Añadiré una breve precisión al texto de ayer sobre el concepto del humor políticamente correcto. Y es que no puedo estar más en desacuerdo con la concepción imperante, la que autoriza a los de abajo a reírse de los de arriba. Yo creo precisamente que lo que nos hace reír es el sentirnos superiores a otras personas, bien debido a su estupidez, a su negligencia, a su torpeza, a sus vicios, etc. El torpe que se resbala en la calle y se pega un topetazo, nos provoca una carcajada, sólo después, si se ha hecho daño, se nos despierta la piedad o la conmiseración y acudimos a socorrerle. En cuanto a los vicios, pensemos en las comedias de Molière, por ejemplo "Tartufo": nos da risa su hipocresía, dado que nosotros nos consideramos más sinceros y, por tanto, superiores a él. Por ejemplo en "El ávaro", nos reímos de Harpagón por su ridícula tacañería, porque nos consideramos más generosos que él, por tanto superiores. Nos reímos de otros nacionalismos que consideramos más atrasados, más fanáticos o más tontorrones. Además esto es recíproco: nos reímos de los catalanes por tacaños y materialistas y ellos se ríen de nosotros por casposos y carcas. Cada lado percibe, de este modo su superioridad.
La lista se haría interminable: el que ve con agudeza se ríe del cegato, el que oye con detalle se ríe del sordo, el que tiene buena figura se ríe del gordo, el que es elegante se ríe del astroso y descuidado en el vestir, las mayorías lingüísticas, sexuales y raciales, amparadas en la superioridad que da el número, se mofan de las minorías correspondientes, a no ser que éstas estén muy bien organizadas para hacer que la burla sea socialmente inaceptable, cosa que no acabará con la burla, sino que la convertirá en soterrada. Ahí están los chistes de negros, de gitanos, de mariquitas, de paletos y de pijos.
Una cosa curiosa es, cuando a un pueblo de fuerte acento rural llega un tipo que habla correctamente: allí, en ese contexto pertenece a la minoría de los redichos, de los estirados y, como tal, es ridiculizado en un contexto en que está en inferioridad. Luego volverá a la capital y, allí, de nuevo en mayoría, se cachondeará con sus pares lingüísticos del habla incorrecta de los catetos.
Mi perspicaz esposa me hace ver que este asunto es más complejo de lo que yo pensaba. Me lleva a la idea de que nos reímos cuando las expectativas de alguien que no somos nosotros, se frustran. También cuando a otro sujeto le acontece algo totalmente inesperado. Lo imprevisto, la sorpresa es también fuente de hilaridad, sobre todo cuando es algo desagradable y les sucede a los otros.
También, bajo el paraguas de mi teoría es posible explicarse el reírse de uno mismo: entonces nos desdoblamos en un yo más tonto que sirve para reírnos desde un yo más listo. Me confundo y me doy cuenta: cuando me doy cuenta, me río del confundido. Me resbalo ridículamente y me caigo, si no me he hecho daño, cuando me levanto me río de ese yo más torpe que se ha caído y así.
Reconozco que estoy hablando de un tema en el que tengo poca base de conocimiento. Debería haber leído "La risa" de Henry Bergson, tema y autor me interesan mucho, pero es un libro difícil de encontrar en formato accesible. Otra vez será.
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