cosa diferente será si hablamos de sentimientos, de los sentimientos de un pueblo… Otro día hablaré de sentimientos, de qué se siente, por ejemplo, cuando un preboste de allí te dice que aquí hablamos “la lengua de Franco”, no será un texto apto para menores, pero de momento anticipo los sentimientos expresados por un gran poeta que, en el siglo XVII, ya utilizaba la “lengua de Franco” para anticipar a qué estábamos abocados:

 Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

   Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

  Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

   Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

viernes, 21 de febrero de 2014

Ilustraciones Del Eterno Retorno

Las fotos que acompañan esta entrada, fueron hechas el martes, 18 de febrero, durante un paseo matinal que me llevó a un campo de almendros que queda como a una hora desde mi casa. Tengo una relación interesada con esos almendros que crecen en una solana y hacen, para mí, la labor de heraldos de la llegada de la primavera. Voy a interrogarlos todos los años. En algunas ocasiones, comienzan a florecer a finales de enero, en otras han atravesado un invierno más duro y hasta mediados de marzo no dan señales de vida.

 
Estas pesquisas, así contadas, me recuerdan el Día de la Marmota, tal como se nos relata en la película “Atrapado en el Tiempo”, una de las comedias sentimentales más apreciables de los años 90. El caso es que me cercioré de que sí, ya se anuncia el fin del invierno. O, por lo menos, los almendros eso han creído y, para testimoniarlo, me puse a fotografiar los capullos. Pues nada, el ciclo de la vida que no deja de repetirse. ¿Y si en ese ciclo, a nosotros, nos estuviera destinado repetirnos, brotar como capullos una y otra vez, interminablemente? Sería la leche.

 
En “Historia de la Eternidad”, el gran Borges, el inconmensurable escritor argentino, lo resume así:

“El número de todos los átomos que componen el mundo es, aunque desmesurado, finito, y sólo capaz como tal de un número finito (aunque desmesurado también) de permutaciones. En un tiempo infinito, el número de las permutaciones posibles debe ser alcanzado, y el universo tiene que repetirse. De nuevo nacerás de un vientre, de nuevo crecerá tu esqueleto, de nuevo arribará esta misma página a tus manos iguales, de nuevo cursarás todas las horas hasta la de tu muerte increíble. Tal es el orden habitual de aquel argumento, desde el preludio insípido hasta el enorme desenlace amenazador. Es común atribuirlo a Nietzsche.” … … …

 
“Escribe Nietzsche, hacia el otoño de 1883: Esta lenta araña arrastrándose a la luz de la luna, y esta misma luz de la luna, y tú y yo cuchicheando en el portón, cuchicheando de eternas cosas, ¿no hemos coincidido ya en el pasado? ¿Y no recurriremos otra vez en el largo camino, en ese largo tembloroso camino, no recurriremos eternamente? Así hablaba yo, y siempre con voz menos alta, porque me daban miedo mis pensamientos y mis traspensamientos. Escribe Eudemo parafraseador de Aristóteles, unos tres siglos antes de la Cruz: Si hemos de creer a los pitagóricos, las mismas cosas volverán puntualmente y estaréis conmigo otra vez y yo repetiré esta doctrina y mi mano jugará con este bastón, y así de lo demás. En la cosmogonía de los estoicos, Zeus se alimenta del mundo: el universo es consumido cíclicamente por el fuego que lo engendró, y resurge de la aniquilación para repetir una idéntica historia. De nuevo se combinan las diversas partículas seminales, de nuevo informan piedras, árboles y hombres —y aún virtudes y días, ya que para los griegos era imposible un nombre sustantivo sin alguna corporeidad. De nuevo cada espada y cada héroe, de nuevo cada minuciosa noche de insomnio.”

 
He de decir que a Borges no le convence la historia del Eterno Retorno y trata de refutarla, pero para mí, la idea sigue siendo inquietante, al menos cuando veo los almendros.

 
Un profesor de Filosofía del instituto de Monzón, de grata memoria y de apellido Borderías, me preguntó durante una noche de charla, en una terraza:

 - ¿Tú qué preferirías, la eterna repetición indefinida de cada instante que has vivido o la desaparición, la aniquilación total de tu ser al acabarse tu existencia?

Comoquiera que, algo irreflexivamente desde luego, me decanté por la primera opción, él dictaminó:

 - A ti lo que te pasa, cabrón, es que tú has sido feliz.
 
 
 
Ilustración de lo nuevo y lo viejo

 

jueves, 20 de febrero de 2014

El Campo Y Sus Caprichosos Decorados

La mañana del martes se presentó con las mejores condiciones meteorológicas para echarse la cámara al hombro y salir al campo a hacer fotos: de este modo el paseo matinal se perfecciona adquiriendo un objetivo, el de cazar una imagen buena, o por lo menos, curiosa. Me dispuse a acarrear pues la Panasonic Lumix FZ-150. La costumbre de coleccionar cámaras digitales, me ha llevado a la conclusión de que todas van igualmente bien, menos ésta, que es extraordinaria.
 
La Puerta Del Sol
Antes de que el cielo se acabara de cubrir, tuve ocasión de pasar por la Puerta del Sol y luego fui pateando un camino que por aquí llaman del Salobras. Hace unos pocos años, tuvieron la ocurrencia de asfaltarlo y, aunque no dudo de que pueda ser práctico y útil para otros usuarios (y además no te manchas las zapatillas de barro), yo, como paseante, deploro esta decisión: hay más tráfico,  que va más deprisa y ya no caminas tan relajado: todo aquél que no lleva el coche en condiciones, o carece de carnet, aprovecha para eludir la cercana carretera y emular a Fernando Alonso sin ser molestado por los maderos.

¿Un Jardín Inglés?
Voy buscando (y los encuentro, para una entrada próxima) los primeros capullos de las flores de almendro: o sea, que voy haciendo el capullo, como aquel guardia urbano en la película “Días de Fútbol”, que fotografiaba unos árboles en contrapicado, mientras su mujer y su familia toda se desesperaban viéndolo hacer el gilipollas. De pronto, me topo con una disposición arbórea que me llama la atención. Quizás alguien plantó estas austeras carrascas a propósito, las recortó y las moldeó para crear una suerte de caprichoso efecto escénico de arco que enmarca una esfera, pero lo más probable, desde luego, es que el azar haya diseminado estos tres árboles para darme un motivo en que pensar en una mañana apacible y gris.

¿Un Portal Casual?
Este cielo cubierto y homogéneo que los fotógrafos de verdad llaman de “panza de burra”, es ideal para apretar el disparador y sacar tomas suaves, matizadas, con buenos degradados, en lugar del contraste bestia que procura por aquí el pleno sol, que quema las luces y ennegrece las sombras dejando unas y otras sin detalles. Aparte de los paisajes, el retrato también sale mejor: la iluminación es más favorecedora y la gente no hacemos esas muecas provocadas por el deslumbramiento (y no hay necesidad de hacer retratos de las chicas con las gafas de sol puestas, como si fueran clones de la Pantoja).
 

martes, 18 de febrero de 2014

La Pequeña Ciudad Episcopal En Tiempos De Los Beatles 21

13.                        SERAFÍN PRESENCIA EL NUEVO ADVENIMIENTO
Serafín encaminó sus pasos hacia la Plaza de Toros Monumental, según había leído en el periódico de la víspera. Casi no había pegado ojo en la pensionzucha de la calle Tallers, donde se había hospedado a cambio de desembolsar veinticinco pesetas y tomar la dirección de un rosario vespertino con un grupo de beatas vocingleras, estrafalarias, distraídas y muy repintadas que, encima, al concluir los rezos, le hicieron diversas propuestas, todas ellas deshonestas, que Serafín rechazó, no tanto amparado en su fe inquebrantable, como en la alarmante falta de peculio, dado el nivel astronómico de los precios vigentes en la urbe que, esa misma mañana, le había acogido con un calor sofocante.

Es más, Serafín llegó, pese a su escasa mundanidad, a sospechar que había recalado en un antro del afamado putiferio local, debido al extraño accesorio que campeaba en la habitación que le había sido asignada y que, según se pudo informar, tenía el pecaminoso nombre de bidet. Por lo demás la alcoba era, en verdad, inmunda. Al llegar y dejar su magro equipaje, había sorprendido, al retirar el cubrecama, el inicio de la segunda parte de un partido de fútbol, que disputaban chinches contra ladillas. De momento iban venciendo las chinches por dos a uno, merced al dominio del juego aéreo de una gruesa polilla que habían fichado.

 
No obstante, no fueron los quebrantos ocasionados por la falta de higiene del establecimiento lo que le había impedido pegar ojo, sino el nerviosismo que le causaba la expectativa del grandísimo acontecimiento que se avecinaba. Si las proféticas apariciones de san Ricardito en sus inquietos sueños eran fruto, no de la escasez de hidratos de carbono y grasas y la ausencia de proteínas en su dieta, sino que provenían, como él casi certificaba, de la divina inspiración, del soplo del paráclito, se trataba nada menos que del segundo advenimiento del Señor, encarnado en la piel de un músico bohemio, melenudo y estrafalario, pero, ¿quién era él para descifrar los designios inescrutables del Hijo de Dios, hecho hombre por segunda vez, para anunciar, en este caso, la buena nueva del fin de los tiempos? El fin de la iniquidad y del sufrimiento: la ansiada llegada del Reino. Pero, ¿y si este hombre a cuya Presencia iba a dirigirse mañana no era sino el Anticristo? ¿Cómo sabría Serafín en su corazón que estaba ante la presencia del Salvador? ¿Cómo evitar esta última finta, esta añagaza del Maligno, encarnado tal vez en un falso Mesías, pergeñando su error fatal, su condenación eterna a golpes de guitarra?

 
Las chinches celebraban la victoria (tres a uno al final del encuentro) horadando con tesón sus nalgas. Ya de madrugada, Serafín salió de la habitación abrasadora y hedionda y bajó a refrescar sus glúteos estragados por la comezón en la vecina fuente de Canaletas. Restregó agua no muy fresca por debajo de su sayal cárdeno, intentando sin éxito ahogar a las eufóricas chinches y quedó empapado de cintura para abajo. En la cercana plaza de Cataluña, un reloj situado sobre el café Zurich marcaba las cuatro y diez. Un borrachín se le acercó trastabillando y besó el cordón del hábito del sobresaltado Serafín con un respeto apenas mitigado por el hipo y las arcadas. El beodo musitó con voz ronca:

 - Tome, padre, para sus pobres… - Y le tendió una moneda de dos cincuenta que Serafín tomó reflexivamente, dando las gracias con una inclinación de cabeza. No había pensado hasta entonces en los problemas ocasionados por su falta de numerario, pero allí se le presentaba la solución: amparado en sus astrosos hábitos, ejercería la mendicidad por las calles de la Ciudad Condal, cuando sus pasos lo encaminaran a la inexcusable cita de la noche siguiente. Así podría costearse la entrada al evento que, a no dudar, tendría un precio astronómico y de paso tomarse un refrigerio y quién sabe si costearse otra pensión en un barrio más acomodado, donde las cagarrutas no flotaran en el bidet y el DDT pusiera coto a los festejos de los parásitos… Interrumpió esta moderna versión del cuento de la lechera para rezar una Salve y cinco Avemarías. Luego buscó algún lucero en la turbia bóveda anaranjada que, en aquella encrucijada urbana, sustituía al firmamento y al no hallar siquiera rastro de la luna, suspiró resignado y se encaminó de regreso a la habitación.

A la mañana siguiente, medio desmayado por el sueño y el calor, orientado por algún que otro más apresurado que amable transeúnte, se iba acercando con lentitud a las puertas de la Monumental con el nudo de emoción en el pecho que debió de tener Ulises cuando, tras tantas penalidades y tantos esfuerzos, se hallaba a la vista de Ítaca. Para ir más ligero, había dejado su maleta de cartón y su botijo en la pensión. Había estado dudando, pero al final se aferró a la decisión de no vestirse de seglar. Eso le facilitaría el ir obteniendo limosna de los viandantes y, si bien estos óbolos, en sentido estricto, no aliviarían las necesidades de los pobres, se ratificó en que irían destinados a una más alta misión a los ojos de Dios.

 
Tuvo suerte y, para cuando cruzó la calle Lauria, ya había recogido más de cien pesetas, eso sí, todo en monedas rubias, de modo que abultaba lo suyo. Apremiado por la bocina de un Seat 1400 que le instaba a abandonar la calzada en menos de un segundo, tropezó con un bordillo y se dio de bruces en la acera, desparramando un torrente de calderilla que tintineó con estrépito, rebotando y dispersándose en el adoquinado. Dos mequetrefes que transitaban allí cerca acudieron a socorrer a Serafín, le ayudaron a incorporarse, a sacudirse el hábito y a recoger las monedas esparcidas por el pavimento.

 - Muchas gracias, mozalbetes, no sé qué hubiera hecho sin vuestra magnífica ayuda. Aún estaría tirado en el suelo, enredado en estas sayas. Tomad esta peseta para que os compréis una bolsa de pipas.

Pero esto último Serafín se lo dijo a nadie, o mejor, a la estela que habían dejado los pequeños truhanes al salir disparados corriendo calle abajo, llevando en sus manos apretadas la mayor parte de la calderilla que había desperdigado en su aparatosa caída y que ellos, solícitos, habían recogido con el esmero que pone en lo que hace el que procura su propio provecho.
 
  

domingo, 16 de febrero de 2014

El Morro De Los Creadores Y La Voracidad De Sus Gestores

Resulta que compré el álbum Planet Waves de Bob Dylan en 1974 en vinilo. Como me gustó, lo escuché una y otra vez, hasta que la aguja del equipo de música agrandó y profundizó sus surcos, de tal manera que se impuso la presencia de un ruido, como si alguien en segundo plano estuviera friendo huevos. Es lo que tenía la música en vinilo. Ahora ese ruido analógico es muy apreciado por la peña del Hip hop, pero como fondo de folk o de clásica, molestaba lo suyo, daba morcilla, vamos.

