miércoles, 14 de febrero de 2018

Huelga De Poetas En San Valentín

Esta madrugada había conseguido escribirte el poema definitivo. Todo el mundo sabe que resulta difícil escribir un poema de amor adulto sin que resuenen ecos de ñoñería, o cursiladas sonrojantes, o las más manidas frases sobre el corazón, las flores, la primavera, los atardeceres y otros recursos por el estilo, pero te prometo que lo había plasmado en el papel.

Con un tono sosegado y levemente elegíaco, había conseguido eludir el de aquellos versos tan relamidos que te envié el mes pasado y que, a su falta de originalidad, sumaban algunas carencias plásticas, descriptivas y estilísticas, respecto al amor que te profeso, que es mucho más de lo que en esas pobres líneas supe transmitir.


Un sentimiento tan intenso pide algo más novedoso que las rosas, algo más vital que los crepúsculos, algo más alegre que las gaviotas, algo más reciente que los arroyos, algo más sensual que los suspiros. Y me había esforzado en pulir la forma, en acomodar doce grupos de doce versos, en singularizar las emociones, en adaptar el tono lírico a la realidad de nuestras existencias cotidianas y sus anhelos.


Eliminé algunas rimas demasiado fáciles, canción con ficción, dictado con amado, vino con destino, después volví a revisar el ritmo de los versos, ajusté la acentuación para redondear algunos cuartetos y, finalmente, traté de eludir algunas influencias demasiado transparentes, el magisterio de Neruda en algunas imágenes, el de Luis Cernuda en el tono lírico general, la vena bombástica de Campoamor que, a veces, me sale por sorpresa.


Y esta mañana, a punto de dar las siete, gracias a un insomnio pertinaz y tras cinco horas de corregir, tachar y reelaborar, puse el punto final. Lo leí con incredulidad y di gracias, esta vez sí, a las musas que se habían acomodado a aquello que pretendía decirte y me habían permitido escribirlo tan diáfano y bello, que dolía el pecho y se humedecían los ojos... Pensé que, por fin tenía el poema que merecías.


Lo dejé sobre la mesa, mientras decidía si leértelo hoy por la tarde cuando estemos dando un paseo o reservarlo para el mes de octubre, cuando tenemos decidido celebrar los votos nupciales. 
Llamaron a la puerta y, mientras consideraba qué hacer me incorporé para abrir, extrañado ante quién  podría ser el que se permitía turbar el descanso del vecindario a una hora tan temprana.


Abrí la puerta sin excesivas precauciones y me topé con tres individuos malcarados, que llevaban pegatinas en el pecho “U.G.P”, leí, Unión General de Poetas, pensé, y el suelo se abrió bajo mis pies.

 - Compañero, sabes que hoy hay huelga de poetas en todo el ámbito estatal, formamos parte de un piquete ejecutivo.


 - Querrás decir informativo – contesté al que había tomado la palabra, un sujeto  fornido, con rastas y perilla teñidas de añil.


 - He dicho lo que he querido decir, listo. Que algunos reventáis las huelgas, escribiendo de tapadillo, y así la patronal y las fuerzas reaccionarias siempre se salen con la suya. Si esta vez no conseguimos un convenio de treinta céntimos por verso, cuarenta si incluye metáfora, siempre seremos unos explotados y unos pringaos. No hay que escribir una sóla línea hasta que nuestras justas reivindicaciones sean atendidas. Y a tí ya te tenemos calado de los paros anteriores, que escribes a tu aire, a tu puta bola, como si te hubiera venido aquello que llamaban la inspiración, y nunca respetas las necesidades y exigencias de la causa...


Mientras me endilgaba este rollazo, uno de sus camaradas se había introducido en la única pieza que constituye mi domicilio, la poesía no da para más, el lavabo y el váter son compartidos para todo el rellano, de sobra lo sabes.


 - ¡Aquí lo tenemos, compañeros! Este puto esquirol ha estado escribiendo un poema y bien largo, aún tiene la tinta fresca. ¿No nos irás a decir que esto es la lista de la compra?


El tipo enarbolaba orgulloso mi poema, comprimiendo y arrugando los folios. Exhibiendo su trofeo ante el de la barba añil que debía de ser el jefe, porque ordenó tajante:


 - ¿A qué esperas, Virgilio? Destrúyelo; las directivas son bien claras, hoy no sale ni una línea de poesía, va contra los acuerdos en firme de los comités del sector. Además éste está fichado y lo vamos a joder.



Intenté protestar dócilmente, aunque sabía que no había nada que hacer. El sujeto que no había intervenido hasta el momento, trató de consolarme:


 - Has tenido suerte de que no viniera el piquete de la "C.N.P.", ésos se hubieran presentado con una barra de acero en la mano y, con los antecedentes que tienes, te hubieran atizado un par de caricias en la crisma.


No tuve más remedio que darle la razón, los de la Confederación Nacional de la Poesía hubieran aprovechado de paso para destrozarme la habitación... Tampoco me esforcé en dejar claro que no era un sabotaje deliberado de la huelga, sino un poema de carácter personal, ¿para qué?


Cuando se fueron, dando un portazo y recalcando sus imprecisas amenazas, me quedé trastornado y con la mente en blanco. Pensé que podría haber sido capaz de memorizar el poema y esto me hizo sentir tan culpable como desvalido.


Para no presentarme sin nada en una fecha tan señalada, he bajado al Mercadona y te he comprado esta caja de bombones sin azúcar, tiene forma de corazón y me hace sentir un poco ridículo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario