jueves, 1 de marzo de 2018

Mariano Y Concha Se Han Quedado Huérfanos

Todos los españoles de mi edad nos hemos reído, literalmente, miles de veces con el humor gráfico del muy prolífico y, a menudo, atinadísimo Antonio Fraguas, alias Forges, que ha pasado a mejor vida.


Lo de "a mejor vida" es puramente una sospecha, dado lo insatisfactoria que es ésta, aunque casi nadie la abandona de buen grado. Esta digresión viene a cuento de que Forges, uno de los dos máximos humoristas gráficos españoles de la segunda mitad del siglo XX (el otro es F.Ibáñez), tejió su copiosa obra humorística partir de la insatisfacción producida por ser un súbdito español durante el citado medio siglo: el país es insatisfactorio, la situación política es insatisfactoria, las relaciones humanas, en lo afectivo, en lo laboral, en la vida en común, son insatisfactorias y, a cuenta de ello, nos petamos de risa todos (y el ínclito Forges, el primero).






Una obra tan vasta, tan irregular, tan personal y tan graciosa, es merecedora de todos los homenajes que se le han tributado y, desde esta desnortada página, queríamos poner nuestro granito de arena. No obstante, el finado era muy polifacético y no sabemos por dónde empezar (ni si habrá más entregas). Ya veremos.




En lo personal, los chistes de Forges me hacían sonreir, me ponían de buen talante y me cautivaban con su personalísimo ingenio, unos más y otros menos; en sus últimos años de colaborador en El País, opino que había perdido buena parte de su chispa, pero claro, ¿quién puede ser agasajado por las musas con tantas décadas de lucidez? Lo mejor, para mí, estuvo en la crítica política ejercida en el tardofranquismo y en los primeros años de la transición, a través de unos personajes muy reconocibles, funcionarios y chupatintas, pertenecientes a unas clases medias, turulatas y casposas, que reaccionaban perplejas ante los vertiginosos cambios sociopolíticos en aquellos tiempos de sano descojono.





Luego, diversificó su repertorio, incorporando náufragos hambrientos, aviadores chapuceros, presos encadenados en mazmorras, lúcidos moradores rurales y variadísimos arquetipos, entre los que hoy quiero destacar a Concha y Mariano.




Mariano y Concha son una personalísima y celtibérica visión de la guerra de los sexos. Él es un señor bajito, enclenque y calvo, un varón sometido a la implacable férula de ella. Ambos representan la insatisfacción en las relaciones de pareja tradicionales. Concha la resuelve comiendo, lo que la lleva a una obesidad mórbida, o simplemente a estar gorda como una vaca, con lo cual se insensibiliza ante la frustración, convirtiéndose en una figura emblemática para feministas con sentido del humor (si tal categoría existiera). Mariano, calvo y sometido como acabo de decir, se refugia en el sarcasmo, la mordacidad, el exabrupto (foca, vacaburra, etc.) y, finalmente, en la impotencia, por cancelación de sus incumplidas ensoñaciones eróticas. No sé de qué eran paradigma esta pareja, igual sólo reflejaban la implacable devastación del paso del tiempo, pero calaron hondísimo en el inconsciente colectivo de una generación, la mía. Adiós Forges, macho, nos radiografiabas a la perfección.




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