Así que cuando se reeditó en formato cedé, me lo volví a comprar. No me preguntaron si ya lo tenía para hacerme una rebaja (porque ya lo había pagado una vez)… Además los cedés eran más caros que el salmón, o sea que te clavaban sin piedad, mientras el divo de turno venía a Barcelona, se hospedaba en el Ritz, hacía cubrir el extenso suelo de la suite con una alfombra persa y se corría una juerga con groupies como huríes (en cantidad y calidad) y con drogas sin adulterar.

En estas, llegó Internet e hizo su aparición la mal llamada piratería y se les acabó el chollo (a los creadores, en beneficio de los grandes ejecutivos de las compañías de telecomunicaciones). Mala suerte amigos, así las gasta el mercado.

Pájaro Libélula - Paulino Clii
 Su reacción no se ha hecho esperar: han presionado a los poderes públicos para intentar cobrarnos por tercera vez el mismo contenido: que si un canon, que si un plus en las tarifas… En fin, yo ya he pagado dos veces (tres si cuento mi suscripción a Spotify, 5 € al mes) por un disco del que no puedo disponer libremente: anteayer ripeé una de sus canciones para ponerla en un video y compartirla con los tres amiguetes y medio que se asoman a este blog y van en YouTube y la silencian, porque no tengo derecho a usar una canción que el ínclito judío grabó ¡hace cuarenta años! ¡Toma Jeroma, pastillas de goma! Igual va a ser necesario que la pague (por cuarta vez) para disponer de ella. De seguir así, no me extrañaría nada que una mañana la estuviera escuchando en mi casa, con la ventana abierta, y subieran un leguleyo, un policía, o ambos, a decirme que no tengo derecho a darla a conocer a los que pasan por la calle y que cierre la ventana ipso facto. “No, no es que moleste el ruido: es que no tiene usted derecho a difundirla…” Algo así estoy preparado para escuchar. Ya les vale.

Yunaited Colors Of Beneton - Andresito Guarjol
Continuaré hablando mal de los creadores y, sobre todo, de sus voraces, insaciables y asaz inútiles gestores. Les toca el turno a los de la letra impresa. Pretender cobrar entre catorce y dieciocho euros por un libro en formato electrónico es firmar el acta de defunción del sector. Y es lo que han hecho. Los libros de papel son caros, se supone, porque acarrean enormes gastos de producción: el papel, la impresión… Pero, ¿Qué gastos de producción acarrea colgar un fichero en la red?¿O es que, de repente, las empresas editoriales se han vuelto generosas y quieren hacer millonarios a los escritores? No señor: márgenes, beneficios, impuestos, promoción, representación… El mamoneo de siempre.

Por otra parte, si uno prefiere, pongamos por caso, leer a Baroja en vez de a los novelistas de actualidad, se encuentra con una carencia notable de libros de este autor y otros muchos primeros espadas de nuestro patrimonio cultural, en las ofertas editoriales de libros electrónicos “legales”. Es un desierto. Nadie se ha tomado la molestia de satisfacer esta demanda. Vas a alguna fuente de las mal llamadas “piratas” y encuentras gratis (los piratas hoy en día son así, regalan los tesoros en lugar de enterrarlos) extensos catálogos de Baroja, Unamuno, Azorín, Ortega… ¡Que no están en ningún otro sitio! Un “amateur” ha empleado su valioso tiempo libre, tras trabajar diez horas diarias por ochocientos euros al mes, en hacer un escaneado con reconocimiento de texto de, pongamos por caso, Sender, cosa que las editoriales no han hecho. Te encuentras una copia “ilegal”, algo imperfecta (y gratuita), que cubre un vacío y una desatención absolutos, mientras los supuestos responsables están llorándoles a los poderes públicos para que éstos hagan de Dooh Nibor (que, al revés de Robin Hood, roba a los pobres para entregárselo a los ricos). Me reiría si no porque se me iban a saltar los puntos…
 
Pájaro Luciérnaga - Paulino Clii
Pero hablando de puntos, donde los defensores de las espléndidas remuneraciones de la creatividad (los paladines de la Cultura, con mayúsculas) alcanzan su punto de mayor estulticia es en el cine patrio. Para empezar, cuando me fijo en los créditos de cualquier película de factura nacional, resulta que, como contribuyente, la he pagado yo. Bien sea, a través de la Diputación de Lugo, de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha o del Ministerio de Cultura. A continuación, si estoy interesado en verla, me la vuelven a cobrar en una sala de cine y, finalmente, en el muy dudoso caso de que quisiera conservarla o coleccionarla, me la cobran por tercera vez en DVD, en una televisión de pago, o en un canal en abierto, sepultada en un vertedero de publicidad (que es la forma de rentabilizarla). Total, tres extracciones de numerario por un producto que últimamente es, en el mejor de los casos, mediocre. Se quejan y se quejan y achacan la crisis del sector a la ruindad del Gobierno y a la piratería y ello les impide hacer la menor autocrítica: la piel que habitan les parece muy cómoda (y a mí muy poco interesante). Yo no sé cómo, en tiempos verdaderamente difíciles, Berlanga pudo rodar “El Verdugo”, o Buñuel “Viridiana”, con todos los factores en su contra y, en cambio, ayer mismo nuestros gobernantes subvencionaban, por ejemplo, catecismos ideológicos tan burdos y soporíferos como “De Tu Ventana A La Mía” o “Una Pistola En Cada Mano”, títulos cuyo visionado recomiendo encarecidamente eludir y ver a cambio, qué sé yo, “Atrapa A Un Ladrón” de Hitchcock, ya que, seas del sexo que seas, encontrarás que Grace Kelly está divina. Y además, como premio adicional, los creadores de esta película no te toman por un retrasado.
 
    

viernes, 14 de febrero de 2014

Wedding Song - Bob Dylan

Hoy toca una canción de amor de lo más tierna, es lo que pide la fecha y, puesto a no reparar en gastos, pondré una de mis favoritas de todos los tiempos, “Wedding Song”, una emocionante y rendida canción que Bob Dylan le compuso a su esposa en 1974, poco antes de que se separaran.

Cuando teníamos 20 años, un colega y yo, aspirábamos a ser clones, réplicas, o simplemente sosias de Bob Dylan. Nos compramos sendas guitarras acústicas, de estas con caja grande y cuerdas de metal. Comparadas con las guitarras españolas que solíamos aporrear, eran duras como demonios. Yo nunca conseguí emular a Dylan: cantaba como su primo el sordo y tocaba como su cuñado el manco… Lo dejé enseguida, claro. Mi colega se compró también un soporte para armónica y no le daba mala traza, aunque también abandonó mucho antes de conseguir su primer contrato.

Rotas nuestras insensatas ilusiones, yo adquirí el libro “Bob Dylan, Escritos, Canciones y Dibujos”, que fue mi texto sentimental de cabecera durante diez o doce años y que hoy me ha servido para no tener que traducir la letra al español: la he escaneado de allí.
 

Y como tengo el día laborioso, he confeccionado un vídeo con imágenes de cuadros de Marc Chagall que, además de ser encantadores, casan muy bien con la temática nupcial. Lo dedico a todos aquellos que disfrutéis la suerte de estar enamorados.

La canción es una balada folk muy norteamericana, algo larga y con una tonada en la que se aprecia cierta voluntad de monotonía: musicalmente todas las estrofas son iguales y carece de estribillo, pero la letra es preciosa y si estás enamorado de tu pareja, te identificarás de lo lindo.
 
 
Me entero con desconsuelo e impotencia  de que, en YouTube, le han quitado el sonido al vídeo que tantos esfuerzos me ha costado perpetrar, por un "problema de copyright". Es lástima. Como quien dice hasta ayer, había vídeos de libre disposición de todos los artistas relevantes, pero ya los amos del cortijo han reaccionado y han vuelto a encerrar las reses sueltas. Qué pena. Yo ya casi había confundido la célebre página con un servicio público de difusión de los bienes culturales. Entre unas cosas y otras, esta entrada ha derivado en chapuza. No obstante, te pongo un enlace al vídeo original, por si te lo quieres bajar, con sonido (espero).



 "Wedding Song"

 I love you more than ever, more than time and more than love
I love you more than money and more than the stars above
I love you more than madness, more than waves upon the sea
I love you more than life itself, you mean that much to me.

 Ever since you walked right in the circle's been complete
I've said goodbye to haunted rooms and faces in the street
In the courtyard of the jester which is hidden from the sun
I love you more than ever and I haven't yet begun.

  You breathed on me and made my life a richer one to live
When I was deep in powerty you taught me how to give
Dried the tears up from my dreams and pulled me from the hole
I love you more than ever and it binds me to this all.

  You gave me babies, one, two, three, what is more, you saved my life
Eye for eye and tooth for tooth, your love cuts like a knife
My thoughts of you don't ever rest, they'd kill me if I lie
But I'd sacrifice the world for you and watch my senses die.

  The tune that is yours and mine to play upon this earth
We'll play it out the best we know, whatever it is worth
What's lost is lost, we can't regain what went down in the flood
But happiness to me is you and I love you more than blood.

  It's never been my duty to remake the world at large
Nor is it my intention to sound a battle charge
'Cause I love you more than all of that with a love that doesn't bend
And if there is eternity I'd love you there again.

 Oh, can't you see that you were born to stand by my side
And I was born to be with you, you were born to be my bride
You're the other half of what I am, you're the missing piece
And I love you more than ever with that love that doesn't cease.

  You turn the tide on me each day and teach my eyes to see
Just being next to you is a natural thing for me
And I could never let you go, no matter what goes on
'Cause I love you more than ever now that the past is gone.



miércoles, 12 de febrero de 2014

La Pedrera de Gaudí, Inspirada En Monzón

Este suceso que voy a narrar no está en absoluto bien documentado, basándose únicamente en la memoria del abuelo de un paisano mío, memoria que la demencia senil emborronó a mediados del siglo pasado, llevándose el incierto testimonio del anciano al limbo de las fabulaciones improbables.

Corría el año 1883, aunque en aquel entonces los años corrían poco, y un joven arquitecto catalán,  todavía no muy conocido, de nombre Antoni Gaudí, viajaba en el tren de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España. Se desplazaba de Barcelona a Zaragoza, con la intención de continuar su viaje con destino a Comillas (Cantabria), a donde llevaba apuntes y bocetos encaminados a consolidar un importante encargo de una persona muy principal de allí.

Con tan mala fortuna, que la locomotora de su convoy emitió un último relincho entrando en la estación de Tamarite-Altorricón. “Tenemos avería para dos o tres días”, explicó un sudoroso fogonero a los viajeros que habían bajado del primer vagón. Como allí estaban en medio de ninguna parte y Gaudí era muy andariego, se informó de los caminos y, aprovechando que llevaba un equipaje muy sucinto, echó a andar y no paró hasta llegar a Monzón, donde se alojó en una fonda cercana a la estación.

Al final, no fueron dos o tres, sino cuatro los días que tardó en reaparecer el tren. Durante esta interrupción del servicio, Gaudí estuvo, al parecer, siguiendo su más destacada afición, dando largos paseos por el campo, rodeando las canteras donde se yergue el castillo de la localidad y dando palique a algunos lugareños, entre los cuales, el abuelo de mi paisano, que era entonces un mozalbete, tuvo la deferencia y el privilegio de acompañar al arquitecto a algunos lugares que llamaron poderosamente la atención de éste que, sin parar, tomaba notas y hacía croquis y bocetos. El mozalbete, ya crecido, e informado de la creciente fama de Gaudí, cuenta que el artista le dijo: “me agradan las formas caprichosas de estas canteras, seguramente aprovecharé alguno de estos croquis para proyectar una fachada inconcebible e impresionante, ya verás, xiquet”.

A la izquierda, el Castillo; a la derecha, La Pedrera
 
Siempre según la versión del abuelo de mi paisano, cuando el matrimonio Milá encargó una mansión al ya enormemente célebre arquitecto, éste echó mano de los apuntes que había tomado en Monzón, en sus paseos junto a aquél. Además la llamó La Pedrera, que era el nombre en catalán que daba a las canteras que había dibujado. Dado que el parecido entre la fachada del famosísimo edificio y los relieves dibujados en aquellos días, era asombroso, mucha gente decidió dar crédito al relato, si bien para otros el abuelo era un “farute” y un “faltao” que no estaba muy bien de la chaveta y aseguraban que todo era una auténtica trola.

Aquí el modelo natural
 
Yo lo consigno aquí, junto con las imágenes que pueden documentar la discordia. No sería extraño que el acentuado naturalismo de Gaudí, le impulsara a inspirarse en estos relieves, no tan espectaculares como los de Capadocia, que también se vinculan con la obra del genial creador, pero vamos, sirven para un apaño. 
 
Y aquí, la interpretación artística
 
   

lunes, 10 de febrero de 2014

14 - Jean Echenoz

Como casi todo el mundo sabe, este año se cumple el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial; como casi todo el mundo teme, seremos bombardeados sin piedad por prensa, radio y televisión, en cuanto se aproxime la fecha exacta (28 de julio) de tan funesto aniversario.

El autor francés Jean Echenoz parece haberse adelantado y, antes de que se nos salgan los horrores bélicos por las orejas, ha publicado su última novela, titulada “14”. Nada más. Un título tan breve y escueto como la propia novela, apenas un par de horas de sofocante e intensísima lectura.

 
Había leído con anterioridad otro título de este autor parisino, nacido en Orange en 1947, y me había gustado sobremanera: se titulaba “Correr” y era una especie de biopic del fondista checoslovaco Emil Zatopek, una obrita que me había hecho disfrutar y sufrir a partes iguales en un grado superlativo y que comparte con “14”, publicada aquí hace pocos meses por Anagrama, un repertorio de trucos estilísticos y narrativos que pasaré a detallar.

 
El primero de ellos es la economía, la concisión extrema del texto narrativo. En apenas cien páginas, eligiendo cuidadosamente los cuadros y escenas, prescindiendo de adornos y con poderosas elipsis, se enfoca el destino abrumadoramente cruel de un puñado de personajes alrededor de Anthime, el frágil protagonista de esta concentrada y amarga píldora de Historia. Las dos obras que he leído de Echenoz están, en realidad, protagonizadas por la Historia (así, con mayúsculas), una especie de bestia todopoderosa, ciega y brutal que arrasa las existencias de unos individuos desvalidos e indefensos, que son arrastrados por una especie de magma, de fuerza telúrica, completamente ajena a la piedad, a la humanidad, a la misericordia, una máquina de triturar que aplasta como insectos a los ingenuos humanos y a sus frágiles sueños, deseos vicios y anhelos.

El segundo carácter es el desapasionamiento y la distancia con los que el señor Echenoz nos narra sucesos terribles de una densísima carga emocional. En vez de compadecerse e intentar conmovernos, adopta la postura de un microbiólogo que estuviera contemplando, a través del microscopio, las danzas indescifrables y azarosas de una colonia de bacterias. El efecto que esto causa es devastador: la aparente ausencia de emociones del autor, hace como de bomba de vacío y succiona las nuestras, que inundan el texto, convirtiéndolo en una experiencia lectora escalofriante, con un tinte desgarrador. La frialdad de la narración extrae del lector un calor de exaltación y apasionamiento (o, al menos, este fue mi caso).

 
Echenoz no se demora (no tiene tiempo) en los horrores masivos de aquella guerra atroz, pero la sacudida de la conciencia que induce es comparable, por ejemplo, a la de “Adiós a Todo Eso” de Robert Graves, un clásico que, con “14”, conforma la pareja de títulos más interesante que he leído sobre un tema aterrador, que supuso, nada menos, que el comienzo de una nueva barbarie y el fracaso definitivo del humanismo cristiano.

 
De la generación del propio Echenoz a nuestros días, nos estamos beneficiando, en los países occidentales, del privilegio inaudito de no haber vivido la experiencia de una guerra. Esto es, probablemente, lo máximo a lo que cualquier ser humano podría aspirar. Cumplido esto, es posible cualquier otra cosa. No así para el pobre Anthime. El tipo está paseando en bicicleta un sábado; con animación e inconsciencia recibe, junto con sus amigos, la orden de movilización, así que son reclutados; con entusiasmo e inconsciencia escuchan los discursitos patrióticos y las musiquillas militares, la guerra va a ser cosa de dos semanas; desfilan, marchan y, muy cortitos de preparación y equipo, con energía e inconsciencia son enviados a la picadora de carne. “La guerra desde luego no era divertida” (sic).

Pocos de ellos vuelven y ninguno entero. Anthime tiene suerte: sólo está mutilado, ha perdido el brazo derecho. Al final se consuma una especie de pequeño idilio al estilo Echenoz: Ultraconciso: Anthime y Blanche (la novia de su hermano Charles, fallecido en la guerra) han viajado a Paris. Negocios. Están en un hotel, en habitaciones separadas, y… “Anthime se despertó a mitad de noche. Se levantó, atravesó el pasillo, abrió la puerta de enfrente y se dirigió en la oscuridad hacia la cama de Blanche, que tampoco dormía. Se acostó junto a ella, la abrazó, la penetró y la inseminó. El otoño siguiente, precisamente en el transcurso de la batalla de Mons, que fue la última, nació un varón al que llamaron Charles”. Fin. No es Jane Austen, desde luego.

 
Como no soy un crítico literario ni un moralista, acabaré de un modo veleidoso y frívolo, que malbarate cualquier atisbo de solemnidad y ponga mi cháchara en sus justos términos. La brevedad y precisión de la obra me han recordado un chiste que consignaré aquí, antes de que se me vuelva a olvidar.

Un chino, un japonés y un español apuestan por ver quién tiene el nombre más corto. “Gano yo”, dice el chino, “me llamo O y no puede haber un nombre de menos de una letra”. Alto ahí”, replica el japonés,” el mío es aún más corto, me llamo Casio. Casi O”. “Pues no, señores, gano yo”, sentencia el español, ”mi nombre es el más corto de los tres: Nicasio. Ni casi O.”

En fin. Tristes guerras, pobre gente. 
 
    

viernes, 7 de febrero de 2014

Matemáticas Y Diversión 7. Un Problema Literario

Para empezar voy a dar la solución al enigma de “El Puente Y La Linterna”, planteado en la entrada del 16 de enero, porque unos de mi pueblo ya me han amenazado: “Como después de tanto pensar, resulte que es una chorrada, te romperemos las gafas”. Ahí va pues la respuesta:

Cruzan A y B (los dos más rapiditos). A regresa con la linterna. Tiempo transcurrido, 2+1 = 3 minutos.

Ahora cruzan C y D (los dos más lentorros). Este es el quid de la cuestión: si cruzan los dos más sosegados juntos, se minimiza la pérdida de tiempo que su tránsito requiere. B entonces vuelve con la linterna. Tiempo que tardan los dos “tranquilos”, más el regreso de B, 8 + 2 = 10 minutos.

Por último, cruzan A y B en 2 minutos más y ya están todos en la orilla buena.

Han empleado un total de 3 + 10 + 2 = 15 minutos, ¿me explico? Por tanto no exceden el tope y les llegará la batería. Esa noche en el refugio, se felicitan mutuamente por lo ingeniosos que han sido. Im-pre-sio-nan-te. Tan sencillo, tan difícil.
 
Este no era el puente

Por otra parte, en la entrada del 22 de enero, hacía referencia a una novela titulada “La Trama Nupcial”, de Jeffrey Eugenides, muy poliédrica, muy interesante, muy larga (aún no la he terminado). Posiblemente un día me anime a comentarla y a recomendarla, pero hoy la voy a usar para plantear un problema de lógica deductiva, de esos tan característicos que venían en la revista Quiz. Madeleine, la protagonista del libro, es muy buena en letras, pero en matemáticas flojea, quejándose de esta circunstancia que a ella se le antoja como una carencia. Cito textualmente a Eugenides (bueno, a su traductor al español):

 
“Los problemas lógicos, sin embargo, eran un quebradero de cabeza para el intelecto. «En el baile anual varios participantes ejecutaron su baile preferido con su pareja preferida. Alan bailó el tango, mientras Becky miraba cómo bailaban el vals. James y Charlotte hacían una pareja de bailarines fantástica. Keith estuvo estupendo en su foxtrot y Simon no pudo estar mejor en su rumba. Jessica bailó con Alan. Pero Laura no bailó con Simon. ¿Puede usted precisar quién bailó con quién, y con qué baile disfrutó cada cual?» La lógica no era algo que le hubieran enseñado a Madeleine de forma expresa. Era injusto que le preguntaran cosas de ese tipo. Hizo lo que sugería el manual: hacer un croquis y situar a Alan, Becky, James, Charlotte, Keith, Simon, Jessica y Laura en el salón de baile de una hoja de papel y los emparejó según las instrucciones. Pero el complicado tránsito no era algo que la mente de Madeleine fuera capaz de seguir de forma natural.”

 
Bueno, pues ahí lo tienes: si estás convencido de que tu mente supera en el desarrollo del razonamiento lógico a la de Madeleine, resuelve el acertijo. He de confesar que yo me fío del autor y aún no me he puesto a desentrañar quién bailó qué con quién. Confío en resolverlo para el mes que viene y si no, pediré ayuda. Feliz dolor de cabeza.

jueves, 6 de febrero de 2014

Fondos De Escritorio HDMI

Soy una persona bastante voluble. De joven, unos amigos de Zaragoza me decían: “tú tienes más pareceres que una fulana”, frase ésta que me sonaba llamativa y sentenciosa y que no ha empleado nadie más que yo haya oído, en ninguna circunstancia, desde hace mucho tiempo. El caso es que tengo la costumbre de cambiar, cada dos o tres semanas, el fondo de escritorio del ordenador. A veces echo mano de una página que se llama “Fonditos” ( http://www.fonditos.com/ ) y, a veces, busco en Google a pelo, sin más. Cualquier cosa que me guste o me haga gracia (y ocurre a menudo), la zampo en mi escritorio, donde hace de wallpaper hasta que me canso, que suele ser pronto.
 
 

Por este motivo, el otro día andaba yo de navegación, con el ánimo de pescar una buena imagen y escribí en el buscador: “fondos de escritorio HDMI”, lo de HDMI viene a cuento porque gasto un monitor de 1920x1080 píxeles, es decir, alargado, panorámico, y de nada me sirve pillar una imagen que me guste, si luego tengo que recortarla (mal), o deformarla (peor aún).
 
 
El caso es que le doy al “intro” para que Google se ponga a buscar sitios e imágenes por mí, cuando, cuál no sería mi (grata) sorpresa, da con una de mi propio blog, de Entusiasco. Me sentí muy halagado por esta fortuita (y afortunada) coincidencia, así que hoy he decidido hacerlo aposta, con alevosía: mandar a la nube (o al viento), una docena de imágenes de 1920x1080 para que se las ponga en su monitor, sin tener que modificarlas, cualquier navegante que las encuentre de su gusto. Y desde aquí le doy, además, las gracias, ¿o no?
 
 
Incido en mis habituales temas fetiche: flores, cielos y demás. Procuro que las fotos sean “naturales”, frente a las imágenes demasiado “perfectas” que se suelen encontrar por ahí como fondos…